Por: Renán
Vega Cantor *
"Miguel
Ángel Beltrán no es una víctima, es un luchador y como tal ha afrontado en
forma digna la persecución a que lo somete el Estado terrorista, porque sabe y
comprende que eso no es producto de la fatalidad o de la mala suerte, sino un
resultado perfectamente normal por asumir una posición clara y firme ante la
opresión, la explotación, la desigualdad y la injusticia dominantes en
Colombia. Él ha resistido en los distintos espacios a donde se ha encontrado,
como en la universidad, en la prisión o en el exilio, porque es consciente que
la lucha no cesa, cuando se ha asumido el compromiso indeclinable de enfrentar
la ignominia".
“Muchos
jueces son incorruptibles, nadie puede inducirlos a hacer justicia”.
Bertolt
Brecht
“Es
imposible mantener la dignidad sin el coraje para examinar esta perversidad y
oponerse a ella”.
Bertrand
Russell
La
persecución y criminalización a que el Estado colombiano ha sometido al
profesor e investigador Miguel Ángel Beltrán durante los últimos seis años es
un ejemplo fehaciente, a través de un caso personal, del terrorismo de Estado
que se ha impuesto en nuestro país, y cuyas características criminales abarcan
los más diversos ámbitos, como lo mostramos en este texto. Frecuentemente, al
hablar del terrorismo oficial se enfatizan –con toda razón- los asuntos
referidos a la violencia directa (torturas, asesinatos, desapariciones,
detenciones arbitrarias, y diversas formas de persecución contra los opositores
políticos), pero no se intentan vincular otras cuestiones en las que se impone
una violencia indirecta y simbólica, que se ejerce en las universidades, en los
medios de desinformación masivos y que predican los nuevos “intelectuales”, a
los que más bien les cabe el apelativo de lumpen-intelectuales.
El
ejemplo de Miguel Ángel Beltrán evidencia que el Terrorismo de Estado no es una
realidad metafísica genérica e inescrutable sino una poderosa máquina de muerte
que busca aniquilar a los seres humanos que se nieguen a aceptar como si fueran
indiscutibles las mentiras del régimen sobre Estado de Derecho, Democracia,
libertad de expresión, y mil bellezas retóricas por el estilo.
El Computador mágico
Al
hablar de la persecución que soporta Miguel A. Beltrán, resulta indispensable
partir de los acontecimientos del primero de marzo de 2008 en Sucumbíos
(Ecuador). Ese día fueron masacrados en territorio del vecino país –y no en la
frontera como dice la información tergiversada de la gran prensa que se edita
en Bogotá– 26 personas, entre ellas cuatro estudiantes mejicanos, el comandante
insurgente Raúl Reyes y un ciudadano ecuatoriano. El ataque fue llevado a cabo
por aviones comandados por pilotos de los Estados Unidos y partió de una base
militar de ese país, instalada en territorio de Colombia. Este crimen de guerra
violó elementales normas del derecho internacional e indicó lo que el Estado
colombiano está dispuesto a hacer como parte de su subordinación incondicional
a los dictados de Washington, para sabotear intentos nacionalistas que se
desarrollan en otros países de Sudamérica y en su proyecto de defender los
intereses del bloque de poder, que no quiere redistribuir ni un gramo de
riqueza. Tan palpable fue la violación efectuada por el Estado colombiano que
éste fue rechazado por la Organización de Estados Americanos y por el Grupo de
Río.
Respecto
a este hecho, un Manual Secreto de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) del
año 2009, ya en el gobierno de Barack Obama, con el título Las mejores
prácticas en contrainsurgencia: cómo hacer de las operaciones de ataque a
objetivos de alto nivel una herramienta efectiva, destinado a evaluar las
labores de contrainsurgencia en diversos lugares del mundo, cataloga como una
“acción exitosa” al crimen de Sucumbíos, cuando fueron asesinados objetivos de
“alto valor, lo” que "dañó seriamente la moral y la disciplina" de
las FARC, según "comentarios de campo" de la CIA. La Agencia
Internacional de Torturas –como se acaba de reconocer en el propio Senado de
los Estados Unidos- en el Manual mencionado formula recomendaciones a los
gobiernos del mundo que enfrenten a movimientos insurgentes en los que aconseja
el asesinato de líderes y dirigentes de alto nivel. Este documento de la CIA,
“[…] tiene la virtud de documentar y dar sustancia a un hecho que venía siendo
un secreto a voces desde hace décadas: que un gobierno formalmente constituido,
como es el de Estados Unidos, recurre, recomienda y sistematiza el asesinato de
insurgentes como una práctica común, a contrapelo de las nociones humanitarias
más elementales”.
El
campamento de Sucumbíos y las personas que allí se encontraban fueron atacadas
en forma cobarde y criminal con bombas de alto poder de destrucción que arrasan
con lo que encuentran a su paso, dejan cráteres de cinco metros de diámetro,
pero “milagrosamente” en medio de las ruinas emergió un computador mágico e
indestructible, que pertenecía supuestamente a Raúl Reyes. Casi nadie se ha
atrevido a preguntar de qué material está hecho ese computador que resistió las
bombas “inteligentes” lanzadas por los militares de Estados Unidos, si
cualquier computador portátil se daña con solo caerse de una mesa. Ese
computador no sólo resultó indestructible, sino mágico, puesto que a los pocos
días de ese artefacto empezó a brotar la más disparatada información, que ha
sido utilizada por la prensa y diversos órganos del Estado para acusar,
perseguir y criminalizar a quienes aparecen registrados en su disco duro.
Aunque no existió ningún peritaje técnico ni cadena de custodia, la pretendida
información contenida en esa laptop mágica se usa para perseguir a ciudadanos
colombianos, como precisamente le ha sucedido a Miguel Ángel Beltrán.
A esta
práctica del Estado colombiano puede denominársele como la de los “falsos
positivos informáticos”, porque se persigue y criminaliza a hombres y mujeres
que aparecen mencionados en el computador mágico de Raúl Reyes y en todos las
decenas de computadores indestructibles que después han aparecido, luego de los
múltiples bombardeos de las Fuerzas Militares contra campamentos de las FARC,
en los que siempre sobresalen, entre los cuerpos calcinados y los cráteres de
muerte, laptops pulcramente intactas, de las que brota prodigiosa información
que siempre trae “pruebas” sobre los enemigos del régimen.
A
Miguel Ángel Beltrán se le aplicó esta treta por parte del Estado colombiano,
tan pueril que hasta la propia Corte Suprema de Justicia declaró como carentes
de validez a las pruebas procedentes del supuesto computador de Raúl Reyes. A
pesar de esto, durante el juicio que se le siguió a Miguel A. Beltrán se
esgrimieron como pruebas no sólo los datos que aparentemente procedían del
computar mágico, sino que la Fiscalía presentó como testigos estrellas a
militares que participaron en la Operación Fénix, como se denominó en el
lenguaje oficial a la masacre de Sucumbíos. El procedimiento era tan burdo que
la defensa de Miguel Ángel Beltrán lo desmontó y demostró las falsedades
existentes en las pruebas allegadas, hasta el punto que la Jueza Cuarta Penal
de Bogotá lo declaró inocente y procedió a concederle la libertad inmediata.
Sin
embargo, el Procurador General de la Nación –el inquisidor Ordoñez– siguió
considerando como válidas las informaciones proporcionadas por la Operación
Fénix y en eso se basó para destituir al profesor e investigador de la
Universidad Nacional y sancionarlo durante 13 años para ejercer cualquier cargo
público y, recientemente, un Magistrado de La Sala Penal del Tribunal Superior
de Bogotá en la práctica las avala, aunque diga que no las ha tenido en cuenta,
al condenar en segunda instancia a Miguel Ángel Beltrán a 100 meses de prisión,
tal y como lo registra con cinismo la noticia de El Espectador: “Según la
Fiscalía General, el profesor universitario era alias ‘Jaime Cienfuegos’,
ideólogo de la comisión internacional de las Farc. El ente acusador llegó a esa
conclusión luego de revisar los documentos que se encontraron en el computador
del jefe guerrillero alias ‘Raúl Reyes’, abatido el 2 de marzo de 2008 en la
frontera entre Colombia y Ecuador”. Aparte de las mentiras contenidas en dicha
información, lo central radica en que se reconoce que las pruebas proceden del
computador mágico e indestructible del comandante de la insurgencia.
Una Universidad Nacional neoliberal y
neoconservadora
A
Miguel Ángel Beltrán le tocó la triste suerte de trabajar en una Universidad
Nacional (UN) neoconservadora y neoliberal, que no se corresponde de ninguna
manera con un proyecto diferente de educación, ni es el epicentro del
pensamiento crítico y alternativo, que alguna vez pudo haber sido. La
Universidad Nacional ha sido destruida por el la mercantilización y la
privatización, hasta el punto que es otro garaje universitario –el más grande
de Colombia-, regido por la lógica brutal de la competencia, el individualismo
y la ganancia, y cada día menos pública, aunque muchos de sus profesores e
investigadores presuman de lo contrario: que esa universidad es lo máximo en
educación.
El
objetivo del Estado ha sido doble: convertir a la Universidad Nacional en un
mercado de poca categoría y en un centro de conformismo político e intelectual.
Como consecuencia de la desfinanciación, la UN se ha privatizado, mediante el
aumento del costo de matrículas, la venta de servicios, la comercialización del
bienestar y de las investigaciones, y la constitución de otra universidad
paralela, dedicada a posgrados y obtener recursos.
La
transformación interna de la UN ha dado origen a un nuevo tipo de profesor e
investigador, que ha perdido su rol de intelectual para convertirse en
tecnócrata, consultor y mercachifle del saber en los más diversos terrenos,
incluyendo el de la violentologia. Como la UN es de hecho una universidad
empresarial es, al mismo tiempo, conservadora y retrograda en términos
políticos, sociales y culturales. No puede ser de otra forma, porque para
convertir a profesores y estudiantes de la universidad en vendedores de una
mercancía y clientes es necesario erradicar el pensamiento crítico. En estas
circunstancias, “quienes se dediquen a la educación para el crecimiento
económico no querrán un estudio de la historia centrado en las injusticias de
clase, casta, genero, etnia o religión, pues eso generaría un pensamiento
crítico sobre el presente” . En esa “universidad emprendedora” no sólo se
persigue y reprime a los estudiantes, sino también a los profesores y
académicos que piensen distinto, ya que según las concepciones neoconservadoras
hay que erradicar el “mal” de raíz, y para eso se debe evitar que circulen
ideas peligrosas, que cuestionen las verdades establecidas.
Y eso
no sólo acontece en las profesiones ligadas a las ciencias naturales y
experimentales, sino en las ciencias sociales, convertidas en disciplinas
funcionales al poder y la dominación, sin el menor atisbo crítico y con la
pretensión positivista de gran parte de sus miembros de ser “científicos
puros”, como acontece en el Departamento de Sociología –donde laboraba Miguel
Ángel Beltrán–, que se niegan a contaminarse de “política”. Esta es una
singular forma de entender la sociología, como una especulación abstracta que
se reduce a una exegética vacua e insustancial, pero que se niega a abordar los
grandes problemas de la sociedad colombiana. Esa una sociología aséptica y
funcional al capitalismo criollo, para cuyos cultores el conocimiento es una
especie de ingeniería social, desligada de los asuntos reales que atañen a los
hombres de carne y hueso.
Esta es
la justificación para ser cómplices o protagonistas de la persecución a uno de
sus colegas, como en la práctica lo han sido cientos de profesores en la UN,
para quienes esa persecución es un asunto individual que no les concierne. Por
supuesto, en un ambiento académico tan conservador, como el que ahora impera en
la Universidad Nacional, resulta incómodo un personaje como Miguel Ángel
Beltrán, quien se ha atrevido a hablar claro de las razones históricas y estructurales
del conflicto social y armado en Colombia.
Como en
la Universidad Nacional en particular y en las universidades públicas en
general la autonomía ha sido una cuestión formal, que nunca ha operado en
sentido estricto, las autoridades administrativas y el grueso del profesorado
aceptan sin reparos que un ente externo, como lo es la Procuraduría General de
la Nación, destituya a MAB. Así, Ignacio Mantilla, el rector de la UN, un
personaje gris y mediocre –asesorado por “eminentes” juristas que posan de ser
muy progresistas– cumplió la orden en forma inmediata, fungiendo como peón del
establecimiento. Para completar, algunos de estos personajes pontifican sobre
la existencia en nuestro país de un Estado de Derecho, a nombre del cual habría
que aceptar las arbitrariedades e injusticias.
Una
mención especial merecen las diversas especies de violentologos y pazologos que
tienen su nicho en la Universidad Nacional, pues se esperaría que quienes han
convertido el tema de la violencia en una forma de vida y en una fuente de
ingresos, se hubieran manifestado a favor de Miguel Ángel, puesto que éste
soporta en carne propia la violencia física y simbólica que afecta la vida
universitaria. Pero que va, la mayor parte de ellos no se atreven a decir ni
una palabra de apoyo a su colega y de rechazo a sus perseguidores oficiales,
porque sencillamente la violencia que ellos analizan es un objeto distante que
no exige ningún compromiso inmediato y directo, además de que muchos de ellos
se han convertido en ideólogos, abiertos o soterrados, del terrorismo de Estado
o porque en últimas también son inquisidores como el Torquemada mayor, el Procurador
General de la Nación.
Al
respecto son muy apropiadas las palabras de la profesora Piedad Ortega, de la
Universidad Pedagógica Nacional, sobre los inquisidores, viejos y nuevos de la
Universidad Nacional: “¿Cuántos procuradorcitos (as) se están reproduciendo en
la mente iluminada de tantos (as) investigadores (as) que estudian y escriben
sobre el conflicto social armado, la violencia política, los despojos agrarios
y hoy están ‘anestesiados y amnésicos’ frente a la destitución de tu cargo por
13 años como profesor asociado de la Universidad Nacional?
¿Cuántos
procuradorcitos (as) madrugan, leen los últimos reportes del proceso de la
Habana y llegan a sus clases para presentar sus disertaciones sobre el
posconflicto, los procesos de paz… y un largo etcétera? Y no se interpelan
sobre la venda que le han colocado a la libertad de cátedra. A tu libertad. A
nuestra libertad”.
El Plan Cóndor redivivo
En las
décadas de 1970 y 1980 se llevó a cabo en América del Sur un siniestro plan por
parte de las dictaduras de Seguridad Nacional tendiente a deshacerse de los
opositores políticos, que incluía las prácticas del secuestro, la tortura, la
desaparición forzada y el asesinato, mediante un acuerdo de intercambiar
personas sin importar su nacionalidad; es decir, que, por ejemplo, alguien
nacido en Chile, pero que se encontraba radicado en Argentina, era raptado por
los dictadores de este último país y entregado a sus similares de Chile, donde
era torturado y asesinado. A esta práctica sistemática de terrorismo de Estado
de índole transnacional se le conoció como el Plan Cóndor –que operó con el
respaldo y asesoramiento de los Estados Unidos–, cuando fueron asesinados y
desaparecidos millares de militantes de izquierda en el Cono Sur. El Plan
Cóndor se sustentó en un feroz anticomunismo y en la pretendida defensa del
“mundo libre” en tiempos de la Guerra Fría, como pretexto para asesinar a los opositores.
Durante
el régimen criminal de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) se intentó revivir el
Plan Cóndor, a nombre de la “lucha internacional contra el terrorismo”. Para
eso, el Estado colombiano quiso extender a otros países del continente
latinoamericano sus concepciones, de estirpe estadounidense, sobre la
“soberanía limitada” y persecución de sus opositores, tildados con el mote de
“terroristas” y en muchos casos contó con la complicidad de gobiernos del
continente. Resulta importante recordar que la Operación Fénix fue justificada
bajo la misma lógica del Plan Cóndor, cuando el gobierno de Uribe Vélez sostuvo
con cinismo que podía violar la soberanía de otro país en forma impune:
"Colombia no violó soberanía sino que actuó de acuerdo con el principio de
legítima defensa...los terroristas, entre ellos Raúl Reyes, han tenido la
costumbre de asesinar en Colombia e invadir el territorio de los países vecinos
para refugiarse. Muchas veces Colombia ha padecido estas situaciones que
estamos obligados a evitar en defensa de nuestros ciudadanos".
Entre
los casos de aplicación de este nuevo Plan Cóndor se cuentan los de Rodrigo
Granda, Joaquín Pérez y Miguel Ángel Beltrán, entre otros. Este último fue
secuestrado en México, en una acción conjunta de los Estados de México y
Colombia, deportado en forma ilegal a nuestro país, torturado y maltratado. No
fue ni una captura ni una deportación normal, como dicen los medios de
desinformación criollos, sino una acción propia del terrorismo de Estado, al
peor estilo de la Operación Cóndor. Valga recordar que en declaraciones que no
tiene nada que envidiarle a las de criminales de la talla de Augusto Pinochet o
Rafael Videla cuando se referían a los perseguidos políticos, Álvaro Uribe
Vélez sostuvo en un Consejo Comunitario en Leticia: “Hago llegar nuestra más
sentida voz de gratitud al presidente Calderón porque en México se acaba de
capturar a uno de los terroristas más peligrosos de la organización
narcoterrorista de las FARC”. A lo que agregó: “Nuestra complacencia porque
este profesor de sociología dedicado a ser profesor del crimen esté hoy en las
cárceles colombianas. Gracias por la buena voluntad del presidente de México”.
Este es
un hecho que debe recordarse una y mil veces, porque los “connotados juristas”
que tanto pontifican sobre ese pulcro Estado de Derecho que sería Colombia, ni
lo mencionan, como si en esa circunstancia no se encontrara el origen mismo de
todas las arbitrariedades cometidas contra Miguel Ángel Beltrán que justifican
a posteriori al régimen criminal de Álvaro Uribe Vélez, el cual convirtió en
práctica cotidiana la violación del derecho internacional e hizo de Colombia un
vulgar Estado canalla.
Sicarios con micrófono y lumpen-intelectualidad
Otro
prototipo funcional al terrorismo de Estado es el sicario con micrófono (o con
procesador de palabras), que actúa en forma criminal a nombre de la libertad de
prensa, pero que reproduce la cartilla que le obliga a recitar el dueño del
canal de TV, de la cadena radial o de un periódico. Con la arrogancia que le
otorga la impunidad institucionalizada para difamar, calumniar y mentir, cada
uno de esos sicarios mediáticos coloca en la mira de los asesinos materiales a
aquellas personas que el régimen considera como incomodas, y a las que se
cataloga de “terroristas”.
Al
respecto, desde el mismo momento en que Miguel Ángel Beltrán fue secuestrado en
México y traído ilegalmente a Colombia, los medios de desinformación (RCN,
Caracol, El Tiempo, El Espectador…) se encargaron de reproducir la versión
oficial –ocultando la magnitud de los crímenes del Estado colombiano y
reproduciendo, sin ningún sentido crítico, las mentiras propaladas por el
régimen de Álvaro Uribe Vélez. Al respecto y solo para mencionar un ejemplo de
actuación sicarial a través del micrófono, vale la pena recordar la entrevista
radial que el 3 de junio de 2009 le hizo Félix de Bedout a Miguel A. Beltrán
–mientras este se encontraba privado de la libertad en la Cárcel Modelo de
Bogotá– que más que una charla periodística se asemeja al interrogatorio de un
policía o militar. Entre muchas perlas, prototípicas de la impunidad que
concede el servir a los grandes medios de desinformación, ese periodista
sostiene: “La actividad intelectual acaba siendo utilizada como mampara para lo
que es una relación de complicidad con las FARC”. Estos son los periodistas que
no preguntan sino que disparan ráfagas de odio y mentiras, que acusan y acosan
a la persona que está al otro lado, a la que no se le concede la más mínima
credibilidad, que sí es absoluta con respecto a las versiones oficiales.
Entre
estos sicarios con micrófono se encuentran un enjambre de “funcionarios del
pensamiento” –una auténtica lumpen-intelectualidad– que agrupa a académicos,
artistas, cantantes, escritores, profesores universitarios, periodistas,
antiguos guerrilleros arrepentidos… los cuales han contado con el aval del
régimen para mentir y calumniar desde sus tribunas de opinión. Como bien lo
dice Carlos Alberto Ruiz: “Esa fusión o amalgama de
empresarios/funcionarios/periodistas decide qué es noticia y qué no. ¿Por qué
van a ser menos moralmente muchos de los sicarios que disparan a sus víctimas,
que los distinguidos autores de silencios y salvoconductos en la cadena del
genocidio? Su puntería es semejante”. Desde esta perspectiva, la
lumpen-intelectualidad ha sido coparticipe de los crímenes del terrorismo de
Estado y su “guerra sucia”, –incluyendo la persecución a los intelectuales
críticos, como Miguel Ángel Beltrán- porque: “La condición sine qua non de que
una guerra sucia sea eficaz es conceder a quien la ejecuta la insignia de la
razón y el blindaje de la impunidad. Cómodamente, desde sus escritorios, son
miles de civiles los que deliberadamente participan del negocio de la guerra
contrainsurgente en Colombia y patrocinan sus dispensas o absoluciones. Otros,
de forma no intencional, como se dice de los efectos del mercado, quizá por
desinformación, también colaboran […] Unos y otros, de cara a las víctimas de
crímenes de Estado en Colombia, conforman una gran manada dispuesta a tergiversar,
negociar y olvidar”.
Los nuevos inquisidores y la muerte laboral
El
terrorismo de Estado en Colombia adquiere nuevos matices, y se “sofistica” con
la invención de nuevas formas de violencia y persecución, encubiertas con
procederes de un pretendido Estado de Derecho, porque esas acciones represivas
se muestran como un resultado de decisiones independientes de determinados
órganos del Estado (como los del sector judicial o de la vigilancia administrativa).
Entre los nuevos procedimientos de persecución, sobre todo para aquellas
personas vinculadas como empleados del sector público, se encuentra la muerte
laboral, aunque en rigor sería mejor denominarlo como el asesinato laboral.
Este consiste no sólo en despedir de su cargo a un funcionario, sino en
prohibirle que vuelva a ejercer algún cargo durante largos períodos de tiempo o
el resto de su vida. Esto tiene razón de ser cuando se trata de funcionarios
inmersos en procesos de corrupción, malversación, uso indebido de su cargo,
etc., pero tiene finalidades políticas expresas cuando se les aplica a personas
cuyo “delito” radica en cuestionar el orden existente, porque eso se constituye
en una abierta forma de persecución a quienes son vistos como “incomodos” o
“enemigos”. Por supuesto, estas nuevas acciones terroristas, ejercidas por el
Estado, no aparecen registradas en códigos o normas legales, porque en teoría
se respeta la libertad de pensamiento y de opinión, pero en la práctica sí que
se aplican.
La
persecución de los funcionarios que piensan o cuestionan es propia de la
inquisición, como lo atestigua el comportamiento del actual Procurador General
de la Nación, Alejandro Ordoñez, cuyas concepciones sobre la vida y la sociedad
son propias de cualquier Torquemada, lo cual no sorprende en alguien que es
miembro de la Congregación Legionarios de Cristo y cuya “tesis de grado” en
Derecho en la Universidad Santo Tomas de Bucaramanga, fue dedicada a la Virgen
María, "suplicándole la restauración del orden cristiano y el
aplastamiento del comunismo ateo" y quien durante su juventud se dedicó a
quemar libros. Pues este personaje, aparte de acusar y perseguir a sus enemigos
(pensadores críticos, militantes de izquierda, homosexuales, prostitutas…) y
absolver a sus amigos (militares, paramilitares, uribistas…), aplica a
rajatabla la muerte laboral, algo que nadie cuestiona.
Una y
otra de estas dos detestables prácticas (la del inquisidor y la de aplicar la
muerte laboral) del Procurador General de la Nación han sido replicadas en la
Universidad Nacional por los viejos y nuevos inquisidores –muchos de ellos
camuflados como “geniales juristas” que defienden el “Estado de Derecho” (sic)
–, encabezados por Ignacio Mantilla, un burócrata gris y mediocre, cuando han
decidido acatar la orden de destituir al profesor Miguel Ángel Beltrán. Porque
este Rector no sólo replica la persecución inquisitorial del Procurador
Ordoñez, sino que además decreta la muerte laboral de un miembro de la
comunidad docente de esa universidad, al aceptar su sanción durante trece años
para ejercer cualquier cargo público. Es un asesinato laboral, porque,
recordando a Bertolt Brecht, existen muchas maneras de matar y entre las peores
se encuentran privar a un ser humano de la posibilidad de ganarse el pan
mediante la actividad que sabe hacer. Eso es lo que se ha hecho contra Miguel
Ángel Beltrán al privarlo, con premeditación y alevosía, de la labor de
impartir cátedra e investigar, en lo que ha demostrado un altísimo nivel.
Parece
ser que algunos académicos de la Universidad Nacional y de las universidades
públicas son tan ciegos, como los ciegos de José Saramago, que ni siquiera
entienden o no quieren entender que si la muerte laboral ha sido aplicada a uno
de los profesores de la UN mañana puede ser aplicada a cualquier otro y
acudiendo a las mismas mentiras que se han construido contra Miguel Ángel
Beltrán.
Resistencia y dignidad
Miguel
Ángel Beltrán nunca ha querido presentarse como víctima, porque en el fondo no
cree en la “victimologia” que se ha impuesto en Colombia y en el mundo en los
últimos tiempos, cuya finalidad es la de confundir el sentido de la acción, en
la que las personas pasan de ser sujetos conscientes y activos que luchan por
otro proyecto de sociedad, distinta al capitalismo, a ser individuos pasivos y
resignados. En ese sentido, resulta mejor hablar de sujetos que combaten y
resisten, aunque lo más común es que sean derrotados, esa derrota no supone
reducir su capacidad de acción, su dignidad y su coraje, porque tienen claro
por qué luchan y para qué.
Miguel
Ángel Beltrán no es una víctima, es un luchador y como tal ha afrontado en
forma digna la persecución a que lo somete el Estado terrorista, porque sabe y
comprende que eso no es producto de la fatalidad o de la mala suerte, sino un
resultado perfectamente normal por asumir una posición clara y firme ante la
opresión, la explotación, la desigualdad y la injusticia dominantes en
Colombia. Él ha resistido en los distintos espacios a donde se ha encontrado,
como en la universidad, en la prisión o en el exilio, porque es consciente que
la lucha no cesa, cuando se ha asumido el compromiso indeclinable de enfrentar
la ignominia.
Los
vencidos ni en la derrota adjuran de su condición, porque saben que, como
ellos, en otros lugares existen hombres y mujeres que no admiten que
capitalismo sea el mejor y único mundo posible. Y en Colombia son los que se
niegan a creer que acá reina la Democracia, el Estado de Derecho, la libertad
de prensa y que el bloque de poder contrainsurgente está formado por mansas
palomas. Asimismo, son los que conciben que nuestro conflicto armado tiene
raíces sociales e históricas, afincadas en la profunda desigualdad e injusticia
que predomina en el país.
Precisamente,
por hacer este tipo de consideraciones a Miguel A. Beltrán y a muchos
colombianos se les ha acusado de ser traidores a la patria. Y, en efecto, todos
estos hombres y mujeres valientes que han arriesgado su vida por hacer oír su
voz en medio del desierto mediático y el conformismo cómplice de millones de
colombianos, pueden ser considerados como “traidores a patria”, tal y como lo
expreso el poeta turco Nazim Hikmet, (1902-1963), con estos versos:
Traidor a la patria
Sí.
Yo soy un traidor a la patria,
si vosotros sois los patriotas.
Si vosotros sois los defensores
de esta patria,
yo soy traidor a la patria.
Yo soy traidor a la patria,
si la patria son vuestros ranchos,
si es todo lo que hay en
vuestras cajas de caudales,
si es todo lo que hay en
vuestros talonarios de cheques.
La patria.
Si la patria es reventar de hambre
en las calles.
Si la patria es temblar de frío
afuera como un perro
y retorcerse de paludismo en
verano,
si es beber nuestra sangre
escarlata en vuestras fábricas.
La patria.
Si la patria son vuestras garras de
grandes latifundistas.
Si la patria, es el catecismo
armado de lanzas.
Si la patria, es la porra de la
policía.
Si la patria son vuestros
créditos y vuestras remuneraciones.
La patria.
Si la patria son las bases
americanas,
la bomba americana y los
cañones de la flota americana.
Si la patria no es liberarse de
nuestras podridas tinieblas,
entonces, yo soy traidor a la
patria.
Los que
luchan como Miguel Ángel Beltrán son amantes de la vida y repudian la muerte,
que es una característica intrínseca al fascismo y todos sus cultores. Y como
amante de la vida, en momentos críticos de su existencia –como el que atraviesa
en este momento– la vida misma lo premia iluminándolo con la luz de nuevos
seres. Cuando estuvo en prisión, luego de su secuestro en México, nació su hijo
Inti y ahora, en medio del acoso y persecución judicial del Estado colombiano
viene en camino un nuevo hijo, con su valerosa compañera, Natalia. Esa es una
señal, para Miguel Ángel y ella, de amor y de compromiso, a pesar del dolor que
soportan y de la miseria humana que los asfixia, porque como lo dijo José
Martí: “La capacidad de amar es la única que hace al hombre grande y feliz.”
NOTAS
- Dana Priest, «Covert action in Colombia. U.S. intelligence, GPS bomb kits help Latin American nation cripple rebel forces», The Washington Post, diciembre 21 de 2013. Traducido al castellano por Patricia Rivas: Destapan multimillonario plan de la CIA para asesinar a dirigentes de la insurgencia, disponible en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=178552
- Central Intelligence Agency, Directorate Intelligence, Best Practices in Counterinsurgency. Making High-Value Targeting Operations an Effective Counterinsurgency Tool, Julio 7 de 2009, pp. 2, 6 y 9.
- “Contrainsurgencia a la medida”, Editorial de La Jornada, diciembre 19 de 2014.
- HYPERLINK "http://www.elespectador.com/noticias/judicial/tribunal-superior-condeno-rebelion-al-profesor-miguel-a-articulo-533963" http://www.elespectador.com/noticias/judicial/tribunal-superior-condeno-rebelion-al-profesor-miguel-a-articulo-533963, énfasis en el original.
- Martha Nussbaum, Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades, Editorial Katz, Bogotá, 2012, p. 43.
- El mejor ejemplo al respecto, típico de un culto a la norma que caracteriza al leguleyismo santanderista que impera en Colombia, es el de Rodrigo Uprimmy. Ver al respecto: Atacable pero acatable. A propósito de la sanción al profesor Beltrán y del artículo del profesor Múnera, disponible en http://palabrasalmargen.com/index.php/articulos/nacional/item/atacable-pero-acatable-a-proposito-de-la-sancion-al-profesor-beltran-y-del-articulo-del-profesor-munera
- Piedad Ortega, Carta Abierta de la Profesora Piedad Ortega Valencia a la Comunidad Universitaria de la UN, UPN, UD, y demás Universidades Públicas del País, disponible en http://upublicaresiste.blogspot.com/2014/09/carta-abierta-de-la-profesora-piedad.html
- “Colombia se defiende” en Agencia BBC Mundo, 2 de marzo de 2008 ‹http://news.bbc.co.uk/hi/ spanish/latin_america/newsid_7274000/7274034.stm›
- La Jornada, mayo 24 de 2009, p. 7.
- “Agradece Uribe a México captura y deportación de presunto rebelde”, INFORMADOR.COM.MX, 23 de mayo de 2009, disponible en HYPERLINK "http://www.informador.com.mx/internacional/2009/105577/6/agradece-uribe-a-mexico-captura-y-deportacion-de-presunto-rebelde.htm" http://www.informador.com.mx/internacional/2009/105577/6/agradece-uribe-a-mexico-captura-y-deportacion-de-presunto-rebelde.htm
- “Entrevista concedida al programa radial de la W”, publicada en Miguel Ángel Beltrán Villegas, Crónicas del “otro cambuche”, ASPU, Bogotá, 2011, p. 258.
- Carlos Alberto Ruíz Socha, Prologo al libro de Ricardo Ferrer Espinosa y Nelson Javier Restrepo Arango, Nos matan y no es noticia. Parapolitica de Estado en Colombia, Ediciones Cambalache, Madrid, 2010, p. 12.
- Ibíd.
(*)
Renán Vega Cantor es historiador. Profesor titular de la Universidad Pedagógica
Nacional, de Bogotá, Colombia. Autor y compilador de los libros Marx y el siglo
XXI (2 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 1998-1999; Gente muy
Rebelde, (4 volúmenes), Ed. Pensamiento Crítico, Bogotá, 2002; Neoliberalismo:
mito y realidad; El Caos Planetario, Ediciones Herramienta, 1999; Capitalismo y
Despojo, Ed. Pensamiento Crítico, Bogotá, 2013, entre otros. Premio Libertador,
Venezuela, 2008. Su último libro publicado es Colombia y el Imperialismo
contemporáneo, escrito junto con Felipe Martín Novoa, Ed. Ocean Sur, 2014.
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