lunes, 4 de noviembre de 2013

¿Qué pasa con la Universidad de Antioquia?

La soledad de la biblioteca, el museo, los corredores, plazoletas y aulas, contrasta con los propósitos de una institución de educación.
Un acercamiento al cómo llegó la Institución al limbo académico, qué hay en juego en este clímax y qué reto nos pone la sociedad como comunidad universitaria.
La Universidad de Antioquia termina una semana frenética: el lunes, delegados estudiantiles y directivas dialogaban en una mesa; ante la suspensión del encuentro entre ambos, esa noche varios estudiantes instalaron carpas en el Bloque Administrativo; en la madrugada el Escuadrón Móvil Antidisturbios entró a la Ciudad Universitaria y desalojó a los manifestantes; el martes la institución cerró sus puertas y hubo reuniones extraordinarias de los consejos Académico y Superior. El miércoles, jueves y viernes, el ingreso a las sedes fue restringido. Hubo luto por la muerte de uno de sus estudiantes. Y, para culminar, se prepara un examen de admisión que convoca a 48 mil aspirantes para la semana que viene.
¿Cómo llegó la Institución a este punto de clímax? Entender la situación exige una mirada profunda. Por un lado los ánimos del contexto nacional de la educación superior están caldeados. Y, por otro, en el contexto local, es decir el de la Universidad de Antioquia, hay exigencias estudiantiles que tienen implicaciones jurídicas, presupuestales y políticas imposibles de tomar a la ligera.
El camino de un paro
El paro en la Alma Mater cumple ya 29 días en las sedes de Medellín —aunque algunas facultades no se acogieron—. Tras varias asambleas de estudiantes que escalonaron el desarrollo normal de actividades académicas, el 26 de septiembre definieron un Pliego de Exigencias y, desde el 3 de octubre, se decidió el paro indefinido “como mecanismo de presión para que se cumplan las exigencias del pliego”. Sin embargo, el documento, que tiene 12 puntos, fue entregado a las directivas universitarias apenas el 10 de octubre de 2013.
Para entonces, ya había temor por el futuro de este semestre académico. El 16 de octubre, a ocho semanas de terminar actividades en el año 2013, Alberto Uribe Correa emitió una Carta a la comunidad universitaria en la que hizo un llamado a “salvar el semestre académico, con base en la sensatez y la disposición al diálogo racional y argumentado”. El 25 de octubre, el Consejo Académico manifestó su preocupación porque la discusión sobre temas importantes para la Universidad estuviera precedida de la declaratoria de un paro.
Una vez las directivas conocieron el Pliego, hubo un primer acercamiento entre una comisión del estamento directivo y un grupo de delegados estudiantiles de la Asamblea. El lunes 21 de octubre, los estudiantes sustentaron los temas del pliego de exigencias. Por su parte, los delegados de la administración expusieron las limitaciones financieras y jurídicas que existen para que la Institución pueda dar respuesta positiva a algunas de las solicitudes. Ambas partes celebraron ese espacio de diálogo.
Una segunda reunión vino el 24 de octubre. Las directivas propusieron mesas de análisis para determinar la viabilidad de los puntos referentes a la infraestructura del restaurante estudiantil y la exención de matrícula para estudiantes de estrato 3.
El cuello de botella, sin embargo, fue la suspensión de los procesos disciplinarios que se adelantan a estudiantes que tienen puestos de ventas informales dentro de la Institución. Las directivas expusieron claras limitaciones normativas, jurídicas y de regulación institucional, que son irrenunciables para la convivencia y la preservación de la razón de ser de la Universidad como Institución pública.
Ese, justamente, fue el punto que crispó los ánimos de los delegados estudiantiles en una tercera reunión realizada en la tarde del lunes 28 de octubre. El encuentro, que fue transmitido por Universidad de Antioquia Televisión a través de la Red Interna de la Institución y en su canal en internet —con 1.600 usuarios conectados—, culminó cuando los delegados estudiantiles propusieron llevar a la Asamblea de Estudiantes el borrador de un acta que venían construyendo y revisando entre ambas partes.
La comisión de directivas estuvo de acuerdo con la propuesta y quedó abierta al diálogo para discutir otros puntos del Pliego, en espera de la decisión de la Asamblea, que se realizaba simultáneamente en el Teatro Universitario.
Sin embargo, allí la discusión sobre el acta no se dio como propusieron los delegados. Casi una hora después los estudiantes que participaban en ésta, determinaron, tal vez sin la cabeza fría que ameritaba, vías de hecho como mecanismo de presión para que se cumplieran sus exigencias. Seis se declararon en huelga de hambre y, de la nada —como si acaso estuviera premeditado— aparecieron más de 15 carpas iguales, instaladas en el primer piso del Bloque Administrativo.
Las carpas fueron ubicadas de tal forma que bloqueaban el ingreso a las puertas de las oficinas, entre ellas las de los empleados del Departamento de Admisiones y Registro, donde se prepara la logística para recibir a 48 mil aspirantes que presentarán el examen de admisión la próxima semana, el 5 y 6 de noviembre. Siendo la Ciudad Universitaria la sede a la que más aspirantes acuden para presentar el examen, ¿podría darse éste de manera normal a pesar de la toma estudiantil?
El recrudecimiento de la situación era una posibilidad. Para garantizar el cumplimiento del examen —una esperanza de acceso a la educación superior pública para miles de jóvenes no solo de Medellín y de las regiones de Antioquia, sino también de todo el país—, las autoridades gubernamentales y directivas universitarias optaron por evitar cualquier contratiempo provocado por la toma estudiantil, que pudiera poner en riesgo la logística y realización del examen.
En la madrugada de ese martes el Esmad desalojó, sin que se presentaran enfrentamientos, a quienes ya llevaban varias horas acampando. Horas antes, la Universidad emitió un mensaje anunciando el cierre de la Institución el día siguiente. Así que empleados, profesores, investigadores y estudiantes que venían recibiendo algunas clases, se despertaron con la noticia de que su Universidad había sido cerrada.
¿Un pliego para el diálogo o las vías de hecho?
El camino de un diálogo allanado durante dos semanas quedó en el limbo y las posturas se radicalizaron. Varios estudiantes instalaron su campamento en la Unidad Permamente de Justicia —vecina del Campus—, mientras el Consejo Superior Universitario, que se reunió de manera extraordinaria al día siguiente, emitió un comunicado en el que aseguró que “la Universidad abrirá sus puertas siempre y cuando exista un compromiso claro de no incurrir en actos violentos o en medidas de hecho que bloqueen actividades misionales y actividades administrativas que le dan soporte a estas últimas”.
El Consejo Académico, también reunido ese día, advirtió que “ese reducido grupo de manifestantes que ha hecho del Campus un lugar destinado a las ventas informales e ilegales, no es más que la muestra fehaciente del uso indebido del espacio público y el aprovechamiento privado de un bien público”.
Además, el CSU, presidido por el gobernador Sergio Fajardo, advirtió que “la reiniciación del diálogo sobre los puntos presentados por la asamblea de estudiantes debe pasar por el retorno a la normalidad de las actividades académicas”.
El Pliego de Exigencias de los estudiantes contiene aspectos como la exención de matrícula a los estudiantes de estrato 3, un beneficio que actualmente se dirige a los estudiantes de estratos 1 y 2. En el primer semestre del 2013, un total de 6.793 estudiantes accedieron a esta exención, además, la Universidad de Antioquia tiene la tabla de tarifas por concepto de matrícula más baja en el contexto nacional.
También exigen infraestructura propia de la Universidad para la creación de un restaurante estudiantil. Hoy, en el vecino Parque Norte, la Institución le ofrece almuerzo gratuito, con rigurosas condiciones sanitarias y nutricionales, a 2.500 estudiantes; 500 cupos más están en adjudicación.
El pliego también pide desmontar las cámaras de seguridad, ampliar la planta docente y de infraestructura física de la Universidad e informar sobre las modificaciones que se encuentran en curso al reglamento estudiantil. Además, suprimir la Unidad de Asuntos Disciplinarios Estudiantiles, instancia encargada de adelantar los procesos a los estudiantes por acudir a la práctica de ventas informales en la Institución; procesos que también exigen suspender.
La Dirección de Bienestar Universitario, desde septiembre del 2012, ofreció un programa de atención social a aquellos estudiantes que acudían a las ventas informales para suplir sus necesidades, de tal forma que pudiera garantizar su permanencia y una total atención a sus estudios. Tras un cuidadoso proceso de socialización, basado en estudios socioeconómicos de esa población, 46 estudiantes se acogieron al programa y gozan hoy de un apoyo económico y del beneficio de alimentación diario. Otros, sin embargo, decidieron no acogerse y mantener sus puestos de ventas.
Como si el escenario no fuera ya bastante complejo, en este transcurrir también se han presentado acciones violentas dentro del Campus. El 22 de octubre, encapuchados irrumpieron en la Asamblea de Estudiantes cuando se discutía la declaración de la Organización Colombiana de Estudiantes —OCE— que cuestiona la viabilidad del Pliego y del paro, con los que los estudiantes de la UdeA se separan de los objetivos de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil —MANE—. Luego el mismo grupo de encapuchados, usando papas bomba, protagonizó disturbios dentro del Campus y provocó la suspensión de actividades administrativas y académicas.
Salvar el diálogo, volver a las aulas, construir educación de calidad
¿Es posible armar los pedazos de ese diálogo? La respuesta, si se apela a la esencia de los universitarios, debería ser un categórico “sí”. Volver a la mesa, poner las cartas sobre ella y generar de nuevo un pacto de respeto y de confianza que permita construir, es un asunto que urge no solo en el contexto interno de la Alma Mater, sino también en el escenario de la educación superior del país, que está ad portas de definir una política pública sobre el tema.
La Universidad de Antioquia, pese al crítico escenario de financiación que al igual que otras instituciones de educación superior ha padecido en las últimas dos décadas, ha sabido levantar la cabeza no sólo por el prestigio académico e investigativo de sus miembros, sino también por la habilidad para atender vacíos económicos y reclamos sociales. Hoy, está en las nueve regiones del departamento, ha respondido con creces a las exigencias de ampliación de cobertura y ha propiciado modelos de bienestar para sus miembros que han sido destacados en el contexto nacional.
El diálogo, en tanto, se muestra como la posibilidad para recostruir sobre sus propios cimientos y construir nuevos y creativos escenarios en beneficio de esa Universidad querida y soñada por todos sus miembros.
"Sabemos que ustedes (estudiantes) han hecho esfuerzos en esa dirección y saludamos que insistan en el diálogo en sus más recientes comunicados como instrumento para encarar el conflicto universitario. Por otro lado, el CSU también contempla la posibilidad del diálogo, tal como lo plantea en su comunicado", manifestó la representación profesoral ante el CSU, en una carta que este viernes 1 de noviembre le dirigió a los estudiantes.

Mirar atrás también es evidencia de que, con los elementos de juicio que se aprenden y construyen en una academia abierta y deliberante, se puede llegar a concertaciones y avances. Ahora, en un limbo que compromete el futuro académico de 39 mil estudiantes y 48 mil aspirantes que sueñan con hacer parte de una de las universidades más prestigiosas de Colombia, la pregunta que queda en el aire es si la apuesta es por una educación de calidad para todos ellos, o por los intereses de unos pocos.

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