Educación
pública y educación libertaria
El
Espectador publica la columna que Sergio Urrego envió a este diario antes de
quitarse la vida, en medio de un ambiente de discriminación promovido por las
directivas de su colegio, según fallo del Tribunal Administrativo de
Cundinamarca.
Por:
Columnista invitado
Desde
tiempo atrás, la problemática colombiana sobre la educación se ha ido
acrecentando. No sólo el estudiantado y el profesorado ahora son conscientes de
lo importante que es crear una sociedad educada y fructífera, sino que también
otros grupos han empezado a hacer énfasis en ello.
La
educación pública ha sido uno de los mayores logros que se han obtenido a
través de los años. El Estado ahora parece interesarse en la formación de seres
aptos y productivos que estén al servicio de su sistema e incrementen su
riqueza; pero esto no hubiese podido ser así si los trabajadores y estudiantes
no hubieran empezado y continuado una contienda que parecería utópica a los
ojos de los más conservadores. Hoy en día podemos ver que dicha contienda es
una realidad; aunque no del todo completa, puesto que aún hace falta alcanzar
un grado máximo de equidad en muchos aspectos, que van desde la gratuidad total
hasta la eliminación de los matices que segregan ciertos sectores sociales.
A lo
anterior se ha ido sumando una propuesta innovadora en el campo educativo
colombiano: la educación libertaria; una alternativa que no sólo pretende
reformar nuestro actual sistema educativo sino que rompe el paradigma de la
educación establecida. Sus propuestas van desde la integralidad, entendida como
una igualdad de oportunidades para todas las personas, hasta la autogestión
pedagógica que promulga que el control de la educación sea únicamente la
responsabilidad de los individuos que conforman un plantel o un grupo
educativo. Un camino que nos conduciría a la creación de una sociedad más
ecuánime y fortalecería los cimientos del conocimiento individual.
Sin
embargo, todas estas propuestas, proyectos y fines, no son sólo el problema de
un sector o de un grupo, sino que nos competen a todos nosotros como
constructores de un país en el que la inversión educativa varía entre el 4,7% y
el 4,4% del PIB nacional, según lo informa el Banco Mundial; una inversión
relativamente baja en comparación con las demás. Es nuestra misión defender la
educación pública y encaminarnos hacia una educación libertaria, que aunque
parece inalcanzable, así como lo fue lo público en algún momento, podremos
llegar a conseguirla si nosotros, como habitantes conscientes, la empezamos a
elaborar y nos enfocamos en hacer de ella una realidad.
Por
último, rememorando al pedagogo y educador brasileño Paulo Freire, recordemos
que “la educación es un acto de amor, por tanto, un acto de valor”.
Sergio
David Urrego *
* El 28
de enero de 2014, al menos cuatro meses antes de que su colegio empezara a
discriminarlo por su orientación sexual y él decidiera suicidarse a los 16
años, Sergio Urrego escribió una columna que se extravió entre los cientos de
correos de lectores que se reciben. Elogió en ella la educación pública y
señaló que aún faltaba que fuera más equitativa, entendiendo la necesidad de su
gratuidad total y “eliminando los matices que segregan a ciertos sectores
sociales”. Matices que en su caso le costaron la vida.
El
escrito se conoce hoy, mientras la Fiscalía sigue realizando entrevistas a
docentes del Gimnasio Castillo Campestre y a padres de compañeros de este joven
para determinar si existen pruebas para imputar cargos contra la exrectora
Amanda Azucena Castillo y otras directivas del colegio por discriminación, y la
tutela, que interpuso su madre Alba Reyes, para amparar y reparar el nombre de
su hijo, avanza en su trámite en segunda instancia en el Consejo de Estado con
un magistrado ponente: Alfonso Vargas.
Curiosamente,
en esta columna Sergio Urrego planteó la necesidad de encaminar la educación
pública hacia una educación libertaria o una “educación para la libertad”, como
se tituló el libro de Paulo Freire, uno de los pedagogos más importantes del
siglo XX, quien le dio forma a esta idea.
Freire
ideó un método educativo en los sesenta, que seguramente deberá seguir
pensándose, porque parece que insistimos en modelos educativos como el que le
tocó a Sergio, donde el conocimiento no se construye, sólo se impone y
transmite. Por lo pronto, esta es la columna completa que escribió el joven,
una deuda de este diario, que pudo haberse perdido en la bandeja de entrada de
un correo electrónico y que en cambio no ha perdido un segundo de pertinencia.
Sergio
David Urrego | Elespectador.com
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