Un
acercamiento al cómo llegó la Institución al limbo académico, qué hay en juego
en este clímax y qué reto nos pone la sociedad como comunidad universitaria.
La
Universidad de Antioquia termina una semana frenética: el lunes, delegados
estudiantiles y directivas dialogaban en una mesa; ante la suspensión del
encuentro entre ambos, esa noche varios estudiantes instalaron carpas en el
Bloque Administrativo; en la madrugada el Escuadrón Móvil Antidisturbios entró
a la Ciudad Universitaria y desalojó a los manifestantes; el martes la
institución cerró sus puertas y hubo reuniones extraordinarias de los consejos
Académico y Superior. El miércoles, jueves y viernes, el ingreso a las sedes
fue restringido. Hubo luto por la muerte de uno de sus estudiantes. Y, para
culminar, se prepara un examen de admisión que convoca a 48 mil aspirantes para
la semana que viene.
¿Cómo
llegó la Institución a este punto de clímax? Entender la situación exige una
mirada profunda. Por un lado los ánimos del contexto nacional de la educación
superior están caldeados. Y, por otro, en el contexto local, es decir el de la
Universidad de Antioquia, hay exigencias estudiantiles que tienen implicaciones
jurídicas, presupuestales y políticas imposibles de tomar a la ligera.
El camino de un paro
El paro
en la Alma Mater cumple ya 29 días en las sedes de Medellín —aunque algunas
facultades no se acogieron—. Tras varias asambleas de estudiantes que
escalonaron el desarrollo normal de actividades académicas, el 26 de septiembre
definieron un Pliego de Exigencias y, desde el 3 de octubre, se decidió el paro
indefinido “como mecanismo de presión para que se cumplan las exigencias del
pliego”. Sin embargo, el documento, que tiene 12 puntos, fue entregado a las
directivas universitarias apenas el 10 de octubre de 2013.
Para
entonces, ya había temor por el futuro de este semestre académico. El 16 de
octubre, a ocho semanas de terminar actividades en el año 2013, Alberto Uribe
Correa emitió una Carta a la comunidad universitaria en la que hizo un llamado
a “salvar el semestre académico, con base en la sensatez y la disposición al
diálogo racional y argumentado”. El 25 de octubre, el Consejo Académico
manifestó su preocupación porque la discusión sobre temas importantes para la
Universidad estuviera precedida de la declaratoria de un paro.
Una vez
las directivas conocieron el Pliego, hubo un primer acercamiento entre una
comisión del estamento directivo y un grupo de delegados estudiantiles de la
Asamblea. El lunes 21 de octubre, los estudiantes sustentaron los temas del
pliego de exigencias. Por su parte, los delegados de la administración expusieron
las limitaciones financieras y jurídicas que existen para que la Institución
pueda dar respuesta positiva a algunas de las solicitudes. Ambas partes celebraron
ese espacio de diálogo.
Una
segunda reunión vino el 24 de octubre. Las directivas propusieron mesas de
análisis para determinar la viabilidad de los puntos referentes a la
infraestructura del restaurante estudiantil y la exención de matrícula para
estudiantes de estrato 3.
El
cuello de botella, sin embargo, fue la suspensión de los procesos disciplinarios
que se adelantan a estudiantes que tienen puestos de ventas informales dentro
de la Institución. Las directivas expusieron claras limitaciones normativas,
jurídicas y de regulación institucional, que son irrenunciables para la
convivencia y la preservación de la razón de ser de la Universidad como
Institución pública.
Ese,
justamente, fue el punto que crispó los ánimos de los delegados estudiantiles
en una tercera reunión realizada en la tarde del lunes 28 de octubre. El
encuentro, que fue transmitido por Universidad de Antioquia Televisión a través
de la Red Interna de la Institución y en su canal en internet —con 1.600
usuarios conectados—, culminó cuando los delegados estudiantiles propusieron
llevar a la Asamblea de Estudiantes el borrador de un acta que venían
construyendo y revisando entre ambas partes.
La
comisión de directivas estuvo de acuerdo con la propuesta y quedó abierta al
diálogo para discutir otros puntos del Pliego, en espera de la decisión de la
Asamblea, que se realizaba simultáneamente en el Teatro Universitario.
Sin
embargo, allí la discusión sobre el acta no se dio como propusieron los
delegados. Casi una hora después los estudiantes que participaban en ésta,
determinaron, tal vez sin la cabeza fría que ameritaba, vías de hecho como
mecanismo de presión para que se cumplieran sus exigencias. Seis se declararon
en huelga de hambre y, de la nada —como si acaso estuviera premeditado—
aparecieron más de 15 carpas iguales, instaladas en el primer piso del Bloque
Administrativo.
Las
carpas fueron ubicadas de tal forma que bloqueaban el ingreso a las puertas de
las oficinas, entre ellas las de los empleados del Departamento de Admisiones y
Registro, donde se prepara la logística para recibir a 48 mil aspirantes que
presentarán el examen de admisión la próxima semana, el 5 y 6 de noviembre.
Siendo la Ciudad Universitaria la sede a la que más aspirantes acuden para
presentar el examen, ¿podría darse éste de manera normal a pesar de la toma
estudiantil?
El
recrudecimiento de la situación era una posibilidad. Para garantizar el
cumplimiento del examen —una esperanza de acceso a la educación superior
pública para miles de jóvenes no solo de Medellín y de las regiones de
Antioquia, sino también de todo el país—, las autoridades gubernamentales y
directivas universitarias optaron por evitar cualquier contratiempo provocado
por la toma estudiantil, que pudiera poner en riesgo la logística y realización
del examen.
En la
madrugada de ese martes el Esmad desalojó, sin que se presentaran enfrentamientos,
a quienes ya llevaban varias horas acampando. Horas antes, la Universidad
emitió un mensaje anunciando el cierre de la Institución el día siguiente. Así
que empleados, profesores, investigadores y estudiantes que venían recibiendo
algunas clases, se despertaron con la noticia de que su Universidad había sido
cerrada.
¿Un pliego para el diálogo o las vías de
hecho?
El
camino de un diálogo allanado durante dos semanas quedó en el limbo y las
posturas se radicalizaron. Varios estudiantes instalaron su campamento en la
Unidad Permamente de Justicia —vecina del Campus—, mientras el Consejo Superior
Universitario, que se reunió de manera extraordinaria al día siguiente, emitió
un comunicado en el que aseguró que “la Universidad abrirá sus puertas siempre
y cuando exista un compromiso claro de no incurrir en actos violentos o en
medidas de hecho que bloqueen actividades misionales y actividades
administrativas que le dan soporte a estas últimas”.
El
Consejo Académico, también reunido ese día, advirtió que “ese reducido grupo de
manifestantes que ha hecho del Campus un lugar destinado a las ventas
informales e ilegales, no es más que la muestra fehaciente del uso indebido del
espacio público y el aprovechamiento privado de un bien público”.
Además,
el CSU, presidido por el gobernador Sergio Fajardo, advirtió que “la
reiniciación del diálogo sobre los puntos presentados por la asamblea de
estudiantes debe pasar por el retorno a la normalidad de las actividades
académicas”.
El
Pliego de Exigencias de los estudiantes contiene aspectos como la exención de
matrícula a los estudiantes de estrato 3, un beneficio que actualmente se
dirige a los estudiantes de estratos 1 y 2. En el primer semestre del 2013, un
total de 6.793 estudiantes accedieron a esta exención, además, la Universidad
de Antioquia tiene la tabla de tarifas por concepto de matrícula más baja en el
contexto nacional.
También
exigen infraestructura propia de la Universidad para la creación de un
restaurante estudiantil. Hoy, en el vecino Parque Norte, la Institución le
ofrece almuerzo gratuito, con rigurosas condiciones sanitarias y nutricionales,
a 2.500 estudiantes; 500 cupos más están en adjudicación.
El
pliego también pide desmontar las cámaras de seguridad, ampliar la planta
docente y de infraestructura física de la Universidad e informar sobre las
modificaciones que se encuentran en curso al reglamento estudiantil. Además,
suprimir la Unidad de Asuntos Disciplinarios Estudiantiles, instancia encargada
de adelantar los procesos a los estudiantes por acudir a la práctica de ventas
informales en la Institución; procesos que también exigen suspender.
La
Dirección de Bienestar Universitario, desde septiembre del 2012, ofreció un
programa de atención social a aquellos estudiantes que acudían a las ventas
informales para suplir sus necesidades, de tal forma que pudiera garantizar su
permanencia y una total atención a sus estudios. Tras un cuidadoso proceso de
socialización, basado en estudios socioeconómicos de esa población, 46
estudiantes se acogieron al programa y gozan hoy de un apoyo económico y del
beneficio de alimentación diario. Otros, sin embargo, decidieron no acogerse y mantener
sus puestos de ventas.
Como si
el escenario no fuera ya bastante complejo, en este transcurrir también se han
presentado acciones violentas dentro del Campus. El 22 de octubre, encapuchados
irrumpieron en la Asamblea de Estudiantes cuando se discutía la declaración de
la Organización Colombiana de Estudiantes —OCE— que cuestiona la viabilidad del
Pliego y del paro, con los que los estudiantes de la UdeA se separan de los
objetivos de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil —MANE—. Luego el mismo grupo
de encapuchados, usando papas bomba, protagonizó disturbios dentro del Campus y
provocó la suspensión de actividades administrativas y académicas.
Salvar el diálogo, volver a las aulas,
construir educación de calidad
¿Es posible
armar los pedazos de ese diálogo? La respuesta, si se apela a la esencia de los
universitarios, debería ser un categórico “sí”. Volver a la mesa, poner las
cartas sobre ella y generar de nuevo un pacto de respeto y de confianza que
permita construir, es un asunto que urge no solo en el contexto interno de la
Alma Mater, sino también en el escenario de la educación superior del país, que
está ad portas de definir una política pública sobre el tema.
La
Universidad de Antioquia, pese al crítico escenario de financiación que al
igual que otras instituciones de educación superior ha padecido en las últimas
dos décadas, ha sabido levantar la cabeza no sólo por el prestigio académico e
investigativo de sus miembros, sino también por la habilidad para atender
vacíos económicos y reclamos sociales. Hoy, está en las nueve regiones del
departamento, ha respondido con creces a las exigencias de ampliación de
cobertura y ha propiciado modelos de bienestar para sus miembros que han sido
destacados en el contexto nacional.
El
diálogo, en tanto, se muestra como la posibilidad para recostruir sobre sus
propios cimientos y construir nuevos y creativos escenarios en beneficio de esa
Universidad querida y soñada por todos sus miembros.
"Sabemos
que ustedes (estudiantes) han hecho esfuerzos en esa dirección y saludamos que
insistan en el diálogo en sus más recientes comunicados como instrumento para
encarar el conflicto universitario. Por otro lado, el CSU también contempla la
posibilidad del diálogo, tal como lo plantea en su comunicado", manifestó
la representación profesoral ante el CSU, en una carta que este viernes 1 de
noviembre le dirigió a los estudiantes.
Mirar
atrás también es evidencia de que, con los elementos de juicio que se aprenden
y construyen en una academia abierta y deliberante, se puede llegar a
concertaciones y avances. Ahora, en un limbo que compromete el futuro académico
de 39 mil estudiantes y 48 mil aspirantes que sueñan con hacer parte de una de
las universidades más prestigiosas de Colombia, la pregunta que queda en el
aire es si la apuesta es por una educación de calidad para todos ellos, o por
los intereses de unos pocos.


0 comentarios:
Publicar un comentario