lunes, 16 de febrero de 2015

Comunicado a la Opinión Pública

A raíz del proceso de elección del rector para el período 2015-2018, un grupo de profesores de diversas Facultades de la Universidad de Antioquia que suscribimos este comunicado, hemos coincidido en la idea de que el DÉFICIT DE DEMOCRACIA que padece la Universidad de Antioquia se debe, entre otras razones, a la falta de participación de los diferentes estamentos universitarios en la toma de decisiones de manera plural y deliberante y a la manera como ha sido concebido y como se ejerce el gobierno en la Universidad por parte de las máximas autoridades universitarias. Son expresión de ello: la estructura actual del Consejo Académico, contraria a los lineamientos de la ley 30 de 1992, porque incluye a los vicerrectores que no están comprendidos en la regulación legal y excluye a los directores de escuelas e institutos que sí forman parte del organismo universitario en dicha regulación; la actual composición del Consejo Superior, en el que sólo hay tres representantes vinculados a la academia; los límites a la representación de los estamentos estudiantil y profesoral en los distintos espacios de decisión de nuestra institución; los períodos máximos de los diferentes administradores de la Universidad, especialmente del rector y de los miembros del Consejo Superior y Académico, que suman más de tres años, que es el período ordinario estatuido para rector y decanos; entre otros asuntos.
Queremos llamar a la reflexión y al debate sobre el procedimiento existente en la Universidad de Antioquia para la designación del rector, que tiene dos aspectos sobre los que sería importante incidir. El primero es el carácter simbólico de la consulta a los estamentos, dado que ésta no tiene carácter vinculante. El segundo es la ausencia de una normativa que restrinja los períodos de reelección, tanto del rector como de los miembros del Consejo Superior, lo que ha permitido que algunos de estos vengan siendo reelegidos indefinidamente mediante prácticas clientelares, lo que resulta inconveniente para la democracia, la gobernabilidad universitaria y la legitimidad de sus directivas.
El primer aspecto restringe la participación de los estamentos universitarios y promueve el ejercicio de poder decidir y administrar concentrado en un solo organismo, en este caso, en el Consejo Superior Universitario, de cuya composición dependerá exclusivamente el proyecto de universidad que se imponga en nuestra institución. Esta restricción a la participación, impide que se reflejen en el campo electoral las distintas visiones acerca del poder político universitario que se encuentra en toda la comunidad universitaria y por ello elimina uno de los rasgos esenciales de lo universitario y de lo público: el pluralismo.
El segundo aspecto, esto es, la posibilidad de la reelección indefinida del rector y de algunos miembros del Consejo Superior que han querido continuar indefinidamente en sus cargos, facilita que grupos que permanecen administrándola por fuera de los lapsos que corresponden a períodos administrativos ordinarios, se aferren a las instancias de poder y de decisión de la Universidad y terminen cooptándola para sus propios intereses, muchos de los cuales son ajenos al sentido de lo público y a los ejes misionales de la misma.
Ambos aspectos despliegan hoy por hoy sus efectos negativos para la Universidad y para todos los que hacemos parte de ella, lo que nos lleva a plantear en la escena de lo público unos cuestionamientos tanto al rector-candidato como a los miembros del Consejo Superior Universitario.
En primer lugar, si bien la aspiración del rector Alberto Uribe Correa se da en el marco de los procedimientos fijados tanto por la ley 30 de 1992 -que no prohíbe la reelección-, como por el Estatuto General de la Universidad -que tampoco lo hace, y por tanto, se produce en el marco de lo posible legalmente, habría que cuestionar tal actitud desde la perspectiva ética y política, debido a la ingobernabilidad que ha existido en la universidad en los últimos años y a la manera como se han reelegido muchos de los directivos, lo cual pone en cuestionamiento su legitimidad.
En segundo lugar, si bien el Consejo Superior Universitario está conformado actualmente en el marco de la legalidad, dudamos de su legitimidad e imparcialidad en la decisión de quién es el mejor candidato para ocupar un cargo, en la medida en que algunos de sus miembros han elegido varias veces al mismo aspirante (actual rector-candidato), y además han sido renuentes a la reforma del Estatuto General en lo que tiene que ver con la reglamentación de las consultas a profesores y estudiantes para elección de rector, con la actual estructura del Consejo Académico y el Consejo Superior y con la fijación de límites a la reelección del rector y de los miembros del Consejo Superior, lo que convierte en inocua la participación de los estamentos en la toma de decisiones que los impactan como es la designación de Decanos y Directores de Escuelas e Institutos y del Rector y erige la composición del Consejo Académico en una instancia administrativa en lugar de académica, privándola del carácter de contra peso académico que está en la idea de la separación de poderes, estableciendo de forma inequitativa la participación de los estamentos universitarios.
En tercer lugar, después de doce años de esta rectoría al frente del destino de la Universidad, con una historia, seguramente de aciertos, pero también de graves desaciertos en relación con el estamento estudiantil, profesoral, de los trabajadores, pensionados, jubilados y sobre todo con un precario entendimiento de lo público, ¿no será ya hora de un cambio sustancial? Es decir, ¿un cambio no solo de la persona sino también del proyecto de Universidad que se ha venido gestando?

Finalmente, habría que reiterar, como en otras ocasiones se ha planteado desde algunos claustros de Facultades, Escuelas e Institutos de la Universidad, que la consolidación de acciones y prácticas democráticas en la universidad constituye un instrumento valioso e idóneo para el empoderamiento ético-político de los universitarios y de sus estamentos, con el cual es posible lograr que estos asuman mayores niveles de responsabilidad política respecto del rumbo de la Universidad y de sus decisiones, proyecciones institucionales y sociales. Eso es lo que queremos consolidar en nuestra institución en los próximos años, objetivo improbable de lograr con la permanencia en el poder de un rector que nos ha llevado en los últimos años por el camino contrario.

ASOPRUDEA.
Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia
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Teléfono: 219 53 60 - 263 61 06
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