jueves, 13 de agosto de 2015

Transformemos la U. Distrital pero con voz propia

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Escrito en torno al proceso de reforma.
Hace ya un buen tiempo que no nos pronunciábamos frente a la coyuntura actual de nuestra universidad, frente a lo cual nos hemos hecho la autocrítica y decidimos romper con ese silencio absurdo y con este texto darles la bienvenida a un semestre más de estudio y lucha.
Actualmente la Universidad Distrital atraviesa por un periodo de reforma, espacio que se ganó tras la histórica lucha del año anterior que derogó los acuerdos 008 y 009 de 2014, los que pretendía imponer autoritariamente el Consejo Superior y que, entre otras cosas, perjudicaban la autonomía universitaria e implantaban un modelo taylorista de la educación que encajaba dentro de las necesidades de esta etapa del capitalismo global, como señalamos en ese entonces. [1]
Con este escrito pretendemos pronunciarnos frente al manejo que ha tenido dicho proceso, además de dar algunas pinceladas que esperamos sean de utilidad para plantearnos nuestro actuar en la universidad.
Reforma Express
Una vez levantado el paro del 2014, se acordó la hoja de ruta según la cual se construirá la reforma que transformaría la universidad, y desde un principio esta mostró que no despegaría el pie del acelerador. La hoja de ruta se concretó con 3 miembros del consejo superior (CSU), 3 del consejo académico y 3 representantes del movimiento multiestamentario que patrocinó el paro universitario, los cuales a decisión del CSU, tenían que presentar su ruta metodológica en tan sólo 6 días, y así lo hicieron con prontitud, quedando como resultado final una hoja de ruta que transformaría la universidad en tres niveles pasando antes por una fase previa de sensibilización y “consolidación de la concepción de universidad que queremos”.
Esta primera fase acaba de concluir y el panorama se muestra contradictorio a lo que se esperaba, en primer lugar el sector estudiantil no ha tenido apropiación del proceso de reforma, lo cual hace que quien lo haya manejado sea principalmente el consejo superior en cabeza del rector encargado. Esto se debe por un lado, a la falta de voluntad de participación de la comunidad académica, pero sólo en parte, pues la causante principal es una evidente falta de difusión de los espacios convocados por la administración, así, el CSU ha impuesto sus agendas frente a lo que considera debe ser el proceso de transformación de la Distri y con la amenaza de los acuerdos 008 y 009 respirándonos en la nuca, lo cual nos lleva a un segundo punto: en mayo, el consejo superior expidió el acuerdo 06 de 2015, [2] el cual decreta el tiempo para reformar la U.D en 8 meses y determina que el estatuto general de la universidad se modificará conforme a propuestas existentes, dentro de las cuales se incluyen los acuerdos 008 y 009 de 2014 hostiles al constituyente primario de la comunidad académica, es decir estudiantes, docentes y trabajadoras. Este acuerdo brinda al consejo superior no sólo las capacidades para sentenciar autoritariamente los tiempos en que se llevara a cabo dicha reforma, independientemente de las dinámicas en que los estamentos de la universidad construyan sus propuestas, sino que también le otorga al rector una capacidad de incidencia desmesurada frente al articulado de reforma que finalmente será implementado, lo cual es bastante peligroso teniendo en cuenta que es un rector que el CSU ha impuesto a dedo, cosa que no es de extrañar. Todo esto apunta a librar la reestructuración de la universidad de cualquier elemento democrático y negar a la comunidad académica una participación que realmente tenga incidencia en el proceso, pues las propuestas desde el sector estudiantil y docente si se quieren democráticas, se construyen desde los espacios de base y estos requieren del factor tiempo para desarrollarse, por eso la reforma express le resulta bastante favorable a quienes consideran que es una minoría la que debe reformar la U.D.
Movimiento estudiantil caído
Este acuerdo se enmarca en una caída del movimiento estudiantil que las administrativas han sabido aprovechar y que es producto de un activismo que no supo leer la coyuntura que se venía tras el escenario ganado por la lucha del 2014. La movilización activa, las jornadas de agitación y las asambleas junto con el contundente paro que derogó los nefastos acuerdos, eran muestra de un movimiento estudiantil fortalecido a nivel local, que evidenciaba mayores grados de concienciación probablemente no vistos desde el año 2011 cuando se tumbó la reforma a la ley 30. En algunos sectores el problema radicó en creer que bastaba con ganar el escenario para que la reforma que viene en camino significara una verdadera democratización de la universidad, nada más errado; por otro lado estábamos quienes permitimos que ese auge se desperdiciara dejando de lado el trabajo de base en los consejos estudiantiles, siempre tan necesario.
Ambos sectores nos dormimos; están quienes una vez ganado el espacio, entraron a disputar un modelo “alternativo” de universidad más desde sus concepciones partidistas que desde las necesidades de quienes componen la comunidad académica. Quienes fueron a presentar posturas personales y grupales que no han sido discutidas en lo colectivo, hoy despiertan de su sueño con el ataque del CSU a la democracia en el proceso por medio del 006, sacando provecho de un movimiento estudiantil debilitado que no encuentra legitimidad en la forma en que se está reformando la Distri y razón tiene, proceso que repite la historia de la MANE cuya legitimidad se perdió por el centralismo que algunos sectores ejercieron en ella a la hora de construir alternativas de modelo de educación sin tener en cuenta las bases. Conviene comprender que un reflujo del movimiento estudiantil siempre se verá reflejado en perdidas, en un retraso que las administrativas no dudaran en aprovechar. La pacificación de los y las estudiantes se paga y caro.
Ahora bien, es obvio que la universidad necesita una transformación que cambie su manejo a uno verdaderamente democrático, pero en esta construcción tiene que haber una concordancia entre los medios y los fines, es decir, no se puede construir democracia por medios antidemocráticos y autoritarios. Ello requiere que haya una amplia participación de quienes están implicados en el espacio a democratizar, ya que sin ellos la toma de decisiones seguirá siendo auspiciada por unas pocas y el modelo de universidad centralista de pequeñas dictaduras de turno seguirá reproduciéndose. Es por eso que invitamos a abandonar ese insano vanguardismo, pues tenemos la necesidad no sólo de participar sino de hacer que una gran mayoría se involucre para construir en unidad e igualdad desde las bases en miras a un proyecto político común que se piense a largo plazo de abajo a arriba:
“…un proceso democratización se inicia cuando un grupo suficiente de personas decide exigir participar en condiciones de igualdad en la organización de la vida política y considera además que el resto de la sociedad debe implicarse en el proceso ejerciendo su libertad y autonomía; al mismo tiempo, conforme avanza en el proceso de democratización las personas van consiguiendo un grado de autonomía, libertad y apoyo mutuo superior al que tenían cuando se embarcaron en esta apuesta democrática”. [3]
Lo que sucede es que estamos cayendo en el error de burocratizar las bases del movimiento Estudiantil, con esto queremos decir que a la hora de dar la pelea en las calles, las bases son las protagonistas, pero una vez se gana una posibilidad de transformación es una minoría la que asume el papel de “dirigencia” o autodenominada representación, que guía por completo el proceso, y las bases acolitan esto, sin que lo expresen más allá de la informalidad; así, se pierde el horizonte de universidad democrática. Es el mismo sector estudiantil y docente el que tiene que hablar por sí mismo, pero para esto es necesario construir unidad y ese es el llamado que queremos hacer hoy, a unirnos desde las bases para que hablemos por nosotras mismas y no sean otras quienes se adueñen de nuestra voz.
Pero por supuesto que hay que mirar para dentro también y hacernos la autocrítica, reconociendo que por otra parte estamos quienes nos limitamos al rol de observadores del proceso de reforma sin integrarnos a él por su carácter antidemocrático, sin visibilizar eficientemente nuestro inconformismo, ni moviéndonos desde los escenarios de base que se vieron debilitados por una falta de vocación de quienes los conforman. De esta forma, se desperdició la fuerza con la que venía el movimiento estudiantil, se perdió la unidad que se estaba forjando entre las distintas facultades y nuevamente nos limitamos a movernos en las dinámicas coyunturales, a responder a las circunstancias que trata de imponer el CSU y el gobierno nacional pero no a potenciar una lucha que tenga una significación histórica, un movimiento que dispute el modelo de educación a gran escala, esta fuerza es la que siempre hemos tenido necesidad de formar y en ella radica el elemento decisivo que permite disputarle cambios reales a la administración, hay que entender el movimiento estudiantil y sus manifestaciones no como herramienta contestataria sino como proyecto político.
Nuestra apuesta, entonces, apunta a dinamizar los consejos estudiantiles, hay que fortalecer estos espacios para que nos permitan no sólo pelearnos reivindicaciones académicas y políticas desde lo inmediato sino construir una propuesta en común como movimiento estudiantil y docente, más allá de las diferencias entre organizaciones y activismos (pues es como sector que tenemos fuerza y no como organizaciones o individualidades), un proceso de desarrollo como sector estudiantil y magisterial en conjunto. Estos espacios deben, en la articulación, diseñar una estrategia a seguir respaldada por un programa y un plan de trabajo que tengan el apoyo de la comunidad académica, que convoque y movilice, y logré una estabilidad que nos constituya como actor social primario dentro de la universidad. Y para esto es necesario que la lucha estudiantil sea horizontal y autónoma, pues el proyecto no tendrá legitimidad y no va a ser defendido sí es construido desde una pequeña fracción del movimiento estudiantil, como sucedió con la ley alternativa de la mane, o sí se edifica desde sectores externos a las necesidades que tenemos como integrantes de la U.D.
La autonomía se ejerce, no se mendiga
Queremos cerrar este escrito con una corta reflexión sobre el significado de la autonomía, pues este principio nos parece fundamental a la hora de construir universidad verdaderamente alternativa. Entendemos la autonomía no como algo que se otorgue a través de un decreto, sino como un proceso que debe construirse incesantemente, y ese modelo alternativo de universidad soñado pasa por edificar una comunidad organizada, por evolucionar la cultura política y democrática, por una trasformación verdadera de los sujetos que conforman la praxis educativa más que por leyes y estatutos, es por eso que creemos que una construcción de la universidad desde sectores populares tiene que ir al margen de lo institucional. Sí bien sabemos que la correlación resulta importante a la hora de cambiar balance de fuerzas, hay que entender por un lado que esta se debe dar una vez tengamos una base fortalecida que tenga consciencia de su fuerza, y por otro lado, que la universidad está inmersa en una lucha entre sectores antagónicos, por lo tanto, la visión y el modelo de universidad que nos pensamos como clases populares es diferente al modelo que se piensa desde los sectores dominantes de la U.D en alianza con partidos políticos lejanos a la Distri, en distancia e intereses, y que quieren hacer que la universidad se organice bajo un modelo empresarial negando la educación como un bien público. Frente a eso nosotros no podemos creer la falsa hipótesis de que podemos sacar posturas conjuntas que articulen una visión de la universidad desde todos los sectores que la componen y nos “represente” a todas, por el contrario, debemos seguir organizándonos como fuerzas antagónicas y no permitir que el movimiento estudiantil pierda su carácter de lucha que es el que en ultimas permite disputarle cosas a la administración y cambiar la correlación de fuerzas a nuestro favor.

¡Que la autonomía se construya y se ejerza, que no se otorgue y se mendigue!
¡La universidad democrática y popular tiene su cuna en los procesos de base permanentes!
¡Arriba las que luchan!
Grupo Estudiantil Anarquista- GeA U.D
i ¡No a la pedagogía del taladro!



[3] García Moriyón, Félix (2009). Senderos de libertad. Los anarquistas en los movimientos sociales. Terramar ediciones. Pág. 101.



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