domingo, 20 de enero de 2013

Texto de opinión: Crisis Pedagógica y Científica en la Enseñanza de la Termodinámica: La Carrera de las Marionetas

Publicamos a continuación el siguiente documento de opinión, enviado y construido por un estudiante de la Universidad Nacional, quien hace una fuerte crítica al conocimiento y formación impartida concretamente en las clases de termodinámica.
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Crisis Pedagógica y Científica en la Enseñanza de la Termodinámica: La Carrera de las Marionetas
Autor: Estudiante Anónimo
“La suma del saber humano está por encima de cualquier hombre; de cualquier número de hombres. Con la destrucción de nuestra estructura social, la ciencia se romperá en millones de trozos. Los individuos no conocerán más que facetas sumamente diminutas de lo que hay que saber”.
(Isaac Asimov [1]) 

La decadencia se respira en cada recóndito lugar de la infraestructura universitaria, el frío de la mediocridad inunda las aulas de la universidad pública,  el rico aroma de una atmósfera intelectual brilla por su ausencia y los profesores, culpables de esto en muchos sentidos, ni se inmutan. Como el brillante Carlos Eduardo Sierra, profesor de la Universidad Nacional de Colombia sede Medellín,  suele decir: “Al caminar por los pasillos de la Facultad de Minas, me imagino a Frodo entre las llamas del infernal Mordor”.  Hoy por hoy, la que muchos profesores y estudiantes llaman “mejor facultad de ingeniería de Colombia”, la escuela de Minas, atraviesa un claro episodio de enanismo intelectual  y moral, máxime si se hace hincapié en la naturaleza de los cursos que esta imparte, cursos plagados de conocimientos meramente técnicos que dejan de lado la importante dimensión humanista. En otras palabras, la universidad pública se comporta como una fábrica de bárbaros modernos, recordando al celebérrimo José Ortega y Gasset  y su atinada definición del profesional sin formación en las ciencias del hombre. 
Si se tiene en cuenta que la segunda revolución industrial, la de los combustibles fósiles,  se encuentra en sus últimos años de vida, las mallas curriculares de la mayoría de las carreras, empezando por la ingeniería química, se tornan obsoletas, pues de aquí a unos años ya no habrá de aquellos combustibles, lo cual pone en peligro la civilización si no se implementan estrategias más amigables con la naturaleza. En el lenguaje de Iván Illich se hablaría de las sociedades convivenciales, las cuales se fundamentan en el respeto a la vida y el amor propio por lo que se hace; en el de Jeremy Rifkin de la tercera revolución industrial, la cual pretende aprovechar el potencial energético del orbe con toda amabilidad, es decir, prefiriendo las fuentes de energía renovables sobre las agotables.  En Colombia, el grueso de los estudiantes y profesores se hacen los de la vista gorda con respecto a la actual crisis planetaria, es como si creyeran que los recursos del planeta fueran infinitos, ¿será que les falta formación en termodinámica?  A eso apunta el resto de este texto, a señalar, en el contexto de la Universidad Nacional de Colombia, la pobre formación que reciben los estudiantes en materia de termodinámica, todo esto impulsado por la ausente  pedagogía en la  mayoría de los profesores.
Por ser una ciencia tan bella y compleja, la termodinámica exige a quién la enseña, métodos que surjan del seno de la pedagogía, esto es, que el profesor procure abordar los temas desde el fundamento. Para esto, es indispensable que el docente conozca el método científico a profundidad y que maneje con propiedad la historia de la termodinámica, en ambos casos, los profesores se quedan cortos.  Hoy por hoy, especialmente en Latinoamérica, se sufre un atascamiento epistemológico en materia de ciencia, pues, como se expresó unas líneas más arriba, la dimensión  humanista de la ciencia, encabezada por la historia y la filosofía, se  ha hecho a un lado, lo cual impide conocer a fondo el origen de tantos conceptos que hoy, gracias al brillo intelectual de científicos de antaño, se pueden utilizar de la manera más natural.  En materia de termodinámica, se suelen mencionar los nombres de: James Prescott Joule, William Thomson, Sadi Carnot, Rudolf Clausius, Ludwig Boltzmann, Julius Robert Mayer, Benjamin Thompson, entre otros. Pero, ¿será que los docentes de termodinámica pueden dar cuenta de los aportes de cada uno de ellos y de los experimentos que realizaron? Para dicha de muchos y envidia de otros, el Profesor Carlos Eduardo Sierra (Sierra, 2012) publicó hace poco un libro sobre la historia del primer principio, un aporte valiosísimo que puede aliviar, al menos en parte, los obstáculos epistemológicos que se padecen, en cuanto a termodinámica, en la Facultad de Minas.
Ahora, si se detiene la atención en la definición de ciencia, se puede decir que es un modo de ver el mundo ajeno al dogmatismo y al principio de autoridad,  en el cual se exalta la episteme y se rechaza la doxa, es decir, se acogen los argumentos sólidos con trasfondo epistemológico y se desechan las simples opiniones vulgares.  Salta a la vista que sin el conocimiento de las bases históricas y filosóficas de la ciencia es imposible estar en armonía con tal definición. Por otro lado, si se analizan los tres principios del método científico y la forma en que se aplican en los cursos de termodinámica, el panorama sigue igual de obscuro. El primer principio, el de inteligibilidad, se refiere a la capacidad de resumir un conjunto de datos en algo más trabajable, por ejemplo, una ecuación. Aparentemente, los profesores utilizan bien este principio al hacer uso de ecuaciones, no obstante, sin el entendimiento completo del origen de tales expresiones matemáticas, todo se reduce a un ejercicio de repetición, en el cual no hay rastro de ciencia propiamente dicha. El segundo principio, el de objetividad,  indica que los resultados que se obtienen no dependen del humor del investigador, algo que en los grupos de investigación se quebranta descaradamente, ya que el amaño de datos no es nada nuevo por estos días. El tercer principio, el dialectico, pone de manifiesto la importancia del experimento como comprobante de las teorías, y  es quizás el más vulnerado de todos, pues, el montaje de experimentos brilla por su ausencia en la mayoría de los cursos. Si bien la universidad cuenta con un curso de laboratorio de termodinámica, las penosas condiciones de infraestructura y dotación hacen imposible el desarrollo de experimentos de altura.
Con esto en mente, es posible observar la pobreza intelectual de los cursos de termodinámica, pues casi todos los profesores no enfocan sus clases hacia el entendimiento de las bases de esta maravillosa ciencia, más bien llenan a los estudiantes de ecuaciones y correlaciones que funcionan como artefactos mágicos, es decir, aunque los pupilos desconocen el marco conceptual que gira en torno a las ecuaciones de marras, las utilizan a diestra y siniestra convirtiéndose, en última instancia, en recetarios andantes.  
Es común ver profesores que dictan sus cursos de termodinámica usando diapositivas, algo de lo más común por estos días, pues esta antipedagógica costumbre ha abarcado con sus tentáculos otros cursos, por ejemplo, los de operaciones unitarias y de diseño, que junto con los de termodinámica conforman la base de la ingeniería química.  Es risible ver como los profesores que hacen uso de esta herramienta poco pedagógica pretenden transmitir el conocimiento de buena manera, máxime si se trata de una ciencia tan rica y compleja, ya que las diapositivas no permiten detener la atención en los intríngulis de cada tema, a lo sumo, cargan con ecuaciones que difícilmente pueden ser digeridas por los estudiantes sin su correcta demostración. Y la cosa no termina aquí, hay profesores que tienen el descaro de proyectar, literalmente, el libro guía del curso durante las clases, limitándose a leer lo que allí dice. Todo esto degrada la noble labor docente, pues en estas condiciones los estudiantes prefieren abordar los cursos por cuenta propia, leyendo los libros sin asistir a clases. Todo esto ha colmado la paciencia de más de un estudiante, desencadenando episodios dignos de mención.
En 2011, un grupo de estudiantes que cursaban termodinámica general con cierto profesor, optaron por redactar una carta al Consejo de la Facultad de Minas donde expresaban la inconformidad con el curso, pedían que se tomaran cartas sobre el asunto ya que un curso como el que dictaba aquel les truncaba el aprendizaje. Lo interesante es que el grupo lo constituían, más o menos, unos 40 estudiantes, cifra que tranquilamente podría representar el 60% de los matriculados. La carta en cuestión no tuvo repercusión alguna hasta donde cabe decir, ya que el profesor involucrado continúa dictando el curso con la misma metodología tan criticada por los estudiantes.
En 2012, en las aulas de la facultad, se escuchó un comentario atroz en la clase introductoria del curso de termodinámica química. El profesor encargado pregonó la siguiente frase: “nadie le enseña a nadie”. Tal frase molestó a muchos de los presentes, pues, si ese es el caso, ¿Qué sentido tiene asistir a clase con un profesor que piensa semejante barbaridad?  En efecto, durante el desarrollo del curso, fue posible notar la baja calidad de las clases,  por lo cual hubiera sido mejor que el profesor hubiera dicho: “yo no le enseño a nadie”. Algunos estudiantes han definido a los profesores de termodinámica como “amarrados con el conocimiento”, título que les cae como anillo al dedo, ya que pareciera que lo último que quieren es sembrar en los alumnos bases intelectuales sólidas que les potencien el cerebro. Es como si se viviera en otra época, donde se condena a la persona brillante por pensar por cuenta propia. A este respecto, Carl Sagan (1984) escribió, con argumentos sólidos, que el sistema convencional de educación trunca el desarrollo intelectual de los jóvenes especialmente dotados, lo cual disminuye las posibilidades de salir de la actual crisis de civilización, ya que la participación de personas con intelectos superiores y con buenas bases académicas es de suma importancia para reflotar la tierra de su prematuro naufragio. En las palabras del prestigioso cosmólogo:
Hoy más que nunca, cuando tantos y tan complejos problemas asaltan a la especie humana, es necesaria la presencia de individuos con un alto coeficiente intelectual y un amplísimo campo de intereses. Habría que encontrar la fórmula, compatible con los ideales democráticos que pregonan estos países, para estimular, sin deshumanizar la tarea, el desarrollo intelectual de aquellos adolecentes especialmente dotados. Sin embargo, el panorama es desalentador, ya que tanto los sistemas docentes como los métodos de examen que rigen la mayoría de estos países adolecen de una ritualización casi reptílica del proceso educacional. En ocasiones me pregunto si la carga agresiva y sexual de los productos televisivos y fílmicos que ofrecen las productoras norteamericanas refleja el hecho de que el complejo R se halla bien afirmado en todos nosotros, en tanto que muchas funciones neocorticales se expresan más raramente porque estamos menos familiarizados con ellas y no las apreciamos en su justo valor, debido, en parte, a la naturaleza represiva de las instituciones docentes y de la propia comunidad nacional.
Se recuerda que el complejo R, o cerebro del reptil, es la estructura cerebral  más primitiva, más animalesca, y se encarga de las conductas exhibicionistas y jerárquicas, además de los actos meramente instintivos. En contraste, el neocórtex es la parte responsable de la inteligencia propiamente dicha. Con esto claro, el anterior pasaje demuestra que los sistemas de educación actuales se construyen sobre una base primitiva en cuanto al cerebro se refiere, lo cual evita que los estudiantes piensen con lucidez.
Y la cosa no termina aquí. Algunos años atrás, en una de las reuniones del departamento de termodinámica, el buen profesor Carlos Eduardo Sierra presenció otro atropello contra el buen gusto y la sofisticación intelectual. En la reunión en cuestión, cuando el profesor Sierra trataba de explicar que sus cursos estaban diseñados para que los estudiantes piensen, tres profesores arremetieron contra él vociferando lo siguiente: “¡Como se le ocurre, Carlos Eduardo, si es muy peligroso que los estudiantes piensen!”.   En un artículo reciente del profesor Sierra, publicado en la página rebelion.org , se menciona el infame acontecimiento de la siguiente manera:
No han faltado las memeces de similar jaez proferidas en otros espacios universitarios. Como botón adicional de muestra, uno entre muchos posibles, en una reunión de profesores de termodinámica de hace pocos años llevada a cabo en la Facultad de Minas en Medellín, tres profesores declararon sin rubor alguno que "es peligroso que los estudiantes piensen", con lo cual pretendían alegar que los programas de los cursos de termodinámica deben evitar el fomento de la capacidad de pensamiento crítico entre los estudiantes. ¡Válganos, Dios!

Es claro que aquellos profesores abofetearon la noble labor docente con semejante estupidez. Quizás no exista una muestra más fehaciente de la historia de terror que se vive en los cursos de termodinámica, la manía que tienen los profesores de formar para zoquetes terminará por sumar esclavos a merced del voraz apetito de la sociedad industrial, sociedad que despilfarra los recursos que el orbe amablemente ofrece sin oponer resistencia. Así, la universidad se transforma en una fábrica del conocimiento, en la que solo importa el dinero que puedan generar los profesionales en potencia, en palabras del Profesor Renán Vega Cantor (2011):
Se enfatiza que supuestamente vivimos en una sociedad del conocimiento, en la cual el saber se convierte en una mercancía. Por eso, ahora se habla de las fábricas del conocimiento, en razón de lo cual las universidades ya no son centros educativos para formar individuos críticos, reflexivos, pensantes que conozcan sus derechos, sino que las instituciones universitarias deben ser factorías educativas, cuya meta es vender servicios y obtener ganancias.
Desde el punto de vista ético también caen por su propio peso algunos de los mal llamados docentes.  En 2012, se celebraron las VII Olimpiadas de Termodinámica Universitarias, cuya final se desarrolló en la sede Bogotá de la Universidad Nacional. Por la sede Medellín participaron dos parejas: una en la categoría básica y otra en la avanzada, obteniendo el sexto y segundo puesto respectivamente. Una vez se conocieron los resultados, uno de los profesores de termodinámica de la sede Medellín,  comentó que la labor que realizaron los estudiantes en las olimpiadas no tenía mérito alguno, argumentando que los puntajes que obtuvieron estaban muy lejos del primer lugar, cosa que hizo a espaldas de los mismos. Esto demuestra el enanismo ético del que adolece este personaje, ya que no tuvo los pantalones de informar directamente a los estudiantes de su inconformidad.
Para consuelo de muchos, existe un pequeño oasis entre tanto desierto pedagógico e intelectual, se trata del varias veces citado en este texto, Carlos Eduardo Sierra, el único profesor, en el sentido amplio de la palabra, que procura formar, de manera interdisciplinar, a los estudiantes que llegan a sus cursos. Con conocimientos sólidos en historia y filosofía de la ciencia, el profesor Sierra muestra el trasfondo epistemológico de la maravillosa termodinámica, culturiza en grado sumo a los estudiantes e induce a sus pupilos a pensar, evitando que se conviertan en recetarios andantes o en plebeyos intelectuales.
La situación es, pues, crítica en materia de educación superior, perdiéndose por completo la bonita definición que José Ortega y Gasset acuñaba para universidad: “la inteligencia como institución”. Para sellar este texto, el profesor Nicholas Lobkowics, el Presidente de la Asociación Europea de Rectores de Universidades, en una asamblea general en Helsinki, dijo lo siguiente:
Si la universidad renuncia a su función educadora, corre el riesgo de formar bárbaros, científicamente competentes, que constituyen el tipo más peligroso de seres humanos que existe en la actualidad
A manera de conclusiones, se tiene lo siguiente: 1.) La pobre enseñanza trunca el potencial que tienen los jóvenes con intelectos especiales, algo que Carl Sagan documentó bien en su libro Los dragones del edén. 2.) Una formación pobre en termodinámica aumenta la probabilidad de caer en embustes tecnocientíficos. 3.) Formando a los estudiantes para que no usen el cerebro, se les avienta a la boca del voraz capitalismo, ya que fácilmente pueden convertirse en lacayos, en marionetas, de la sociedad industrial. 4.) La ausente formación humanista convierte a los estudiantes en individuos incultos y con un alto potencial de destruir el planeta y sus habitantes.

CITA
[1] Asimov, Isaac. (1976). Fundación. Colombia: Oveja Negra.


BIBLIOGRAFÍA


Cantor, R. V. (2011). Contrarreforma educativa en Colombia:¡Bienvenidos a la universidad de la ignorancia! Blog U Pública Resiste, Tomado de : http://upublicaresiste.blogspot.com/.
Cuartas, C. E. (2011). Iberoamérica hoy: acientífica y despedagogizada. Cuadernos Académicos APUN, 7-18.
Cuartas, C. E. (2012). Orígenes, evolución y consolidación del principio de conservación de la energía. Medellín: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Minas.
Cuartas, C. E. (4 de Octubre de 2012). Rebelión. Recuperado el 10 de Diciembre de 2012, de http://www.rebelion.org/noticia.php?id=157076&titular=%BFexiste-una-universidad-del-orden-nacional-en-colombia?-
Gasset, J. O. (1961). La rebelión de las masas. Madrid: Editorial Revista de Occidente.
Illich, I. (2006). La convivencialidad. México: Fondo de Cultura Económica.
Osorio, S. N., & Sierra, C. E. (2011). Historia y filosofía de la ciencia: antecedentes epistemológicos e históricos para comprender el surgimiento de la bioética global. Bogotá: Universidad Militar Nueva Granada.
Rifkin, J. (2011). La tercera revolución industrial. Barcelona: Paidós.
Sagan, C. (1984). Los dragones del edén: sobre la evolución de la inteligencia humana. México: Grijalbo.





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