domingo, 8 de febrero de 2015

Mientras Santos gobierne, Colombia no será la más educada

Por: Steve Steele Castillo
Las reformas a la educación superior contempladas por el gobierno de Juan Manuel Santos en el Plan Nacional de Desarrollo -PND- no son producto del trámite democrático de sus actores más sensibles. Por el contrario, y entre otras cosas, apuntan a la introducción del Acuerdo por lo Superior 2034[1] en las universidades: según múltiples denuncias de la comunidad universitaria, política formulada a sus espaldas y con un carácter ostensiblemente privatizador en el caso de las universidades públicas[2].
Revisemos algunos lineamientos del acuerdo, en principio.
El lineamiento 136[3] de este, “redefine” el financiamiento de las Instituciones de Educación Superior  públicas “introduciendo” un modelo de “corresponsabilidad”, cuya novedad, si así puede interpretarse tal desacierto, es reafirmar el desembarazo fiscal del Gobierno Nacional Central respecto a la oferta pública en educación superior.
Tanto es así que el diagnóstico que antecede a los lineamientos da por hecho su existencia, y presume que el gasto en educación superior es del 2% respecto al PIB, cuando lo realmente cierto es que solo el 0,8 % de tal porcentaje corresponde al gasto público; y lo restante, al gasto privado, reflejado en el esfuerzo de las familias por proveer educación a sus hijos[4].
Todo esto indica que favorecerá, tal como ha sucedido en los últimos 25 años, el aumento de incentivos a la demanda a través de créditos educativos que aseguren un nicho de mercado al capital financiero en la educación superior y el aumento de la carga financiera de las familias, lo que avocará nuevamente a las Universidades Públicas, cuyo déficit ya supera los 12,5 billones de pesos, a la venta de bienes y servicios para librar las crisis financieras que recurrentemente enfrentan, desvirtuando así el cumplimiento de sus fines misionales.
Por otra parte, en sus lineamientos 5.1, 10, 13 y 14 ordena flexibilizar los esquemas de ingreso y los currículos de las IES, para incrementar la cobertura y la tasa de graduación del sistema, elementos que ya se advierten en las metas del PND.
Para colmo, constriñe a las instituciones que se nieguen a hacerlo, puesto que la flexibilización se torna en requisito para la acreditación y la obtención del registro calificado de los programas que estas oferten, lo cual constituye una flagrante violación a la autonomía universitaria. En últimas, quieren hacer la fácil; así lo precisa el espectáculo de presentar resultados de gobierno, donde el hecho de que 84 de cada 100 estudiantes que ingresan a las IES deserten  -esto, sumando la deserción de las instituciones universitarias con la de las técnicas y tecnológicas[5] – no resulta aceptable estéticamente.
Para terminar, por ahora, permítaseme parafrasear a Guy Debord cuando decía que todo lo que fracasa en la realidad, tiene una segunda oportunidad en el espectáculo: así es la política educativa de Santos, un espectáculo que afanosamente encubre la tragedia que lo antecede, cuyo carácter, aún destructivo, se desenvuelve en la más honda armonía.
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[4] IBIDEM
[5] IBIDEM

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