Esta fue mi
infiltración en el Distrito
Un
saludo cordial para todos los compañeros de la Secretaría de Educación
Me
excuso por reportarme hasta ahora, pero uno de los principales objetivos del
Estado al encerrar a un periodista es que no siga diciendo, que no continúe
investigando, imposibilitar la comunicación al exterior de las rejas. Pero para
eso falta mucho.
El 8 de
julio de este año, cuando apenas me despertaba, llegó a mi casa una cantidad
desproporcionada de policías de la SIJIN y del GOES Antiexplosivos, armados
hasta los dientes. Nunca pensé que se dirigieran al segundo piso, pero así fue.
Entraron rompiendo puertas y haciendo escándalo, con su estilo hollywoodense
particular, demostrativo de un estado que no diferencia personas, delitos ni
contextos. No se esmeren por conocer el resultado del operativo, pues no hubo
algo diferente que “hallazgos” de lo que puede encontrarse en un hogar común:
libros, elementos de cocina y algunas piezas mecánicas de mi papá. Bueno, y uno
que otro volante que reparten normalmente en las universidades públicas. La
Fiscalía muestra esto como “elementos probatorios” para acusarme de ser
“experto en fabricación de explosivos” y así poderme condenar a 30 años de
cárcel. Hasta me incautaron un morral color verde y una pantaloneta camuflada,
estilo de camuflado que nadie usa quizás desde la Guerra Fría.
Luego
de que se sentaran en mi comedor con sus enormes barrigas y que por fin me
dijeran el motivo de la captura, ustedes ya se enteraban por El Tiempo (y otros
medios de reprochable reputación) que en una operación fabulantástica habían
sido capturados “13 terroristas” culpables de haber participado en la
colocación de bombas el 2 de Julio en Bogotá, el mismo día que me encontraba en
la Dirección Local de Educación de Ciudad Bolívar en una reunión con el resto
de mis compañeros de la localidad. Allí me di cuenta que no alcanzaría a reunirme
a las 10 de la mañana con el rector de un colegio en el Lucero Alto para
coordinar acciones que conllevaran a continuar con las estrategias de
ciudadanía y convivencia para la institución.
Sin
siquiera haber accedido a mi derecho a una llamada telefónica (derecho que fue
negado), ya el periodista Darío Arismendi felicitaba al general Palomino por
haber capturado durante la “Operación Tormenta” a “funcionarios públicos que
estarían infiltrando la Alcaldía de Bogotá”.
Todo lo tenían tan premeditado
que esas versiones se fueron reproduciendo irresponsablemente en Noticias
Caracol, RCN, CMY y City Tv, principalmente, así como en las instituciones de
Policía y toda su cobertura mediática apoyada por Cable Noticias y NTN24. Para
la sociedad, en segundos, ya no era digno de la libertad sino un peligroso
sujeto que además de poner bombas estaba infiltrando la guerrilla en
instituciones del Estado. O eso creía, hasta que nos dimos cuenta que la sociedad
realmente nos quiere libres.
Con el
Proyecto de Educación para la Ciudadanía y la Convivencia de la Secretaria de
Educación me encuentro agradecido por permitirme interpretar la ciudad de
múltiples maneras, pero, sobre todo, porque me pagaban por hacer una de las
cosas que más me gustan e interesa en el mundo: construir con la juventud
excluida y marginada otras alternativas de sociedad.
Si
nunca tuve intereses personales con mi trabajo en Ciudad Bolívar, si nunca
impuse posiciones políticas a los estamentos con los que trabajé, quiere decir
que esas mentiras sobre la “infiltración” se caen por su propio peso. Me atrevo
a decir que tan solo era un empleado tercerizado de una institución pública, no
un funcionario público. De este modo, fueron desconcertantes las declaraciones
iniciales del alcalde Petro, quien ha sufrido la cárcel y la estigmatización,
así como de Hollman Morris, quien es una víctima de la persecución política por
su trabajo periodístico enfocado en los derechos humanos. También tengo
presente el apoyo social a sus momentos más tensionantes de los últimos años.
Es
claro que el Presidente Santos le dio un contentillo a la ultraderecha con
nuestra captura y también queda evidenciado que ninguno de los 13 tiene que ver
con los atentados del 2 de Julio, pues la Fiscalía adelanta una investigación
que nada tiene que ver con estos hechos. Tampoco esperamos unas disculpas del
presidente y menos que el general de la Policía se retracte, pues ya conocemos
la calaña de su clase. Conocemos su discurso frente a la paz y estamos viviendo
lo que realmente aplica en esta materia.
Me crié
en Cazuca, con una familia unida que logró terminar de pagar su casa luego de
25 años de trabajo. Desde esa lomita soachuna me hice comunicador social y
pedaleé por horas, viviendo la hostilidad capitalina en dos ruedas, para luchar
por un posgrado universitario. Con deudas, cansancio físico y la moral
intermitente, nunca paré de prepararme, porque me enseñaron que la educación es
la principal herramienta de transformación social. Hoy, en vísperas de elecciones,
atacan a una administración por la dinámica del microtráfico en los colegios,
descubriendo que “el agua moja”, queriendo legitimar los abusos policiales
conocidos por todos. Los últimos gobiernos de la ciudad no obstante, han
contribuido a que los profesionales de las humanidades pongamos nuestros
conocimientos al servicio de la gente, por más diferencias que tengamos con
varios de sus métodos. Es nuestro deber no retroceder.
La
calidad de la educación y su acceso pleno debe ser conquistado por esta
generación, la que llaman “generación de la paz”, esa que copa todo conflicto
por la crítica, la imaginación, las utopías y las propuestas.
Finalmente,
agradezco las fotos y cartas que me han hecho llegar, ustedes más que nadie
saben que los logros de la educación nadie los ha regalado y que debe ser la
lucha más importante, pues es la de más largo aliento.
Por
ahora tengo un compromiso con mi libertad, pero sepan que volverán los tiempos
de agitar banderas por la educación y la paz, y que eso va más allá de un contrato
laboral. Un abrazo cariñoso para el proyecto PIECC y en especial a los gestores
y estudiantes de Ciudad Bolívar.
Sergio,
desde la cárcel “La Modelo”.
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