Comunicado de Leonardo Jiménez García / Primer Objetor
por conciencia en Medellín Graduado de la Universidad Libre de Libreta Militar
Han pasado 15 años desde que me declaré objetor por
conciencia. Una plena convicción en que el ejército no le aportaría nada a mi
vida, un mínimo conocimiento del movimiento antimilitarista internacional, y la
cercanía de sujetos rebeldes que me hablaban de esa utopía de un mundo sin
ejércitos me animaron a tomar esta decisión. Tras 15 años de resistencia y de formación
constante de una postura crítica ante el militarismo hoy puedo decir que no me
arrepiento. Esta posición de desobediencia civil ante el servicio militar
obligatorio forjó mi carácter como objetor, y me animo a emprender caminos
hacia la construcción de iniciativas colectivas de paz, de convivencia, de
solidaridad, de trabajo colectivo, procesos en los que he transitado buscando
siempre llenar de sentido mi postura, porque no se trata solo de decir NO, se
trata de proponer, de cuestionar, de construir otras alternativas de vida
coherentes con la visión de una sociedad que tramite sus conflictos sin acudir
a la violencia, asumir que es posible desaprender las prácticas autoritarias,
violentas y verticales que nos impuso la cultura del militarismo.
No ha sido fácil, nada fácil; llega a mi mente el
recuerdo del título de una canción de la Sociedad FB7; “En medio de la guerra
nada es fácil”. Y es que la guerra siempre estuvo presente, recuerdos nítidos
se conservan en mi memoria: el toque de queda permanente en mi barrio de la
infancia (Villatina), la guerra frontal entre combos de cuadra a cuadra, de
esquina a esquina, la caleta de armas en una de las casas de la cuadra, tantos
parceros del colegio que mataron, el asesinato de mi padre en el año 2000 perpetrado
por grupos paramilitares aún impune, el estigma cargado a la espalda por ser un
“joven de comuna popular”, la presencia siempre intimidante del actor armado en
las calles de mi barrio. Sin duda alguna esta postura antimilitarista tomó el
dolor como materia prima para moldearse, y se pulió con argumentos, con
reconocimiento de experiencias y el aprendizaje que representa el vivir, el
caminar sin temor hacia un ideal propio, en un país en el que tener ideales y
convicciones que cuestionen el autoritarismo esta prohibido, en un país en el
que la palabra libre sincera tiene que hablar bajito para evitar ser asesinada.
Llego a mi vida en el año 2009 la oportunidad de formarme
como profesional. Empecé mi carrera en la facultad de comunicación en el
Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid de Medellín, y el mismo día que
tramité la matrícula en la institución sentí el peso de la ley por no portar
libretamilitar: “Debe traer la libreta para que no tenga problemas con la
matrícula, ese es un requisito legal que necesita para todo en este país”, dijo
la coordinadora de admisiones. “Yo soy objetor de conciencia y decidí hace
muchos años que no haría el servicio militar ni tramitaría la libreta porque es
un impuesto para la guerra, y yo no voy a colaborar con la guerra”, le exprese
yo. 5 años pasaron, y en la matrícula para cada semestre la amenaza de
admisiones era la misma, y en respuesta mi planteamiento era el mismo también.
En el primer semestre del año 2014 culminé mis estudios y
mi trabajo de investigación, y todo estaba listo para que pudiera recibir mi
título, todo menos la libreta. Me estrellé de frente con la ley 48 que es la
que regula todo lo relacionado con la prestación del servicio militar en
Colombia, y que estipulaba hasta hace poco que “toda institución de educación
superior esta obligada a exigir la libreta militar como documento indispensable
para expedir títulos de educación superior”. Así que como tantos estudiantes
universitarios de este país que por diversas razones no portan libreta militar,
la institución - amparada en la impunidad de la ley- , me condenó a una larga
espera para tramitar mis derechos de grados, cercando mis convicciones con el
argumento de que el único camino era tramitar legalmente la libreta. Situación
que representó una nueva prueba en mi postura de desobediencia civil.
Con las herramientas que tenía a la mano trate de
moverme. Hice campaña de sensibilización al interior de la universidad para que
comprendieran mi postura, envié cartas solicitando audiencias con el consejo
directivo, trate de conseguir apoyo de la personería de Medellín, que
lamentablemente debo decir; aún no tiene ni idea de que significa y que implica
acompañar a objetores por conciencia. Busque el apoyo del colectivo
antimilitarista de Medellín, lo que permitió ejercer presión en el contexto
local, para que mínimamente se conociera el caso.
Después de esta larga espera de casi un año, hoy 13 de
abril del año 2015, la institución de educación superior Politécnico Colombiano
Jaime Isaza Cadavid de Medellín, me entregará mi título profesional, lo que
representa una pequeña conquista para mi vida, para mi postura ante la guerra y
el militarismo, pero más que eso, representa un logro para el movimiento
antimilitarista local y para la Asamblea de Objetoras y Objetores por
Conciencia de Colombia, la red nacional que articula a procesos y colectivos
que trabajan por el reconocimiento al derecho a la Objeción Por Conciencia en
Colombia.
Yo no me quede quieto, fue persistente y busque todos los
caminos posibles para resolver mi situación, pero el mérito no es solo mío. Hoy
puedo graduarme gracias a que hay un movimiento antimilitarista que viene
creciendo y fortaleciéndose, sus esfuerzos lograron que a finales del año 2014,
el gobierno nacional firmara un decreto que le exige a las instituciones de
educación superior en todo el país, abolir el documento de la libreta militar
como requisito para expedir derechos de grado, dándole una connotación
prioritaria al derecho a la educación, por encima de los llamados deberes
patrióticos. Yo exigí a la institución en la que estudié el reconocimiento de
este derecho, y gracias a este esfuerzo colectivo de los movimientos de
objeción, hoy puedo graduarme.
Más que el hecho de poder recibir mi grado sin portar
libretamilitar, me anima a seguir trabajando por el reconocimiento del derecho
a la Objeción por Conciencia y la abolición del servicio militar obligatorio el
estado actual de cambios que se presentan en el contexto nacional. Con el
debate que se abre en el país en el marco de los diálogos de paz, la reflexión
sobre la desobediencia civil a los ejércitos asume un lugar fundamental. Si
hablamos del escenario del post conflicto, necesariamente hay que hablar de
darle mayor visibilidad a las iniciativas de paz, y sin duda alguna la visión
de una sociedad sin ejércitos que construyen las objetoras y objetores en todo
el país representa una de las más importantes expresiones para una paz posible.
Me anima ver a muchos jóvenes en la ciudad preguntándose,
cuestionándose, acercándose a la postura de la objeción, promoviendo el derecho
a la objeción desde nuevos lugares, nuevos discursos, nuevas narrativas,
hablando de alternativas al militarismo desde el arte, desde la música, desde
propuestas de comunicación alternativa, tejiendo nuevas redes, desaprendiendo
formas de organización ya obsoletas que solo replican las estructuras de poder
tradicional, formando parches solidarios, resignificando la calle, lo público,
el territorio, asumiendo que solo hay una manera de mantener vivo el
antimilitarismo y la expresión de la desobediencia civil, EN UNIDAD.
Construyendo solidariamente, con formas de organización y participación más
horizontales.
Este día es muy importante para mí, pero lo es más para
todos aquellos jóvenes que creen que un mundo sin militarismo es posible. A
hombres y mujeres que trabajan por el reconocimiento del derecho a la Objeción
por Conciencia en el país hoy quiero decirles, que podemos vivir libres de
libreta militar, libres del militarismo, y libres de las guerras.
Para contactarme leojiga@gmail.com
Conoce mi iniciativa de investigación sobre
antimilitarismo:
Revista antimilitarista Horizontes
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