jueves, 14 de mayo de 2015

Y en Medellín: ¿Qué ha pasado con el movimiento estudiantil?


Durante las últimas semanas, uno de los temas que más ha estado presente en la opinión pública es la educación: el paro de maestros adelantado por docentes de instituciones educativas públicas, permitió ponerla nuevamente en la agenda nacional. Sin embargo, durante este proceso se hizo evidente la falta de participación de uno de los sectores sociales que históricamente ha tenido mayor presencia en el escenario de la movilización social y popular: los estudiantes de educación superior y sus demandas por una educación pública, gratuita y de calidad que hace apenas unos años inundaban las calles del país.
A partir de esta situación surgen varias preguntas acerca de qué pasó con los estudiantes después de las movilizaciones de 2011 y 2012 y cuál es el estado actual del movimiento tanto en el país como en la localidad.
Haciendo un barrido de prensa rápido, puede encontrarse que en este momento se llevan a cabo procesos de movilización en instituciones como la Universidad Industrial de Santander, la Universidad Nacional sede Bogotá, la Universidad del Valle entre otras. En el caso específico de Medellín, llama la atención el estado de cosas de tres instituciones de educación superior: el politécnico Jaime Isaza Cadavid, la Universidad Nacional y la Universidad de Antioquia.
En primer lugar, desde hace ya varios días, en el poli varios estudiantes mantienen un campamento dentro de la institución, cuya exigencia fundamental está ligada al aumento presupuestal que permita contrarrestar un déficit financiero de aproximadamente 19.000 millones de pesos que ni la administración departamental ni la nacional se niegan a asumir en su totalidad.
Una situación similar se vive en la sede Medellín de la Universidad Nacional, donde desde hace algunas semanas viene desarrollándose un proceso de movilización que se inició a partir de las reivindicaciones salariales de los trabajadores, y que posteriormente incluyó un pliego de peticiones triestamentario que exige, entre otras cosas, el cese a la persecución de los estudiantes que ejercen las ventas informales dentro de la institución, la ampliación de programas de bienestar en la sede, el cambio en el sistema de multas de la biblioteca, entre otras cosas.
Con todo y el cese de actividades que se decretó el pasado 8 de mayo, se hace evidente que la movilización en esta institución no es muy fuerte: en primer lugar, al visitar los campus de la Universidad Nacional de la ciudad, es notoria la baja participación de estudiantes en las actividades se convocan.  Además de eso, y pese a los matices que puedan existir, se nota una alta polarización entre dos “sectores” del estudiantado: por un lado aquellos que rechazan las acciones de hecho y las movilizaciones estudiantiles, y por otro, quienes defienden el mecanismo de asamblea permanente como única forma de conseguir las reivindicaciones consignadas en el pliego.
Contrario a lo anterior, aunque la Universidad de Antioquia a lo largo de la historia se ha constituido en la “vanguardia” de la movilización estudiantil en la ciudad, en la actualidad esta institución atraviesa un período de reflujo del movimiento estudiantil, ya que si bien se han presentado coyunturas como la designación antidemocrática del rector y el mismo paro de docentes del magisterio, ha habido una apatía frente a las manifestaciones de inconformidad por gran parte del estudiantado.
Según Felipe Cardona, vocero del proceso nacional Identidad Estudiantil, esta situación puede explicarse entre otras cosas por la pérdida de legitimidad del movimiento estudiantil que quedó como resultado de los errores cometidos durante el paro universitario llevado a cabo en la institución en el año 2013, en el que valieron más los egos y las disputas entre posiciones políticas diversas dentro del estudiantado, que la construcción real de un proceso que permitiera obtener ganancias plausibles.
A pesar de las particularidades presentes en cada caso, es claro que las problemáticas de las distintas instituciones corresponden a expresiones de la crisis estructural de la educación superior que motivó las movilizaciones de 2011,y sin embargo, como es evidente ninguno de los procesos que se están llevando a cabo se encuentra articulado a un referente regional como lo fuera la Mesa Amplia Regional de Estudiantes de Antioquia- MAREA, ni mucho menos a un referente nacional como durante los últimos años había sido la MANE.
Para explicar este fenómeno, habría que remitirse a varios acontecimientos que marcaron el rumbo del movimiento estudiantil colombiano y que tuvieron lugar tanto dentro del proceso de movilización como después del retiro por parte del gobierno del proyecto de Ley 112 en noviembre de 2011.
En primer lugar, vale la pena mencionar la pérdida de legitimidad de la MANE en distintas instituciones de educación superior, la cual obedece principalmente a la forma antidemocrática como se dio por finalizado el paro nacional estudiantil al cual se le dio fin en un evento centralizado en Bogotá sin contar con discusiones previas en las asambleas de las distintas regiones.
A partir de este último evento y ante la victoria que significó haber derrotado el proyecto de Ley, se inició el proceso de construcción de una ley alternativa de educación superior, dinamizado por la comisión académica creada por la Mesa Amplia Nacional Estudiantil y la cual contaba con participación de organizaciones estudiantiles de carácter local y nacional y con espacios de confluencia organizativa como era el caso de la MAREA. En este momento, empezó a notarse la disminución de la participación activa del grueso de los estudiantes, debido sobre todo a los altos niveles de compromiso que implicaba tal tarea.
Por otra parte, después de los hechos acontecidos en 2011 en el país se inició un período de álgidas movilizaciones en el que varios sectores sociales y populares comenzaron a mostrar inconformidades frente al gobierno nacional. Esto, aunado a la coyuntura que impuso el inicio del proceso de negociación entre las FARC y el Gobierno, hicieron que muchas de las organizaciones estudiantiles que a su vez hacen parte de otras plataformas políticas, abocaran sus capacidades a estas y dejaran en un segundo plano la lucha por la educación superior.
Todos estos elementos, dan cuenta de que en la actualidad no existe un movimiento estudiantil en el sentido amplio del término, sino movilizaciones fragmentadas que si bien pueden generar logros concretos dentro de cada una de las instituciones, no están en la capacidad de hacerle frente a las políticas de educación superior impulsadas por el gobierno actualmente.


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