Nuestro
país ha estado inmerso en un conflicto social, político y armado por más de 50
años que ha causado la pérdida de vidas humanas, la desintegración de la
sociedad y la ausencia de un futuro sostenible.
Es una necesidad imperante terminar la guerra
en la que vivimos cotidianamente. Pero no basta con decir “que termine ya este
conflicto”. La sociedad en general debe actuar para lograr salidas reales.En la
base estructural del conflicto se encuentran las desigualdades sociales, la
inequidad en la distribución de la riqueza, la falta de garantías para la
organización y movilización social, las continuas violaciones a los derechos
humanos y un régimen antidemocrático que ha favorecido el saqueo, el despojo,
la corrupción y el asesinato; un régimen, al servicio de los intereses del gran
capital, que ha sometido el país por más de 200 años. La guerra y la paz son
asuntos estructurales en nuestro país
.Luego
de muchos frustrados intentos que no han dado cuenta de un proceso de paz con
justicia social, se está pretendiendo abordar uno más manteniendo una constante
que ha sido la causa de su fracaso: la exclusión de la participación popular.
Las mesas regionales convocadas por el Congreso de la República, este foro
agrario y la página web habilitada para hacer llegar propuestas por parte de la
sociedad colombiana, son mecanismos insuficientes de participación. No
convalidamos estos escenarios porque su carácter es meramente consultivo y no
tienen carácter vinculante. La convocatoria, la metodología y la dirección de
estos escenarios limitan y restringen el alcance de la participación.
Además representan un gran riesgo de
cooptación e institucionalización de la participación popular que cuestionaría
su autonomía.No estamos aspirando a sentarnos en la mesa de diálogos entre el
Estado y las FARC – EP, proceso que saludamos, ni en la mesa que aspiramos y
exigimos se instale para iniciar un proceso con el ELN. Estamos reclamando
participación real, directa, autónoma y decisoria porque somos víctimas de las nocivas
políticas que gobierno tras gobierno se han impuesto al pueblo colombiano en
beneficio del gran capital nacional e internacional. A lograr este anhelado
propósito convocamos al pueblo colombiano.
Nuestra
apuesta como Congreso de los Pueblos ha convocado a diversas organizaciones y
procesos políticos y sociales de todo el país, que representan legítimamente
diversas experiencias y propuestas para la construcción de paz a las que se les
ha negado un escenario de realización. Desde las regiones, los pueblos y
los sectores sociales populares hay muchas voces que buscan ser tenidas en
cuenta en un escenario de construcción de la paz de Colombia que debe estar
abierto a toda la sociedad; solamente así será posible un pacto duradero. La
paz no es un asunto solamente entre el gobierno y la insurgencia, ni tampoco se
reduce a la negociación política al conflicto armado.
Es
evidente que el gobierno del presidente Santos persiste en restringir la
participación, no obstante la exigencia popular para que se habiliten
escenarios amplios y que las insurgencias reconocen que, aún considerándose
parte del campo popular, no se abrogan la representación del pueblo y plantean
que hay que garantizar su activa participación. Colombia hace parte de los
planes globalizadores que para lo rural significa su incorporación al proceso
de acumulación y dominación capitalista, a través del acaparamiento de tierras
por parte de inversionistas nacionales o extranjeros mediado por el despojo
violento y su posterior legalización; la reconversión del uso del suelo en
función de los agro negocios, la gran minería, y los megaproyectos de
infraestructura necesarios para el funcionamiento del capitalismo; y el
reordenamiento territorial que arrebata el control social, económico y cultural
ejercido tradicional y ancestralmente por los pueblos y las comunidades
.A
nivel global, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la
Organización Mundial del Comercio, la Conferencia de Naciones Unidas para el
Desarrollo- UNCTAD, y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico- OCDE, entre otros organismos multilaterales, dictaminan o facilitan
a nivel global las políticas para el despojo y la acumulación capitalista, y a
nivel local se cumplen por parte de los debilitados y sumisos estados
nacionales, mediante la expedición de leyes que aseguran su cumplimiento.
Estamos ante un renovado colonialismo capitalista en plena marcha en nuestro
país.
Estas
políticas en lo sustancial son permisivas, proclives y funcionales, a los
intereses del gran capital. Las que constituyen claras ventajas para los
inversionistas son de obligatorio cumplimiento, como las recetas del FMI, el
Banco Mundial y la OMC, y las que implican algunas obligaciones en materia
ambiental, laboral y de DDHH no se aplican, no son vinculantes y se
instrumentalizan a su favor. En gobierno del presidente Santos dando
continuidad a la política de confianza inversionista de su antecesor, gestiona
e implementa leyes para viabilizar las políticas globales neoliberales y los
compromisos adquiridos en el marco de los TLC firmados con Europa, Canadá y
Estados Unidos.
Las llamadas locomotoras del desarrollo son la
concreción de la política global capitalista, que para nuestros pueblos y
comunidades significa despojo y expoliación. Los planes de desarrollo
“Prosperidad para todos” de Santos y “El estado comunitario desarrollo para
todos” de Uribe, se complementan e implementan al pie de la letra los
dictámenes de los organismos supranacionales.
El
Plan Nacional de Desarrollo 2010-2014 diagnostica la existencia de baja
competitividad y productividad del sector agrario atribuibles, supuestamente, a
la baja rentabilidad de la economía campesina para plantear un enfoque
productivista y exportador basado en un modelo de “empresarización” excluyente del
campo, que implica entregar la tierra al capital financiero y agroindustrial,
profundizar la exclusión económica, social y política de las comunidades
rurales, su proletarización y la desaparición de la economía campesina que,
contrario a lo diagnosticado en el mencionado plan, ha sido eficiente para
asegurar la soberanía alimentaria en el país, no obstante la ausencia de
políticas de apoyo y fomento.
Todas
estas medidas favorecen la reconversión del uso del suelo y de la naturaleza en
Colombia en función de los intereses del gran capital, que encuentra en la
tierra y los territorios, sea como factor de especulación financiera o como
factor de producción industrial, una nueva fuente de inversión para resolver la
crisis mundial del capitalismo. A esto es lo que el gobierno nacional llama
desarrollo rural con enfoque territorial y que no es más que la fase de
consolidación de la estrategia de despojo y desplazamiento forzado de las
comunidades rurales
.De
esta manera la globalización capitalista asegura en estos países, en el marco
de la división internacional del trabajo, la producción de materias primas para
la producción de alimentos o de agro combustibles, reprimarizando nuestras
economías y asignándonos, en el encadenamiento productivo mundial, el rol con más
bajo valor agregado. Con el agravante que la política de confianza
inversionista permite que todas las ganancias vayan a parar a las casas
matrices de la multinacionales y no se reinviertan en el país.
Las
pocas medidas que favorecerían la pequeña y mediana producción campesina como
las Zonas de Reserva Campesina, conquista del campesinado lograda en arduas e
históricas luchas, resultan marginales y subordinadas al modelo de “desarrollo”
rural con enfoque territorial. Su ampliación está pensada al alto costo
ambiental que significa la sustracción de amplias franjas de las Zonas de
Reserva Forestal y de otros territorios protegidos. Adicionalmente generaría
conflictos interétnicos si como ha venido sucediendo, el gobierno traslapa las
ZRC con las reservas indígenas y los territorios colectivos de las comunidades
afrocolombianas.
Lo
que el país requiere es una reforma agraria integral que atienda la demanda de
redistribución de tierras, y un ordenamiento y uso del suelo democráticos que
prioricen a las comunidades campesinas, indígenas y afrocolombianas, respetando
los ordenamientos territoriales que han realizado histórica y ancestralmente
como garantía para la permanencia en los territorios y el desarrollo de sus
planes de vida. La política de formalización de predios ha resultado ser el
paso previo para legalizar el acaparamiento de tierras, ante la inviabilidad
económica a que ha sido sometida la economía campesina por parte del gran
capital. De esta manera los dictámenes del Banco Mundial para dinamizar el mercado
de tierras- léase acaparamiento- y facilitar su extranjerización están
aplicándose rigurosamente, asegurando el uso económico del suelo y los
territorios para elevar la productividad y la competitividad capitalista para
la exportación, que no significa cosa distinta que la expoliación de nuestras
riquezas
.La
ley 1448 de 2011 crea la figura “contrato para el uso del bien restituido”, en
virtud de la cual cuando existan proyectos agroindustriales en los predios
objeto de restitución, para desarrollarlos de forma completa, un magistrado
podrá autorizar la celebración de contratos entre restituidos e inversionistas,
sobre la base de reconocimiento del dominio y buena fe exenta de culpa. Es
decir, que si finalmente no se logra legalizar el despojo de todas maneras
se preservará el uso económico agroindustrial.
En
el proyecto de ley de tierras y desarrollo rural que ha circulado el gobierno
nacional se pretende perfeccionar jurídicamente éste mecanismo legalizando el
despojo bajo el amparo de la figura de “derecho real de superficie”, como
derecho de carácter autónomo que otorga el uso, goce y disposición jurídica de
la superficie de un predio y hace propio lo plantado, construido o ubicado en
superficie ajena que, en el contexto de conflicto armado y desplazamiento
forzado en el país, muy probablemente haya sido objeto de despojo.
Frente
a todo este panorama exigimos generar un proceso de participación que tenga en
cuenta los siguientes criterios:
1.
Los sujetos de negociación y construcción de la paz no son únicamente el estado
y la insurgencia, sino principalmente las comunidades rurales y urbanas, los
sectores sociales populares, las regiones, sus procesos y organizaciones. Deben
habilitarse todos los espacios y mecanismos necesarios que garanticen su amplia,
directa, autónoma y decisoria participación. Nuestra contribución a este
proceso es la realización de un Congreso Nacional para la Paz en Bogotá entre
el 19 y 22 de abril de 2013, evento que será precedido por varios pre congresos
regionales, entendido como un proceso que debe involucrar diversos niveles de
sensibilización, visibilización de propuestas y experiencias, encuentros
regionales y nacionales y construcción de mandatos populares. El Congreso para
la Paz tiene carácter deliberativo en cuanto la participación de diversas voces
y procesos sociales populares; y decisorio en cuanto la construcción
legislativa común para mandatar el futuro y el presente de nuestro país.
Tenemos la voluntad política y contamos con la legitimidad otorgada por los
mandatos populares de los procesos que conformamos el Congreso de los Pueblos,
para ser sujetos de paz y propiciar un escenario amplio, diverso e incluyente
que se sume y articule con otras iniciativas populares y democráticas.
2.
Garantizar un diálogo horizontal con las mesas de negociación entre el gobierno
y la insurgencia. Es decir un diálogo que tome en cuenta las propuestas de los
movimiento sociales populares y que no se reduzca a una simple consulta sin
efectos vinculantes.
3.
Concertar un mecanismo nacional de validación de los acuerdos con la
insurgencia y de inclusión de los mandatos de los sectores sociales populares.
“Cansados de obedecer, cansados de ser
consultados mientras otros deciden, queremos gobernar nuestros territorios”
CONGRESO
DE LOS PUEBLOS
Diciembre
17 de 2012
comunicaciones@congresodelospueblos.org
1 comentarios:
CARTA ABIERTA AL CONGRESO DE
LOS PUEBLOS
RESPETADOS SEÑORES:
Todos o casi todos los problemas que Ustedes presentan en ese espacio, son resueltos o planteados a la manera de proyectos en el Decálogo de la Paz descrito en nuestro blog www.laultimaoportunidad.com (Los Planos de la Patria Soñada), al cual Ustedes están muy cordialmente invitados a leer y debatir. Este proyecto está ideado para imponer la paz en Colombia en unos meses. Pero como diría Indira Gandhi en una situación como ésta: “No me hableis de los dolores del parto y mostradme al bebé”, en este orden de ideas, me permito presentarles un fragmento del citado trabajo.
DECÁLOGO DE LA PAZ (Fragmento).
INTRODUCCION:
La paz no es cuestión de acuerdos previos, ni de decretos, ni de leyes. La paz, como la violencia, es un fenómeno cultural. La tolerancia, el deseo de convivencia, la voluntad de encauzar los instintos primarios, el respeto y la colaboración mutua, son las propiedades que caracterizan al hombre de bien; por el contrario, la intolerancia, el afán de dominar, el irrespeto y el egoísmo, son instintos primarios y característicos del malevolente. En suma, la paz la hacen los pacíficos, así como la violencia la hacen los violentos. De lo anterior se infiere que para que haya paz, se requiere formar gente de paz.
Sólo habrá paz cuando el niño sea concebido y criado en un ambiente de altruismo (no egoísmo), autenticidad (no manipulación), persuasión (no fuerza) y encaminado a lo sublime: el arte, la virtud y en general, todo aquello que no se puede comprar (véase “Reforma a la educación”: Una cruzada por la paz).
La paz es un sistema auto organizado, o sea, es el orden dinámico que emerge en un sistema debido a la interacción mutua de sus partes y procesos con el todo y viceversa hasta crear su propio orden, estructura y funciones (véase Chica Chica1).
1 : B. Chica y L. G. Chica: Estructura de los Auto organizadores como modelo universal de sinergia, Rev. Prospectiva, U. V., Facultad de Humanidades, # 11, Oct. 2006, p.p. (123-136).
De la interpretación de la naturaleza de la paz, en términos de los sistemas auto organizados, se colige que:
De la igualdad emerge la justicia si hay respeto al derecho ajeno. De la justicia emerge la dignidad, siempre y cuando haya coherencia. De la dignidad, emerge la consagración al trabajo si hay autoestima; de esta consagración, emerge el progreso, puesto que hay abundancia; y del progreso emerge la paz.
Las críticas, sugerencias y comentarios, que Ud. Estimad@ lector@ se digne hacer, serán un estímulo fundamental para continuar la sustentación de la propuesta anterior.
Después de esta introducción inconclusa, estimad@ lector@, se presenta a continuación el decálogo de la paz.
EL DECALOGO no es una verdad revelada sino una propuesta para debatir y encontrar preceptos más elaborados y consensuados, con la ilusión de que en un día no muy lejano llegue a ser parte de nuestra carta magna.
...Continúa en el citado blog...
CON EL HONOR DE DIRIGIRME A USTEDES, ME SUSCRIBO.
ATENTAMENTE:
Benhur Chica Giraldo, M.Sc. en Biofísica,
Profesor jubilado U.N.
(véase en Google)
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