La
Junta Directiva de la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia,
a tono con las decisiones de la Asamblea General de Profesores, celebra la
decisión del Consejo Académico de derogar definitivamente el Acuerdo Académico
480 que autorizaba cambiar la modalidad del examen de admisión para los
aspirantes a la Universidad. Esta decisión se produce luego de conocerse los
resultados adversos derivados de los estudios presentados por las comisiones de
expertos de la rectoría y la Asamblea General de Profesores en relación con las
supuestas bondades que traería el nuevo examen de admisión en términos de
deserción, vocacionalidad, calidad y no discriminación social de ingreso.
Con
esta decisión, por supuesto, ganan los universitarios y gana la Universidad. La
movilización de la crítica argumentada (la movilización de las palabras)
liderada por estudiantes y profesores logró imponerse sobre decisiones
inconsultas y autoritarias de quien, en nombre de la “ciencia”, se cree
“poseedor exclusivo y excluyente de la verdad”. Los universitarios dieron una
lección de democracia, de responsabilidad académica y de respeto a la
Universidad. Son ellos realmente los protagonistas y artífices de esta decisión
que deroga el Acuerdo Académico 480. El Consejo Académico, tras las
recomendaciones de algunos consejos de facultad, hizo bien en atender las
conclusiones de los expertos, muchas de ellas anticipadas por estudiantes y
profesores. De esta manera se cierra un ciclo de crisis y perturbaciones en la
Universidad generadas por el Acuerdo Académico 480, que pudieron evitarse a
tiempo si las directivas universitarias hubieran asumido una actitud más
dialogante, participativa y menos arrogante. Acogemos y celebramos el llamado
que hace el Consejo Académico de participar en la discusión de una política de
admisión de la Universidad.
Para el
profesorado, aún quedan asuntos pendientes. No sólo la compensación salarial
para los profesores vinculados a partir del 1 de enero de 2004, el
reconocimiento a las incapacidades después del tercer día, la suerte del
Programa de Salud y la IPS Universitaria; también quedan asuntos estratégicos
como el debate acerca de la reforma a la normatividad universitaria, el nuevo
Plan de Desarrollo de la Universidad 2017-2026, y un asunto más de fondo:
gobierno y democracia universitaria. Estos puntos requieren por supuesto un
mayor nivel de reflexión, de compromiso y participación del profesorado. Pero
sobre todo, requieren un cambio inteligente de actitud por parte de las
directivas universitarias.
La
clave en este cambio de actitud puede hallarse en las lecciones por aprender.
Una de ellas radica en no desconocer o en no subestimar la crítica y los
reclamos de los universitarios, escuchar más es una forma de sintonizarse con
ellos, de expresarlos genuinamente y comprometerse con su voluntad; y desde
luego, no confundir informar o socializar con participar. Otra lección consiste
en no suponer que la institucionalidad preexiste a los procesos, sino que ella
es lo que es gracias a su capacidad para mediar, encauzar y darle forma a
dichos procesos; la institucionalidad no es un bloque de concreto o una simple
bola de billar, ya hecha y herméticamente cerrada, la institucionalidad es más
bien esponja, por su capacidad para absorber y producir nuevos procesos, por su
capacidad para transformarse según la dinámica y lógica de los mismos, y no
imaginar que éstos buscan necesariamente destruirla. Hay que deshacerse
definitivamente de una actitud refractaria frente a la crítica, y en
consecuencia deshacerse de cierto espíritu de cruzada que se complace en
demeritar al adversario, estigmatizarle y destruir su capital simbólico. Ser
plural como el universo no es una frase para mostrar sino una actitud para
asumir. Ni la Junta Directiva, ni la Asociación de Profesores, ni la Asamblea
General de Profesores buscan la revocatoria del mandato del Rector Mauricio
Alviar, lo que buscan es ser escuchados, ser reconocidos como universitarios y
ser atendidos en sus reclamos y propuestas y del Rector que asuma el liderazgo que
le corresponde.
Desde
el mismo lugar de enunciación se dice que el profesorado es reticente a los
cambios o se volvió “pesetero”. Ni lo uno ni lo otro. Es elemental: los
profesores no creen que el cambio per se sea bondadoso, por consiguiente
siempre estimamos conveniente discernir cuál va en la dirección de favorecer la
afirmación de su dignidad como universitarios y como ciudadanos y cuál no, cuál
va en la dirección de defender y afirmar la vigencia de la universidad pública
como un bien común, cultural y científico, y cuál no. Algo similar decimos en
relación con las reivindicaciones salariales o laborales o prestacionales
(“peseteras”): son parte de la afirmación de su dignidad como sujeto cultural y
científico (los profesores por más abstracto que prediquen no son cuerpos
sagrados); estas reivindicaciones son condición necesaria y parte constitutiva
de la defensa de la universidad pública. No hay educación de calidad en
condiciones salariales de indignidad.
La
coyuntura que se abre tras la derogatoria del Acuerdo Académico 480 requiere
que se respete la autonomía de los estamentos universitarios, sus formas
colectivas o individuales de expresión y sus formas organizativas. Subestimar
el movimiento social universitario o descalificar sus dinámicas no aporta al
entendimiento y superación de los conflictos en la Universidad. Esta es la
última lección que bien vale la pena considerar.
Medellín,
8 de marzo de 2016
JUNTA
DIRECTIVA
ASOCIACIÓN
DE PROFESORES DE LA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
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