Por:
William Fredy Pérez - Profesor, Instituto de Estudios Políticos
A veces
se ve la política. Se molestan, se levantan de la mesa o la golpean, retornan,
se agitan, consultan, cuchichean, gesticulan, se distraen, revisan, redactan,
vuelven a redactar, acuerdan que acordarán cómo acordar… Pero hablan.
A veces
se ve la política. Es más difícil todo, pero menos apabullante. Es arduo. Pero
esperanzador, aleccionador, entretenido:
qué dice una de las partes, que desdice después, qué motivos exhibe,
cuáles son creíbles, cuáles se corresponden con su verdad, cuáles son
simulados; que argumentos son más o menos débiles, cuáles fuertes; dónde hay un
dogma firme y dónde otro que se revienta a milímetros de la mesa; dónde un
inamovible con grietas, dónde una grieta desaprovechada por la contraparte,
dónde una falacia, una trampa; cómo se legitiman o auto legitiman los discursos,
cómo se toma la oportunidad de la retórica... Da la impresión de universidad;
de universidad pública.
A veces
se ve la política. En medio de esas
discusiones sobre formas de organización o sobre distribución de recursos, por
momentos uno cree ver el rostro de la autonomía. Y se entusiasma. Espera uno
que se expriman hasta la última gota muchos temas, y que al tiempo se resuelvan
algunos de los líos en curso. Como si aquí fuera distinto a la familia, a la
iglesia, a la fábrica, al partido, al ejército y al barrio. Como si
estuviéramos donde prometimos estar; como si respondiéramos por fin a esa
condición comprometida, plural y transformadora que no paramos de proclamar.
A veces
se ve la política. Se molestan, se levantan de la mesa o la golpean, retornan,
se agitan, consultan, cuchichean, gesticulan, se distraen, revisan, redactan,
vuelven a redactar, acuerdan que acordarán cómo acordar… Pero hablan. Es como
sí las razones volvieran a justificarnos y como si los argumentos fueran útiles
también para persuadir, para ganar. Es como si recuperáramos la temporalidad
normal de la política, esos plazos largos que le resultan tan insoportables al
miedo, a los populismos y al mercado.
A veces
se ve la política. Es sorprendente cómo aparecen los conflictos cuando no se lo
deja abandonados apenas al ejercicio de la fuerza. Cuando se los pone sobre una
mesa, por ejemplo. Es asombroso ver cómo se transforman, como se incrementan
trazos y perspectivas. Crecen esos conflictos, por supuesto, pero no se
intensifican. Y eso asusta, porque no tenemos entrenamiento. No crecimos así,
no fue eso lo que aprendimos en la familia, en la iglesia, en la fábrica, en el
partido, en el ejército en el barrio; es decir, en esos mundos dominados por
gente para la cual esa forma de entender a la política no es rentable o es muy
riesgosa.
Pero a
veces se ve la política. Yo creo que la hemos visto... ¡y hasta por livestream!
Como un sueño, como un flash. Es una pena que se pierda la señal. Ojalá esta
vez, otra vez, la interrupción no dure años.
Por lo
menos para que se vea cómo hacemos la política aquí adentro. Y como debería
hacerse allá afuera.
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