¿Por
qué las protestas estudiantiles en Venezuela recibieron tan amplia cobertura
mediática, pero el caso notoriamente más grave de la desaparición de 43
estudiantes mexicanos está condenado al silencio de los grandes medios masivos?
Análisis de Julieta Penagos, integrante de la Red colombiana de periodistas con
visión de género.
Por Julieta Penagos*.
Los
movimientos estudiantiles en el mundo han sido una expresión de oposición a
gobiernos que se han caracterizado por oprimir a sus poblaciones. Sus luchas se
iniciaron como estrategia para mejorar las condiciones educativas del
estudiantado, pero en razón de sus procesos de formación y la capacidad que
generaron para prever ciertos fenómenos políticos, se han planteado propuestas
que trasciendan el aula para llegar a otros espacios sociales. Su pasado y sus
registros fotográficos se han convertido en verdaderos clásicos de la historia
e inspiradores para las generaciones venideras.
Contra
los movimientos estudiantiles los gobiernos han desplegado toda su violencia.
Recordamos con dolor matanzas como la perpetrada el 2 de octubre de 1968
autorizada por el gobierno mexicano en la plaza de las 3 culturas en
Tlatelolco; o la que produjo la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla el 7 y 8 de
junio de 1954, en donde el ejército disolvió las manifestaciones estudiantiles
a tiros, dejando 13 estudiantes muertos
en el centro de Bogotá. Podríamos hacer
un recorrido por países cultural y
geográficamente distintos como Argentina, Francia o China y encontraremos
episodios similares.
Algunos
fenómenos que no estaban previstos por la tradicional clase política en
Latinoamérica, como la llegada de la izquierda al poder en algunos países, han
hecho que perfiles que no militaban en el movimiento estudiantil empiecen a
organizarse y hacer parte de una nueva oposición sin experiencia en la materia.
La condición y formación de esta numéricamente
pequeña clase social, ha estado dotada de valores que se enseñan desde
los primeros años de infancia y consiste en desarrollar una pedagogía para en
el futuro ordenar, mandar, dirigir, planear y aprovechar, todo en nombre de la
libre competencia y la democracia. Haber
perdido este privilegio ha sido considerablemente dramático para esta clase.
El
ejemplo más potente y cercano es el venezolano,
en donde se formó un movimiento estudiantil de oposición al socialismo que ha
despertado toda clase de solidaridades mediáticas en la región. La CNN, por
ejemplo, ha estado atenta a sus
pronunciamientos y propuestas creando importantes despliegues periodísticos y
realizando programas de debate. En
Colombia, las dos cadenas informativas más poderosas del país también
estuvieron a la altura, dando micrófono a reconocidos generadores de opinión de
los partidos políticos más clásicos y tradicionales. Recuerdo a Pacho Santos
con su vehemencia acostumbrada, expresando toda su solidaridad e indignado por
la difícil situación venezolana. Afortunadamente, Pacho Santos no genera ningún
impacto real desde ningún punto de vista. Hasta el popular cantante Marc
Anthony envió mensajes de fuerza a los recién organizados jóvenes.
De otro
lado, el movimiento estudiantil ha vuelto a ser un hecho noticioso y doloroso,
esta vez en México. Se trata de un grupo de estudiantes de la escuela Normal
Rural de Ayotzinapa Isidro Burgos en el estado de Guerrero. Se trata de una
zona caracterizada por hechos de violencia política y armada desde los años 70,
disputas entre carteles del narcotráfico y en el último año una fuerte
resistencia contra la reforma educativa, que ha sido el escenario de la
desaparición de más de 40 estudiantes normalistas en el marco de una movilización conmemorativa
que, de manera indiscriminada, fue dispersa por la fuerza pública. El hecho ha
conmovido al país, movido de sus puestos a altos funcionarios del gobierno y
destapado una serie de hechos corruptos en la ciudad vinculados directamente
las fuerzas políticas más importantes de Guerrero y México. Hasta el carismático y buen mozo presidente
de México, Enrique Peña Nieto, tuvo que salir a prometer el esclarecimiento de
los hechos, promesas que evidentemente han sido puestas en duda por un
movimiento social que no ostenta alianzas con grandes cadenas informativas para
generar la misma solidaridad y presión mediática que sí genera el movimiento
estudiantil venezolano.
Los
detalles y las fotografías las conocemos por los medios alternativos de
comunicación y blogueros que se han encargado de mantener informados a quienes
les interesa la suerte de los jóvenes y la situación en general de México. En
Colombia, la noticia no ha tenido la trascendencia de un drama de semejantes
magnitudes y quienes de manera vehemente defendían al movimiento estudiantil
venezolano se han mantenido en un silencio abrumador.
Sin
ahondar en el análisis de lo que pasó en Guerrero y la reacción de los medios
en Colombia, ni deslegitimar a los estudiantes venezolanos -entendiendo que son
parte de un sistema al que critican porque no les refleja, por la pérdida sin
precedentes de sus privilegios del pasado-, sí es preocupante que a las
víctimas se les apoye en razón de sus victimarios y que la presión por la
verdad quede en manos de decisiones individuales mediadas por sensibilidades
ideológicas y no humanitarias que defiendan el derecho a la vida y a la
integridad. En este hecho aberrante se han violado todos los derechos humanos
ante la complicidad de instituciones legítimas del Estado mexicano y el
silencio de los grandes medios masivos. Sabemos que la solidaridad a todo nivel
no devolverá el tiempo ni a los estudiantes, pero privilegiar en las agendas de
los medios hechos tan dramáticos que vulneran de manera sistemática todos los
derechos humanos de toda una población, constituye un avance en la construcción
de una sociedad igualitaria y previene hechos similares en el fututo.
Sabemos
que en la ciudad de Iguala y en 80 ayuntamientos más del estado de Guerrero se
adelantan masivas movilizaciones hasta que aparezcan con vida los estudiantes.
Ojalá se consiga el propósito y los medios de comunicación en Colombia que cuentan
con la capacidad suficiente para hacer un respectivo cubrimiento parecido al
que hicieron en Palestina o hacen actualmente en Siria, decidan darle cara a la
situación y nos mantengan al tanto.
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Julieta Penagos es comunicadora social y periodista. Integrante de la Red
colombiana de periodistas con visión de género y realizadora del programa Ni
reinas Ni cenicientas de Canal Capital.
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