¿Quiénes
son los Urabeños y qué quieren en Medellín?
A
propósito de las amenazas de muerte en la Universidad de Antioquia
Las
organizaciones armadas paramilitares permanecen vigentes a pesar de la tan
sonada desmovilización que surgió tras la negociación entre los mandos de las
Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y el Bloque Central Bolívar (BCB) con el
pasado gobierno de Álvaro Uribe Vélez.
El
Putumayo y Nariño, los llanos orientales, el Catatumbo, el Sur de Bolívar, el
Magdalena, la Sierra Nevada de Santa Marta, Antioquia y todas sus montañas,
Córdoba, Urabá, el Valle, Chocó y el Eje Cafetero, son zonas donde día a día estas
organizaciones se movilizan libremente, despliegan sus intereses económicos
relacionados con la tierra que despojaron y que siguen despojando, regulan
estructuras económicas legales (juegos de azar, venta de propiedades, ganadería
extensiva, infraestructura, agroindustria), se especializan en el control de
muchas formas de criminalidad (impuestos obligatorios, vacunas y extorsión,
micro-tráfico, prostitución, robo de autos) y se nutren de las economías del
narcotráfico y de la minería ilegal.
Es precisamente
la diversidad y cantidad de regiones que controlan lo que les permite
acomodarse a las formas económicas locales y tejer redes y alianzas con
sectores políticos y de la Fuerza Pública. Es así como esta gran red a la que
hoy equivocadamente le llaman “Bacrim”, no es otra cosa que la configuración de
un proyecto armado, político y económico a gran escala que ha permitido la
legalización del despojo de tierras, el establecimiento de la economía minera
de gran escala, la regulación del sistema electoral bajo la opresión armada y
la reconfiguración del sistema político, penal y judicial.
El
Estado colombiano ha venido siendo mediado y ha sido constituido en las
regiones a través del uso de la violencia política, la eliminación de la
diferencia y la participación de grupos armados y élites económicas, políticas
y militares locales.
Con un panorama como éste cabe preguntarse
¿Quiénes son los Urabeños?
Es una
organización que desde el 2008 ha estado presente en muchas zonas del país y
que en enero de este año con la declaratoria de un paro armado, tras la muerte
de alias Giovanni, logró frenar las actividades económicas y sociales de gran
parte del país, además es un hecho consumado: se pelean cuadra a cuadra algunos
sectores de Medellín y ahora buscan instalarse en la U de A.
Esta
organización armada es producto del poder armado que construyó el Bloque Elmer
Cárdenas y el Bloque Bananero en el Urabá y el Norte del Chocó, pero recoge a
su vez a cientos de combatientes de las ACCU en Córdoba y de las estructuras
armadas del Bloque Mineros y el Bloque Central Bolívar en el Bajo Cauca y el
Nordeste antioqueño, que tras la desmovilización, no encontraron alternativas
en la vida civil o simplemente nunca participaron en la falsa “entrega” de
armas.
Estas zonas
del norte colombiano (Urabá, Norte del Chocó, Córdoba, Bajo Cauca y Nordeste)
fueron objeto de fuertísimas disputas que decantaron en una hegemonía armada y
en el control del grupo armado sobre extensos territorios de los que
posteriormente se apropiaron empresarios agroindustriales (caso Curbaradó y
Jiguamiandó) o sobre el que se exacerbaron las dinámicas de explotación ilegal
y legal de la minería (Nordeste, Bajo Cauca).
A su
vez dichos territorios se configuraron en zonas estratégica de retaguardia, de
inversión y lavado de dineros y como rutas y pasos que conectan zonas de producción
y tráfico de drogas.
Los
Urabeños, cuyo nombre se debe básicamente a esta zona del país, deben su
reputación al lugar de donde han salido miles de jóvenes combatientes a
alimentar las filas del paramilitarismo desde mediados de los 90´s y que fueron
vendidos y enviados a los Llanos Orientales, al Caquetá y otras zonas del país.
Como puede comprobarse, de hecho fueron combatientes del Urabá los enviados a
Mapiripán y Caño Jabón para ejecutar las masacres (Ver: http://www.verdadabierta.com/el-sec...).
Durante
esta expansión y exportación del modelo paramilitar, de hombres armados que
exterminan, masacran, despojan y dejan el campo libre para la inversión tanto
legal como ilegal, es demasiado importante la figura de Daniel Rendón Herrera
alias “Don Mario”, quien contribuye a la organización de los Bloques Centauros
y Capital y quien tras el asesinato del Miguel Arroyave huye hacia el Urabá
donde su hermano Freddy Rendón alias “El Alemán”, quien además le da cupo para
que se desmovilice con el Bloque Elmer Cárdenas. Pero en los llanos quedaron
las bases de una organización vinculada al narcotráfico y que fue funcional a
las élites políticas y económicas casanareñas y del Meta que pasó a ser
conocida como ERPAC.
Tras la
desmovilización (2003-2006) la MAPP-OEA, que es la encargada de vigilar el
proceso de paz y los acuerdos, informó sobre la presencia de grupos que no se
desmovilizaron o que se reorganizaron. Mientras tanto, en las regiones y sus
periferias comenzaban a volar las Águilas Negras y a su paso seguían cayendo
líderes, lideresas y jóvenes; amenazando procesos civiles de resistencia, de
defensa de los Derechos y retorno a las tierras despojadas.
Las
Águilas son grupos que siguen reorganizando los territorios y manteniendo el
poder establecido por el paramilitarismo “desmovilizado”. En Octubre del 2008
aparecieron las Autodefensas Gaitanistas de Colombia con un sonado despliegue
mediático, panfletos y video. Las AGC lograron constituir una nueva
organización que agrupaba tanto las expresiones de Águilas Negras y Urabeños en
Antioquia, Córdoba y Chocó: así por los tres nombres son conocidos en varias
regiones del país, siendo el de Urabeños el que más utilizan.
Los
Urabeños, las Águilas Negras o las Autodefensas Gaitanistas, son una
organización armada con especializaciones urbanas y rurales. Se destacan en
zonas urbanas de ciudades intermedias como Apartadó, Segovia, Riosucio (Chocó),
Tarazá, Arboletes, Caucasia, Montería; son jóvenes que participan en redes de
inteligencia en las que se valen de teléfonos celulares y armas cortas, con
jerarquías poco visibles pero férreas, que implantan horarios y toques de queda
y mantienen un fuerte control social sobre las actividades organizativas
locales como las JAC (Juntas de Acción Comunal).
En
zonas rurales son predominantemente militares, con estructuras que pueden
variar de los 30 a 100 hombres armados, uniformados, con insignias y con armas
largas; tienen campamentos de entrenamiento donde llegan las y los jóvenes
reclutados forzosamente o que se vinculan voluntariamente en veredas y
ciudades; tienen una amplia movilidad y en algunas ocasiones donde se traslapan
las territorialidades entran en combate con la guerrilla de las FARC,
provocando desplazamientos forzados y constantes amenazas, como se demuestra en
varios sectores del Urabá (San José de Apartadó) y el Nordeste Antioqueño
(Remedios, Segovia).
El pasado reciente.
La
jerarquía se reorganiza tras la falsa desmovilización, y en el Urabá, el
Nordeste y el Bajo Cauca se forman alianzas para mantener lo ganado tras la
guerra (tierras, economías y distinción). Los Urabeños se expandieron hacia
otras zonas del país entrando algunas veces en disputa con otras organizaciones
que también surgen del paramilitarismo y que históricamente han exhibido formas
violentas de resolución de conflictos con la consabida regulación de las
economías mafiosas y criminales que se complementan –también para los urabeños-
con una estrategia contrainsurgente funcional a sectores políticos y militares.
La Oficina
de Envigado es quizá la más representativa de estas organizaciones, pues había
participado activamente en la guerra contra Pablo Escobar, consolidando un
poder mafioso sin precedentes en Medellín y manejando a su antojo sectores
enteros de la economía local, incidiendo incluso en el incentivo de políticas y
ofertas para la inversión económica en la ciudad y la construcción discursiva
de Medellín como una ciudad en posconflicto (lo que se conoció popularmente
como la DonBernabilidad que le permitió a los gobiernos locales impulsar la
inversión extranjera para hacer de Medellín un centro de negocios).
La
Oficina también logró articular en su red a cientos de combos y bandas de las
comunas centro orientales y occidentales tras la guerra que sostuvo a través
del Bloque Cacique Nutibara contra el Bloque Metro, y participó activamente de
masacres, asesinatos selectivos y amenazas contra líderes y lideresas
sindicales, barriales, estudiantiles y defensores y defensoras de Derechos
Humanos de la ciudad (Ver: Caso Santoyo, y General Pedreros).
Con la
aparición de las AUC en 1997, la Oficina realizó varias alianzas y se valía de
éstas para acceder a zonas estratégicas que le garantizaban el control de la
economía del narcotráfico en el Urabá, en Córdoba y el Pacifico Chocoano. A su
vez ingresó como actor legítimo al proceso de desmovilización armando tres
Bloques: el Héroes de Granada, el Cacique Nutibara y el Héroes de Tolová.
Las
décadas de control y acción de la Oficina dieron como resultado una dinámica urbana
del conflicto donde aparecen múltiples actores que responden a diversos
factores, pero que se relacionan por el uso sistemático de la violencia donde
afloran gravísimos Conflictos entendidos éstos como un sinnúmero de
problemáticas sociales de expresión local (política local, economía local,
ejercicio del poder armado a nivel local) así como barrial (problemas
familiares, controles y acciones de grupos delincuenciales y dinámica de la confrontación
política armada).
Sin
embargo, los lazos construidos comienzan a romperse con la extradición de los
paramilitares y la “Oficina” decide incursionar directamente sobre territorios
controlados por las Águilas Negras o Urabeños, a través del grupo armado
conocido como Los Paisas, quienes hegemónicamente controlan el Valle de Aburrá.
Tras la
salida de Don Berna, dos facciones se disputan el control sobre la Oficina
entre el 2009 y el 2011, Valenciano que hace una alianza estratégica con los
Urabeños y Sebastián que fortalece a los combatientes de Los Paisas. La Oficina
busca nuevos espacios y exporta su modelo de “empresa criminal” hacia la costa
Atlántica hacia donde también comienzan a moverse los Urabeños y donde también
existen organizaciones regionales y locales que controlan la economía local
ilegal.
Sin
embargo tras las capturas de Valenciano, quien entregó Medellín (ya que tenía
garantías para mantener la economía narcotraficante en el norte del país), y de
Sebastián (quien había constituido a Los Paisas como una estructura armada
militar altamente equipada), los poderes vuelven a reorganizarse y los
intereses de los Urabeños por la ciudad se hicieron más evidentes.
La
entrada de los Urabeños a Medellín se había iniciado desde el 2009 y las
oportunidades de expansión económica que ofrece la ciudad les seducen con
poder: un empresarismo que permite a la vez la reproducción de economías
ilegales, además de las garantías que pueden obtener con una institucionalidad
fácilmente cooptable, son el sustento de la iniciativa de esta organización por
tomarse la ciudad.
Sin
embargo la lectura debe ser más cuidadosa en tanto que no solamente están en
disputa formas de control de la economía narcotraficante, sino otras redes de
la economía local y las alianzas que tanto uno como otro grupo puedan tener con
sectores de la Fuerza Pública que les llevan a mantener la estrategia
contrainsurgente. Ya que estos grupos siempre mantienen vigente dentro de sus
acciones la noción de “orden” con la cual controlan sectores sociales,
mantienen el sistema violento impuesto y reprimen todo tipo de resistencia
civil con prácticas punitivas colectivas y subjetivas donde la diferencia
(política, subjetiva, sexual) es exterminada.
Lo que
están haciendo los Urabeños hoy en la Universidad de Antioquia lo había venido
haciendo también la Oficina de Envigado, con el cobro de impuestos, las redes
de inteligencia, las amenazas y el control contra las organizaciones barriales
y estudiantiles.
Medellín
entra entonces en otra etapa de competencia violenta, su cercanía con sectores
rurales, la infraestructura económica que permite el blanqueo de dineros con
inversión en capitales y bienes raíces y la demanda de cientos de combatientes
y jóvenes que han crecido con un arma entre las manos, son factores que
permiten el advenimiento de una guerra en la que habrá una nueva fragmentación
social local y donde no solamente se disputan intereses económicos sino
ideológicos.
No es
ajeno entonces que el miedo y el clima que crean estos grupos sirva para que se
“legalice” de manera amplia y abierta prácticas policivas cuyas experiencias
(que se apoyan en alianzas y mecanismos conniventes: Ver por ejemplo caso del
General Marco Antonio Pedreros), se juntan para implantar medidas de fuerza
concretas, hacer olvidar actos de corrupción y antidemocracia, y ejercer
control –“Inteligencia”- sobre expresiones organizativas protegidas por el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Constitución Política
de Colombia y por la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
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