Es
loable que Colombia quiera ser la más educada de América Latina, pero para
lograrlo se necesita que los maestros no sean asesinados.
Por:
Hernán Suárez
Según
denuncia de Fecode, entre 1985 y el 2014 han sido asesinados 999 maestros. En
lo que va corrido del presente año han sido asesinados 6 y en el 2013 fueron
18. La investigación realizada por León Valencia y Juan Calos Celis,
Sindicalismo Asesinado, registraba hasta el
2011 la pavorosa cifra de 889. El estado debería impedir por todos los
medios que llegaremos al trágico
número 1000. Sería una de nuestras mayores vergüenzas nacionales. Una
afrenta, un intolerable social y educativo.
Justamente
el pasado 25 de agosto se conmemoraron los 27 años del asesinato de Héctor Abad
Gómez y Leonardo Betancur, los dos profesores universitarios, quienes fueron
acribillados en 1987 cuando asistían a la velación del cadáver de otro
educador, Luis Felipe Vélez, presidente del sindicato de educadores de
Antioquia, ADIDA, asesinado en las horas de la mañana del mismo día. Los tres
fueron víctimas de sicarios al servicio de Carlos Castaño.
Colombia
tiene el deshonroso registro de ser el país donde más se han asesinado maestros
en el mundo en las tres últimas décadas. Del 2004 al 2006 en Colombia fueron
asesinados 236 sindicalistas, mientras en el resto del mundo fueron asesinados
162. La impunidad es vergonzosa, el 96% de los asesinatos no han sido
castigados sus responsables.
Los
maestros han sido asesinados de todas las formas y en todos los lugares: en la
sede de sus sindicatos, como el caso de Luis Felipe Vélez. También han sido
asesinados delante de sus estudiantes, como ocurrió el 25 de Agosto del 2012 en
Miranda (Cauca), donde fue baleado por dos paramilitares el profesor Joselino
Beltrán, de 40 años, los propios estudiantes capturaron a uno de los asesinos.
El Día del Maestro tampoco ha sido la excepción, el domingo 15 de mayo fue
asesinado el educador Dionis Alfredo Sierra Vergara, quien se desempeñaba como
docente de primaria en la institución educativa, Luis Fernando González Botero,
del municipio de La Apartada, según crónica del diario El Universal de
Cartagena. En su casa tampoco están seguros: en pleno 31 de diciembre de 1989
fue asesinado en Tolú, Sucre, el presidente de sindicato de educadores de
Córdoba, Fermín Meléndez Acosta, mientras descasaba en una mecedora.
En
nuestra historia reciente los educadores han sido víctimas de todos los actores
de la violencia: paramilitares, guerrillas y agentes del Estado. Según los
autores del libro Sindicalismo Asesinado: “La Federación Colombiana de
Educadores es la organización sindical que registra el mayor número de
homicidios contra sus afiliados y el mayor de número de violaciones a la vida,
la integridad física y la libertad. Entre 1986 y 2011, 889 de sus afiliados
fueron asesinados, 2.733 fueron víctimas de amenazas, 37 de atentados con o sin
lesiones, 53 desapariciones, 122 detenciones arbitrarias, 40 secuestros y 19
torturas. En términos porcentuales del total de homicidios cometidos contra
sindicalistas en Colombia, el 31% correspondieron a Fecode, al igual que el 50%
de las amenazas, el 24% de los secuestros, y el 19% de las detenciones
arbitrarías y las desapariciones. (Sindicalismo Asesinado, Pág.31, Bogotá,
Edit. Debate, 2012).
¿Por
qué han asesinado, desplazado o amenazado a los maestros? León Valencia y Juan
Carlos Celis ofrecen una interpretación: “Los sindicatos colombianos se han
empeñado en asegurar que la protesta laboral es la causa principal o única de
las agresiones que ha sufrido el sindicalismo. La investigación revela que esta
explicación es incompleta. La acción política al lado de las guerrillas o la
lucha autónoma por la democracia desató una respuesta atroz y desproporcionada
de las élites regionales, de agentes del Estado y de fuerzas ilegales”. (Sindicalismo
Asesinado, Pág.19)
“El
Estado colombiano sostiene la tesis contraria con la ilusión de que así puede
eludir las responsabilidades éticas, políticas y judiciales que le competen por
esta larga cadena de asesinatos y de violaciones a los derechos humanos. Piensa
que al decir que la mayoría de los crímenes tienen una vinculación directa con
el conflicto armado queda exento de culpa o puede atenuar su responsabilidad.”
“No hay
la más mínima justificación para que agentes del Estado por mano propia o en
alianzas con ilegales maten o atropellen a personas en estado de indefensión,
así sean dirigentes políticos o sociales con algún grado de afinidad o vínculos
con agentes o consignas subversivas. La única opción del Estado es perseguir en
derecho y en democracia a sus impugnadores.”
“Utilizar como expediente para reprimir las protestas
sociales la acusación de que los sindicalistas y dirigentes sociales asesinados
obedecían a intereses políticos o estaban infiltradas por la subversión, tal
como se ha hecho a lo largo de los últimos treinta años por los gobiernos
nacionales y locales, es una negación clara y llana de la democracia.” (Sindicalismo
Asesinado, Pág.20).
A los
maestros los asesinan principalmente por hacer política. Su presencia en los
cuerpos de representación local y regional resulta intolerable para sectores
tradicionales y autoritarios. La incursión de los maestros en la competencia
electoral representa una amenaza a su hegemonía y control político, incluido el
propósito de “refundar la patria”. Por eso el periodo de mayor violencia contra
los maestros, 1995-2001, corresponde al periodo de mayor expansión y
criminalidad del paramilitarismo en el país y paradójicamente, se corresponde
con la época de oro que vivió Fecode con el gobierno de Ernesto Samper, su gran
protector al cual dirigentes magisteriales respaldaban políticamente.
Los
anuncios del presidente Santos de convertir la educación en uno de los tres
pilares de su nuevo gobierno requieren
con urgencia acciones efectivas que garanticen la vida de los maestros.
El dialogo entre el gobierno nacional y los educadores con el fin de buscar
acuerdos y consensos en materia de política educativa requiere del respeto a
los educador, su reconocimiento social y cultural, empezando por garantizar su
integridad personal y el respeto a su organización sindical.
Esta
suerte de holocausto contra el magisterio reclama no solo que se diga cuantos,
donde y en qué circunstancias fueron asesinados o que tragedia vivieron los que
fueron desplazados. Es necesario también reconstruir la Memoria Histórica de
todas sus víctimas. Recuperar el rostro y la vida de tantos héroes olvidados y
anónimos.
Las
escuelas y los maestros son los territorios y los sujetos de la paz que todos
anhelamos y queremos. La Sociedad, el Estado y en especial la Federación
Colombiana de Educadores están en la obligación ética y moral de reconstruir la
Memoria histórica de estos 999 educadores asesinados desde 1985 hasta hoy.
Única manera de honrar su memoria, su sacrificio y para que una desventura de
esta naturaleza no siga ocurriendo a presente y a futuro.
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