Una
reciente nota publicada en El Espectador afirma que “humanistas le dan la
espalda a Colciencias”, aludiendo a la negativa de varios grupos de
investigación en el área de humanidades que han criticado los mecanismos de
medición y la dinámica de trabajo de Colciencias. Un abordaje del contenido de
la nota, cuyo título es muy sugerente, plantea una problemática de gran valía
para la actualidad y el futuro de nuestra sociedad: ¿cuenta Colombia con
instituciones serias que propicien la re-producción de conocimiento, en los
diversos campos del saber, que ofrezcan soluciones y alternativas a los
múltiples y diversos problemas que tiene nuestro país?
En esta
columna se plantea que, siendo Colciencias la entidad rectora de la
investigación científica, no sólo no tiene tal capacidad sino que, además, el
gobierno nacional no ha mostrado ningún tipo de interés en fomentar la labor
investigativa y la generación de conocimiento en los distintos campos de la
ciencia. Así, se puede afirmar que de manera deliberada es el gobierno
nacional, por medio de Colciencias, quien ha obviado el papel central del
conocimiento en la generación de soluciones y alternativas a los retos a corto,
mediano y largo plazo del país.
Por un
lado, la investigación científica se aleja cada vez más de los complejos
problemas cotidianos de la población colombiana y no potencia dinámicas
productivas con alto valor agregado y, por el otro, el modelo productivo
deteriora el ambiente, vulnera los derechos de comunidades y expande las
brechas existentes so pretexto de generar un crecimiento económico tan efímero
como costoso a mediano y largo plazo. Así, mientras los grupos de investigación
de humanidades manifiestan su justificado descontento con la labor de
Colciencias, es el gobierno colombiano quien sí le ha dado la espalda al país y
a los problemas de su población.
Ello se
relaciona, en primer lugar, con la debilidad institucional de Colciencias. Para
potenciar las dinámicas de producción científica en el país es necesario que la
institucionalidad encargada esté bien estructurada, sea dinámica y tenga
músculo financiero. Aun cuando el actual gobierno ha publicitado la
investigación e innovación como pilares de su administración -al punto de ser
una las cinco locomotoras del Plan de Desarrollo 2010-2014- tal importancia no
se ha traducido en la generación de un sistema científico robusto y productivo.
Claro que, haciendo honor a la verdad, hay más atención del gobierno Santos
respecto de la investigación que de su antecesor, por lo menos en lo que a recursos
se refiere.
Aun
cuando los recursos crecieron en 2010, ello no se ha sostenido en el tiempo y,
por el contrario, esta institución ha estado signada por limitaciones
presupuestales considerables. En este sentido, es necesario recordar que en el
año 2012, el director de la entidad Jaime Restrepo Cuartas renunció a su cargo
porque, como mencionó en una entrevista a Semana, encontró “incongruencias
sobre ese respaldo que deben tener la ciencia y la tecnología en el país”. En
la misma entrevista pone de presente que el Ministerio de Hacienda no solo no
aprobó para el año 2013 un presupuesto de 590.000 millones de pesos, tras
disponer de 420.000 millones en 2012, sino que le comunicó que para la vigencia
2013 Colciencias iba a contar con 350.000 millones de pesos. Ello propició la
renuncia del director y la cuestión se archivó rápidamente.
Pero la
problemática de recursos no desapareció con la renuncia de Restrepo en el 2012.
En 2014, la directora, Paula Arias, fue “invitada a renunciar” tras manifestar
públicamente su inconformidad con la proyección del presupuesto para
Colciencias del año 2015 hecha por el Ministerio de Hacienda. Esta vez, se
trataba de una reducción de 125.000 millones de pesos respecto del presupuesto
del año 2014, contando con 289.000 millones para 2015. A las claras se ve el
desinterés del gobierno a la hora de fortalecer Colciencias, pues la señora
Arias manejó, en el año 2014, 414.000 millones de pesos, siendo ésta una cifra
inferior a los 420.000 millones de que dispuso Restrepo en el año 2012. El ex
director tenía toda la razón cuando hablaba de desinterés.
En este
contexto, la fragilidad de Colciencias no sorprende sino que ratifica una
tendencia del gobierno nacional a subvalorar la actividad investigativa y, por
consiguiente, la producción de conocimiento. Es claro que si una institución no
dispone de los recursos necesarios para fortalecerse sus resultados van a ser
limitados. En el caso de Colciencias el fortalecimiento no pasa de ser
retórico.
En
segundo lugar, esta dinámica evidencia la visión restringida de la ciencia que
maneja Colciencias y que impregna las dinámicas de producción científica en el
país. Entonces, a la precariedad de los recursos se adhiere una concepción de
la ciencia que se rige por la primacía de las ciencias exactas y la
subvaloración de las humanidades y las dinámicas de producción científica en
este campo. Ello se traduce en la generación de parámetros que miden la
producción de conocimiento con base en las dinámicas de producción científica
propias de las denominadas ciencias duras. En un caso hipotético, medir los
procesos y los resultados de una investigación en filosofía con los parámetros
de investigaciones en el campo de la ingeniería no es lo óptimo ni está cercano
de ello.
Lo
complejo es que grupos de investigación en humanidades han manifestado que este
tipo de mediciones se han promovido desde Colciencias por medio de los
parámetros e indicadores que se han generado. Esa es una de las principales
razones que arguyen los grupos para rechazar la perspectiva de Colciencias y no
participar en sus convocatorias. Esta tendencia es compleja, más aún si tenemos
en cuenta que el 35% de los grupos de investigación del país trabajan en el
campo de las humanidades. El malestar de los grupos es muy valedero y pone de
presente que no se pueden equiparar los procesos ni hallazgos de investigaciones
en campos tan distintos como, por ejemplo, la física y la sociología. Asimismo,
se debe resaltar que nuestro país requiere fuerte investigación en ambos
campos.
En
tercer lugar, la perspectiva científica que se ha venido posicionando no solo
tiene impactos en la comunidad académica del país, sino que afecta la
actualidad y el futuro del país como un todo. En este marco, es necesario traer
a colación a Capra, quien refiriéndose al paradigma científico imperante a
finales del siglo XX afirma que “nuestra ciencia y nuestra tecnología están
basadas en un concepto del siglo XVII según el cual la comprensión de la
naturaleza implica la do¬minación de la misma por el «hombre». Esta actitud,
unida a la vi¬sión mecanicista del universo —otra idea del siglo XVII— y a la
excesiva importancia dada al pensamiento lineal, ha tenido como re¬sultado la
creación de una tecnología poco sana e inhumana en la que el hábitat natural y
orgánico del hombre ha sido reemplazado por un entorno simplificado, sintético
y prefabricado, poco idóneo para satisfacer sus complejas necesidades”.
En
Colombia estas dinámicas se han hecho evidentes con el extractivismo que se ha
acentuado en los últimos años y que ha desencadenado diversas luchas por los
territorios y los derechos de las comunidades asentadas en ellos. Muy en
contravía de una producción científica que beneficie a las poblaciones y
promueva la armonía con el ambiente, el modelo productivo imperante ha
degradado el ambiente, afectado a comunidades enteras y puesto en tela de juicio
cuestiones tan elementales como la seguridad alimentaria del país. Entonces, se
quieren investigaciones que hagan oídos sordos a los impactos nocivos del
actual modelo en la cotidianeidad de las comunidades y que refuercen las
actuales dinámicas productivas.
En este
escenario el modelo productivo, como ha insistido el gobierno nacional, no está
en cuestión ni se va a negociar, y es en consonancia con dicho modelo que
Colciencias funciona. A nadie ha de sorprender que la delicada situación de la
industria en los últimos años se dé en un escenario en el que la
reprimarización de la economía colombiana salta a la vista. Definitivamente
esta cuestión no es de poca valía ni le atañe únicamente a unos pocos
interesados en la academia y la ciencia sino que, por el contrario, remite al
proyecto de sociedad pertinente para superar las diversas problemáticas que
aquejan a nuestro país.
Con
base en lo anterior, un cuarto elemento a resaltar es la necesidad de abrir
espacios en los que el diálogo de saberes cierre la puerta a fundamentalismos.
Es necesario partir de la importancia de nutrir los diversos campos de la
ciencia y entender que un país democrático valora y analiza las distintas
perspectivas antes que eliminarlas. El fortalecimiento de Colciencias no pasa
solamente por una inyección financiera considerable y una necesaria
reestructuración organizacional, también debe abrir su concepción de lo
científico en aras de cerrarle el camino a la uniformidad y al fundamentalismo
que se ha posicionado en nuestro país.
Ello
porque en la actualidad no solo se desincentiva la investigación sino que, en
muchos casos, se desvirtúan los hallazgos de trabajos académicos cuando no
están en consonancia con la perspectiva oficial. En este marco, el tratamiento
de las humanidades y de la falta de seriedad en el ente rector de la
investigación en Colombia deriva en hechos como la “desconfianza” frente a los
planteamientos de la Comisión Histórica en torno al conflicto armado. No es
casualidad que el Ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón haya resaltado la
necesidad de hacer oídos sordos a las “verdades alternativas sobre el
conflicto” que se podrían derivar del informe6.
Esa no
es una sentencia proferida tras un examen serio y riguroso de lo planteado por
la Comisión, sino la negación tácita de cualquier argumento que ponga en tela
de juicio la caricaturesca visión del Ministro, y en general de la élite
colombiana, respecto de la sociedad colombiana y el conflicto armado que
vivimos. Es claro que la crítica al informe debe tener lugar, pero la misma
debe darse con base en el análisis juicioso de los productos y sus procesos. No
es aceptable que alguien descalifique el producto de una investigación cuando
que no lo ha leído y que, de entrada, lo elimine como insumo para la necesaria
discusión que debe darse en nuestro país.
En
últimas, sea desde el campo de las humanidades o de las denominadas ciencias
exactas, lo que está en juego es la posibilidad de generar dinámicas
investigativas que propicien la superación del oscurantismo al que es tan
adepta gran parte de la clase dirigente de nuestro país.
1 comentarios:
La Propuesta de REFORMA ACADEMICA, contenida en el blog http://www.losplanosdelapatriaanhelada.org/ puede considerarse como la antítesis al tema aquí tratado, y un debate al respecto, sería muy constructivo para todos.
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