Usualmente
en las Universidades Colombianas el conocimiento es abordado a través de dos
enfoques de pensamiento. De una parte se enseña desde la fórmula tradicional,
sostenida en un enfoque lógico formal que se acompaña de “verdades
insustituibles”, tablas de verdad y análisis abstractos en los que priman
análisis de las consecuencias y de los hechos resultantes de los fenómenos,
pero que dejan afuera las causas, los orígenes y la memoria de tales fenómenos
y los conflictos y tensiones que los provocan. De otra parte está la postura de
Pensamiento Crítico, basado en el análisis de la totalidad, en la comprensión
de la realidad, en la integración de teoría y práctica y en la ubicación de los
fenómenos en contexto y en concreto y no en un mundo ideal y aislado del
contexto, si no adentro del tiempo, espacio y situación en que ocurren los conflictos
y las transformaciones.
El
Pensamiento Crítico examina la estructura de los razonamientos y de la realidad
concreta, material. Se detiene en la búsqueda de fundamentos y en las
relaciones de poder que median lo que ocurre en la vida diaria de las personas.
El investigador/a, toma partido por los débiles, los vulnerados, los negados,
los que históricamente han pretendido ser eliminados, convertidos en
disidentes, en exiliados, en parias, en condenados al ostracismo y el silencio.
El
Pensamiento Crítico apuesta en teoría y praxis por visibilizar lo que ha sido
negado, excluido, por superar las prácticas de dominación, de sujeción, de
explotación. Aboga por la justicia, pone en evidencia lo que subyace, lo que
está debajo en las decisiones y estrategias del poder y las políticas que
tienden a controlar la vida y las libertades, revela las razones que se ocultan
para imponer el interés particular en nombre del interés general. En el
Pensamiento Crítico, la ética, la estética, la política, se juntan configuran
marcos de relaciones favorables al dialogo, a la convivencia, a la pluralidad,
la diversidad, reconoce a los otros, superpone los acontecimientos a las
dualidades tradicionales de amigo-enemigo, liberal-conservador,
izquierda-derecha, modernidad-posmodernidad y busca en la complejidad las
conclusiones.
El
Pensamiento Crítico propone otras maneras de pensar y de vivir, su propósito no
tiene relación con los cánones de la destrucción que propone el poder tradicional
-responsable de la guerra y de abominables técnicas de terror- y en cambio se
afianza en construir un pensamiento profundo, reflexivo, propio y en contexto y
unos modos de acción solidarios y colectivos. El Pensamiento Crítico contribuye
a distinguir éticamente lo que es razonable y humano y lo que está en el ámbito
de las distorsiones. El Pensamiento Crítico, en síntesis, se preocupa por
comprender las luchas, las tensiones y las contradicciones y encontrar herramientas
para transformar.
El estado
de guerra que se ha tomado en Colombia las estructuras de la política, la
educación, la cultura y en general de la vida cotidiana, se ha esforzado por invertir
de manera estratégica el sentido del Pensamiento Crítico con el objeto de
invalidarlo, anularlo, eliminarlo y de manera paralela deshacerse de quienes lo
invocan, evocan y anuncian. En las Universidades, que debían ser los lugares
propicios por ser los escenarios del argumento y del dialogo y por supuesto en
condiciones favorables para el ejercicio del librepensamiento, justamente
tiende a imponerse lo contrario. En algunas universidades las directivas
universitarias, cada vez más comprometidas con los sectores políticos, que con
los académicos y científicos tienen la tendencia mayoritaria a no tolerar el
pensamiento crítico. Lo asumen como una “herramienta peligrosa” que cuestiona
sus modos de gobernar y administrar, que pone en evidencia las relaciones con
poderes ajenos al saber y temen ser explicadas sus conexiones y técnicas de
poder. Dos casos ejemplares recientes en la historia de Colombia de gobiernos
puestos en evidencia en su ejercicio de poder son revelados a través de una
rectoría de la Universidad de Córdoba ejercida de manera directa por un
representante del paramilitarismo y otra la complicidad de un rector de la UIS
descubierto por los estudiantes entregando al paramilitarismo las bases de
datos de los llamados críticos de su gobierno. En los dos casos todo se hizo en
nombre del “interés general” y la estabilidad del gobierno universitario. Los
cálculos políticos de los condenados por el pensamiento tradicional son
defendidos a toda costa y por fuera de todo principio porque su statu quo y
privilegios es de interés superior.
Denuncia por el sinsabor de una amenaza
oficial
La
Maestría en derechos humanos está en la Mira. La Maestría es ofrecida por la
Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia en Tunja y Bogotá y ha sido
conminada por el Consejo de la Facultad de Derecho, órgano oficial de dirección
representado por el Decano, el Director del Centro de Investigaciones y el
Director del Programa de Derecho a: “reconceptualizar su modelo de pensamiento
crítico”, es decir es conminada a desaparecer. Se le exige cambiar su postura,
su enfoque de pensamiento crítico y obedecer las órdenes, a riesgo de que se
“compulsen copias”. Este anuncio amenazante es acompañado con una carga
exuberante de improperios e irrespetos. A este tipo de poder que impone el
silencio, seguramente le molestan libros colectivos del grupo profesoral
editados por la maestría como; Lectura crítica de los derechos humanos -a 20
años de la Constitución colombiana-; Derechos humanos en Tiempos de
Globalización y Neoparamilitarismo en Colombia y; la permanente divulgación de
textos críticos y propositivos sobre el proceso de paz, el conflicto, la
defensa de lo ético y humano o en general la exposición en columnas permanentes
de opinión de teorías de los derechos por fuera de lo tradicional que niega y
violenta. El profesorado de la maestría procede de distintas universidades, ONG
y grupos de investigación de reconocido prestigio. El enfoque
interdisciplinario y el carácter colectivo de la maestría permite interpretar
la persistencia de la guerra y señalar la voracidad de empresarios, políticos y
militares obsesionados con eliminar todo aquello que les resulte disidente,
contrario a sus propósitos. En agosto de 2012 la maestría realizó el Seminario
Internacional: Derechos humanos, Barbarie, Paz, que congregó a expertos de
América Latina, Colombia y Europa y a delegados de las organizaciones sociales:
Minga de Resistencia Indígena, Marcha Patriótica, Congreso de los Pueblos y
MANE, de cuyo encuentro -entre academia y organizaciones sociales- se produjo
un llamado a fortalecer la lucha social y la participación académica para
alcanzar la paz como un derecho humano.
La
carta enviada a la maestría por el Consejo de la Facultad de Derecho
-constituido por un minoritario grupo de directivos- es amenazante,
intimidatoria, depredadora y como es obvio recae en el equipo profesoral de
Pensamiento Crítico compuesto por 20 profesores/as investigadores/as nacionales
y extranjeros que abordan temas asociados a los derechos humanos, el conflicto
social y armado y las estructuras del poder. Son igualmente 120 estudiantes y
50 egresados a los que pone en cuestión, les parece sospechoso que la gente se
gradué. La carta es un ultraje al intelecto, conmina a hacer silencio, combina
con perversión minucias con estrategias de sometimiento. Pero sus responsables,
no representan afortunadamente a la universidad en su mejor parte, en aquella
que se forja con las luchas de sus estudiantes o la disposición constructora de
conocimiento de su profesorado o el tesón de sus trabajadores. En
contraposición a estas voces amenazantes y destructivas de lo colectivo, lo
crítico, lo real hay miles de voces que construyen sin odios, sin mezquindad,
sin autoritarismos, sin cartas ocultas de poder. Son miles de hombres y mujeres
con disposición ética y capacidad de indignación. La carta es desafortunada
pero es real, no son equivocados mensajes, es planeada, deliberadamente
construida, oscila entre lo vulgar y lo ejemplar, es una forma de pensar y
actuar que se impone por partes, por cuadrantes, usa técnicas de control y
dominación. Por eso exige respuestas solidarias de rechazo. Este tipo de
amenazas alienta a impostores y autoritarios, pone en riesgo la grandeza de la
universidad forjada en el debate y la pluralidad y de paso al librepensamiento,
a la autonomía y a la vida misma de un puñado de personas.
P.D. Gracias
por las múltiples cartas de solidaridad, gracias por el apoyo, gracias por la
dignidad.
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