sábado, 23 de noviembre de 2013

A veces se ve la política



Por: William Fredy Pérez - Profesor, Instituto de Estudios Políticos
A veces se ve la política. Se molestan, se levantan de la mesa o la golpean, retornan, se agitan, consultan, cuchichean, gesticulan, se distraen, revisan, redactan, vuelven a redactar, acuerdan que acordarán cómo acordar… Pero hablan.
A veces se ve la política. Es más difícil todo, pero menos apabullante. Es arduo. Pero esperanzador, aleccionador, entretenido:  qué dice una de las partes, que desdice después, qué motivos exhibe, cuáles son creíbles, cuáles se corresponden con su verdad, cuáles son simulados; que argumentos son más o menos débiles, cuáles fuertes; dónde hay un dogma firme y dónde otro que se revienta a milímetros de la mesa; dónde un inamovible con grietas, dónde una grieta desaprovechada por la contraparte, dónde una falacia, una trampa; cómo se legitiman o auto legitiman los discursos, cómo se toma la oportunidad de la retórica... Da la impresión de universidad; de universidad pública.
A veces se ve la política.  En medio de esas discusiones sobre formas de organización o sobre distribución de recursos, por momentos uno cree ver el rostro de la autonomía. Y se entusiasma. Espera uno que se expriman hasta la última gota muchos temas, y que al tiempo se resuelvan algunos de los líos en curso. Como si aquí fuera distinto a la familia, a la iglesia, a la fábrica, al partido, al ejército y al barrio. Como si estuviéramos donde prometimos estar; como si respondiéramos por fin a esa condición comprometida, plural y transformadora que no paramos de proclamar.
A veces se ve la política. Se molestan, se levantan de la mesa o la golpean, retornan, se agitan, consultan, cuchichean, gesticulan, se distraen, revisan, redactan, vuelven a redactar, acuerdan que acordarán cómo acordar… Pero hablan. Es como sí las razones volvieran a justificarnos y como si los argumentos fueran útiles también para persuadir, para ganar. Es como si recuperáramos la temporalidad normal de la política, esos plazos largos que le resultan tan insoportables al miedo, a los populismos y al mercado.
A veces se ve la política. Es sorprendente cómo aparecen los conflictos cuando no se lo deja abandonados apenas al ejercicio de la fuerza. Cuando se los pone sobre una mesa, por ejemplo. Es asombroso ver cómo se transforman, como se incrementan trazos y perspectivas. Crecen esos conflictos, por supuesto, pero no se intensifican. Y eso asusta, porque no tenemos entrenamiento. No crecimos así, no fue eso lo que aprendimos en la familia, en la iglesia, en la fábrica, en el partido, en el ejército en el barrio; es decir, en esos mundos dominados por gente para la cual esa forma de entender a la política no es rentable o es muy riesgosa.
Pero a veces se ve la política. Yo creo que la hemos visto... ¡y hasta por livestream! Como un sueño, como un flash. Es una pena que se pierda la señal. Ojalá esta vez, otra vez, la interrupción no dure años.

Por lo menos para que se vea cómo hacemos la política aquí adentro. Y como debería hacerse allá afuera.

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