Hablarán
con la rectoría el 29 de octubre
Los
grupos clandestinos de la Universidad Pedagógica, famosos por sus protestas y
pedreas, aceptaron el llamado al diálogo sobre el futuro del claustro, uno de
los más conflictivos del país. Llevan cuatro meses sin tropel.
Por:
Élber Gutiérrez Roa
El sí
de los encapuchados La sede de la Universidad Pedagógica, en la calle 72, en
Bogotá, tiene problemas de infraestructura. / Fotos: Gustavo Torrijos
Cuando
el recién elegido rector Adolfo León Atehortúa lanzó su propuesta de
reconciliación a los grupos clandestinos que actúan en la Universidad
Pedagógica, la idea despertó especial entusiasmo en la comunidad académica por
una sencilla razón: no era el fruto de un plan individualista que llegaba a
mediados de 2014, sino la muestra de que la nueva cabeza de la institución
estaba dispuesta a recoger ideas generadas por consenso desde hace una década.
Sin
embargo, existía la expectativa por la respuesta de los directamente aludidos,
teniendo en cuenta los antecedentes de confrontación entre directivas y
estudiantes. La propuesta de paz —elaborada en consonancia con el ambiente de
negociación política que se vive en el país— consiste en que todos los
sectores, incluidos los encapuchados, se sienten el 29 de octubre a construir
las bases de la nueva Pedagógica. Con una condición: que durante el presente
semestre no haya pedreas en la universidad.
Era de
esperarse que la condición no les gustara del todo a los estudiantes, pero El
Espectador conoció que la Barricada 4-M, uno de los grupos de “capuchos” que
allí operan, saludó el diálogo y se mostró dispuesta a acudir a la cita, al
tiempo que invitó a los demás conjuntos de estudiantes clandestinos a que
consideren la idea. De hecho, pidió a “los compas del Movimiento Bolivariano
(MB), al Movimiento Estudiantil Revolucionario (MER), a la Resistencia Popular
(RP), al Movimiento Jaime Bateman Cayón (M-JBC) y a los demás grupos
clandestinos de la UPN, a que nos unamos en una gran campaña en defensa de la
universidad”. No están en total acuerdo con los postulados de la nueva rectoría,
pero aceptan discutirlos.
Más
elocuente resulta el que sean los mismos encapuchados quienes hoy exijan
medidas inmediatas contra las redes de microtráfico que operan en la
universidad. Lo ratifican incluso en un comunicado público que circula desde
hace un mes en la sede principal de la universidad: “no podemos negar que hay
personas ajenas a la universidad que llevan más de cuatro años con su negocio,
convirtiendo lugares en la UPN en territorios vetados para los estudiantes”.
Crisanto
Gómez, funcionario de la universidad y del sindicato mixto de trabajadores de
las universidades públicas nacionales, considera que con esta actitud de los
encapuchados “estamos en una suerte de cese de hostilidades” y que fue gracias
a mensajes como ese que la institución logró tramitar con éxito la aprobación
de la estampilla pro Universidad Pedagógica en el Concejo de Bogotá, tras casi
una década de intentos frustrados por sacarla adelante. Con la estampilla, la
Pedagógica asegura ingresos por $250 millones durante cinco años para la nueva
sede de Valmaría, ubicada en la autopista norte, a la cual serían trasladados
casi todos los programas que hoy se dictan en la sede de la calle 72, la cual
se quedó pequeña para sus más de 10 mil alumnos.
Los estudiantes
también sienten un alivio con este nuevo ambiente de concertación, que ha
llevado a que por primera vez en muchos años el semestre académico esté a punto
de terminar sin que se haya presentado un solo acto de pedreas. Lo confirma
Heiler Lamprea, alumno de filosofía que hace parte del Consejo Superior en
representación de los estudiantes, quien aclara que los encapuchados quieren
discutir una agenda mucho más amplia. “Diferentes grupos, anarquistas,
camilistas y los que se llaman los clanes, se han expresado en comunicados a
favor del diálogo del 29 de octubre. Quieren discutir sobre la violencia en la
universidad, pero también sobre la jibarización, la desfinanciación de la
universidad y hasta la infiltración de policías. No es sólo hablar sobre el
tropel, sino sobre todos los conflictos, empezando por el hacinamiento”.
Como
dice Camilo Jiménez, profesor de la licenciatura en educación comunitaria con
énfasis en DD.HH. y miembro del sindicato de profesores, la Pedagógica es
consciente de su responsabilidad en la construcción de paz desde una academia
en la que está representada la amplia variedad de formas de pensamiento del
país y por ello es bueno que “aún aquellos que actúan de manera clandestina con
capuchas y suelen hacerlo con violencia, participen expresando sus puntos de
vista”.
La idea
del diálogo está acompañada por esfuerzos de cooperación interinstitucional. La
Defensoría del Pueblo y la Personería —antes marginadas de la universidad, al
decir de Jiménez— ya tienen acuerdos con la nueva rectoría para la aplicación
de protocolos de alertas tempranas, como ocurre en la Universidad Nacional.
Estos son una garantía para la comunidad universitaria en casos de agresiones o
violaciones de derechos humanos. Así, por ejemplo, se comenzarán a trazar
derroteros sobre la relación con el personal médico.
¿Qué
posibilidades de éxito tienen estos acercamientos? Eso depende de la voluntad
de las partes, pero Gudrum Kern, profesora de tiempo completo en la Facultad de
Humanidades, es optimista. Le da buena espina que el rector Atehortúa haya
tenido entre sus primeros actos de gobierno el de reunirse con los tres
sindicatos de la Pedagógica para reinstalar la mesa de diálogo suspendida en
junio pasado. Kern cree en ese tipo de mensajes. Y cree aún más en la
universidad pública de calidad, como esa en la que ella fue formada en su
Alemania natal. Es más, le extraña que, siendo la educación superior pública
clave para el desarrollo del país, haya gente a la que parezca no importarle el
tema en Colombia.
@elbergutierrezr
1 comentarios:
DEJÉMONOS DE VAINAS Y VAMOS A: http://www.monografias.com/trabajos101/convocatoria-intelectualidad-colombiana/convocatoria-intelectualidad-colombiana.shtml
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