sábado, 7 de septiembre de 2013

Reflexiones sobre la tensión reinante en el movimiento estudiantil de la Universidad Industrial de Santander

Reflexiones sobre la tensión reinante en el movimiento estudiantil de la Universidad Industrial de Santander
Durante las últimas tres semanas se ha venido desarrollando un interesante movimiento por parte de los estudiantes de la Universidad Industrial de Santander producto de las problemáticas surgidas a nivel nacional con el Paro Nacional Agrario; un conflicto que ha involucrado a diversos sectores sociales, afectados en diferente magnitud por un sistema económico capitalista de corte neoliberal (y aún con residuos del feudalismo, con el gran problema que significa la concentración de la tierra en propiedad de un pequeño porcentaje de la población); adicional a esto, de la impotencia sentida ante las indignantes imágenes de la represión estatal a los bloqueos de los campesinos en las vías de todo el territorio nacional, surge una necesidad de manifestarse en favor de la lucha campesina y en solidaridad con las medidas de hecho que directamente afectan la economía, mediante la no circulación de mercancías.
Es así, como espontáneamente se organizan cierres de edificios y espacios asamblearios por estudiantes de las diferentes escuelas y facultades. Al principio, jornadas de carteles y discusión, y posteriormente algunas movilizaciones, entre las que se cuenta una masiva participación en el “Cacerolazo Nacional” una marcha nocturna que reunió a cerca de diez mil personas en las calles de Bucaramanga. 
Dentro del análisis que podemos aportar, nos alegra sobremanera que la Universidad sienta que sus estudiantes pueden llegar a tener realmente el “control” del espacio en el cual confluyen a diario, y que es uno de los pocos lugares que aún, permiten al individuo, facilitar el asumirse como sujeto político y transformador; nos alegra que la historia de una universidad que se ha caracterizado por su pujanza y su férrea posición en situaciones de crisis, ha logrado poner en jaque a las fuerzas gubernamentales, y a las élites regionales, caso de la Asociación Universitaria de Santander (AUDESA) en los años 60’s y 70’s, y no en la misma magnitud, pero sí su influencia en crisis nacionales posteriores, hasta tiempos más cercanos, como hasta hace unos años, como en las movilizaciones de 2004, 2007 y 2011, que pusieron a hablar a todo el país, alrededor de lo que planteaban los estudiantes. No obstante consideramos que la espontaneidad y el desconocimiento de la historia, son factores que no favorecen un desenvolvimiento real, práctico y de contundencia en el movimiento. 
Es por estos motivos, que desde este medio, se hace un llamado a que los estudiantes retomen la ya “reventada” acción, y se fijen unas posiciones firmes ante la administración. Es evidente que la posición de ciertos representantes estudiantiles y tendencias organizativas partidarias, (más parecidas a representantes de la administración ante los estudiantes), no favorece en lo más mínimo que estos espacios se resuelvan de manera satisfactoria, o por lo menos sin un ‘desmoralizamiento’ generalizado, y se basan más en un miedo, a las medidas que pudieran tomarse por el consejo académico contra el “movimiento”, y un conjunto de medias verdades, expuestas de forma poco cortés y honesta; pero abogamos por la resolución de la tensionante situación, mediante una organización por facultades que perdure tras la coyuntura, y que resuelva en lo inmediato las propuestas y necesidades antes del levantamiento del paro.
Ante el decrecimiento en la cantidad de participantes es evidente que iba a suceder, como también es claro, que el “paro” o “asamblea permanente” no se puede mantener por siempre, pero lo más saludable y sensato es tomar decisiones basadas en la fuerza de los argumentos, y no en el miedo y la incertidumbre producidas por las posibles medidas represivas. Ya que sólo así, el trabajo desarrollado por los y las estudiantes conscientes que han mantenido la anormalidad académica se está respetando.
Hacemos un llamado a retomar el movimiento, conscientes que las razones por las cuales comenzó no se han solucionado, el paro nacional agrario continúa, sin evidencia real de la mejora en la situación del campesinado; la facultad de salud se mantiene en cese de actividades a pesar de las negociaciones y el futuro tenebroso para el Hospital Universitario de Santander, y no se tiene certeza de la extensión del calendario académico y por cuanto tiempo, además, como influencia nacional, existe anormalidad en Universidades como Univalle, Universidad de Antioquia, y la Surcolombiana. Conscientes también en que se incurrieron en errores de procedimiento, producto de la inexperiencia, como por ejemplo, se lanzó a un “paro” y posteriormente se empezó a elaborar un pliego de exigencias que no se ha concretado, evidenciando que se están haciendo las cosas al revés.
Conscientes también, que a las expresiones “organizadas” que hacen presencia en la Universidad, en su mayoría, no les interesa generar realmente un trabajo político, de base, o de retro-alimentación del movimiento, sino simplemente captar militantes, y hacer crecer sus organizaciones para sus intenciones burocráticas y electorales. 
Es deber de los y las estudiantes, asumir una posición férrea hasta el fin de esta situación, independientemente del resultado, y que la decisión adoptada por el conglomerado de escuelas y facultades, en un espacio asambleario general, sea tomada de la forma más sensata y responsable posible, tanto por respeto hacia el trabajo de quienes “más le metieron el hombro”, como por ser personas que hacen parte de un centro educativo que históricamente se ha caracterizado por sus banderas de lucha, y su determinación a la hora de actuar.
De los profesores y de la administración de la Universidad en su conjunto, no podemos esperar mucho (con excepciones), es la lucha entre una generación con entusiasmo, con ganas aún de trabajar y esforzarse por una transformación social real, y una generación desgastada, cansada, conformista, y con apenas ánimos de respirar y continuar con la monótona y criminal normalidad del mundo que se nos impone. 
Adicionamos un texto que nos comparten desde la región chilena sobre la cuestión de la organización y las decisiones tomadas en conjunto.
“Las decisiones que se tomen dentro de la organización, creo, deben utilizar al mínimo la democracia. Aun entendiendo que aquella es útil en ciertas ocasiones para resolver algunos asuntos, es plausible razonar que la misma no deja de responder a la tiranía de la mayoría sobre las minorías. El número no garantiza nada. 99 pueden votar en favor de que la tierra es cuadrada, 1 puede decir lo contrario ¿Quién está en lo correcto? Demás está decir que quien esté en contra de la decisión de la mayoría del grupo, no tiene porqué secundar a los mismos. Si las diferencias son muy graves es porque la afinidad ya no existe, y el vínculo con la organización puede voluntariamente desaparecer.

Hay quienes proponen trabajar con la idea del consenso, es decir, en lugar de hacer competir opciones por votos, se genera una informada y participativa discusión en que se llega a un acuerdo común. Esto claramente es un avance, sin embargo hay que tener cuidado con anular nuestras voluntades por una unión forzada. La discusión se debe hacer y sobretodo porque con ella es posible llegar a conocimientos más complejos de la situación en tanto se incluyen más perspectivas sobre el mismo problema, pero si después de “agotar” el debate no hay acuerdo ¿Cuál es el problema? El grupo debe fomentar la crítica y la coincidencia de intereses en lugar de la anulación de las voces contrarias. Y si bien el consenso no quiere decir acuerdo total y armónico, y se constituye como una salida deseable, aquel método también debe tratarse con cuidado. El grupo no debe absorber al individuo, debe proyectarlo, y si eso no se da, hay que marginarse de la decisión de las mayorías, y si las diferencias son irreconciliables y la convivencia posterior imposible, no tenemos por qué seguir ahí. No hay que sacralizar a la organización.”

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