lunes, 3 de diciembre de 2012

Carta abierta a mis Colegas de la UPN


Llega a mis ojos y oídos, y también a mi corazón y mis entrañas, un Pronunciamiento que hace la Asociación sindical de Profesores Universitarios (ASPU), Seccional UPN, que interpreto como un angustiado y angustiante grito de AUXILIO, como un S.O.S. que se logra pronunciar cuando alguien siente que se está ahogando en medio de un torbellino de intimidación, intolerancia, señalamiento, acciones encubiertas, espionaje policial, y amenazas de todo tipo contra la libre expresión y el mismo pensamiento crítico. ¿Cómo no calificar esta situación como una intimidación sistemática? ¿Provocada? ¿Orquestada?
Un grito de Auxilio y un S.O.S. que se dirige a la Defensoría del Pueblo, a las Directivas de la UPN y a la Sociedad civil, pero sobre todo a los estamentos universitarios y a los científicos sociales para que abran sus ojos y sus oídos a lo que está ocurriendo, HOY Y AHORA MISMO, en ese y otros ámbitos del pensamiento.
¿Cómo no sentirse ahogado, agobiado, sofocado, amenazado en medio de semejante atmósfera de polución sico-ambiental, peor quizá que el clima de una guerra declarada? ¿Cómo no pedir, suplicar, implorar que los grupos responsables de esa nefasta polución, sean identificados, investigados, llamados a cuentas? ¿Cómo no reclamar ante aquellos que, viendo y sabiendo, se hacen los de la vista gorda? ¿Cómo no requerir la atención y la intervención clara y decidida de quienes tienen bajo su responsabilidad la dirección misma de la Universidad? ¿O es que la Dirección de la Universidad no se da cuenta del mensaje que lanza con su silencio cómplice? También los silencios son objetos de semiótica.
Produce malestar, desazón, depresión, ira… saber que el magisterio universitario, mis colegas, mis estudiantes e incluso el personal administrativo se vean obligados a trabajar en semejante clima cultural. ¿Con ese tipo de climas culturales para qué torturas? ¿O es que, acaso, no lo son todas esas formas sutiles de una guerra de baja intensidad? ¿Son acaso de baja intensidad? ¿No tiene, acaso, que ver este “ambiente malsano” con la salud integral de toda la comunidad universitaria? ¿Y con el malestar de la cultura Universitaria? Que no bienestar…
Quién paga los niveles de stress que viven maestros y estudiantes en esta atmósfera apestosa? ¿Y sobre todo, quién paga los efectos de ese stress sobre los cuerpos mismos de maestros y estudiantes? ¿O es que, acaso, hasta ahora estamos descubriendo que tenemos cuerpos que sufren y que lanzan señales bien legibles? ¿Se puede enseñar-aprender en ese ambiente? ¿Es posible pensar en ese ambiente? Es todo el funcionamiento de la institución universitaria el que está en jaque. Es una guerra declarada contra los ambientes que piensan y se rebelan contra la pretensión autoritaria del pensamiento único…
Pienso que sin una política de protección y seguridad universitaria, como también sin una política de salud integral universitaria, estamos hablando de una “situación insostenible”, como dicen mis colegas. Repito: situación insostenible. Un juicio de valor que es preciso tomar en serio. No es una comedia es una tragedia. Es en la práctica un acoso sostenido, una variación perversa del bullyin, y no solo para el que hoy está bajo amenaza, a quien obviamente es preciso rodear, sino también para todos los miembros activos de la comunidad universitaria.
Tengo la molesta sospecha de que la actual Dirección de la UPN no ha logrado captar la dimensión de esta amenaza y ha confundido sus escritorios con trincheras en donde puede esconder su carácter pusilánime, en lugar de salir a la calle con la frente erguida y la dignidad a flor de piel, para asumir valerosamente la lucha por la Universidad pública y, en general, proseguir con las banderas de las instituciones que fueron diseñadas para producir conocimiento y despertar la conciencia crítica.
Digámoslo francamente, se necesita un carácter recio para atajar, con determinación y dignidad, las hordas del NACIONAL-CAUDILLISMO que han ocupado, en sentido militar, más territorios de los que conocemos e imaginamos. Y ya sabemos quién las comanda porque es vox populi.
Atención, entonces, ¡ojos abiertos y oídos despiertos! No es por casualidad que las instituciones universitarias han sido declaradas “objetivo militar”.
Me gustaría mucho, estar equivocado en esta conjetura.

Rafael Ávila Penagos
Profesor pensionado
CC. 17.054.411 de Bogotá.
Noviembre 27 de 2012

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