En un
momento en el que los estudiantes de varias universidades del país se
encuentran en paro y se disputan derechos fundamentales para los ciudadanos, se
hace propicio hablar de la dignidad de la educación. En la siguiente columna de
opinión, se exponen elementos centrales acerca de la propuesta educativa más
allá de las reivindicaciones sectoriales de los estudiantes.
Por
Felipe Meneses*. Se comenta mucho acerca de las nuevas conceptualizaciones
acerca el sistema de educación superior que permitan concebir el proceso
formativo universitario desde otras lógicas. Es casi una constante el debate
sobre la pertinencia de la enseñanza superior y de la finalidad que tienen los
espacios en las que esta se expresa, es decir, las instituciones de educación
superior. Estos debates dan cuenta de procesos históricos de reformulación del
sistema económico y los modelos que ha tomado para poder reconstruirse luego de
varias crisis sufridas en el siglo XX.
En este
marco se inserta el concepto de calidad académica, muy discutido y
problematizado en Colombia a propósito de estos últimos años convulsionados en
los que la educación ha sido tema predilecto por gobiernos y para la
movilización social. Sin embargo, ¿Será el concepto adecuado para medir la
educación superior? ¿A qué responde este concepto y su funcionalidad? ¿Qué
otras propuestas hay para medir la educación superior? Son preguntas que están
en el tintero y que de seguro deberán responderse para avanzar en la
construcción de un nuevo modelo educativo que responda a las necesidades de este
país tan complejo y diverso.
Quienes
han promulgado por una educación para la liberación de los pueblos, la
construcción de sujetos críticos y la transformación, consideran que los
conceptos más aplicables a la medición económica que a la académica son
inaceptables para diagnosticar la educación superior. El caso más cercano y
concreto es el debate que acerca de la calidad académica, concepto utilizado
para medir los estándares de la educación con una vara que apunta más a la producción
de renta que de insumos para un conocimiento integral que aporte a solucionar
los problemas de las comunidades en contextos específicos. Por tal razón,
profesores como Renán Vega se han empeñado en tratar de construir un nuevo
concepto dé mayor legitimidad a la apuesta por una educación más aportante para
Colombia. Ese concepto es la dignidad educativa, que sin decir mucho, plantea
un debate sobre el qué hacer político de la educación y su validez en el
espacio – tiempo.
Si bien
el debate resurgió gracias a las problemáticas de la educación superior, no se
puede desconocer que es necesario trascender del espacio y lograr empalmar las
apuestas por una educación digna integral extrapolando las disputas a la
educación básica y secundaria. ¿Acaso la educación no es un ejercicio
permanente que atraviesa varios ciclos formativos en los que la educación
básica y secundaria son fundamentales? No se puede entonces pretender tener una
educación superior de ‘calidad’ sin antes suplir las necesidades reales que hoy
aquejan a nuestros colegios y que se evidencian en el desbalance que existe
entre educación pública y privada, entre otros.
Bajo
esta lógica se hace necesario debatir sobre una educación digna integral que
permita a los estudiantes formarse para ser sujetos políticos y críticos frente
a la sociedad, a la vez que aportar desde los conocimientos adquiridos a las
mejorías de las condiciones de vida de la sociedad en su conjunto antes que al
incremento de la plata privada de algún empresario o grupo económico
individual. Es necesario entonces pensar en la educación como un sistema que
debe partir desde los grados más básicos y que concluiría insitucionalmente
hablando con estudios de posgrado, sistema que se complementa y se construye a
partir de la equidad formativa y de las necesidades reales del país para suplir
sus baches económicos, sociales y políticos.
Es muy
problemático pensar que la educación secundaria hoy día atraviesa por una gran
crisis y que los debates sólo se centran en la educación superior, dado que
quienes no logran acceder a este rango educativo terminan siendo borrados de
las lógicas estatales para este ámbito y pasan a hacer parte del ámbito
laboral. En mayoría terminan siendo
desempleados y convirtiéndose en la reserva necesaria para sustentar el statu
quo económico; el problema precisamente radica en que las soluciones no se
busquen desde la raíz sino que traten de implementarse como una medida a raja
tabla que desconoce el verdadero meollo del asunto.
Cuando
se levanta la voz por una integralidad educativa se clama por entender que si
el sistema de educación es precario no es precisamente porque las universidades
no sean de ‘alta calidad’, porque de hecho muchas de ellas lo son en este país,
sino porque no existe una apuesta estratégica por parte del Estado para
posibilitar un ingreso masivo de estudiantes graduados del colegio a las
instituciones de educación superior, sino que simplemente el colegio funge como
colador para determinar quién puede ser un académico y quien seguirá sirviendo
a las lógicas del trabajo asalariado que tanto han degrado al ser humano en
este sistema actual.
Creemos
entonces que la educación secundaria debe de entenderse también desde la lógica
de la dignidad educativa partiendo de la consolidación de unas bases formativas
claras que sirvan para solventar los problemas reales de las comunidades en
Colombia, debe de potenciarse el aprendizaje secundario como pilar base para un
aprendizaje superior, no es posible dar un debate sobre ‘Calidad académica’
desconociendo los baches gigantescos de la secundaria, como tampoco es posible
seguir midiendo la educación con la vara del capital antes que con la vara de
la academia; el sentir que muchos hemos consolidado como estudiantes
universitarios debe de nutrir los debates de la secundaria con el fin de poder
tener una integralidad en las apuestas para la consecución de una educación
para un país con soberanía, democracia y paz.
No
sobra decir que el concepto de ‘calidad’ merece pues una reevaluación, la
posibilidad de avanzar en la construcción de un nuevo concepto medidor de la
educación permitirá a su vez desarrollar un nuevo qué hacer educativo y unas
nuevas apuestas por la función de la educación en todos sus aspectos
institucionales, desde el nivel base (preescolar), pasando por un nivel medio
(escuela y colegio), hasta un nivel superior (pregrados y posgrados), sólo así,
entendiendo la educación como un todo podremos construir la educación de
nuestros sueños.
1 comentarios:
Doctor:
Felipe Meneses.
Estoy totalmente de acuerdo con sus planteamientos aquí presentados, aunque me gusaría hacer hincapié en la educación del niño en su más tierna infancia (los siete primeros años de vida); pues es en esta etapa donde se forma el carácter, se forjan el temperamento y la personalidad: se crean las actitudes y aptitudes, se forman los centros cerebrales de gustos y disgustos, de complacencias e incomplcencias, de aceptaciones o rechazos, de virtudes y de vicios. En suma, se estructura la vida psíquica. La causa de la violencia en Colombia y la condición de país subdesarrollado y en retroceso, se debe esencialmente al abandono de la niñez. Por las razones anotadas, lo invito muy cordialmente a leer
Propuesta de REFORMA ALA EDUCACIÓN DEL NIÑO EN SU MÁS TIERNA INFANCIA y PSICOANÁLISIS Y PEDAGOGÍA FORMATIVA, contenidos en el blog http://www.losplanosdelapatriaanhelada.org/
Atentamente:
Benhur Chica Giraldo, M.Sc.
Profesor jubilado U. N.
-véase en Google-.
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