jueves, 25 de junio de 2015

La larga pelea por la calidad de la educación

Colombia Informa
Una de las demandas históricas de los estudiantes ha sido conseguir calidad educativa. En esta columna de opinión, el vocero para Medellín de la organización Identidad Estudiantil, expone algunos datos históricos de esta pelea y abre el debate para continuar la movilización y la lucha por la educación en Colombia.
Por Felipe Meneses*.
En 1971 los estudiantes colombianos se encaminaron a una movilización nacional en busca de soluciones a las problemáticas con la educación superior del país. Una época convulsa para Colombia con estados de sitio continuos, gobiernos reaccionarios y un contexto de violencia nacional en la que el Estado arreciaba contra todo aquello que pudiese sonar ajeno a sus posturas. Sin embargo, esos jóvenes soñadores se levantaron por encima de cualquier ataque policivo o acción represiva que no les permitiera expresarse.
Se reunieron clandestinamente en Cali, Medellín y Bogotá para discutir sobre el país ya que no se les permitía hacerlo ampliamente y terminaron creando el mayo del 68 colombiano: el Programa Mínimo de los Estudiantes, el cual fue la cúspide de aquella movilización que logró expulsar a la iglesia del espacio administrativo de las universidades permitiendo, a la vez, que los estudiantes gobernaran en conjunto con los demás estamentos de la institución.
Sin embargo, este último esfuerzo no pudo trascender lo suficiente y tiempo después volvería la normalidad antidemocrática que sumergía, y sumerge, a la educación superior en una evidente inestabilidad. Muchos fueron los puntos de discusión en aquellos tiempos: el debate sobre la educación, qué la determina, cuál es su función y, en este sentido, los debates se cualificaron con el pasar de los años.
Al respecto, varias críticas se centran ahora en las formas de medición de la calidad educativa, planteando la necesidad de pensar otro término que no esté determinado por el capital financiero ni responda a las lógicas empresariales antes que a las académicas, es decir, un término que no considere a la educación como un bien mercantil en el que la producción económica prima por sobre la producción de conocimiento. Asimismo, las problemáticas que llevaron a la organización estudiantil, tanto en 1971 como en 2011, a cuestionar los estamentos vigentes, tiene que confrontar la discusión sobre las soluciones frente al problema de la educación en Colombia.
En la Universidad de Antioquia, por ejemplo, la nueva administración asume que la calidad está determinada por la capacidad de quienes ingresan a la institución, dejando de lado debates históricos que han demostrado que la calidad está ligada a la financiación estatal de la educación, a los índices de bienestar universitarios y a la urgencia de medir la universidad en términos académicos y no financieros ¿Qué haremos entonces los estudiantes? ¿Dejaremos que pase por alto el planteamiento de la nueva administración y se implementen reformas que no solventarán, en lo más mínimo, el problema de la calidad o seguiremos construyendo propuestas con miras a desarrollar una educación funcional al contexto colombiano?
Los problemas de hace 40 años siguen vigentes, hoy se clama por la democracia dentro de los campus, se espera que el Estado supla el déficit y también que respete el ejercicio de agremiación estudiantil libre sin señalamientos criminales. Son muchos, entonces, los motivos para recordar las movilizaciones pasadas del estudiantado colombiano, muchas las razones para seguir avanzando en debates sobre la crisis y una educación más digna al servicio de los pueblos. Tenemos que buscar los mecanismos organizativos y formativos que nos permitan demostrarle al Estado que nuestras acciones inciden en la construcción de lo que queremos.
Las fechas 8 y 9 de junio reivindican para la memoria la lucha estudiantil, aquella que desde 1929 con la muerte de Gonzalo Bravo, en 1954 con la masacre perpetrada por el gobierno de Rojas Pinilla, la protesta de 1971, el impulso de la Séptima Papeleta y la llegada de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil -MANE-, nos ha enseñado solo una cosa: que luchar por una educación digna para un país con democracia, soberanía y paz ha sido, es y será una lucha justa.

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