Durante
las últimas tres semanas se ha venido desarrollando un interesante movimiento
por parte de los estudiantes de la Universidad Industrial de Santander producto
de las problemáticas surgidas a nivel nacional con el Paro Nacional Agrario; un
conflicto que ha involucrado a diversos sectores sociales, afectados en
diferente magnitud por un sistema económico capitalista de corte neoliberal (y
aún con residuos del feudalismo, con el gran problema que significa la
concentración de la tierra en propiedad de un pequeño porcentaje de la
población); adicional a esto, de la impotencia sentida ante las indignantes
imágenes de la represión estatal a los bloqueos de los campesinos en las vías
de todo el territorio nacional, surge una necesidad de manifestarse en favor de
la lucha campesina y en solidaridad con las medidas de hecho que directamente
afectan la economía, mediante la no circulación de mercancías.
Es así,
como espontáneamente se organizan cierres de edificios y espacios asamblearios
por estudiantes de las diferentes escuelas y facultades. Al principio, jornadas
de carteles y discusión, y posteriormente algunas movilizaciones, entre las que
se cuenta una masiva participación en el “Cacerolazo Nacional” una marcha
nocturna que reunió a cerca de diez mil personas en las calles de Bucaramanga.
Dentro
del análisis que podemos aportar, nos alegra sobremanera que la Universidad
sienta que sus estudiantes pueden llegar a tener realmente el “control” del
espacio en el cual confluyen a diario, y que es uno de los pocos lugares que
aún, permiten al individuo, facilitar el asumirse como sujeto político y
transformador; nos alegra que la historia de una universidad que se ha
caracterizado por su pujanza y su férrea posición en situaciones de crisis, ha
logrado poner en jaque a las fuerzas gubernamentales, y a las élites
regionales, caso de la Asociación Universitaria de Santander (AUDESA) en los
años 60’s y 70’s, y no en la misma magnitud, pero sí su influencia en crisis
nacionales posteriores, hasta tiempos más cercanos, como hasta hace unos años,
como en las movilizaciones de 2004, 2007 y 2011, que pusieron a hablar a todo
el país, alrededor de lo que planteaban los estudiantes. No obstante
consideramos que la espontaneidad y el desconocimiento de la historia, son factores
que no favorecen un desenvolvimiento real, práctico y de contundencia en el
movimiento.
Es por
estos motivos, que desde este medio, se hace un llamado a que los estudiantes
retomen la ya “reventada” acción, y se fijen unas posiciones firmes ante la administración.
Es evidente que la posición de ciertos representantes estudiantiles y
tendencias organizativas partidarias, (más parecidas a representantes de la
administración ante los estudiantes), no favorece en lo más mínimo que estos
espacios se resuelvan de manera satisfactoria, o por lo menos sin un
‘desmoralizamiento’ generalizado, y se basan más en un miedo, a las medidas que
pudieran tomarse por el consejo académico contra el “movimiento”, y un conjunto
de medias verdades, expuestas de forma poco cortés y honesta; pero abogamos por
la resolución de la tensionante situación, mediante una organización por
facultades que perdure tras la coyuntura, y que resuelva en lo inmediato las
propuestas y necesidades antes del levantamiento del paro.
Ante el
decrecimiento en la cantidad de participantes es evidente que iba a suceder,
como también es claro, que el “paro” o “asamblea permanente” no se puede
mantener por siempre, pero lo más saludable y sensato es tomar decisiones
basadas en la fuerza de los argumentos, y no en el miedo y la incertidumbre
producidas por las posibles medidas represivas. Ya que sólo así, el trabajo
desarrollado por los y las estudiantes conscientes que han mantenido la
anormalidad académica se está respetando.
Hacemos
un llamado a retomar el movimiento, conscientes que las razones por las cuales
comenzó no se han solucionado, el paro nacional agrario continúa, sin evidencia
real de la mejora en la situación del campesinado; la facultad de salud se
mantiene en cese de actividades a pesar de las negociaciones y el futuro
tenebroso para el Hospital Universitario de Santander, y no se tiene certeza de
la extensión del calendario académico y por cuanto tiempo, además, como
influencia nacional, existe anormalidad en Universidades como Univalle,
Universidad de Antioquia, y la Surcolombiana. Conscientes también en que se
incurrieron en errores de procedimiento, producto de la inexperiencia, como por
ejemplo, se lanzó a un “paro” y posteriormente se empezó a elaborar un pliego
de exigencias que no se ha concretado, evidenciando que se están haciendo las
cosas al revés.
Conscientes también, que a las expresiones “organizadas” que hacen presencia en la Universidad, en su mayoría, no les interesa generar realmente un trabajo político, de base, o de retro-alimentación del movimiento, sino simplemente captar militantes, y hacer crecer sus organizaciones para sus intenciones burocráticas y electorales.
Conscientes también, que a las expresiones “organizadas” que hacen presencia en la Universidad, en su mayoría, no les interesa generar realmente un trabajo político, de base, o de retro-alimentación del movimiento, sino simplemente captar militantes, y hacer crecer sus organizaciones para sus intenciones burocráticas y electorales.
Es
deber de los y las estudiantes, asumir una posición férrea hasta el fin de esta
situación, independientemente del resultado, y que la decisión adoptada por el
conglomerado de escuelas y facultades, en un espacio asambleario general, sea
tomada de la forma más sensata y responsable posible, tanto por respeto hacia
el trabajo de quienes “más le metieron el hombro”, como por ser personas que
hacen parte de un centro educativo que históricamente se ha caracterizado por
sus banderas de lucha, y su determinación a la hora de actuar.
De los
profesores y de la administración de la Universidad en su conjunto, no podemos
esperar mucho (con excepciones), es la lucha entre una generación con
entusiasmo, con ganas aún de trabajar y esforzarse por una transformación
social real, y una generación desgastada, cansada, conformista, y con apenas
ánimos de respirar y continuar con la monótona y criminal normalidad del mundo
que se nos impone.
Adicionamos
un texto que nos comparten desde la región chilena sobre la cuestión de la
organización y las decisiones tomadas en conjunto.
“Las decisiones que se tomen dentro de la
organización, creo, deben utilizar al mínimo la democracia. Aun entendiendo que
aquella es útil en ciertas ocasiones para resolver algunos asuntos, es
plausible razonar que la misma no deja de responder a la tiranía de la mayoría
sobre las minorías. El número no garantiza nada. 99 pueden votar en favor de
que la tierra es cuadrada, 1 puede decir lo contrario ¿Quién está en lo
correcto? Demás está decir que quien esté en contra de la decisión de la
mayoría del grupo, no tiene porqué secundar a los mismos. Si las diferencias
son muy graves es porque la afinidad ya no existe, y el vínculo con la
organización puede voluntariamente desaparecer.
Hay quienes proponen trabajar con la idea del
consenso, es decir, en lugar de hacer competir opciones por votos, se genera
una informada y participativa discusión en que se llega a un acuerdo común.
Esto claramente es un avance, sin embargo hay que tener cuidado con anular
nuestras voluntades por una unión forzada. La discusión se debe hacer y
sobretodo porque con ella es posible llegar a conocimientos más complejos de la
situación en tanto se incluyen más perspectivas sobre el mismo problema, pero
si después de “agotar” el debate no hay acuerdo ¿Cuál es el problema? El grupo
debe fomentar la crítica y la coincidencia de intereses en lugar de la
anulación de las voces contrarias. Y si bien el consenso no quiere decir
acuerdo total y armónico, y se constituye como una salida deseable, aquel
método también debe tratarse con cuidado. El grupo no debe absorber al
individuo, debe proyectarlo, y si eso no se da, hay que marginarse de la
decisión de las mayorías, y si las diferencias son irreconciliables y la
convivencia posterior imposible, no tenemos por qué seguir ahí. No hay que
sacralizar a la organización.”
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