miércoles, 28 de noviembre de 2012

Soy una paria del sistema universitario, y conmigo miles


El sistema de castas establecido en la India es una forma de estratificación social que clasifica a las personas en cuatro grupos, el más inferior de todos denominado Casta de los Intocables, o coloquialmente de los parias. Que nadie se inquiete. No pretendo hacer una comparación entre nosotros y esa horrorosa situación social. Pero la exclusión y la inmovilidad que ese término implica me hacen pensar que sí que podría utilizarlo, tal y como lo define la Real Academia de la Lengua: Persona excluida de las ventajas de que gozan las demás, e incluso de su trato, por ser considerada inferior. 
Somos un colectivo de parias en un limbo legal. Nadie sabe quienes somos. Fotografía de la autora
Sí, yo formo parte de un sistema de castas existente en el mundo universitario. En mi post ‘Yo he costado 230.000 euros a todos los españoles’ hubo muchas personas que aparte de quedarse con el dato de lo que valen los licenciados con máster, hicieron comentarios que dejaron traslucir que se desconoce en general el funcionamiento del sistema universitario durante la última década. Así que voy a explicar por qué afirmo en mi primera frase que soy una paria en la Universidad junto a muchos de mis compañeros.
Yo consto en los papeles de la Universidad como “personal investigador y técnico contratado con cargo a fondos de investigación”. ¿Qué significa eso? En realidad nadie lo sabe. ¿Qué opino yo? Resumidamente: que formo parte de los parias del sistema universitario, como me he definido antes. ¿Por qué afirmo esto? Intentaré explicarlo paso a paso de forma desglosada, como muchos habréis visto que me gusta contar las cosas.
Ese es el nombre con el que la Universidad de Granada denominaba a un vasto y heterogéneo grupo de más de mil personas, en un escrito en el que nos comunicaba que nuestra nómina en diciembre iba a ser, tras los recortes del Decreto Ley 20/2012, de unos 100 euros. Y yo puedo imaginar que estuvieron horas y horas pensando cómo poder definirnos, porque ni el Ministerio, ni las Administraciones diferentes, ni las propias Universitarias, y ni nosotros mismos, sabemos cómo hacerlo. Y es que es imposible porque somos un grupo de personas que no tenemos nada que ver las unas con las otras porque pertenecemos a una veintena de programas diferentes, con contratos diferentes, pagados por instituciones diferentes, con trabajos diferentes, etc… ¿En qué nos parecemos? En que somos un grupo contenido en un limbo legal sin los mismos derechos que los demás integrantes del mundo universitario, pero parece que sí con las mismas obligaciones aunque no estemos contenidos en ningún epígrafe de ningún capítulo específicamente. Somos los parias.
Para explicar quiénes somos estos parias de las Universidades, nuestro trabajo y lo que las Universidades nos necesitan, voy a explicar un poco el funcionamiento del sistema universitario del siglo XXI y de por qué somos un grupo tan heterogéneo.
Hasta hace aproximadamente diez años el sistema universitario era muy simple: gente de tu departamento y universidad te elegían en un concurso para que entraras de asociado. Podías seguir así eternamente o hacer la tesis y, sin las exigencias actuales de investigación y publicación de artículos, presentarte a un concurso de titularidad para ser funcionario universitario (una prueba más dura) y finalmente optar al concurso a cátedra. Voy a obviar aclaraciones de que durante tiempos franquistas hubo una época en la que accedieron a cátedra personas de treinta y tantos años de forma casi inmediata. Hablemos de los tiempos de democracia. Es decir, estoy explicando que hasta hace 10 años había TRES ESCALONES en la escalera de la carrera académica.
Hace diez años más o menos, comenzó el nuevo sistema. Voy a enumerar los pasos para explicarme mejor, en escalones, y es que en vez de tres hay CINCO ESCALONES ahora:
1. Si se quería acceder a la Universidad para hacer carrera académica, no bastaba con entrar de asociado. De hecho esta figura está abocada a ser mínima y sólo representativa en los centros ya que son profesionales sin vida académica y por tanto sin resultados de investigación ni nada para la Universidad. Así que había que intentar ser seleccionado en un programa de formación de profesorado, en alguno ligado a un proyecto de investigación o similares. ¿Por qué digo similares? Porque hay tantos tipos que es imposible conocerlos todos: FPI, FPDI, FPU, los que corresponden a I+D+I, Plan Propio, y muchos más. El trabajo en estos programas, a diferencia de lo que es el de un profesor asociado, consiste en lo siguiente:
exigen una dedicación total y exclusiva a los seleccionados
deben realizar un máster durante año y medio para obtener la maestría que les da ‘el carné’ para la investigación
tareas en el departamento (en algunos casos que no corresponden, principalmente debido al desconocimiento de estas figuras)
ayudando en la organización de eventos (congresos, seminarios, etc)
docencia de hasta 6 créditos, aunque muchos departamentos aprovechan y cargan de más créditos a este personal aliviando a otros profesores de carga docente, pero no siendo estos créditos de más contabilizados en el expediente porque más de seis no pueden aparecer por el acotamiento específico en los programas
tutorías que equivalen a las mismas horas de clase que se imparten
asistencia a congresos y seminarios pagándolo en muchos casos cada uno de su bolsillo
redacción de artículos para revistas de referencia (cada artículo lleva de media redactarse unos 3-4 meses y un año saber si será publicado, con lo que trabajas sin tener certeza de nada, viene a ser como apostar)
redacción de capítulos de libros o libros (ídem en cuanto al tiempo para cada capítulo)
estancias de investigación mínimo dos, de una duración total de unos 6 meses
investigación en el proyecto asignado
investigación y asistencia a reuniones del Grupo de Investigación al que se pertenezca
investigación y redacción para la tesis de cada uno
Este es un resumen del trabajo. La decisión de adscribirse a uno de estos programas es vocacional y tiene muchos tintes pasionales. He realizado una encuesta entre un centenar de nosotros, y todos hemos afirmado dedicar a la semana de 60 a 80 horas semanales. Todo esto por un sueldo de mileurista o poco más.
2. Una vez realizados estos 4 años, hay que acreditarse. La acreditación por la ANECA es introducir durante un buen mes el CV y méritos en una base de datos con las pruebas de todo lo que se ha realizado. Un comité anónimo lo evalúa y al cabo de unos 3 ó 4 meses, se comunica si es apto o no apto. Es implacable y durísimo. No basta sólo con ser doctor, haber dado clase, etc. Se puntúa negativamente haber dado clase siempre en el mismo curso (para evitar apoltronamientos), se pide que no se sea demasiado especializado en algo para poder rellenar campos de todos los tipos (libros, artículos, patentes, proyectos, vida profesional…). Digamos que es la nueva pesadilla. Que yo veo bien para evitar la endogamia de la que tanto se ha acusado a las Universidades. Es realmente difícil acreditarse y lo peor de todo es que durante los cuatro años que estás trabajando en el programa, nadie te dice en qué consiste, porque somos conejillos de indias y los que deberían aconsejarte, no lo saben porque casi ninguno lo ha pasado.
3. Una vez conseguida la acreditación, hay dos opciones:
concursar para una plaza de Ayudante Doctor con muchos más candidatos, durante otros 4 años más. Pero, el Decreto Ley del 31 de diciembre de 2011 ha prohibido a las Universidades que saquen plazas de Ayudante Doctor, con lo que esa opción se ha cerrado para unas 60.000 personas se calcula, en toda España.
conseguir una beca postdoctoral. Son escasas, treméndamente difíciles de conseguir y para la élite intelectual. Estas incluían una estancia de dos años en el extranjero en centros de referencia en investigación, muy exigentes en cuanto al trabajo a realizar allí. Dos años, ¿eh?. Casi nada. Pero desgraciadamente, el programa de postdoctorales ha quedado en suspenso tras un anuncio del Ministerio de Educación.
4. Tras beca postdoctoral o plaza de Ayudante Doctor, ya se tiene la posibilidad de optar a una plaza de Contratado Doctor, tras haber obtenido la acreditación para tal puesto, y que exige estancias en el extranjero, sexenios de investigación, doctorandos, clases, artículos, congresos, seminarios, proyectos de investigación, etc… y que ya supone un contrato indefinido, pero por supuesto NO la condición de funcionario. Actualmente tras el Decreto Ley del 31 de Dcicmebre de 2011, las Universidades tienen congelado poder convocar este tipo de plazas.
5. Sólo tras haber pasado estos cuatro pasos anteriores, contratos diferentes, consiguiendo plazas y acreditaciones, durante casi 12 años, se está por fin preparado para el siguiente paso: pedir la acreditación que permite acceder a poder presentarse a un concurso de un puesto de funcionariado universitario, la plaza de Titular de Universidad.
Con este resumen quiero aclarar a muchos críticos de mi anterior post, que lo que buscamos no es una salida fácil y rápida a costa de Papá Estado, porque ni es fácil y es más a costa nuestra y de nuestras vidas personales. El sistema actual de acceso a la vida académica es durísimo y muy exigente, por eso conformamos un grupo muy preparado que se ha quedado sin ninguna opción.
Todos los que estamos en esa situación intermedia que he descrito enumerada, seremos unos 100.000: entre casi doctorados, doctorados con acreditación, postdoctorales, etc…, estos somos los que la Universidad nos llama ”personal investigador y técnico contratado con cargo a fondos de investigación”, uniéndonos a los investigadores de proyectos específicos que por ejemplo no dan clase. Este tipo de investigadores son contratados para un proyecto específico durante un periodo de tiempo y cuando acaba, buscan otro proyecto, a veces en muy diferentes universidades, instituciones o centros de investigación de todo el mundo.
El problema de ser un colectivo tan numeroso y tan variado hace que ninguna Universidad sepa cómo tratarnos: no somos personal laboral al uso, no disfrutamos de todos sus derechos, no nos paga la Universidad a todos y la gran mayoría recibimos nuestro sueldo de otras administraciones, instituciones, fundaciones y muchísimos de Europa. No tenemos representación clara, porque ni los dirigentes de la institución, ni sindicatos, ni colectivos de contratados saben quienes somos. La Universidad dice apoyarnos, ya que somos un grupo muy numeroso, pero no sabe quiénes somos ni cómo tratarnos. Y este limbo legal hace que ni el Ministerio sepa qué hacer con nosotros, lo que lleva a errores continuos en las medidas que el gobierno actual está tomando.
No creo que el Gabinete del Gobierno sea consciente de haber volatilizado varios escalones necesarios para seguir con la vida académica, dejando sin opciones de ningún tipo a tantísima gente. No creo que las Universidades se hayan dado cuenta tampoco, porque de ser así, aparte del contencioso que están preparando contra la subida a Titulares y Catedráticos de 24 a 32 créditos de docencia, irían también contra la eliminación de las opciones existentes para la continuidad de sus investigadores.
El Decreto Ley 20/2012 sobre el recorte en las pagas de Navidad se nos aplica por desconocimiento sobre nuestro colectivo. El Ministerio no sabe y dice que sí a todo por defecto con ansias recaudatorias, las Universidades lo acatan porque tampoco tienen claro qué somos, y finalmente somos un grupo de gente que no tenemos los derechos del personal laboral de la Universidad pero recibimos todos los palos sin que nadie nos defienda.
Somos los parias del sistema universitario. Olvidados, abandonados sin opciones, sin representación y sin denominación. Por eso he optado por denominarnos parias, porque somos esa casta que a nadie le importa y que si desaparecemos como vamos a hacer en este próximo año, nadie se dará cuenta al principio, pero cuando las Universidades se colapsen por falta de este personal, ese grupo invisible que hacía tantas cosas, alguien dirá: ¿no había unos parias que hacían todo esto? ¿dónde están? Y ya habremos emigrado o comenzado a trabajar en algún burguer.

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