Jorge
Freytter-Florián
El
pasado 9 de Julio de 2014, compartió su historia de vida y lucha académica con
nosotros el sociólogo, profesor, en su día exiliado y hoy preso político,
Miguel Ángel Beltrán, quien en el recinto de las Aulas de la Experiencia de
Bizkaia, coopresentó el libro: “Presente y Futuro de Colombia en Tiempos de
Esperanza. En memoria al profesor Jorge Adolfo Freytter Romero” (Abogado y
profesor de la Universidad del Atlántico asesinado en el 28 de Agosto de 2001
por agentes del Estado en connivencia con el Paramilitarismo del Bloque Norte).
Esta
obra, que rinde homenaje a la memoria del profesor Freytter y que pretende ser
una aportación a la memoria histórica en Colombia, es posible gracias al
compromiso y la solidaridad internacionalista vasca para con el Pensamiento
Crítico Colombiano que hoy se enfrenta al peligro y la amenaza de la
persecución, la estigmatización, la cárcel y la muerte administrativa,
proferidas por el Terrorismo de Estado en Colombia.
De
hecho, tras su visita por el País Vasco, el profesor Miguel Ángel Beltrán se
dirigió a Managua, Nicaragua, convocado a participar en el Congreso
Latinoamericano de Estudiantes de la OCLAE (Organización Continental
Latinoamericana y Caribeña de Estudiante). En el vuelo con escala en Panamá
este fue detenido y retenido por más de dos horas, realizándosele un proceso de
“inadmisión” por el que fue devuelto a la ciudad de Bogotá, bajo la inspección
de agentes de EEUU.
En el
2011 el Ministerio Público (Procuraduría General de la Nación), destituyó e
inhabilitó al profesor Beltrán Villegas a 13 años, por considerar que Beltrán
Villegas escribía documentos oficiales para la Insurgencia armada de las
FARC-EP, finalmente el día 13 de Junio de 2011, un juez de Bogotá lo absolvió
de los delitos de concierto para delinquir agravado, rebelión y financiación de
grupos insurgentes armados. La persecución al Pensamiento Critico no termina
ahí, y por si fuera poco, más tarde, el 18 de diciembre de 2014 periódicos e
informativos abren con la noticia de que el profesor Miguel Ángel Beltrán fue
condenado a más de 8 años de prisión por el Tribunal Superior de Bogotá por el
delito de rebelión. Con todo esto, resulta evidente la persecución directa, el
ensañamiento contra un intelectual, un pensador y académico colombiano que desde
una perspectiva crítica, se atreve a pensar, a reflexionar diferente, en un
país donde se suprimen los Derechos del libre ejercicio sindical, libertad de
cátedra, libertad de prensa, de asociación. En resumidas cuentas, un Estado que
se enfila contra el Pensamiento Crítico.
Reproduzco
la intervención del profesor Miguel Ángel Beltrán en el lanzamiento del libro
en la ciudad de Bilbao.
(*)
Jorge Freytter-Florián es hijo del profesor Jorge Adolfo Freytter Romero,
asesinado por el Estado Colombiano.
Actualmente trabaja como activista por la Paz de Colombia en el País
Vasco y es miembro de la Asociación Jorge Adolfo Freytter Romero. Estudios
sobre la Violencia Política en América Latina y en su especialidad:
Universidades Públicas Colombianas.
PRESENTACIÓN DEL
LIBRO
Miguel
Ángel Beltrán Villegas∗
Quiero
ante todo saludar a los organizadores, organizadoras y asistentes a esta
presentación del libro Presente y futuro de Colombia en tiempos de esperanzas;
se trata de un simbólico acto que nos brinda la oportunidad para convocar la
memoria de nuestro colega Jorge Adolfo Freytter, a quien en el día de hoy
queremos recordar como el profesor y luchador social que fue en vida y que los
verdugos de la palabra pretendieron silenciar con su secuestro, tortura y alevoso
crimen. Evocamos la memoria de quienes ya no están presentes físicamente aunque
espiritualmente nos sigan acompañando, no porque participemos de un culto
fetichista a la nostalgia y al pasado sino, fundamentalmente, porque creemos en
el futuro y la esperanza. La memoria -nos lo recuerda la sabiduría de los
pueblos ancestrales- es “una poderosa vacuna contra la muerte y alimento
indispensable para la vida. Por eso, quien cuida y guarda la memoria, guarda y
cuida la vida; y quien no tiene memoria está muerto” (subcomandante Marcos).
De allí
que establecer las estrechas y complejas conexiones entre el pasado y el
presente, más que un ejercicio académico, hace parte de las innumerables
batallas que libran las clases subalternas en el campo político, jurídico y
cultural, en un país como Colombia donde las élites dirigentes han tratado de
olvidar, silenciar, ocultar y eliminar aquellos recuerdos que provienen de los
sectores excluidos. Precisamente aquí radica la fuerza y trascendencia del
libro que hoy presentamos a Ustedes, ya que sus páginas nos hablan de la acción
y el pensamiento de un hombre ejemplar, de un verdadero maestro cuyos ideales
iluminan y seguirá iluminando el horizonte de las futuras generaciones
universitarias; pero también, porque a través de las reflexiones que nos aporta
un selecto grupo de colaboradores y colaboradoras que participan en esta obra,
se desnudan las raíces del conflicto colombiano, las responsabilidades del
Estado en el mismo y las posibilidades de paz en el país. Pensar crítica y
colectivamente la realidad es otra forma de trazar caminos de esperanza, para
quienes anhelamos cambios profundos en nuestra sociedad.
Hace
algo más de un mes que el gobierno nacional y las guerrillas de las FARC-EP
suscribieron en La Habana (Cuba) un documento conjunto donde definen los
principios que orientarán la discusión del punto 5 del Acuerdo General para la
terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera. Allí
las partes firmantes hacen un histórico reconocimiento “que las víctimas de
graves violaciones a los derechos humanos e infracciones al Derecho
Internacional Humanitario con ocasión del conflicto tienen derecho a la verdad,
la justicia, la reparación y a las garantías de no repetición”. Dicho documento
señala en uno de sus numerales que: “Esclarecer lo sucedido a lo largo del
conflicto, incluyendo sus múltiples causas, orígenes y sus efectos, es parte
fundamental de la satisfacción de los derechos de las víctimas, y de la
sociedad en general”.
Nada
más cierto; así lo demuestran las cercanas experiencias de paz vividas en El
Salvador y Guatemala, que pusieron fin al agudo conflicto armado interno que
estremeció a estas naciones centroamericanas en los años ochenta y comienzo de
los noventa: ¿Cómo restablecer, entonces, los estrechos vínculos entre el
pasado, el presente y el horizonte de expectativas de una paz futura? ¿Cómo la
reconstrucción de la memoria puede convertirse en una garantía para que estos
execrables crímenes no sigan repitiéndose? Escapa a esta presentación dar
respuesta a estos gruesos interrogantes, no obstante quisiera aprovechar la
oportunidad que nos brinda este evento, para reiterar algunas ideas que
resultan pertinentes para la recuperación y reconstrucción de la memoria en el
campo de la persecución al pensamiento crítico.
Para
empezar quisiera señalar que la persecución al pensamiento crítico en las
universidades ha tenido expresiones diversas, que contemplan no sólo la
promoción y aplicación de procedimientos disciplinarios por parte de las
directivas universitarias conducentes a la sanción y en muchos casos
destitución de miembros de la comunidad universitaria; sino también la
infiltración de los organismos de inteligencia al campus universitario y la
fabricación de montajes judiciales, sin dejar de recurrir a la tortura, la
eliminación física y la desaparición de profesores, estudiantes y trabajadores
críticos. El crimen de Jorge Freytter encarna dolorosamente estas oprobiosas
prácticas: en los días previos a su asesinato el profesor Freytter fue
investigado judicialmente bajo una falsa acusación de inasistencia alimentaria;
días después se reportó su desaparición y tras ser sometido a tratos crueles e
inhumanos fue finalmente asesinado. Este homicidio –como nos lo recuerda el
abogado Alirio Uribe en su artículo incluido en este libro que hoy presentamos
“se suma a una serie de crímenes que se cometieron contra miembros de la
comunidad académica de la Universidad del Atlántico, que han manifestado ser
opositores de las últimas administraciones y que se caracterizaron por
denunciar irregularidades y situaciones de corrupción al interior de esta institución
educativa” (pág. 101)
Hoy,
como antes, tenemos suficientes elementos de prueba para afirmar que en estos
crímenes han participado agentes del Estado Colombiano, ya sean del ejército,
la policía o los organismos de inteligencia, en estrecha connivencia con
integrantes de organizaciones paramilitares; complicidad que como bien lo
documenta el sacerdote colombiano Javier Giraldo en el libro, cuenta con una
larga data en Colombia. Cabe rememorar aquí el crimen cometido hace ya más de
treinta años contra el reconocido defensor de presos políticos y profesor de la
Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Alberto Alava Montenegro, quien
fuera asesinado por miembros de los escuadrones del naciente MAS (Muerte a
Secuestradores), una de las organizaciones pioneras de los grupos
paramilitares, que contó en sus orígenes con el auspicio de narcotraficantes y
sectores ligados a las Fuerzas Militares.
Una
práctica que ha tenido continuidad en la última década como lo ilustra
dramáticamente el más reciente caso del sociólogo y profesor Alfredo Correa de
Andreis, acusado falsamente de ser un importante ideólogo de las FARC, y
asesinado en septiembre del 2004, poco después de recuperar su libertad. Las
pesquisas judiciales llevaron a concluir que se trató de un montaje judicial
orquestado desde el extinto Departamento Administrativo de Seguridad, DAS
(organismo de inteligencia dependiente del ejecutivo) que actúo en estrecha
conexión con miembros del Bloque Norte de las Autodefensas.
Pese a
la contundencia de estos hechos, representantes del Estado e incluso sectores
de la misma Academia, han difundido versiones en el sentido que estos crímenes
han sido el resultado de “fuerzas oscuras” que pretenden desestabilizar la
democracia. Así, en una versión cercana a lo que en Argentina se denominó la
“teoría de los dos demonios”, se ha pretendido defender la existencia en
Colombia de dos bandos enfrentados, uno y otro igual de violentos y con una
misma responsabilidad ante la sociedad cuyo papel ha sido relegado al de simple
espectadora para luego ser declarada “víctima”. La difusa conceptualización de
“actores armados” en el que se incluye tanto paramilitares (hoy llamadas
eufemísticamente “bandas criminales”), fuerzas militares y guerrillas, sin
diferenciar sus orígenes, modalidades de acción, objetivos estratégicos, es
parte de esta interpretación oficial que, de una u otra forma recoge el reciente
informe del centro de Memoria “basta ya”:
“En
Colombia, el conflicto armado –afirma el mencionado informe- no tiene una
modalidad de violencia distintiva. Los actores armados enfrentados han usado y
conjugado todas las modalidades de violencia. Todos han desplegado diversas
modalidades y cometido crímenes de guerra y de lesa humanidad, haciendo a la
población civil la principal víctima del conflicto”.
Frente
a esta tesis quisiera señalar –y esta es la segunda idea que me interesa
subrayar en esta presentación- es que en Colombia la persecución contra el
pensamiento crítico en las universidades no constituye un hecho aislado, sino
que hace parte de una política sistemática de silenciamiento y exterminio de
diferentes expresiones de pensamiento crítico en la sociedad, que afecta no
solamente a la comunidad académica sino, también, a líderes políticos y
sociales, así como a diferentes sectores de la oposición. Con lo anterior
queremos hacer explícito la existencia en Colombia de una política estatal que
busca garantizar el orden social vigente recurriendo a medios legales y
extralegales. No de otro modo se explica la existencia de un gigantesco aparato
militar que amparado en doctrinas contrainsurgentes como la “Doctrina de la
Seguridad Nacional” han identificado en los movimientos de protesta y
resistencia, un “enemigo interno” que debe ser aniquilado.
La otra
arista de esta realidad es la actuación de una justicia politizada que -salvo
muy raras excepciones- ha fungido como mecanismo de desarticulación de las
organizaciones sociales, contribuyendo a la persecución, estigmatización y
judicialización de quienes -desde la palabra o desde la acción- han cuestionado
las políticas oficiales. Por esta vía se garantiza la impunidad jurídica para
los autores de crímenes de lesa humanidad, narco-paramilitares y desfalcadores
del erario público que, a lo sumo, purgan leves condenas en cómodos centros de
reclusión o guarniciones militares disfrutando de todos los lujos y beneficios
que para otro interno sería impensable, mientras a los presos políticos se les
aplica una legislación draconiana, y se les recluye en establecimientos
penitenciarios que no respetan las reglas mínimas para el tratamiento de las
personas privadas de la libertad. Esta es la condición en que viven los más de
9000 prisioneros y prisioneras políticas del país cuya existencia es negada con
vehemencia por los gobiernos de turno.
Capturas
irregulares que luego son legalizadas por jueces “de garantías”; pruebas
ilícitas obtenidas violando derechos fundamentales, principios constitucionales
e incluso tratados internacionales; evidencias adquiridas de manera ilegal;
presiones para lograr la autoincriminación del sindicado; dilatación del juicio
penal, constituyen el denominador común de estos montajes judiciales, que hoy
mantienen tras las rejas a numerosos estudiantes, profesores y trabajadores de
las universidades públicas bajo los cargos de “rebelión” y “concierto para
delinquir”; en tanto que otros miembros de la comunidad académica han tenido
que abandonar el país amenazados por los grupos paramilitares.
Bajo
esta perversa lógica numerosos estudiantes como Ómar Marín, Carlos Lugo, Jorge
Eliércer Gaitán, Alexis Bueno, Cristian Leyva, Erika Aguirre, Xiomara Torres y
profesores como Omar Cómbita y Carlo Carrillo llevan más de treinta meses
arbitrariamente privados de la libertad acusados de tener supuestos nexos con
la insurgencia armada; Se trata de juicios parcializados con base en el
testimonio de personas al servicio del Estado que no tienen ninguna credibilidad,
pero que creen que asesinando o encarcelando el pensamiento crítico se logrará
cortar de raíz los sueños de quienes queremos una patria más justa y equitativa
donde quepamos todos y todas.
De allí
la urgente tarea de derrotar los crecientes silencios, señalamientos y
autocensura que se han ejercido incluso desde la misma Universidad y algunos
sectores de izquierda contra aquellos que asumen el pensamiento crítico. Sin
duda, la memoria constituye un instrumento de visibilización y un paso importante
en la exigencia de no repetición de estos repudiables hechos; por lo que
proyectos como el que hoy estamos presentando a ustedes constituyen un antídoto
eficaz para enfrentar el olvido, porque tienen además la virtud de condensar la
tenacidad de los familiares que no han cejado en su afán de exigir verdad y
reclamar justicia; el compromiso de los analistas críticos de la realidad
social y la incansable labor de colectivos e instituciones que han asumido la
loable tarea de la defensa de los derechos humanos.
Por
ello, no quiero terminar sin agradecer públicamente a todas las organizaciones
políticas, sociales y civiles que hacen presencia hoy en este evento de
lanzamiento del libro: a la Universidad del País Vasco, a la diputación foral
de Gipuzkoa, al movimiento internacionalista de solidaridad del País Vasco, que
han contribuido a la materialización de un proyecto que, sin duda, demuestra el
importante papel que puede jugar la comunidad internacional en la solidaridad,
visibilización, denuncia de estos crímenes de Estado y, sobre todo, como
garantía para que en Colombia no vuelvan a repetirse estos horrendos hechos.
(∗)
Profesor Asociado, Universidad Nacional de Colombia. Ex preso político
colombiano.
1 comentarios:
A propósito, y para iniciar el debate, los invito a la CONVOCATORIA A LA INTELECTUALIDAD COLOMBIANA en:
http://www.monografias.com/trabajos101/convocatoria-intelectualidad-colombiana/convocatoria-intelectualidad-colombiana.shtml
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