A todas estas, ¿dónde queda el diálogo
abierto y los espacios de participación que tanto pregonan los administrativos
cuando los estudiantes protestan?
La
discusión de fondo, más allá del análisis simple de la pertinencia y
conveniencia o no de las estrategias que implementa la administración, o que ha
venido implementando este último semestre en ciudad universitaria para x o y
objetivo, como los torniquetes en la biblioteca, sacar las motos a un parqueadero
alterno, la ya cuestionada hace tiempo implantación de cámaras “de seguridad”,
entre otras, sin decir que no deja de ser importante el análisis de los objetivos
o justificación que tengan para hacerlo, se sitúa, o consideramos necesario
situarla, en el plano de la reflexión crítica sobre las prácticas políticas, la
intencionalidad, la actitud y aptitud por parte de una administración en
relación con la comunidad universitaria en general, que en el mejor de los
casos, por esencia administrativa de representación, debería corresponder en su
filosofía y práctica con los intereses y afinidades de los o lo que administra.
Lo que no parece ser así, en la medida que ni siquiera, como mínimo, se
consultó a la comunidad sobre si querían o creían convenientes parquear sus
motos en otro espacio, o si se sienten cómodos siendo vigilados por cámaras, o
si realmente la biblioteca de la universidad necesita torniquetes para cumplir
con la calidad del beneficio que presta, según los estándares que miden la
gestión de calidad como el ISO 9000, porque ese es uno de los argumentos que
presenta la coordinadora de la biblioteca.
La
mirada que ofrecemos, debido a estos sucesos que viene presentándose en la
UdeA, es la de reflexionar entonces por cómo nos relacionamos en la
universidad, cómo nos encontramos, cómo participamos y somos miembros activos
en cada proceso que asume la universidad como institución de educación superior
que se supone apunta al cumplimiento de sus objetivos misionales para la
sociedad, y ahí viene una de tantas discusiones actualmente, ¿es para la
sociedad o las voluntades políticas de la administración con sus prácticas
reflejan y posicionan que es para la empresa y el capital financiero, para el
sector productivo empresarial?
Las proposiciones de diálogo y participación
amplia que pregonan los administrativos quedan en meras enunciaciones, en
ampulantes recursos discursivos de retórica doble moralista, en simples
menciones decretantes de apariencias conciliadoras e incluyentes, porque en la
práctica concreta lo que se demuestra es la toman de decisiones de manera
autoritaria, lo que pone de manifiesto una cuestión que no es nueva, que es de
siempre, y es la no existencia real de una auténtica democracia universitaria, donde se haga efectiva la participación
activa del estudiantado y los demás estamentos en la proposición, creación y
toma de decisiones sobre la educación que se requiere para la sociedad y las
diferentes cuestiones que pueden presentarse al interior de la universidad,
cuestiones que le compete por derecho propio al ser los principales implicados
y/o afectados por las medidas que define y ejecuta la administración.
Y no
hay democracia universitaria en la
medida que no solo se toman decisiones sin consulta o consentimiento, sino que
además se restringen, a partir de decretos normativos o incluso señalamientos y
persecución, las posibilidades de crear y participar de manera igualitaria. En
esta media, la discusión pasa por tener en cuenta la variable del derecho
reconocido en las posibilidades que tenemos para ser partícipes legítimamente.
Carlos Marx decía: “Además de derecho, es necesario la posibilidad”. Derecho a hablar tenemos todos, pero cuando
la oficialidad restringe las posibilidades para hablar, consecuentemente se
reduce el derecho a su mínima expresión, es decir, a hablar sin sentido, en la
medida que no tiene implicación alguna sobre lo que se habla. Se deben
abrir los canales efectivos para hacer valer los derechos, para que haya una
real participación, de lo contrario el derecho queda siendo simple enunciación
vacía de sentido, y menos de sentidos compartidos como principio para no andar
matándonos entre humanos.
Estanislao
Zuleta, planteaba que la democracia se determinaba en tres direcciones:
Posibilidad, igualdad, y racionalidad. En tal sentido, estos eran aspectos que
conquistaban o debían conquistar los seres humanos, como apuntaba Zuleta: “La
democracia no se decreta, se logra. Si un pueblo no la conquista por su propia
lucha, por su actividad, no le va a llegar desde arriba”.
En este
caso, si los estudiantes, profesores,
empleados y demás no alcanzan a entender la necesidad de propiciar espacios de
autorganización creada a partir de sus posibilidades y con pleno reconocimiento
de sus capacidades creativas, cognitivas, sociales y humanas para generar procesos
de empoderamiento territorial que permitan decidir de manera consensuada sobre
lo que les implica, jamás van a tener voz y mano, ni va a poder desarrollarse
la construcción y defensa de ese proyecto educativo público y de calidad que
corresponda a las necesidades concretas de la sociedad y no del enriquecimiento
de unos pocos dueños del capital y la miseria que produce la educación como
servicio y al servicio de este.
La invitación es a pensar escenarios
democráticos alternativos y construidos desde la comunidad universitaria y para
la comunidad, que entiendan nuestros intereses comunes sin esperar que los
administrativos abran los espacios para brindarnos las voz; porque la voz la
tenemos como derecho pero debemos hacerla efectiva como posibilidad. Porque hoy son los
torniquetes, las motos, las cámaras, pero mañana puede ser una reforma
institucional, una reforma al reglamento estudiantil en detrimento de los
derechos estudiantiles, una política de educación excluyente y privatizadora,
entre muchos otros aspectos que se producen por efecto de la ya conocida crisis
de financiación de las Instituciones de Educación Superior.
Continuará…
0 comentarios:
Publicar un comentario