martes, 8 de marzo de 2016

La derogatoria del 480. ¿Una lección aprendida?

11. p90
La Junta Directiva de la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia, a tono con las decisiones de la Asamblea General de Profesores, celebra la decisión del Consejo Académico de derogar definitivamente el Acuerdo Académico 480 que autorizaba cambiar la modalidad del examen de admisión para los aspirantes a la Universidad. Esta decisión se produce luego de conocerse los resultados adversos derivados de los estudios presentados por las comisiones de expertos de la rectoría y la Asamblea General de Profesores en relación con las supuestas bondades que traería el nuevo examen de admisión en términos de deserción, vocacionalidad, calidad y no discriminación social de ingreso.
Con esta decisión, por supuesto, ganan los universitarios y gana la Universidad. La movilización de la crítica argumentada (la movilización de las palabras) liderada por estudiantes y profesores logró imponerse sobre decisiones inconsultas y autoritarias de quien, en nombre de la “ciencia”, se cree “poseedor exclusivo y excluyente de la verdad”. Los universitarios dieron una lección de democracia, de responsabilidad académica y de respeto a la Universidad. Son ellos realmente los protagonistas y artífices de esta decisión que deroga el Acuerdo Académico 480. El Consejo Académico, tras las recomendaciones de algunos consejos de facultad, hizo bien en atender las conclusiones de los expertos, muchas de ellas anticipadas por estudiantes y profesores. De esta manera se cierra un ciclo de crisis y perturbaciones en la Universidad generadas por el Acuerdo Académico 480, que pudieron evitarse a tiempo si las directivas universitarias hubieran asumido una actitud más dialogante, participativa y menos arrogante. Acogemos y celebramos el llamado que hace el Consejo Académico de participar en la discusión de una política de admisión de la Universidad.
Para el profesorado, aún quedan asuntos pendientes. No sólo la compensación salarial para los profesores vinculados a partir del 1 de enero de 2004, el reconocimiento a las incapacidades después del tercer día, la suerte del Programa de Salud y la IPS Universitaria; también quedan asuntos estratégicos como el debate acerca de la reforma a la normatividad universitaria, el nuevo Plan de Desarrollo de la Universidad 2017-2026, y un asunto más de fondo: gobierno y democracia universitaria. Estos puntos requieren por supuesto un mayor nivel de reflexión, de compromiso y participación del profesorado. Pero sobre todo, requieren un cambio inteligente de actitud por parte de las directivas universitarias.
La clave en este cambio de actitud puede hallarse en las lecciones por aprender. Una de ellas radica en no desconocer o en no subestimar la crítica y los reclamos de los universitarios, escuchar más es una forma de sintonizarse con ellos, de expresarlos genuinamente y comprometerse con su voluntad; y desde luego, no confundir informar o socializar con participar. Otra lección consiste en no suponer que la institucionalidad preexiste a los procesos, sino que ella es lo que es gracias a su capacidad para mediar, encauzar y darle forma a dichos procesos; la institucionalidad no es un bloque de concreto o una simple bola de billar, ya hecha y herméticamente cerrada, la institucionalidad es más bien esponja, por su capacidad para absorber y producir nuevos procesos, por su capacidad para transformarse según la dinámica y lógica de los mismos, y no imaginar que éstos buscan necesariamente destruirla. Hay que deshacerse definitivamente de una actitud refractaria frente a la crítica, y en consecuencia deshacerse de cierto espíritu de cruzada que se complace en demeritar al adversario, estigmatizarle y destruir su capital simbólico. Ser plural como el universo no es una frase para mostrar sino una actitud para asumir. Ni la Junta Directiva, ni la Asociación de Profesores, ni la Asamblea General de Profesores buscan la revocatoria del mandato del Rector Mauricio Alviar, lo que buscan es ser escuchados, ser reconocidos como universitarios y ser atendidos en sus reclamos y propuestas y del Rector que asuma el liderazgo que le corresponde.
Desde el mismo lugar de enunciación se dice que el profesorado es reticente a los cambios o se volvió “pesetero”. Ni lo uno ni lo otro. Es elemental: los profesores no creen que el cambio per se sea bondadoso, por consiguiente siempre estimamos conveniente discernir cuál va en la dirección de favorecer la afirmación de su dignidad como universitarios y como ciudadanos y cuál no, cuál va en la dirección de defender y afirmar la vigencia de la universidad pública como un bien común, cultural y científico, y cuál no. Algo similar decimos en relación con las reivindicaciones salariales o laborales o prestacionales (“peseteras”): son parte de la afirmación de su dignidad como sujeto cultural y científico (los profesores por más abstracto que prediquen no son cuerpos sagrados); estas reivindicaciones son condición necesaria y parte constitutiva de la defensa de la universidad pública. No hay educación de calidad en condiciones salariales de indignidad.
La coyuntura que se abre tras la derogatoria del Acuerdo Académico 480 requiere que se respete la autonomía de los estamentos universitarios, sus formas colectivas o individuales de expresión y sus formas organizativas. Subestimar el movimiento social universitario o descalificar sus dinámicas no aporta al entendimiento y superación de los conflictos en la Universidad. Esta es la última lección que bien vale la pena considerar.

Medellín, 8 de marzo de 2016

JUNTA DIRECTIVA
ASOCIACIÓN DE PROFESORES DE LA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA


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