El gobierno se raja, necesitamos un cambio
Este domingo más de 600 mil estudiantes colombianos se
reunieron, alrededor de todo el país, para llevar a cabo las pruebas Saber 11,
creadas por el Instituto Colombiano para la Evaluación de la Educación (ICFES).
Estás pruebas, que se llevan a cabo en Colombia desde 1968, no son más que una
forma de evaluación injusta, innecesaria y que van en contra del proceso
formativo. Es el momento de exigir, en nuestro país, que no se apliquen más
este tipo de exámenes que dejan más cuestiones negativas que positivas para los
educandos.
Está bien que se quiera “medir” el nivel de los
estudiantes e instituciones educativas, año tras año, a nivel nacional. Eso es
indiscutible, si lo que buscamos es una mejora en la calidad de la educación.
Lo que es terriblemente injusto y absurdo, es que con la misma prueba el
Ministerio de Educación Nacional, pretenda comparar el desempeño de un
estudiante del Gimnasio Moderno de Bogotá y otro de la Institución Educativa
San Antonio que está ubicada en las montañas del Cauca. Es incompatible la
realidad de uno de los estudiantes del colegio bogotano, quien llega todas las
mañanas en una camioneta 4×4 a tomar sus clases, con la del joven del municipio
de Inzá, quien debe caminar 2 horas para llegar a su humilde escuela. Por
supuesto uno y otro no va a tener las mismas herramientas para llevar a cabo su
proceso educativo. Por eso, es terriblemente ilógico pensar que se pueden
llegar a evaluar con un mismo test a los dos estudiantes citados en mi ejemplo.
Aunque al profesor, estudiante y padres de
familia/acudientes colombianos, el Gobierno Nacional durante años le ha
impuesto la importancia de las pruebas; estas mismas realmente, son
innecesarias y perjudican en la mayoría de los casos a los estudiantes. Al
estudiante que, seguramente, va a ingresar a una institución de educación
superior privada, los resultados de las pruebas le importan muy poco. No he
conocido un caso de algún estudiante, de universidad privada, que haya perdido
la posibilidad de ingresar a cursar su pregrado por obtener un mal puntaje en
la prueba estatal. Por su parte, la mayoría de universidades públicas, tienen
su propio examen de admisión. Las que no tienen este examen, y por el contrario
usan como medidor la prueba nacional, terminan cerrando la posibilidad de acceder
a la educación superior a un estudiante que, seguramente, lo merecía más que
alguno de los que la contestó “al azar” y obtuvo un puntaje más alto que el del
mejor de su clase.
Lo peor del caso, desde mi punto de vista, es cómo,
cuánto y cuándo afectan al proceso formativo este tipo de pruebas. Un
estudiante colombiano, japonés o alemán, entraría predispuesto a un salón donde
“cree” que se va a decidir su futuro. Un domingo entero deben pasar sentados
frente a pliegos repletos de preguntas, que en muchos casos ellos mismos no
entienden. Los alumnos están totalmente presionados durante el examen. En la
mayoría de los casos existen bloqueos y las respuestas, para bien o para mal,
no son más que el resultado de responder una prueba con una alteración al sistema
nervioso en su máximo nivel. Esas pruebas, siempre, las he comparado con el
extraño ritual del matrimonio. Un estudiante puede ver detenido su interés por
seguir estudiando, en niveles técnicos, tecnológicos o universitarios,
dependiendo del resultado de la prueba, en un momento crucial para su vida.
Obtener una calificación baja, en este examen, es para muchos jóvenes del país
una pesadilla y un bloqueo en su formación integral. Los 12 años, que como
mínimo debió cursar un estudiante en nuestro país, dependen de una prueba de 8
horas.
Esto no solamente sucede en la educación media. En la
educación superior ocurre lo mismo con las, totalmente, inútiles pruebas Saber
PRO. Además, nos siguen enseñando a competir y a ser medidos, por desempeño, en
un país donde la competencia y la medición nos ha llevado a querer tener más
que el otro, sin importar cómo. Es el momento oportuno para que las facultades
de educación, de las diferentes universidades del país, empiecen a proponer
formas diferentes para llevar a cabo la evaluación de los estudiantes y de las
instituciones. Es el momento de que nuestros jóvenes profesionales, a través de
algo tan “simple” como estas pruebas, empiecen a tocar el destino de esta y las
próximas generaciones de ciudadanos colombianos.



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