Durante
las últimas semanas, uno de los temas que más ha estado presente en la opinión
pública es la educación: el paro de maestros adelantado por docentes de
instituciones educativas públicas, permitió ponerla nuevamente en la agenda
nacional. Sin embargo, durante este proceso se hizo evidente la falta de
participación de uno de los sectores sociales que históricamente ha tenido
mayor presencia en el escenario de la movilización social y popular: los
estudiantes de educación superior y sus demandas por una educación pública,
gratuita y de calidad que hace apenas unos años inundaban las calles del país.
A
partir de esta situación surgen varias preguntas acerca de qué pasó con los
estudiantes después de las movilizaciones de 2011 y 2012 y cuál es el estado actual
del movimiento tanto en el país como en la localidad.
Haciendo
un barrido de prensa rápido, puede encontrarse que en este momento se llevan a
cabo procesos de movilización en instituciones como la Universidad Industrial
de Santander, la Universidad Nacional sede Bogotá, la Universidad del Valle
entre otras. En el caso específico de Medellín, llama la atención el estado de
cosas de tres instituciones de educación superior: el politécnico Jaime Isaza
Cadavid, la Universidad Nacional y la Universidad de Antioquia.
En
primer lugar, desde hace ya varios días, en el poli varios estudiantes
mantienen un campamento dentro de la institución, cuya exigencia fundamental
está ligada al aumento presupuestal que permita contrarrestar un déficit
financiero de aproximadamente 19.000 millones de pesos que ni la administración
departamental ni la nacional se niegan a asumir en su totalidad.
Una
situación similar se vive en la sede Medellín de la Universidad Nacional, donde
desde hace algunas semanas viene desarrollándose un proceso de movilización que
se inició a partir de las reivindicaciones salariales de los trabajadores, y
que posteriormente incluyó un pliego de peticiones triestamentario que exige,
entre otras cosas, el cese a la persecución de los estudiantes que ejercen las
ventas informales dentro de la institución, la ampliación de programas de
bienestar en la sede, el cambio en el sistema de multas de la biblioteca, entre
otras cosas.
Con
todo y el cese de actividades que se decretó el pasado 8 de mayo, se hace
evidente que la movilización en esta institución no es muy fuerte: en primer
lugar, al visitar los campus de la Universidad Nacional de la ciudad, es
notoria la baja participación de estudiantes en las actividades se convocan. Además de eso, y pese a los matices que
puedan existir, se nota una alta polarización entre dos “sectores” del
estudiantado: por un lado aquellos que rechazan las acciones de hecho y las
movilizaciones estudiantiles, y por otro, quienes defienden el mecanismo de
asamblea permanente como única forma de conseguir las reivindicaciones
consignadas en el pliego.
Contrario
a lo anterior, aunque la Universidad de Antioquia a lo largo de la historia se
ha constituido en la “vanguardia” de la movilización estudiantil en la ciudad,
en la actualidad esta institución atraviesa un período de reflujo del
movimiento estudiantil, ya que si bien se han presentado coyunturas como la
designación antidemocrática del rector y el mismo paro de docentes del
magisterio, ha habido una apatía frente a las manifestaciones de inconformidad
por gran parte del estudiantado.
Según
Felipe Cardona, vocero del proceso nacional Identidad Estudiantil, esta
situación puede explicarse entre otras cosas por la pérdida de legitimidad del
movimiento estudiantil que quedó como resultado de los errores cometidos
durante el paro universitario llevado a cabo en la institución en el año 2013,
en el que valieron más los egos y las disputas entre posiciones políticas
diversas dentro del estudiantado, que la construcción real de un proceso que
permitiera obtener ganancias plausibles.
A pesar
de las particularidades presentes en cada caso, es claro que las problemáticas
de las distintas instituciones corresponden a expresiones de la crisis
estructural de la educación superior que motivó las movilizaciones de 2011,y
sin embargo, como es evidente ninguno de los procesos que se están llevando a
cabo se encuentra articulado a un referente regional como lo fuera la Mesa
Amplia Regional de Estudiantes de Antioquia- MAREA, ni mucho menos a un
referente nacional como durante los últimos años había sido la MANE.
Para
explicar este fenómeno, habría que remitirse a varios acontecimientos que
marcaron el rumbo del movimiento estudiantil colombiano y que tuvieron lugar
tanto dentro del proceso de movilización como después del retiro por parte del
gobierno del proyecto de Ley 112 en noviembre de 2011.
En
primer lugar, vale la pena mencionar la pérdida de legitimidad de la MANE en
distintas instituciones de educación superior, la cual obedece principalmente a
la forma antidemocrática como se dio por finalizado el paro nacional
estudiantil al cual se le dio fin en un evento centralizado en Bogotá sin
contar con discusiones previas en las asambleas de las distintas regiones.
A
partir de este último evento y ante la victoria que significó haber derrotado
el proyecto de Ley, se inició el proceso de construcción de una ley alternativa
de educación superior, dinamizado por la comisión académica creada por la Mesa
Amplia Nacional Estudiantil y la cual contaba con participación de
organizaciones estudiantiles de carácter local y nacional y con espacios de
confluencia organizativa como era el caso de la MAREA. En este momento, empezó
a notarse la disminución de la participación activa del grueso de los
estudiantes, debido sobre todo a los altos niveles de compromiso que implicaba tal
tarea.
Por
otra parte, después de los hechos acontecidos en 2011 en el país se inició un
período de álgidas movilizaciones en el que varios sectores sociales y
populares comenzaron a mostrar inconformidades frente al gobierno nacional.
Esto, aunado a la coyuntura que impuso el inicio del proceso de negociación
entre las FARC y el Gobierno, hicieron que muchas de las organizaciones
estudiantiles que a su vez hacen parte de otras plataformas políticas, abocaran
sus capacidades a estas y dejaran en un segundo plano la lucha por la educación
superior.
Todos
estos elementos, dan cuenta de que en la actualidad no existe un movimiento
estudiantil en el sentido amplio del término, sino movilizaciones fragmentadas
que si bien pueden generar logros concretos dentro de cada una de las
instituciones, no están en la capacidad de hacerle frente a las políticas de
educación superior impulsadas por el gobierno actualmente.
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