Por:
Juan Sebastián López M
En su
discurso de posesión, Santos afirmó que la educación será una prioridad de su
segundo gobierno. Al respecto dijo lo siguiente: “La primera decisión que tomé
es que, a partir del año entrante, el presupuesto destinado a la educación sea
el más grande de todos dentro del presupuesto nacional, por encima incluso del
de Defensa y Seguridad. ¡Eso nunca había pasado!”.
¿Será
cierta tanta dicha? Veamos. De los $216 billones de pesos del Presupuesto
General de la Nación se destinarán $48,9 billones para el pago del servicio a
la deuda, $34 billones para pensiones y $28.9 billones para educación
http://bit.ly/1ssQfqj. Queda claro que educación no es “el más grande de todos
dentro del presupuesto nacional” como aduce Santos, sino el tercer rubro,
apenas $700 mil millones por encima de defensa, a $5 billones de pensiones y a
$20 billones de la deuda, esa sí y de lejos, la mayor tajada del presupuesto.
También
arguye Santos que eso de asignar más presupuesto al sector educativo que al de
defensa “nunca había pasado”. Segunda mentira. No solo ya había pasado en
varios oportunidades, según El Tiempo http://bit.ly/1tOxi2k, El Espectador
http://bit.ly/1tykTS6 y LaSillaVacia (único medio que lo desmintió de manera
explícita) http://bit.ly/1tylpPS, sino que fue Santos, como ministro de Uribe,
quien se encargó de que el sector defensa tuviera más recursos que el de educación.
¡De un cinismo aterrador!
La
demagogia santista con la educación no es inofensiva. Al contrario, cumple el
doble propósito de engañar a la opinión y disimular la leonina política
educativa del gobierno. No de otra forma puede entenderse que mientras promete 400.000 becas para la educación
superior, deja estático el presupuesto de las universidades públicas en $2.4
billones de pesos, manteniendo con ello la desfinanciación crónica del Sistema
Universitario Estatal y desoyendo el llamado de la MANE, e incluso el del SUE y
ASCUN para aumentar sustancialmente la base presupuestal de las universidades
públicas.
Los
hechos demuestran que la intención del gobierno al incluir la educación como
una de sus prioridades no es la de resolver la crisis, sino la de consolidar el
sector como un negocio del capital financiero. Y es que la política educativa
de Santos no es otra que la del Banco Mundial, recortar presupuesto público e
incentivar los créditos educativos, la fórmula de la Ley 30, que en dos décadas
de aplicación ha ocasionado un déficit de $12.5 billones en las 32
universidades públicas del país y una cartera morosa de 34% en el Icetex, dos
de los principales problemas de la educación superior en Colombia.
El paro
de Fecode, el rechazo de la MANE y de varios directivos de la Universidad
Nacional al “Acuerdo por lo Superior 2034”, los reiterados últimos lugares en
las pruebas de calidad, la crisis de infraestructura de los claustros
universitarios, las quejas de la comunidad científica frente al manejo de
Colciencias, sumados a otras situaciones no menos dramáticas, no son hechos
aislados. Obedecen a manifestaciones cada vez más frecuentes y notorias de la
crisis educativa.
Si como
sociedad queremos avanzar hacia un país con una verdadera educación científica,
de acceso democrático y al servicio del desarrollo nacional, debemos
movilizarnos para que el gobierno renuncie a la demagogia y a engañar a la opinión
y reconozca que las políticas que aplica son causa de la crisis del sector.
No se
me olvida: Reconocer el ejemplo valeroso y entusiasta que nos dan los actores y
actrices del país al constituir un sindicato para defender sus derechos
laborales y su papel en la cultura nacional. Larga vida a la Asociación
Colombiana de Actores ACÁ. ¡Aplausos!
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