lunes, 16 de septiembre de 2013

Hablar de Democracia en la Universidad Pública

17 Paul
En la actual coyuntura es necesario buscar un amplio consenso para buscar formas y mecanismos que devuelvan protagonismo a los universitarios con el fin de que éstos no estén obligados a constantes disputas para el reconocimiento de su opinión, y así mismo para dejar de someter a la universidad a azarosos periodos como los que se han visto, por ejemplo, en la Universidad Nacional especialmente desde el 2003, en los que el desgaste de una ordenación gubernativa ha mantenido en permanente conflicto al Alma Mater del sistema universitario colombiano.
 Germán Paul Cáceres

En momentos en los que el país discute sobre el futuro de la educación superior y que por sobradas razones la mayor atención se centra en el tema de la financiación, vale la pena insistir en que junto con este tema ineludible, la cuestión del gobierno universitario es otro pilar fundamental del que depende la realización plena de los fines científicos y académicos de la universidad, especialmente, la universidad pública.
En un artículo anterior, se discutió la caracterización del gobierno universitario1, en esta oportunidad se hará énfasis en la democracia universitaria como una condición necesaria para la transformación de la forma de gobierno universitario, que en su actual carácter burocrático conspira contra la estabilidad y los fines sustantivos de la universidad.
Sobre la Democracia Universitaria2
La naturaleza de la universidad que se realiza con un pleno ejercicio de su autonomía, requiere que las justificadas lógicas de jerarquía académica convivan con la dinámica propia de un espacio esencialmente público definido por la participación reflexiva de los miembros de la comunidad y el tratamiento igualmente público de todos los asuntos universitarios3. Esto implica, que la universidad en general y la universidad pública en particular, sean instituciones con vocación democrática.
Pero hablar de democracia en la universidad o más precisamente de democracia universitaria, no puede confundir los términos en los que se discute sobre la democracia política moderna relativa a la forma de gobierno del Estado y los que deberían conducir una discusión sobre el ámbito universitario. En este caso, la democracia en la universidad es sólo de carácter tendencial y aproximativo y en ese sentido es que remite una vocación4.
La ontología del quehacer universitario se sustenta en la reproducción del saber experto que funciona de forma meritocrática; por tanto, la universidad no se puede comparar con la sociedad política, pues sólo es parte y específica manifestación de ésta.
Sin embargo, la democracia como forma de gobierno involucra condiciones sustanciales que la llevan más allá de su simple instrumentalización como procedimiento electivo de mayorías circunstanciales. Condiciones como el reconocimiento de la ciudadanía sobre la base de un conjunto de libertades y garantías sociales mínimas para intervenir en los asuntos de la vida pública con normas comunes a todos, hacen que la democracia halle su justificación en el espíritu de sus valores y condiciones, y que lo democrático sea un ethos, más allá de la forma que toma un régimen político y se convierta en una manera general de concebir el funcionamiento de la sociedad y de sus instituciones públicas.
De este modo, se hace posible hablar de Democracia Universitaria en tanto la naturaleza de la universidad trata de asuntos públicos (el conocimiento científico) desarrollados por individuos que en su condición de académicos se reconocen como pares y deben ejercer su función con libertad de pensamiento y autónomo discernimiento.
La universidad reafirma en su naturaleza un ethos democrático que supera las dimensiones electorales de la democracia en la comunidad política; incorporando necesariamente la deliberación pública como principio de permanente realización. De tal modo que la democracia en la universidad no es, en lo fundamental, un determinado modo organizacional de toma de decisiones, sino un principio normativo que remite a ese ethos que debería amparar su misión social y cultural en la sociedad.
La prevención burocrática contra la democracia en el gobierno de la universidad
Que lo democrático en la universidad pública colombiana remita esencialmente a un ethos, no invalida la preocupación sobre la manera en que se toman las decisiones, ni sobre la forma de gobierno universitario, de hecho la reafirma. La forma de gobierno es en gran medida la que convalida la vocación democrática universitaria, de ahí resulta relevante la tradición de la universidad pública latinoamericana desde la Reforma de Córdoba: alcanzar formas de gobierno que profundicen la democracia universitaria, predominando por lo tanto, formas más o menos imperfectas de gobierno colegiado.
Pero ese no es el caso de Colombia, en donde la predominancia de un modo de gobierno universitario de tipo burocrático con fuerte control del poder político rechaza, obstaculiza y sataniza permanentemente las discusiones sobre democracia universitaria y por supuesto, las iniciativas para su profundización. En realidad, no son las dinámicas meritocráticas de perfil vertical y especializado propias del medio académico las que son incompatibles con prácticas que cristalicen el ethos de lo democrático en la universidad, sino que es la forma de gobierno burocrática actual de la universidad la que es definitivamente incompatible.
La idea promovida desde el Ministerio de Educación Nacional y desde sectores que se han beneficiado de ese modo de gobierno al interior de las universidades públicas, de que hablar de democracia universitaria es inaudito y peligroso para la estabilidad institucional y que hacerlo, por ejemplo, en debates sobre el gobierno de la universidad y la escogencia de sus autoridades “contamina” de politización a los universitarios, esconde que en los hechos la contaminación política de la universidad ya se efectuó cuando se hizo irrelevante la incidencia de profesores y estudiantes y se privilegió la determinante presencia numérica de representantes del poder político y grupo directivo de turno en los Consejos Superiores y de paso, se le dio a este organismo un excesivo grado de concentración de competencias de todo tipo (académicas, administrativas, disciplinarias, etc.).
La terquedad ideológica que ha prevalecido al respecto y que es adversa al reconocimiento de la madurez política de los universitarios y por tanto al desarrollo de formas amplias de participación para la decisión, oculta la trampa del desplazamiento de los universitarios de las decisiones universitarias sobre la conducción político-institucional de tales instituciones. Esto es así, aun con la existencia de concesiones insuficientes como las llamadas “representaciones” o “consultas” con las que se pretende disfrazar un relato sobre colegialidad, democracia y participación5.
En la actual coyuntura es necesario buscar un amplio consenso para buscar formas y mecanismos que devuelvan protagonismo a los universitarios con el fin de que estos no estén obligados a constantes disputas para el reconocimiento de su opinión, y así mismo para dejar de someter a la universidad a azarosos periodos como los que se han visto, por ejemplo, en la Universidad Nacional especialmente desde el 2003, en los que el desgaste de una ordenación gubernativa, proclive a la concentración y captura del poder de decisión, ha mantenido en permanente conflicto al Alma Mater del sistema universitario colombiano.
Vale la pena impulsar propuestas que aboguen por renovados órganos de gobierno con nuevas características6 y que superen la explicación maniquea y facilista, muy común de este estado policial en el que vivimos, de que el conflicto alrededor de la toma de decisiones en la universidad sólo se trata de la acción de grupúsculos oscuros con intereses inconfesables, que se enfrentan al pulcro y bien intencionado grupo directivo de turno cualquiera que sea su signo.

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1 La autonomía de gobierno en la actual coyuntura universitaria. Disponible en, http://www.palabrasalmargen.com/index.php/articulos/category/german-paul-caceres
2 Una revisión más detallada de este tema se encuentra disponible en http://hdl.handle.net/10469/4905. Para éste artículo agradezco los comentarios previos de Jady Caballero.
3 Maturana (1990) profundiza en estas condiciones como principios básicos del carácter democrático de los espacios universitarios. (MATURANA, Humberto. (1990) “Gobierno universitario como co-inspiración”. En, COX, Cristian. (ed.) Formas de gobierno en la educación superior: nuevas perspectivas. Presentación e introducción. FLACSO. Chile)
4 Naishtat y Toer (2005) desarrollan una interesante discusión a este respecto, insistiendo en la realización de un principio democrático en la universidad que es “gradual y perfectible” y que no debe concebirse como una cuestión binaria tipo democracia/autoritarismo o democracia formal/democracia real. (NAISHTAT, Francisco. TOER, Mario. (2005) Democracia y representación en la universidad. El caso de la Universidad de Buenos Aires desde la visión de sus protagonistas. Editorial Biblos. Buenos Aires.)
5 Lo del gobierno colegiado en la universidad pública colombiana basado en la figura de los representantes profesoral y estudiantil y en la convocatoria a consultas para la designación de autoridades, funciona más como legitimación de un discurso de supuesta incidencia pero en la práctica se revela inicua. Sin mencionar, la crisis de credibilidad que sufren dados los altos niveles de abstención en las elecciones de estos cargos.
Sobre las “representaciones” el profesor de la Universidad Nacional Víctor Manuel Gómez señala que: “sociológicamente es imposible que un cuerpo tan complejo y tan diverso como los profesores y los estudiantes puedan tener un solo representante. Lo cual significa que en la práctica muchos de nuestros representantes se representan a sí mismos o a su grupo político de referencia… eso es supremamente endeble en términos democráticos” Entrevista al profesor Víctor Manuel Gómez Campo. Ciudad Universitaria 7 de febrero de 2011.

6 Vale la pena repensar propuestas alternativas, como por ejemplo, la que al menos desde 2004 se viene promoviendo desde un grupo de profesores de la Universidad la idea de constituir un “Senado académico” (o simplemente, “profesoral” en algunas versiones), como un nuevo órgano de gobierno de amplia participación especialmente profesoral y encargado de los temas y decisiones estrictamente académicas, rescatando en este caso la primacía de un principio académico en la gestión de la universidad por sobre uno político o burocrático; tomando como ejemplos algunos casos de universidades en Estados Unidos y Europa.


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