En
Colombia es fácil sospechar. Somos un país en guerra, y nos cuesta distinguir
entre un ciudadano inocente y un malintencionado guerrero que oculta su
identidad tras una imagen benévola. No es fácil dejar a un lado los prejuicios
cuando tanto nos han acostumbrado a desconfiar de los demás. A quién tiende su
mano nos hemos habituado a contestarle con indiferencia, recelo y, en el mejor
de los casos, escepticismo.
Nos
parece ingenuo creer en la bondad de los demás. Estamos acostumbrados a pensar
en que detrás de toda buena intención hay un sujeto interesado que no quiere
más que su propio beneficio. Así, nos es difícil reconocer que hay gente
honesta, que actúa en coherencia con lo que dice, y que se toma el tiempo de
pensar en qué es lo mejor para sí mismo, para sus seres queridos y para su
país.
Hace
algunos años hubo una coincidencia entre varia gente que, desafiando la idea de
que la solidaridad es el manto velado de un acto egoísta, se reunió con la idea
de que un mundo mejor requiere de acciones conjuntas y transformadoras. El
Proceso Nacional Identidad Estudiantil fue el resultado de un esfuerzo
cotidiano, constante y valeroso de una gran cantidad de estudiantes
universitarios que soñaron con la construcción de un movimiento estudiantil que
combinara la defensa de la universidad pública, la propuesta de un nuevo modelo
de educación que contribuyera a la formación de un nuevo país, y la
participación en las luchas sociales y populares.
Este
proceso viene en construcción desde la primera década del 2000, y a pesar de
ser una articulación nacional, tiene sus raíces en experiencias locales y
regionales. En Medellín, por ejemplo, se fortaleció gracias al esfuerzo de
varios colectivos que trabajaron en un mismo sentido.
En el
2007, estudiantes de las facultades de Ciencias Exactas y Naturales y de
Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquía venían trabajando en
el colectivo Con-ciencia y Sociedad, con el cual buscaban problematizar la
relación entre la universidad y la sociedad, es decir, formar sujetos políticos
que no sólo se educaran académicamente sino que establecieran lazos y
enriquecieran las luchas sociales. Entre el 2002 y el 2004 nació el semillero
de ciencias sociales CEID-ADIDA (Centro de Estudios e Investigaciones Docentes
de la Asociación de Institutores de Antioquia) como iniciativa para formar
sujetos críticos ante el hecho de que los cursos de ciencias sociales y humanas
en los colegios no estaban lográndolo. Este proceso llegó a instituciones
educativas como el Pascual Bravo, el INEM, el CEFA, el Marco Fidel Suárez,
entre otros-. Posteriormente, en el 2007, el semillero empezó a llamarse
Restando Indiferencia, con el cual sumaban enseñanzas extracurriculares a los
cursos tradicionales y formaban a los estudiantes en una inquietud constante por
la transformación del país.
Entre
el 2008 y el 2009 –en el marco de una reactivación de las luchas estudiantiles
de la Universidad de Antioquia- se conformaron varios colectivos. El colectivo
En Construcción se interesó en el tema de los Derechos Humanos, el Colectivo
Multimedial Los Ninguneados se enfocó en la contrainformación como alternativa
a la comunicación monopolizada por los grandes medios nacionales y regionales,
el colectivo Conscientes Irreverentes contribuyó al debate y a la acción
alrededor de las reivindicaciones de género y la disputa antipatriarcal; y el
colectivo Paulo Freire le hizo honor a su nombre generando procesos de
educación popular.
En el
2010, después de un periodo de inactividad, el Proceso Nacional de Identidad
Estudiantil tuvo su tercera asamblea, a partir de la cual puede hablarse de un
considerable resurgimiento del proceso. Los colectivos de la Universidad de
Antioquia, que venían participando de este y otros espacios, también retomaron
su participación allí. Identidad Estudiantil emergió como una organización
estudiantil diferente, con repertorios alternativos y maneras de organizarse
novedosas: organización horizontal en la cual prevalecían los colectivos
regionales y locales, que buscaba distanciarse de las tradicionales estructuras
estudiantiles, con sede central, línea vertical y orientación desde arriba
hacia abajo.
Los
integrantes de Identidad Estudiantil, que surgió de estos y muchos otros
colectivos, se alejaron de los discursos desgastados de las movilizaciones
estudiantiles previas. Le propusieron a los estudiantes crear mesas amplias,
distintas a las coordinadoras en las cuales sólo cabían los de siempre. Así
nació la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE) en la que todos cupieron y con
la cual tumbaron –entre todos- la reforma a la ley 30. Y se ganaron a pulso el
respeto. Se lo ganaron sin deberle nada a nadie, sin tener deudas con nadie.
Como
parte de un proceso de construcción colectiva nacional compleja, Identidad
Estudiantil ha tenido momentos difíciles. La articulación nacional significó la
disminución de autonomía por parte de los colectivos y esto llevó a momentos
traumáticos en los cuales algunos estudiantes no se sintieron recogidos en el
proceso. Con todo, Identidad Estudiantil ha tenido un carácter autocrítico y
los colectivos locales han sabido evaluar y superar a tiempo los errores que,
como cualquier esfuerzo colectivo autónomo, han tenido. Para ello han sido
fundamentales las discusiones de los
encuentros locales y nacionales, en las cuales han definido líneas de
acción y prácticas concretas que buscan fortalecer el camino.
Siguen
trabajando. No descansaron, no han descansado. En la Universidad de Antioquia
se ganaron un lugar. En la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas lograron impulsar
procesos fundamentales. Afirmaron que, ante todo, eran estudiantes y que, como
tales, debían sobre todo buscar, crear y posicionar su conocimiento. La Semana
de las Ciencias Sociales que se lleva a cabo hoy en esta facultad es el
resultado de sus luchas. Y esto es tan
sólo una pequeña muestra de lo que han hecho.
Identidad
Estudiantil ha sido un proceso de construcción democrática, de inventiva y
transformación; una muestra de nuevas formas de la política estudiantil que ha
emergido en los últimos años. Entre las diferencias locales y regionales, han
encontrado que lo que los une es una identidad común: la de ser
estudiantes. Los estudiantes de este
proceso hacen práctica la consigna “A estudiar y a luchar”: estudian luchando y
luchan estudiando. Como universitarios, estudian e investigan, pero también crean y transforman.
Esta
identidad se encuentra hoy atacada. La dignidad de sus esfuerzo se encuentra
herida. De los falsos positivos judiciales que hay en este momento en los
juzgados de Paloquemao, 7 pertenecen a este ejemplar proceso. Ante esta
dignidad herida y esta identidad bajo sospecha, no podemos hacer menos que
lanzar un grito fuerte: “Libérenlos son Inocentes”.
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