La garantía plena del derecho a la educación
superior debe ofrecer los entramados institucionales que impulsen el progreso
científico. Dichos arreglos institucionales son producto de luchas y
reivindicaciones políticas: en este sentido,
además de destacar las connotaciones sociales de las reivindicaciones de
la MANE, es necesario reconocer y subrayar las implicaciones de sus luchas para
el progreso científico y el reconocimiento de saberes en Colombia.
Andrés Felipe Mora
Generalmente,
las discusiones que se han planteado alrededor de la importancia política y
social de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil MANE, han destacado el papel de
dicho movimiento en la definición del camino hacia la garantía plena del
derecho a la educación superior en Colombia.
En este contexto, los debates sobre financiación, privatización,
bienestar y autonomía, han sido recurrentes y han tomado un aliento importante
después del fracasado intento de reforma propuesto por el gobierno de Juan
Manuel Santos.
Sin
embargo, estos elementos fundamentales no deben hacer perder de vista otro
campo de lucha esencial, que refuerza la importancia histórica de la MANE y
reafirma su pertinencia en el contexto Colombiano: el campo científico. Este
escenario de lucha atañe no únicamente a las personas excluidas o incluidas en
el sistema de educación superior, o a sus condiciones de inclusión precaria;
involucra, igualmente, a las comunidades científicas y académicas del país,
pues las reivindicaciones relativas al fortalecimiento de la educación superior
pública en Colombia, además de exigir el ejercicio pleno de un derecho social,
encarnan también importantes demandas asociadas a las garantías sociales
institucionales del progreso científico y el reconocimiento de saberes.
Como se
sostendrá a continuación, el desarrollo de la ciencia es resultado del
pluralismo metodológico, del diálogo de saberes y de la verdadera posibilidad
de concurrencia entre teorías contrapuestas. Sin embargo, es común que en la
ciencia prevalezcan los paradigmas dominantes, las autoridades científicas y
las labores investigativas convencionales y reproductoras de dogmas
establecidos.
Entonces,
¿cómo garantizar el pluralismo en un contexto en que los paradigmas científicos
se reproducen por factores asociados al poder y a aspectos convencionales, más
que por sus virtudes teóricas y metodológicas? Es en este punto en que es clave
el papel de la MANE: debido a que es en el campo de las relaciones de poder en
donde se define el predominio de ciertas teorías “científicas” y de unas
visiones del mundo sobre las otras, es fundamental el impulso de acciones
políticas a favor del pluralismo, el reconocimiento de saberes y el progreso de
la ciencia. De ahí la pertinencia científica, y no únicamente política y social,
del movimiento estudiantil en Colombia.
1. Ciencia e historia, convenciones y
paradigmas
Un
acercamiento general a las relaciones entre ciencia e historia permite alcanzar
cuatro conclusiones claves, contrapuestas a ciertos postulados bien establecidos
en el marco de los estudios epistemológicos: i) la ciencia no presenta un
desarrollo acumulativo sostenido por bases inamovibles que soporten un
pretendido “edificio del conocimiento”; ii) la ciencia no es una cuestión de
método únicamente. Aunque pueden existir teorías “más científicas”, estas
pueden verse relegadas e ignoradas ante conocimientos “más válidos” debido a la
presencia de aspectos históricos, arbitrarios y circunstanciales; iii) la
observación y la experiencia no son los únicos elementos que ofrecen cohesión y
fuerza a un conjunto de convicciones, y iv) si los postulados científicos son
comprendidos desde una perspectiva histórica, es claro el protagonismo que
asume el grupo científico que los moldea, los defiende y los desarrolla; es decir,
resulta relevante el estudio de la comunidad científica que soporta dicho
conjunto de postulados.
Thomas
Kuhni analiza el progreso científico desde una perspectiva histórica. Y su
primera conclusión consiste en señalar que el desarrollo científico no presenta
características acumulativas; al contrario: la historia muestra la emergencia
recurrente de bruscos procesos de ruptura en los que de manera colectiva los
científicos e investigadores reconstruyen y reevalúan las teorías y visiones
del mundo establecidas. La “ciencia normal”, aceptada hasta ese momento como
proveedora de problemas científicos y criterios de solución legítimos, entra en
una situación de crisis que desemboca en una revolución: el paradigma
científico que brindaba soporte a la ciencia normal es sustituido por un
paradigma concurrente, capaz de determinar las cuestiones y metodologías que
soportarán en adelante la práctica científica.
Pero el
rasgo convencional del paradigma va más allá de su pretendido surgimiento
arbitrario o persuasivo. Los paradigmas funcionan, además, como estructuras que
definen la comunidad científica que se apega a los principios científicos
emergentes, así como los problemas experimentales y los trabajos teóricos que
deben adelantarse. También, configuran una visión dominante del mundo, pues la
consolidación paradigmática cambia la percepción de los sujetos tanto como del
mundo en que interactúan.
Al
comprender, aceptar y defender un paradigma, el hombre de ciencia adquiere a la
vez una teoría y los métodos y criterios de juicio legítimos para formular
problemas y proponer soluciones. Emergen, entonces, las autoridades científicas
que definen las reglas de la práctica científica. El ajustarse a dichas normas
define el grado de cientificidad de los aportes realizados por los
investigadores y su pertenencia o no a la comunidad científica.
El
paradigma y la comunidad científica se convierten en estructuras que someten al
investigador a una labor reproductiva de la ciencia normal, tendiente a
aumentar la precisión y el alcance del paradigma y a fortalecer la cohesión de
la comunidad y el dominio de sus autoridades. La posición del investigador es
sombría y los grados de libertad de que dispone son reducidos. El carácter
científico de sus contribuciones dependerá de su adhesión a reglas de juego
predefinidas.
“El
miembro de un grupo científico evolucionado es, como el personaje típico de
1984 de George Orwell, víctima de una historia reescrita por las autoridades
constituidas”ii.
Sin
embargo, ¿deben los científicos e investigadores poseer un camino claro, una
lógica predefinida, una metodología establecida y una ciencia simplificada?
Responder afirmativamente esta pregunta resulta bastante peligroso para la
sociedad y para la ciencia misma. Por ejemplo, los fracasos prácticos del
paradigma dominante en economía, relativos a su incapacidad para comprender y
atacar adecuadamente los problemas de la desigualdad, el desempleo y las
inestabilidad financiera, muestran la necesidad de dejar de lado los principios
de equilibrio general y plena racionalidad de los agentes económicos y avanzar,
más bien, hacia una “revolución científica” que destruya la condición
paradigmática de dichos principiosiii. De hecho, se ha insistido en que la
innovación en la economía y en política económica y social depende de que
dichos paradigmas (y la inercia intelectual e institucional que provocan) sean
desestructurados a través de un mayor pluralismo teórico y metodológicoiv.
2. Sobre los factores políticos e
institucionales del progreso científico
En
contraste con las teorías del paradigma y las autoridades científicas, Paul
Feyerabendv insiste en que la pluralidad teórica, tanto como la metodológica,
resultan indispensables para el progreso científico. En este sentido, la
condición de compatibilidad que se le exige a las nuevas teorías en relación
con el paradigma dominante constituirá una traba para el desarrollo científico
y el pensamiento crítico. Pues por un lado, tal uniformidad implicará la
exclusión de alternativas teóricas y metodológicas que alienten la concurrencia
y el progreso de la ciencia. Por otro, reducirá la tarea de los científicos a
la elaboración de enunciados que permitan poner a prueba (y ojalá validar) las
teorías existentes.
La
pregunta que emerge es clara: ¿cómo garantizar tal pluralismo teórico y
metodológico en un contexto en que los paradigmas dominantes se reproducen por
factores asociados al poder y a aspectos convencionales, más que por sus
virtudes teóricas y científicas? Es en este punto en que es clave el papel de
la MANE y su defensa de una educación superior pública y plural. En efecto,
debido a que es en el campo de las relaciones de poder en donde se define el
predominio de ciertas teorías “científicas” y de unas visiones del mundo sobre
otras, es en este terreno en donde debe desencadenarse una lucha a favor del
pluralismo y el progreso científico:
“(…) la
creencia en un conjunto único de criterios, que conllevaría siempre al éxito no
es sino una quimera. La autoridad teórica de la ciencia es mucho más débil de
lo que suponemos. Su autoridad social, por el contrario, se ha convertido en el
presente tan abrumadora que una intervención política es necesaria para
restaurar un desarrollo equilibrado”vi.
Por lo
tanto, hace falta emprender procesos de acción política que garanticen el
pluralismo teórico y metodológico y que impidan el sometimiento, exclusión o
invisibilización de otras formas de saber. La lucha a favor de la garantía
plena del derecho a la educación superior es también un combate a favor de
saberes, creencias y visiones del mundo que han sido invisibilizados o
eliminados.
Más
aún, desde esta óptica carece de fundamento fortalecer la “ciencia normal” a
través del desarrollo del paradigma científico dominante, pues más que aceptar
una lógica de “evolucionismo científico” que elimine o excluya alternativas
teóricas y metodológicas, el progreso científico requiere “hacer fuerte al más
débil”; es decir, fortalecer aquellas teorías que se ven sometidas o
invisibilizadas por las que se consideran teorías bien establecidas o
convencionalmente aceptadas. En esto consistiría el fin del “chauvinismo
científico” que bloquea el progreso de la ciencia. Dicho “chauvinismo
científico” se materializa cuando se permite la supervivencia de todo aquello
que se acerque a la ciencia convencional y se invisibiliza y excluye todo
aquello que se revele incompatible con la misma.
Nuevamente:
¿deben los científicos e investigadores poseer un camino claro, una lógica predefinida,
una metodología establecida y simplificada? ¿Deben los científicos tener un
conjunto de reglas estrictas que caractericen y regulen la actividad
científica? ¡No! El progreso científico es el resultado de la posibilidad de
emprender caminos libres, heréticos y solitarios. La garantía plena del derecho
a la educación superior consiste también en ofrecer los entramados
institucionales que permitan la construcción y seguimiento tales caminos.
Dichos arreglos institucionales son producto de luchas y reivindicaciones
políticas: en este sentido, además de destacar las connotaciones sociales de
las reivindicaciones de la MANE, es necesario reconocer y subrayar las
implicaciones de sus luchas para el progreso científico y el reconocimiento de
saberes en Colombia.
***
I Kuhn, Thomas (2008). La structure des révolutions
scientifiques. Champs Sciences: París.
II Ibíd., pp. 228.
III Bouchaud, Jean (2008). “Economics needs a
scientific revolution”. En: Nature 455, 1181 (Octubre de 2008).
IV Majone, Giandomenico (1997). Evidencia, argumentación y
persuasión en la formulación de políticas. México: Fondo de Cultura Económica.
V Feyerabend,
Paul (1979). Contre la méthode. Esquisse d’une théorie anarchiste de la
connaissance. París: Éditions de Seuil.
VI Ibíd.,
pp. 239 (Cursivas originales).
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