Medellín,
diciembre 5 de 2012
Señores
consejeros
Consejo
de la Facultad de Ingeniería
Universidad
de Antioquia
Medellín
Respetados
consejeros:
En
materia de educación superior fue muy representativo de la Edad Media el
clasificar las facultades en las que llamaban mayores, como las de Teología, y
las que llamaban menores para el resto de los saberes; al parecer esta discriminación
se repite hoy en el Alma Máter de los antioqueños por la poca importancia que
les dan o el marcado desinterés de la Administración Central por las facultades
que funcionan en la Ciudad Universitaria, como la de Ingeniería, y, en cambio,
marcado interés por otras, como la Facultad de Medicina o las del Área de la
Salud, imitando los mejores tiempos de la Edad Media.
A esa
discriminación se une una pérdida interna de identidad en la Facultad,
ocasionada por el natural relevo generacional que tuvo escasa transición.
Identidad que debe construirse colectivamente para establecer, hoy, quiénes
somos, en qué nos distinguimos dentro de la Universidad y en que temas
académicos de fondo nos unificamos, para poderlos impulsar.
Alcanzar
una identidad propia es difícil, se logra con un proceso participativo y hay
varias razones que la dificultan; dos de ellas son de carácter histórico. Como
Ingeniería militar nació en el seno de los ejércitos y poco se diferencia de la
disciplina que estos exigen; como Ingeniería Civil, Química o Eléctrica surgió
en corporaciones que tenían un propósito más amplio. Luego, cuando se trasladó
a las universidades, quedó cautiva del discurso científico y, a veces, los
mismos ingenieros piensan que la Ingeniería es simplemente una ciencia
aplicada. Por último, la diversidad de la Ingeniería, con sus muchas
especializaciones, hace que estas se desconozcan y que no se tenga un espíritu
de cuerpo porque cada rama lo quiere desarrollar. Además, las facultades de ingeniería
inician la enseñanza con los cursos de fundamentación científica, por lo cual
los estudiantes se demoran en identificarse con su profesión, a diferencia de
los médicos, los abogados, los artistas, etc.
A lo
anterior hay que sumarle la falta de liderazgo de la Administración de la
Facultad de Ingeniería para enfrentar los retos que la dependencia y su devenir
demandan y el aparente temor para reunirse con los profesores, estudiantes y
empleados; a tal punto que es común que se deleguen decisiones trascendentales
en otras instancias, las cuales, con buena voluntad, toman las decisiones que
consideran más apropiadas sobre el rumbo de una Facultad de más de siete mil
quinientos estudiantes, pero a quienes, por no tener la suficiente experiencia
laboral o el indispensable olfato político, les queda difícil acertar sobre el
rumbo que debe seguir la Facultad.
Todo
ello nos lleva a los exdecanos de la Facultad de Ingeniería, firmantes de la
presente carta, a preocuparnos por temas que están a punto de hacer metástasis
en la Facultad y que hoy develamos ante el resto de la comunidad.
Ha sido
tradicional que en la Facultad la planeación sea una herramienta que permita consensos
en la construcción del futuro algo que debe ser inherente a la visión que la Ingeniería
tiene de su quehacer; sin embargo, ella brilla hoy por su ausencia.
La
Facultad se ha embarcado ciegamente en la ampliación de la cobertura, tanto de
pregrado como de posgrado; ciegamente, porque no ha exigido los recursos que se
requieren para ello. Por lo cual los programas y los cursos se han multiplicado
sin el número adecuado de profesores, de los que hay un déficit enorme, con sus
nefastas consecuencias en la calidad. La planta docente de tiempo completo es
más o menos la misma desde hace muchos años aunque la Facultad casi ha
duplicado su capacidad y sólo ha recibido “migajas” de la Administración
Central, con unas pocas plazas en préstamo del Rector pero no asignadas
oficialmente a ella, las cuales son ínfimas ante el crecimiento desbordado de
los cursos y los programas de la misma.
A ello
hay que sumarle que, según las posibilidades, se ofrecen 75 cupos para ingresos
nuevos a las diferentes carreras, incluyendo en ellos la deserción temprana y
la precoz, y la Vicerrectoría de Docencia los modifica para permitir el ingreso
promedio de 120 estudiantes en cada una, para un total de más de 1.300 admitidos
en cada llamado. Esto, además de los docentes que se requieren y que no se tienen,
sumado a un déficit de por lo menos 80 aulas, ya que el bloque 19 no fue
suficiente y se entregó casi la totalidad de los salones del bloque 21 a otras
dependencias.
La
Facultad para remediar paliativamente estas falencias ha recurrido a masificar
el profesorado de cátedra, las TIC´S y la virtualidad, pues esta parece ser la
tendencia del “futuro”, pero el futuro no existe y hay que construirlo, no
instalarlo; no basta con el voluntarismo de algunos iluminados, no, primero hay
que crear las condiciones actitudinales frente al proceso y eso no se hace
impositivamente. Sabemos por experiencia propia que nunca en el breve término
de un día madura el fruto ni la espiga grana.
A los
estudiantes nuevos del modelo presencial, ante la carencia de profesores y de aulas, en muchas asignaturas les ofrecen
como posibilidad la de “asistir” a los cursos en la modalidad virtual y ellos,
que se matricularon en programas presenciales, están altamente inconformes ya
que se vulneran sus derechos, por lo cual se está gestando una grave situación
de inconformidad.
A este
crecimiento desmedido hay que sumarle la creación del nuevo programa en Oceanografía
que viene dictando la Facultad en la región de Urabá y sobre el cual no se sabe
cuál fue el proceso planificador que le dio origen, o los profesores con los
cuales se está sirviendo, los laboratorios con que cuenta y demás detalles
mínimos de todo programa nuevo, para que sea viable y pueda sostenerse en el
tiempo.
Agréguese,
además, el tema de las regiones donde el problema es similar o peor; por ejemplo,
se tiene un programa de ingeniería creado en la modalidad virtual para la
regional de Sonsón y como no se cuenta con la tecnología ni con los recursos,
se tienen que enviar en la modalidad de cátedra a los profesores, lo cual, a
todas luces, es un incumplimiento con el registro que se posee y un irrespeto
para los estudiantes. Y se tienen en otras regionales programas como el de
Sistemas que, según el informe de los pares que visitaron el programa
presencial de la Sede Central hace pocos meses, presenta tantos asuntos por
mejorar que en este momento está en vilo si será o no reacreditado; y, sin
resolver estos temas mínimos, se ofrecen de manera desaforada en las
regionales.
Caso
similar ocurre con Ingeniería Ambiental que es un programa nuevo, no consolidado
en la Universidad de Antioquia y que se viene feriando en formato virtual y
presencial por todas partes, sin un análisis serio y sin dar tiempo para
consolidarlo. Con ello se incrementa la alta deserción de los programas regionales,
que es evidente. Todo esto se sirve en la modalidad de cátedra, ya que no hay
docentes nuevos vinculados para dicha labor.
Nunca
se ha hecho el balance y la evaluación académica de Ude@, que presenta índices superiores
al 70% de deserción. Y la obtención de los recursos para que este programa opere
y crezca, recursos que están asegurados por el municipio de Medellín, se
convierte en un suplicio para que la Administración Central los entregue; al punto
que se debe hacer el debido “lobby burocrático” para rogar por ellos y, al
final, tan sólo asignan una mínima parte de lo que en derecho le corresponde.
Para
agravar el asunto, los modelos antes descritos se están aplicando a los
posgrados, que se abren también de una manera, por decir lo menos, precipitada.
Hay más
detalles preocupantes y no por elementales menos importantes. El número de computadores
y de programas, “software”, para la docencia es mínimo. La red de la
Universidad no sirve, es de las más paupérrimas que existen y sin embargo le
siguen cargando demandas con las nuevas modalidades. Los estudiantes se “tiran”
en el suelo por todas partes mientras aguardan sus clases y obstaculizan el
paso, porque no hay espacios adecuados. Los servicios sanitarios, que apenas
son suficientes, viven fuera de servicio y feamente clausurados con unas bolsas
grises. Las ventas informales lo invaden todo y venden de “todo”, porque tienen
demanda suficiente y ello se debe a carencias que no se han remediado de otra
manera y a que la Administración Central mira para otro lado, pues dice no
encontrar el debido “momento político” para actuar y, en realidad, lo que le
falta es carácter y firmeza para hacer lo que está obligada a hacer. Mucho de
esto no es problema exclusivo de la Facultad ni es imputable a ella, pero si
ese es el telón de fondo, el panorama es más sombrío.
Falta
también un norte claro en las políticas de extensión e investigación en la
Facultad, el cual queda al vaivén de los grupos o personas, ya que ésta no
tiene un ente verdaderamente rector que la oriente.
Conscientes
de que la Facultad no puede seguir en el oscurantismo en el que se sume la Universidad
con la orientación que lleva, y que no depende de la administración de esta sección:
la presencia permanente en la Ciudad Universitaria de encapuchados, bombas, extorsiones,
vendedores ambulantes de “todo”, y seguir su declive hasta convertirse en una
“facultad de garaje”, proponemos la conveniencia de contar con un proyecto de
Facultad con independencia económica, administrativa y académica, hasta
convertirla en una universidad tecnológica que bien pudiera funcionar a la par
de la Universidad de Antioquia, y que en esta época de reformas
administrativas, que tanto malestar han generado entre la comunidad académica,
pudiera ser un modelo viable. Modelo que ha demostrado ser eficiente en otros
países del mundo y que podría ayudar a que la Facultad no se siga hundiendo con
la Universidad y no siga dejando en entredicho su nivel académico y su calidad,
sin profesores de planta, sin salones y obligando, aunque no se cuente con el
aval de los estudiantes de los programas presenciales, a tomar cursos virtuales
por falta de espacios y docentes de tiempo completo. Esta es una propuesta
extrema, pero con el actual balance de poder en la Universidad, no se
vislumbran salidas claras.
Los
Ex-Decanos de la Facultad que suscribimos este documento estamos alarmados por la
situación que vive la Universidad y en especial la Facultad de Ingeniería; sería
ideal que la Administración Central y la de la Facultad se reunieran con el
profesorado, los estudiantes y los empleados de ésta. Reuniones en las que se
esperaría conocer los informes y propuestas de la Administración Central y de
la Facultad frente a las dificultades esbozadas en esta carta, que son sólo una
parte de los múltiples problemas que estamos viviendo, y para que se supiera
qué decisiones se van a tomar en relación con ellas, antes de que se salgan de
control por no atenderlas a tiempo.
Para
cada uno de estos problemas hay distintas soluciones, pero pensamos que ellas deben
construirse y alcanzar consensos.
Firman
los Ex-Decanos de la Facultad de Ingeniería de la U de A:
ASDRÚBAL
VALENCIA G.
ELKIN
L. RÍOS O.
ÁLVARO
GAVIRIA O.
Se
remiten copias de la carta al Consejo Superior, al Consejo Académico, al Rector
de la
Universidad,
al Decano de la Facultad de Ingeniería y a la Comunidad Académica
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