Debate
público sobre la educación pública como
patrimonio común
Continuamos
la iniciativa del debate público, argumentado y plural, con este escrito del
docente investigador Carlos Medina Gallego, quien establece una interlocución
crítica con Salomón Kalmanovitz, en particular, a raíz de una columna escrita
en El Espectador.
Kalmanovitz
fue animador intelectual en los años 70 de la experiencia marxista, de
raigambre trotskysta conocida como Bloque socialista, y luego como Partido
Socialista. Escritor lúcido sobre los tópicos del subdesarrollo, la cuestión
agraria, canalizados a través del periódico, y la revista Ideología y Sociedad.
Luego
Salomón transitó por los espacios de la burocracia, en su condición de Ph.D. en
Economía, y llegó a presidir la nueva junta del Banco de la República, y
defensor del ordenamiento constitucional de 1991.
Al
mismo tiempo, Salomón hizo a un lado, su militancia marxista, y sus esquemas de
interpretación para transitar al
sionismo en materia ideológica, y al neo-institucionalismo en el campo
académico intelectual.
Es hoy uno de sus principales exponentes en
Colombia, como que escribe, no sólo con estas claves de interpretación sobre
las instituciones nacidas en 1991, en la revista del Externado de Colombia, y
en publicaciones afines.
Conviene
recordar que Douglas North, uno, si no el padre del neo-institucionalismo, tuvo
un comienzo marxista, cercanía y participación con los núcleos trotskystas
universitarios, como ocurrió con otros intelectuales alineados después en el
neoconservadurismo del que son emblemáticas las figuras de Daniel Bell e Irving
Kristol. NdR.
Kalmanovitz y la
Universidad Nacional
CARLOS
MEDINA GALLEGO
Docente
– Investigador
Universidad
Nacional de Colombia
Desde
hace varios años, Salomón Kalmanovitz viene descargando sobre la Universidad
Nacional una serie de críticas a su administración y a la calidad académica.
Bajo la premisa, que pese a la fortalezas culturales e históricas, al número de
sus doctores y la calidad de sus estudiantes, el desgreño administrativo ha
dejado que se derrumbe la Universidad y se diezme su calidad, olvidando que ese
desgreño obedece a que cada día la institución se sostiene con menos recursos,
se endeuda más, pierde autonomía, saturan hasta lo indecible las cargas
académicas, se disminuyen sus posibilidades de investigar por la precariedad de
los recursos y por la búsqueda de recursos propios a través de postgrados y
contratación se pierde las posibilidades de la extensión solidaria.
No se
entiende como un economista como Kalmanovitz, adoratriz de la cliometría y la
econometría, que reduce los problemas sociales a fórmulas matemáticas,
estadísticas y contables, a través de las cuales se justifica cualquier
política pública, porque lo que si está demostrado de manera irrefutable es que
mientras en las cifras disminuye la pobreza y el desempleo en la realidad
crece-
Piense
que la crítica situación de la UN se puede administrar mejor en un universo
creciente de responsabilidades institucionales que se deterioran ante las
limitaciones de todo tipo, porque no crecen sus presupuestos, no aumenta su
planta docente, se degradan sus sistemas de contratación laboral, se deteriora
su planta física y su logística científica se renueva con paquidérmica
lentitud, mientras la institución recibe todos los calificativos de
problemática y conflictiva, por tratar de desarrollar el pensamiento crítico,
fundamento esencial de una auténtica democracia y generador de movilización
como única posibilidad de visibilizar sus problemas y luchar por la defensa de
lo público.
Nunca
la Universidad Nacional de Colombia se ha mirado su propio ombligo de forma
lastimera. Ésta ha buscado, en medio de la adversidad política, mantenerse
libre de la influencia partidaria, respondiendo de la mejor forma posible a la
finalidad para la que fue creada: ayudar a construir el proyecto de Nación y
contribuir desde la ciencia y la cultura a resolver los problemas de la
sociedad colombiana creados por las
élites sociales, políticas y económicas del País. La pobreza, la
marginalidad, la exclusión, la violencia y la guerra no las inventó la
Universidad Nacional de Colombia.
No se
equivoque profesor Kalmanovitz, la Universidad Nacional de hoy no es la misma
en la que usted dio despliegue a su militancia e ideas socialistas, de las que
seguramente hoy se avergüenza: la Universidad de hoy ha sido capturada por los
“Doctores” que se formaron con los presupuestos de la institución en las
mejores universidades del mundo, donde les enseñaron a hacer de la cultura, la
academia y la investigación un negocio, no son los endogámicos que usted tanto
aborrece los que hicieron de la institución el antro de la corrupción que es
hoy.
Usted,
que tanto le preocupa la situación de desgreño, debería liderar una
investigación sobre los procesos de endeudamiento y los mecanismos de
contratación de las últimas administraciones, agentes dinámicos de las
introducidas y vergonzosas prácticas de corrupción que hoy golpean la
Universidad.
La
Nacional no es una Universidad Comunista, ni de izquierda como se cree y usted
hace eco, ni sus representantes son “progresistas conservadores”. Con muchos
sacrificios y persecuciones, un grupo de maestros y estudiantes, cada vez menor
y con muy pocos logros, defiende en la Universidad, como fundamento de la vida
institucional, su carácter público, un presupuesto adecuado, suficiente y
oportuno, la pertinencia de sus programas académicos, algún grado de autonomía
y una democracia auténtica. Ese es todo el conflicto. Esta Universidad, sépalo,
es NEOLIBERAL, no sólo por el comportamiento generalizado de su comunidad
académica, sino por la imposición e implementación de las políticas estatales
neoliberales, a base de extorsión presupuestal y sacrificio de autonomía.
Sí, qué
pena que la Universidad no se haya transado en un negocio con un Estado
vergonzante que busca diezmar su territorio en un cambio extorsivo por
edificios, de los cuales debía como obligación dotar a la Universidad. La
Universidad no se está cayendo porque ella quiere o porque sus administraciones
fueran, siéndolo, negligentes. Se cae
por el desgreño estatal y el comportamiento excluyente y menesteroso de todos
los gobiernos con la principal universidad del país. Porque, sea dicho de paso,
nunca han fluido con suficiencia los presupuestos para el mantenimiento y
funcionamiento de sus unidades académicas y el desarrollo de sus programas
académicos, de investigación y extensión.
Déjeme
recordarle, que pese a los esfuerzos que la comunidad universitaria ha hecho
para corregir esto proponiéndole al gobierno candidatos que se revistan de
todas las legitimidades (es absolutamente falso que no estén dispuestos a
coordinar con el gobierno las preocupaciones por mejorar y hacer más pertinente
la educación superior) es el Consejo Superior Universitario, quien a través del
Ministerio y desde Presidencia, impone los rectores que conducen la institución
de manera que sirvan a los requerimientos de la política de privatización
creciente de la educación pública. Es el gobierno el responsable del desgreño
del que usted habla.
Profesor Kalmanovitz, dese una vuelta por la
Universidad a ver donde es que se contratan profesores izquierdistas y
postmodernos, cuando en el caso de ciencias humanas no hay ni con que contratar
profesores ocasionales; neoliberalismo puro y ramplón es lo que esta llegando a
la Universidad, cargado de los títulos de las universidades que a usted le
gustan. Pero, si eso fuera cierto, que no lo es, tienen todo el derecho a ser profesores
de la Universidad todas las formas de pensamiento porque, no sé si lo sepa, esa
es la democracia. Que mal señalamiento y vieja estigmatización esa que usted amplifica
contra la Universidad.
Tampoco
son ciertas las cifras de deserción, las que hay que acompañar de explicaciones
sociológicas y políticas, si lo permite, y no reducirlas a frías cifras
estadísticas. La deserción está por el orden del 27%, y sorprende que en una
Universidad, en la que se perdió significativamente todas las posibilidades del
Bienestar Universitario, se incrementan cada vez más las matriculas, y se exige
académicamente más a los estudiantes, no sea mayor.
Pese a
todo lo anterior, esa caricatura de Universidad que usted presenta, faltando al respeto a sus tradiciones y
excelencias, sigue aportando al País y recibiendo los reconocimientos que su
trabajo académico y científico le proporciona en medio de todas las
limitaciones enunciadas.
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