No, hoy
no voy a citar a ningún autor especial que pueda vislumbrar el debate que se
siembra hoy en las llagas de este país maltratado pero masoquista a la vez. No
lo voy a citar, porque acá la educación no nos importa, la construcción de
conocimientos que posibiliten una consecución de vida digna en términos
sociales y económicos no le preocupa acá a nadie, no tanto como la repartición
de balas a quienes se consideran enemigos y la exaltación de los asesinos como
un alto grado de patria.
Dígame
usted, póngase la mano en el corazón tal cual y como se la pone cuando en la
televisión se lo ordenan, póngasela usted, solo, en un proceso de introspección.
¿Acaso cuánto tiempo más vamos a repetir la historia de nuestros papás? ¿Cuánto
tiempo más ustedes, padres y madres, quieren que sus hijos repitan sus
historias? ¿Cuánto tiempo tenemos que ganarnos la vida a punta de empujones y
dolencias mientras hay quienes en su envalentonada comodidad y su demagogia
superdotada suponen el rumbo de la vida de muchos a cambio del bienestar de
otros, a los que no les importa nadie?
Acá hoy
no vamos a desenvolver con cohesión académica el por qué asistimos, apoyamos y
sentimos el paro de los individuos que se salieron del prospecto de hombre de
un mundo direccionado por el mercado, para emprender una labor altruista y
desinteresada por tratar de hacer algo que no logró ninguna de las
instituciones sociales de control de las que se ufanan los estados con sus
fábricas de “ciudadanos”, alguien que tiene que asumir los roles sociales que
el mismo sistema mundo de afanes y ventas se ha encargado de desfigurar sin
precio alguno pero sí con todos los costos, acaso es tan necesario enumerar uno
por uno la importancia que tienen los maestros en la construcción de una
sociedad, de ser así, una vez más hay que aplaudir a la enajenación una vez
más, porque ella, por medio de sus señores administradores de poder ha sabido
cumplir el trabajo.
Si
usted es de los que hoy crítica y deslegitima el paro convocado por el sector
docente, usted me da pena y me da entender por qué la crisis de la educación
jamás se resolverá y de paso este mundo jamás, nunca va a cambiar.
¡Dignidad
para todos los profes, que como nosotros son capaces de asumir todos las
catástrofes de la sociedad, intentando que algún día cambie!
Viva el
paro de maestros.
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