La sede
Bogotá de la Universidad Nacional de Colombia vivió desde el 22 de abril hasta
la segunda semana de mayo una dinámica de asamblea permanente con cese de
actividades, agenciada y nutrida por el movimiento estudiantil a través de
diferentes tipos de acciones: conciertos, movilizaciones, tomas a oficinas
administrativas y ocupaciones culturales de algunos edificios emblemáticos de
la Ciudad Universitaria.
Lo que
el 13 de abril empezó como una medida de presión agenciada por el grupo de
trabajadoras y trabajadores administrativos que constituyen el Comité Pro
Mejora Salarial, se transformó en un movimiento mucho más amplio y diverso, que
trascendió el mecanismo de presión agenciado por las y los trabajadores así como
el conflicto laboral mismo.
Parte de
la comunidad universitaria construyó un Pliego de Exigencias compuesto por
reivindicaciones concretas. Dichas demandas se comprenden a partir de dos
problemas estructurales de vieja data en nuestra Universidad, que se
condicionan y posibilitan mutuamente. Sufrimos una política de Estado
neoliberal caracterizada por el abandono estatal en términos financieros, la
desfinanciación progresiva, y últimamente, por la promoción del endeudamiento
como mecanismo principal de financiación.
Articulada
a esta realidad, padecemos una absoluta anti-democracia, lo que viabiliza la
subordinación de nuestra Universidad a los dictámenes gubernamentales, ajenos a
las aspiraciones e intereses heterogéneos de la Comunidad Universitaria.
Nuestros fines misionales (investigación, extensión solidaria y docencia de
alta calidad) se desfiguran por la implementación de un modelo de
Universidad-Empresa.
Varios
puntos del Pliego de Exigencias refieren directamente a esa “minoría de edad
intelectual” a la que pretenden someter a la Comunidad Universitaria con la
ausencia rampante de democracia: la solución por la vía del diálogo del
conflicto laboral, los reclamos de los estudiantes del Programa Especial de
Admisiones y Movilidad Académica contra una “propuesta” de “regionalización” segregadora
e inconsulta, los llamados a una reforma democrática al sistema de admisiones y
la creación de una comisión amplia encargada de viabilizar un Congreso
Universitario, pluralista y heterogéneo, de carácter vinculante y decisorio, en
aras de construir democráticamente un nuevo estatuto general.
De
igual forma, la reivindicación de retomar el carácter público de nuestra
Universidad mediante el logro de la plena financiación estatal, en aras de
superar la nefasta política privatizadora que agencian los neoliberales de
turno, se expresa en los puntos del pliego concernientes a la construcción de
un plan de pago por parte del Estado que permita suplir el déficit de
funcionamiento de nuestra Alma Mater de 150 mil millones de pesos, y a la
negativa de la comunidad universitaria a que se ejecute un cupo de
endeudamiento de 200 mil millones de pesos aprobado por el Consejo Superior
Universitario con el Findeter.
El
contexto que permitió un crecimiento de la movilización estudiantil y el
surgimiento de innovadoras dinámicas de organización en distintas facultades de
la Universidad, estaba marcado por el descontento ante la imposición
antidemocrática del rector Ignacio Mantilla así como por multitud de demandas
insatisfechas a lo largo del tiempo producto de la crisis estructural de
nuestra Nacho en la que la han sumido el abandono estatal y administraciones de
bolsillo de neoliberales y tecnócratas (hacinamiento, carencia de recursos para
la contratación de profesores, violaciones a la libertad de cátedra, etc).
Se fue
posicionando la idea-fuerza de que la ofensiva neoliberal en materia educativa
que tiene a nuestra Alma Mater sumida en una profunda crisis financiera y de
infraestructura que ni el más orgulloso apolítico se atrevería a negar, se
viabiliza en parte por la inexistencia de un sistema de gobierno universitario
auténticamente democrático, que permita que sean los horizontes de sentido de
quienes vivimos y construimos la Universidad los que rijan los destinos de
nuestra institución.
Sin
embargo la fuerza de la movilización no logró, por ahora, la concreción de sus
objetivos. La fuerza aun germinal del movimiento estudiantil, la situación
particular del estamento de las y los trabajadores (el desgaste producto de
sucesivas jornadas de movilización) y la casi ausencia del estamento profesoral
en el proceso, mostraron las limitaciones de la coyuntura.
La
normalidad académica empezó a retornar a la Ciudad Universitaria de manera
desigual desde que el día 6 de mayo la dirección de la Universidad y el Comité
Pro Mejora Salarial -con mediación de la Defensoría del Pueblo – convinieron la
instalación de una Comisión de Verificación de los acuerdos, que deberá rendir
informe el 29 de mayo, así como la reanudación de las discusiones en torno al
conflicto laboral en la UN.
Sin
embargo, el retorno a clases no simplemente se impuso ante la ausencia de los
bloqueos agenciados por las y los trabajadores, sino que fue tramitado al calor
de espacios deliberativos en todas las facultades de la Sede Bogotá. El
disgusto justificado de muchos estudiantes ante el levantamiento de la asamblea
permanente de parte de las y los trabajadores sin que se entrara a discutir el
pliego triestamentario de exigencias no opaca los avances organizativos y de
politización del descontento logrados durante la coyuntura.
En
diversas facultades se logró el establecimiento de franjas de horario de
discusión con el compromiso de la participación del profesorado, en otras
facultades se desarrollarán materias electivas sobre temáticas referentes a la
construcción de un futuro Congreso Universitario con participación
triestamentaria que de luz a nuevo estatuto general y a unos nuevos mecanismos
de gobierno. En otros edificios se vivieron dinámicas de “toma”, que evidencian
novedosas formas de apropiación de los espacios comunes y de construcción territorial.
Las
dinámicas de movilización cultural y política por facultades, así como
asambleas triestamentarias sucesivas con el auditorio León de Greiff a rebosar,
fueron novedosas para muchas y muchos estudiantes que no conocieron las
movilizaciones del 2011 lideradas por la MANE. Existe una certeza en el
ambiente de la necesidad de cambios orgánicos profundos en la Universidad
Nacional, cambios que tengan en cuenta la voz de la comunidad universitaria así
como el sentido de los fines misionales en un contexto histórico donde se
pretende construir un país en paz con justicia social.
¿Qué
sigue para el movimiento universitario de la sede Bogotá de la Universidad
Nacional de Colombia? Potenciar los nichos organizativos que surgieron al calor
del proceso vivido durante el semestre, cualificar el descontento manifiesto
ante la crisis de nuestra Alma Mater, avanzar en la propuesta de Congreso
Universitario (sus tiempos, su composición, su metodología, propuestas
alternativas de estatuto general, etc.) de forma tal que nazca una posibilidad
de democratización que trascienda agendas políticas particulares.
En la
Nacho nos han ocultado en una caverna tal como retrataba Platón, nos han
proyectado con sombras un solo tipo de gobierno, lo que no esperaban es que retomáramos
el rumbo hacia otro horizonte, sumar votos es diferente a sumar corazones por
una universidad distinta, estamos dispuestos a decirle al país que la Nacho es
un laboratorio de paz donde la comunidad universitaria es quien gobierna, por
eso, se ha hecho circular la “Propuesta para alcanzar nuestro sueños” que no es
otra cosa que la hoja de ruta para construir el tan anhelado Congreso UN, del
que saldrá un saludo a los hombres y mujeres libres de América Latina y una
muestra de que otro país y otra universidad son posibles.
Diego
Acosta
@DiegoAcostaUN
María
Alejandra Rojas
@MAlejandraUN
Los3PorUNCongreso
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