Carta Abierta de la
Profesora Piedad Ortega Valencia a la Comunidad Universitaria de la UN, UPN,
UD, y demás Universidades Públicas del País
Miguel
Ángel
Hoy
Estarás
saboreando un pan amargo.
Tu
saliva estará reseca de tanta tristeza acumulada.
Inti y
Ernesto, tus hijos, te preguntarán sobre el futuro. Este futuro
– clausurado-
de ventanas cerradas.
Y tu
compañera, con esa sonrisa serena, intentando sostenerte,
Te
dirá, que mañana, los pájaros que has dejado en tus cátedras seguirán volando,
porque hay cientos de manos, de sonrisas, de miradas que no dejaran que tus
palabras se exilien.
Palabras
que se escucharán en el corredor, en el patio, en la calle, en la plaza, en la
pared, en el ladrillo.
Palabras
húmedas de esperanzas.
Miguel
Ángel, diles a tus hijos, y a tus estudiantes,
Que aún
nos queda la esperanza.
El
ciego de la venda negra preguntó ¿cuántos ciegos serán precisos para hacer una
ceguera?
Hoy nos
podemos preguntar:
¿Cuántos
procuradorcitos (as) se hacen necesarios para terminar de colocarle silicona a
la voz de los (as) profesores (as) de nuestras universidades públicas?
¿Cuántos
procuradorcitos (as) se están reproduciendo en la mente iluminada de tantos
(as) investigadores (as) que estudian y escriben sobre el conflicto social
armado, la violencia política, los despojos agrarios y hoy están “anestesiados
y amnésicos” frente a la destitución de tu cargo por 13 años como profesor
asociado de la Universidad Nacional?
¿Cuántos
procuradorcitos (as) madrugan, leen los últimos reportes del proceso de la
Habana y llegan a sus clases para presentar sus disertaciones sobre el
posconflicto, los procesos de paz… y un largo etcétera? Y no se interpelan
sobre la venda que le han colocado a la libertad de cátedra. A tu libertad. A
nuestra libertad.
¿Cuántos
procuradorcitos (as) te han leído?
¿Cuántos
procuradorcitos (as) le enseñan hoy a los jóvenes en la Universidad Nacional
sobre la urgencia de una reforma agraria, los problemas del desplazamiento, la
necesidad de trabajar con la diferencia, la enseñanza de la historia reciente,
el trabajo de la memoria y hoy están siendo, ellos/as mismos – diagnosticados-
como afásicos para no asumir la responsabilidad que les confiere la autonomía
universitaria?
¿Cuántos
procuradorcitos respaldan hoy la cátedra de paz, la ley de víctimas y están
cantando el sonsonete farandulero del “soy capaz”….¿De qué?
Sí,
Miguel Ángel
Estos
(as) procuradorcitos (as), son profesores (as) de la universidad Nacional y
también de la Universidad Pedagógica, de la Distrital y de un largo etcétera de
universidades públicas del país. Tienen sus puntos asegurados en el escalafón
docente, se asumen como una élite, muchos y muchas de ellos y ellas en la
franja de pensadores críticos, y hoy, no sienten vergüenza por este hecho
histórico sobre el que ha legislado el Sr. Rector en la Universidad Nacional, funcionario,
Ignacio Mantilla.
Son
profesores (as) asépticos y escépticos. Son profesores que los corroe la
herrumbre. Se han oxidado. Han hipotecado el porvenir de la libertad de cátedra
y la autonomía universitaria.
Sí,
Miguel Ángel,
Un
señor que “simula” ser rector de la universidad nacional te ha destituido. Un
experto en la academia de las matemáticas. Un técnico. Un Sr. elegantemente
vestido, con todas sus patentes universitarias en Alemania. Algo, importante
para reseñar, “sensible al conflicto”, “acaso comprometido con el proceso de
paz”, tanto, que ha entregado su aval para que algunos de los profesores de
esta universidad integren la comisión histórica del conflicto (Darío Fajardo,
Jairo Estrada, Víctor Manuel Moncayo, exrector) y para la creación del primer
centro de pensamiento y seguimiento al proceso de diálogos de paz, con la
coordinación del profesor Alejo Vargas.
Pero,
este señor, es también un analfabeta de los principios de la autonomía
universitaria y de la libertad de cátedra.
Pero,
este señor, es también un funcionario obediente que decide en su fuero,
exclusivamente en su fuero, censurar-te. Digo censura para nombrar la “tiranía
de una decisión impuesta sobre un intelectual del conflicto armado colombiano”.
Censura como exilio, prohibición, hostigamiento, proscripción (expulsión y
destierro), indolencia. Censura como acción inquisitorial sobre tu corporeidad,
en términos de tu borramiento simbólico y material.
Sr.
Rector, Ignacio Mantilla, actúa Usted como Eichmann en Jerusalén, esta obra
impecable de Hannah Arendt. Se instala usted en un lenguaje burocrático. Habla
usted con slogans, con palabras clichés, articuladas a códigos impuestos, a un
decálogo de la “buena moral” y desde una gramática de la obediencia.
Sr.
Rector, mañana ¿con qué palabras se va a vestir?,
¿Cuál
va a ser su equipaje en democracia, cultura política, autonomía y libertad de
cátedra?
¿Siente
usted un poquito de vergüenza ante la decisión tomada?
Finalmente,
le entrego estas imágenes -quizás como espejos- para mirarnos en esta
universidad en penuria. Le regalo estas obras literarias, para qué ojala, tenga
el coraje de leerlas y sea capaz de revocar la decisión tomada. Para que un día
de éstos pueda contarle a sus nietos, que se equivocó de tal manera que siente
vergüenza por tal acto.
Primera
imagen: En La Peste de Albert Camus, la indiferencia. Indiferencia construida
desde una cultura y una subjetividad amnésicas. Subjetividades tan propias de
un país como el nuestro en donde cada acontecimiento borra el anterior, donde
la indolencia llega a extremos inenarrables.
Segunda
imagen: En el proceso de Franz Kafka, los acontecimientos del horror que
transitan en presencias sucias, grotescas, triviales y hostiles encarnados en
una maquinaria burocrática. Es la burocracia que nos habita con su poder
misterioso, amenazador y arrasador.
Tercera
imagen: En Ensayo sobre la ceguera de José Saramago, la tiranía del miedo que
genera desconfianza hacia el otro y la imposibilidad de ver más allá de lo que
apunta nuestros propios intereses. Ciegos, deambulamos por el mundo negándonos
a ver, a verlo, a vernos.
Sr.
Rector, Decanos, Jefes de Departamento, Coordinadores, Profesores, Egresados,
¿Pueden
ustedes hoy mirar a los ojos de un niño y de un joven, Inti y Ernesto, los
hijos de Migue Ángel?
¿Pueden
mirar ustedes a sus estudiantes y decirles junto a sus académicos del
conflicto, que la universidad piensa la paz nacional?
Miguel
Ángel,
Diles a
tus hijos, y a tus estudiantes, que en tiempos de penuria
Desgarramos
nuestras bocas para gritar: de lo que tengo miedo es de tu miedo. Y por ello,
no dejaremos que el miedo nos paralice, nos acomode, nos derrumbe, nos
convierta en “precarios e infames procuradorcitos (as)”.
Aún nos
queda la esperanza. Aún nos queda la esperanza….
Piedad Ortega Valencia.
Representante de los (as) Profesores (as) al
Consejo Superior de la UPN.
Bogotá, 14 de septiembre de 2014
1 comentarios:
Así es maestra.
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