El
sistema de castas establecido en la India es una forma de estratificación
social que clasifica a las personas en cuatro grupos, el más inferior de todos
denominado Casta de los Intocables, o coloquialmente de los parias. Que nadie
se inquiete. No pretendo hacer una comparación entre nosotros y esa horrorosa
situación social. Pero la exclusión y la inmovilidad que ese término implica me
hacen pensar que sí que podría utilizarlo, tal y como lo define la Real
Academia de la Lengua: Persona excluida de las ventajas de que gozan las demás,
e incluso de su trato, por ser considerada inferior.
Somos
un colectivo de parias en un limbo legal. Nadie sabe quienes somos. Fotografía
de la autora
Sí,
yo formo parte de un sistema de castas existente en el mundo universitario. En
mi post ‘Yo he costado 230.000 euros a todos los españoles’ hubo muchas
personas que aparte de quedarse con el dato de lo que valen los licenciados con
máster, hicieron comentarios que dejaron traslucir que se desconoce en general
el funcionamiento del sistema universitario durante la última década. Así que
voy a explicar por qué afirmo en mi primera frase que soy una paria en la
Universidad junto a muchos de mis compañeros.
Yo
consto en los papeles de la Universidad como “personal investigador y técnico
contratado con cargo a fondos de investigación”. ¿Qué significa eso? En
realidad nadie lo sabe. ¿Qué opino yo? Resumidamente: que formo parte de los
parias del sistema universitario, como me he definido antes. ¿Por qué afirmo
esto? Intentaré explicarlo paso a paso de forma desglosada, como muchos habréis
visto que me gusta contar las cosas.
Ese
es el nombre con el que la Universidad de Granada denominaba a un vasto y
heterogéneo grupo de más de mil personas, en un escrito en el que nos comunicaba
que nuestra nómina en diciembre iba a ser, tras los recortes del Decreto Ley
20/2012, de unos 100 euros. Y yo puedo imaginar que estuvieron horas y horas
pensando cómo poder definirnos, porque ni el Ministerio, ni las
Administraciones diferentes, ni las propias Universitarias, y ni nosotros
mismos, sabemos cómo hacerlo. Y es que es imposible porque somos un grupo de
personas que no tenemos nada que ver las unas con las otras porque pertenecemos
a una veintena de programas diferentes, con contratos diferentes, pagados por
instituciones diferentes, con trabajos diferentes, etc… ¿En qué nos parecemos?
En que somos un grupo contenido en un limbo legal sin los mismos derechos que
los demás integrantes del mundo universitario, pero parece que sí con las mismas
obligaciones aunque no estemos contenidos en ningún epígrafe de ningún capítulo
específicamente. Somos los parias.
Para
explicar quiénes somos estos parias de las Universidades, nuestro trabajo y lo
que las Universidades nos necesitan, voy a explicar un poco el funcionamiento
del sistema universitario del siglo XXI y de por qué somos un grupo tan
heterogéneo.
Hasta
hace aproximadamente diez años el sistema universitario era muy simple: gente
de tu departamento y universidad te elegían en un concurso para que entraras de
asociado. Podías seguir así eternamente o hacer la tesis y, sin las exigencias
actuales de investigación y publicación de artículos, presentarte a un concurso
de titularidad para ser funcionario universitario (una prueba más dura) y finalmente
optar al concurso a cátedra. Voy a obviar aclaraciones de que durante tiempos
franquistas hubo una época en la que accedieron a cátedra personas de treinta y
tantos años de forma casi inmediata. Hablemos de los tiempos de democracia. Es
decir, estoy explicando que hasta hace 10 años había TRES ESCALONES en la
escalera de la carrera académica.
Hace
diez años más o menos, comenzó el nuevo sistema. Voy a enumerar los pasos para
explicarme mejor, en escalones, y es que en vez de tres hay CINCO ESCALONES ahora:
1.
Si se quería acceder a la Universidad para hacer carrera académica, no bastaba
con entrar de asociado. De hecho esta figura está abocada a ser mínima y sólo
representativa en los centros ya que son profesionales sin vida académica y por
tanto sin resultados de investigación ni nada para la Universidad. Así que
había que intentar ser seleccionado en un programa de formación de profesorado,
en alguno ligado a un proyecto de investigación o similares. ¿Por qué digo
similares? Porque hay tantos tipos que es imposible conocerlos todos: FPI,
FPDI, FPU, los que corresponden a I+D+I, Plan Propio, y muchos más. El trabajo
en estos programas, a diferencia de lo que es el de un profesor asociado,
consiste en lo siguiente:
exigen
una dedicación total y exclusiva a los seleccionados
deben
realizar un máster durante año y medio para obtener la maestría que les da ‘el
carné’ para la investigación
tareas
en el departamento (en algunos casos que no corresponden, principalmente debido
al desconocimiento de estas figuras)
ayudando
en la organización de eventos (congresos, seminarios, etc)
docencia
de hasta 6 créditos, aunque muchos departamentos aprovechan y cargan de más
créditos a este personal aliviando a otros profesores de carga docente, pero no
siendo estos créditos de más contabilizados en el expediente porque más de seis
no pueden aparecer por el acotamiento específico en los programas
tutorías
que equivalen a las mismas horas de clase que se imparten
asistencia
a congresos y seminarios pagándolo en muchos casos cada uno de su bolsillo
redacción
de artículos para revistas de referencia (cada artículo lleva de media
redactarse unos 3-4 meses y un año saber si será publicado, con lo que trabajas
sin tener certeza de nada, viene a ser como apostar)
redacción
de capítulos de libros o libros (ídem en cuanto al tiempo para cada capítulo)
estancias
de investigación mínimo dos, de una duración total de unos 6 meses
investigación
en el proyecto asignado
investigación
y asistencia a reuniones del Grupo de Investigación al que se pertenezca
investigación
y redacción para la tesis de cada uno
Este
es un resumen del trabajo. La decisión de adscribirse a uno de estos programas
es vocacional y tiene muchos tintes pasionales. He realizado una encuesta entre
un centenar de nosotros, y todos hemos afirmado dedicar a la semana de 60 a 80
horas semanales. Todo esto por un sueldo de mileurista o poco más.
2.
Una vez realizados estos 4 años, hay que acreditarse. La acreditación por la
ANECA es introducir durante un buen mes el CV y méritos en una base de datos
con las pruebas de todo lo que se ha realizado. Un comité anónimo lo evalúa y
al cabo de unos 3 ó 4 meses, se comunica si es apto o no apto. Es implacable y
durísimo. No basta sólo con ser doctor, haber dado clase, etc. Se puntúa
negativamente haber dado clase siempre en el mismo curso (para evitar apoltronamientos),
se pide que no se sea demasiado especializado en algo para poder rellenar
campos de todos los tipos (libros, artículos, patentes, proyectos, vida
profesional…). Digamos que es la nueva pesadilla. Que yo veo bien para evitar
la endogamia de la que tanto se ha acusado a las Universidades. Es realmente
difícil acreditarse y lo peor de todo es que durante los cuatro años que estás
trabajando en el programa, nadie te dice en qué consiste, porque somos
conejillos de indias y los que deberían aconsejarte, no lo saben porque casi
ninguno lo ha pasado.
3.
Una vez conseguida la acreditación, hay dos opciones:
concursar
para una plaza de Ayudante Doctor con muchos más candidatos, durante otros 4
años más. Pero, el Decreto Ley del 31 de diciembre de 2011 ha prohibido a las
Universidades que saquen plazas de Ayudante Doctor, con lo que esa opción se ha
cerrado para unas 60.000 personas se calcula, en toda España.
conseguir
una beca postdoctoral. Son escasas, treméndamente difíciles de conseguir y para
la élite intelectual. Estas incluían una estancia de dos años en el extranjero
en centros de referencia en investigación, muy exigentes en cuanto al trabajo a
realizar allí. Dos años, ¿eh?. Casi nada. Pero desgraciadamente, el programa de
postdoctorales ha quedado en suspenso tras un anuncio del Ministerio de
Educación.
4.
Tras beca postdoctoral o plaza de Ayudante Doctor, ya se tiene la posibilidad
de optar a una plaza de Contratado Doctor, tras haber obtenido la acreditación
para tal puesto, y que exige estancias en el extranjero, sexenios de
investigación, doctorandos, clases, artículos, congresos, seminarios, proyectos
de investigación, etc… y que ya supone un contrato indefinido, pero por
supuesto NO la condición de funcionario. Actualmente tras el Decreto Ley del 31
de Dcicmebre de 2011, las Universidades tienen congelado poder convocar este
tipo de plazas.
5.
Sólo tras haber pasado estos cuatro pasos anteriores, contratos diferentes,
consiguiendo plazas y acreditaciones, durante casi 12 años, se está por fin
preparado para el siguiente paso: pedir la acreditación que permite acceder a
poder presentarse a un concurso de un puesto de funcionariado universitario, la
plaza de Titular de Universidad.
Con
este resumen quiero aclarar a muchos críticos de mi anterior post, que lo que
buscamos no es una salida fácil y rápida a costa de Papá Estado, porque ni es
fácil y es más a costa nuestra y de nuestras vidas personales. El sistema
actual de acceso a la vida académica es durísimo y muy exigente, por eso conformamos
un grupo muy preparado que se ha quedado sin ninguna opción.
Todos
los que estamos en esa situación intermedia que he descrito enumerada, seremos
unos 100.000: entre casi doctorados, doctorados con acreditación,
postdoctorales, etc…, estos somos los que la Universidad nos llama ”personal
investigador y técnico contratado con cargo a fondos de investigación”,
uniéndonos a los investigadores de proyectos específicos que por ejemplo no dan
clase. Este tipo de investigadores son contratados para un proyecto específico
durante un periodo de tiempo y cuando acaba, buscan otro proyecto, a veces en
muy diferentes universidades, instituciones o centros de investigación de todo
el mundo.
El
problema de ser un colectivo tan numeroso y tan variado hace que ninguna
Universidad sepa cómo tratarnos: no somos personal laboral al uso, no
disfrutamos de todos sus derechos, no nos paga la Universidad a todos y la gran
mayoría recibimos nuestro sueldo de otras administraciones, instituciones,
fundaciones y muchísimos de Europa. No tenemos representación clara, porque ni
los dirigentes de la institución, ni sindicatos, ni colectivos de contratados
saben quienes somos. La Universidad dice apoyarnos, ya que somos un grupo muy
numeroso, pero no sabe quiénes somos ni cómo tratarnos. Y este limbo legal hace
que ni el Ministerio sepa qué hacer con nosotros, lo que lleva a errores
continuos en las medidas que el gobierno actual está tomando.
No
creo que el Gabinete del Gobierno sea consciente de haber volatilizado varios
escalones necesarios para seguir con la vida académica, dejando sin opciones de
ningún tipo a tantísima gente. No creo que las Universidades se hayan dado
cuenta tampoco, porque de ser así, aparte del contencioso que están preparando
contra la subida a Titulares y Catedráticos de 24 a 32 créditos de docencia,
irían también contra la eliminación de las opciones existentes para la
continuidad de sus investigadores.
El
Decreto Ley 20/2012 sobre el recorte en las pagas de Navidad se nos aplica por
desconocimiento sobre nuestro colectivo. El Ministerio no sabe y dice que sí a
todo por defecto con ansias recaudatorias, las Universidades lo acatan porque
tampoco tienen claro qué somos, y finalmente somos un grupo de gente que no
tenemos los derechos del personal laboral de la Universidad pero recibimos
todos los palos sin que nadie nos defienda.
Somos
los parias del sistema universitario. Olvidados, abandonados sin opciones, sin
representación y sin denominación. Por eso he optado por denominarnos parias,
porque somos esa casta que a nadie le importa y que si desaparecemos como vamos
a hacer en este próximo año, nadie se dará cuenta al principio, pero cuando las
Universidades se colapsen por falta de este personal, ese grupo invisible que
hacía tantas cosas, alguien dirá: ¿no había unos parias que hacían todo esto?
¿dónde están? Y ya habremos emigrado o comenzado a trabajar en algún burguer.
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