El
viernes 21 de noviembre de 2014, la Universidad Nacional se vanagloriaba con la
re-apertura del llamado edificio “Viejo” de Ingeniería, un ícono de la facultad
más grande del país. Un ícono al que tristemente haciendo uso de la
“democracia” reinante en la universidad, permitieron (entre 4 idénticas
opciones) bautizar por la comunidad como: “Edificio Insignia Julio Garavito
Armero”.
Para el
acto inaugural, la facultad se gastó la para nada modesta suma de 153 millones
de pesos, uno por cada año de existencia de la facultad, una facultad en la que
cada vez más se desactualizan sus laboratorios e instalaciones; una facultad
con un déficit de planta docente que cada vez más cubren profesores auxiliares
de maestría, que no cuentan con condiciones laborales justas y tampoco una
preparación adecuada para la docencia. Aun así, dentro de la Universidad
Nacional, la facultad de ingeniería es la que mejores estados financieros
presenta, tanto así, que la facultad de
ciencias humanas tuvo que pedirle un préstamo por un valor de 1000 millones,
todo esto en el marco de una universidad que mandó recoger el dinero de los
grupos de investigación para pagar la nómina, costo que las migajas del estado
no alcanzan a cubrir. Pero entonces, ¿cuál es la fórmula mágica que le permite
a la Facultad de Ingeniería ser la de mostrar edificios re-inaugurados en una
universidad que se está cayendo por su propia crisis?. La respuesta se puede
abstraer de la forma como fue financiada la obra.
La
re-estructuración del edificio, fuera de las donaciones de egresados en
diferentes trabajos de ingeniería (red eléctrica, red de datos, etc.), costó la
tampoco modesta suma de 10000 millones. Capital que, en principio, y acorde a
las “formas creativas de financiación” (planteadas en el acuerdo por lo
superior 2034) se planeó recaudar a partir de un programa de donaciones.
Desafortunadamente, esta vez no contamos con un personaje como el “benévolo
benefactor” del edificio de ciencia y tecnología (C&T), el cual contratando
sus propias empresas, logre a fin de cuentas evadir impuestos, esto quizá se
deba a que 10 mil millones es una suma demasiado modesta para que alguien se
tome tantas molestias.
Todo
esto, terminó en cerca de mil millones recaudados y un retraso de
aproximadamente año y medio con pérdidas académicas inmensurables, equiparables
sólo con la cantidad de pupitres que debieron ser llevados al hombro rumbo a
salones sobrepoblados. Dadas las circunstancias, el grueso de la financiación
no corrió por parte de los principales donantes (homenajeados de hecho, con los nombres de los auditorios del
edificio), tampoco por los paupérrimos recursos de la universidad y como de
costumbre el músculo financiero del estado brilló por su ausencia… entonces.
¿Cómo es que se financió el valor restante para la obra?... Fue la venta de
servicios de investigación y extensión de la facultad, lo que le permite hoy
mostrar un edificio renovado; fueron los recursos propios de la facultad,
conseguidos a través de cuanto contrato pueda, de cuanto profesor deje las aulas
para guiar grupos de extensión a servir a quien tenga la plata para pagar por
una academia "de clase mundial", y la facultad de Ingeniería de la
Universidad Nacional de Colombia, ya no se debe a la sociedad Colombiana y sus
necesidades, no diseña la re-estructuración del canal del dique del Magdalena,
no hace los estudios de viabilidad de los sistemas de transporte de la nación,
no genera herramientas tecnológicas para fomentar la democracia, la inclusión y
la movilidad social, no desarrolla redes eléctricas inteligentes en zonas
aisladas, no estudia el desarrollo de vías terciarias para llevar a zonas
marginales derechos fundamentales de agua, salud y educación. No, la Facultad
de Ingeniería hoy se debe a quienes la financian, hoy se debe quien tiene la plata,
hoy se debe a sus "benefactores",
por la plata baila el perro, y en una universidad en crisis, por la
plata baila la facultad de Ingeniería, por la plata se plantea la apertura de
Ingeniería de petróleos en el Meta, una sede completa diseñada para nutrir de
ingenieros una naciente refinería de administración mixta.
Considerando
esto, la situación y perspectivas de la facultad no es algo por lo cual
festejar, es más bien una lucha por una ingeniería al servicio de nuestra
gente, por una ciencia y un tecnología que mejoren las condiciones de vida de
las personas y no perpetúen la explotación de las personas y el desangrar de la
tierra. Esa lucha debe ser constante, debe hacerse diaria, debe tomarse los
salones de clase, las cafeterías, los grupos de investigación, debe darse en la
búsqueda de la cada vez más escasa extensión solidaria, en las tesis de grado,
en los corredores de la facultad, y si, en el edificio Insignia.
Un
edificio Insignia de la Ingeniería en Colombia, una insignia de los sueños de
los y las ingenieras por un país más justo, por un conocimiento por y para la
gente, una insignia de un nunca más, nunca más vicerrectores robaran pantalla a
costa de la prostitución de la ingeniería, nunca más los enemigos de la
educación como la ministra Parodi serán invitados de honor; una insignia de un
basta ya, basta ya de ver la ingeniería como una herramienta que compra quien
más plata pague, basta ya de ingenieros sin conciencia social y sin dignidad;
una insignia de que la facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional, debe
ser siempre el motor que impulse las transformaciones sociales para construir
un país más justo, un país más digno, un país del tamaño de nuestros sueños.
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