A nivel mundial se promociona un nuevo negocio educativo,
que se denomina con el término de e-learnign (que podría traducirse como
aprendizaje a través de la web). Este negocio se sustenta en tres aspectos:
utilización masiva en los procesos educativos de los artefactos tecnológicos,
más exactamente en formato electrónico; los contenidos de los cursos están
formateados en consonancia con las características de las tecnologías, a las
que se supedita la pedagogía; y, se venden servicios complementarios, tales
como tutorías, asistencia técnica, evaluaciones y certificaciones.
Paquetes
tecnológicos en la educación
Según la concepción e-learning, en el mundo de hoy la enseñanza sólo es posible a través de los medios tecnológicos que, en gran medida, vendrían a sustituir a los profesores, a los que se les asignaría una suerte de presencialidad secundaria, porque lo importante es el envoltorio tecnológico. Como lo fundamental son los artefactos, la metodología didáctica debe adecuarse a la lógica binaria del lenguaje informático y a las características visuales de la pantalla, por lo que se enfatiza en que los estudiantes deben “explorar la riqueza de los contextos electrónicos”.
Según la concepción e-learning, en el mundo de hoy la enseñanza sólo es posible a través de los medios tecnológicos que, en gran medida, vendrían a sustituir a los profesores, a los que se les asignaría una suerte de presencialidad secundaria, porque lo importante es el envoltorio tecnológico. Como lo fundamental son los artefactos, la metodología didáctica debe adecuarse a la lógica binaria del lenguaje informático y a las características visuales de la pantalla, por lo que se enfatiza en que los estudiantes deben “explorar la riqueza de los contextos electrónicos”.
Como
resultado, se forma en una cultura tecnológica en donde predomina el
aprendizaje instrumental que permita acceder a las cambiantes Tecnologías de la
Información. Ese aprendizaje se mide mediante sistemas de gestión de corte
gerencial, en los que se define con precisión conductista el tipo de tarea
fijada, los logros alcanzados, el tiempo de ejecución y el rendimiento medido
en términos cuantitativos.
Una
característica central de la e-learning es su lógica mercantil, de donde se
desprende la importancia de la gestión de la información, lo que se muestra
como un elemento estratégico en la competitividad mundial, como lo exige la
“sociedad del conocimiento”, que beneficiaría a las personas, a las empresas y
a los países. En concordancia, el e-learning, como modalidad de formación, está
pensado desde la enseñanza y no desde el aprendizaje. Se centra en la
tecnología y no en los seres humanos, y, por ello, desdeña todo lo que tenga
que ver con la formación integral de la gente, centrándose en el culto al
individualismo y al consumo del capitalismo realmente existente. Se muestra
como un tipo de formación flexible, eficaz, de bajo costo, en donde no se
requiere de la infraestructura básica de cualquier colegio o universidad, sino
que los aprendices deben asumir el proceso y el costo por su cuenta y riesgo.
La
e-learning se ha convertido en negocio con extraordinarias ganancias, que
ofrece una mercancía peculiar a la que se llama conocimiento, y se promociona
de diversas formas: software educativos, tutorías, asesorías, paquetes
informáticos... Para que unos cuantos empresarios del capitalismo académico
obtengan fabulosas ganancias es preciso explotar a un amplio sector de
trabajadores. En efecto, ha sido necesario precarizar al profesorado y a otros
trabajadores relacionados con la educación, imponiendo bajos salarios,
contratos temporales, sobrecarga laboral, subcontratación y mil triquiñuelas por
el estilo, que se ocultan bajo el disfraz de la modernización que acompaña a
las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Al mismo tiempo, se estafa
a amplios sectores de la población, sobre todo de la clase media, con el
embuste de brindar educación de alto nivel tecnológico e innovadora, lo que se
ha convertido en una venta masiva de títulos de muy dudoso mérito.
Delirios
tecnocráticos
Los delirios tecnocráticos alcanzan en el ámbito de la educación la cumbre del cinismo, como se constata con el caso de Andrew Ng, un verdadero mercachifle de la estafa educativa, que está dictando una clase, léase bien, a cien mil estudiantes, a los cuales además les vende un título. Tan “brillante” propuesta dice apoyarse en la informática. El mencionado personaje afirma que ha dado un salto espectacular en materia de difusión educativa, porque de enseñarles a 400 estudiantes en un semestre pasó en el siguiente a enseñarles a 100 mil en un curso en línea. Agrega que “para llegar a tan grande número de estudiantes antes habría tenido que enseñar mi clase normal de Stanford durante 250 años”. ¿Cómo puede producir tan espectacular “revolución” en el arte de robar a nombre de la educación?
Los delirios tecnocráticos alcanzan en el ámbito de la educación la cumbre del cinismo, como se constata con el caso de Andrew Ng, un verdadero mercachifle de la estafa educativa, que está dictando una clase, léase bien, a cien mil estudiantes, a los cuales además les vende un título. Tan “brillante” propuesta dice apoyarse en la informática. El mencionado personaje afirma que ha dado un salto espectacular en materia de difusión educativa, porque de enseñarles a 400 estudiantes en un semestre pasó en el siguiente a enseñarles a 100 mil en un curso en línea. Agrega que “para llegar a tan grande número de estudiantes antes habría tenido que enseñar mi clase normal de Stanford durante 250 años”. ¿Cómo puede producir tan espectacular “revolución” en el arte de robar a nombre de la educación?
Para
comenzar, no sorprende que eso se presente en los Estados Unidos y se afirme que
es una contribución para ofrecer educación superior a bajo costo. Por supuesto,
se afirma que esto es posible por la proliferación de tecnología inalámbrica de
alta velocidad, que ha conectado el mundo de un extremo a otro, lo cual ha
hecho surgir a la primera generación de seres humanos que “se siente cada vez
más cómoda aprendiendo e interactuando con profesores a través de plataformas
en línea”. Es decir, las tecnologías de la telecomunicación son empleadas para
crear empresas educativas en las cuales el objetivo exclusivo es obtener
fabulosas ganancias.
Por
eso, el personaje mencionado ha creado la empresa Coursera.org, respaldada por
capital de riesgo del Silicon Valley. Esta empresa se promociona a sí misma
diciendo que ofrece catedras gratuitas en línea a cualquier lugar del mundo, lo
que no deja de ser un chiste flojo, porque aparte de que cobra 100 dólares por
conceder un certificado (multiplíquese 100 dólares por 100 mil estudiantes,
para ver cuánto se obtiene). Lo realmente delirante estriba en suponer que una
persona le puede dictar clase a 100 mil personas, lo cual rompe con las más
elementales normas de la convivencia entre docentes y alumnos.
En
otro sentido, no se menciona ni una sola palabra sobre el impacto que este tipo
de “educación” tiene sobre los profesores, porque, imaginémonos cuántos
educadores quedan desempleados con la generalización de este tipo de cursos
informáticos, ofrecidos en todo el mundo por prestigiosas universidades, como
quien vende un celular, un champú o una salchicha. Esto evidencia que en la
actividad educativa está en marcha el despojo pleno de los profesores, para
dejar sin empleo a una gran parte de ellos y convertir a otros en meros
apéndices de los artefactos técnicos.
“Filántropos”
y antisindicalistas
Los grandes empresarios de la informática son los personajes más interesados en una “reforma educativa” que sea favorable a sus intereses corporativos. Para sustentar dicha reforma se recita al pie de la letra la cantinela que la raíz de los problemas y del atraso de una sociedad están determinados por su educación estancada y no por las desigualdades sociales. Esto es lo que dice continuamente Bill Gates, el magnate propietario de Microsoft, como lo ha promocionado en una película que se titula Waitting for Superman (Esperando a Superman) y como lo ha manifestado en forma reiterada, sin ocultar su odio de clase por los sindicatos y los profesores organizados.
Los grandes empresarios de la informática son los personajes más interesados en una “reforma educativa” que sea favorable a sus intereses corporativos. Para sustentar dicha reforma se recita al pie de la letra la cantinela que la raíz de los problemas y del atraso de una sociedad están determinados por su educación estancada y no por las desigualdades sociales. Esto es lo que dice continuamente Bill Gates, el magnate propietario de Microsoft, como lo ha promocionado en una película que se titula Waitting for Superman (Esperando a Superman) y como lo ha manifestado en forma reiterada, sin ocultar su odio de clase por los sindicatos y los profesores organizados.
En
efecto, la fundación Bill y Melinda Gates, pretendidamente filantrópica –una
denominación que se usa en Estados Unidos, entre otras cosas, para evadir
impuestos- tiene como un objetivo declarado combatir la educación pública en
los Estados Unidos, presentándola como absolutamente ineficaz, de lo cual
responsabiliza a los sindicatos de los profesores. Además del carácter
antisindical de los pseudofilántropos estadounidenses de la informática –entre
los cuales también se ubicaba el finado Steve Jobs, fundador de Apple-, una de
sus preocupaciones centrales se encuentra en la poca difusión que los aparatos
electrónicos han tenido en el mundo educativo. Y a partir de allí esbozan la
manera como ven la educación del futuro, una visión profundamente conductista
–como la de su padre espiritual Frederic Skinner- en la que los profesores ya
no serían necesarios.
En
la biografía de Steve Jobs se cuenta que en una reunión con Bill Gates, el
magnate de Microsoft, éste “esbozó brevemente su visión acerca de cómo iban a
ser las escuelas en el futuro, en las que los alumnos verían por su cuenta las
clases y las lecciones en video mientras utilizaban el tiempo lectivo para las
discusiones y la resolución de problemas”. En esa misma reunión, “ambos
coincidieron en que los ordenadores, hasta el momento, habían tenido un impacto
sorprendentemente insignificante en los centros educativos, mucho menos que en
otros campos de la sociedad como los medios de comunicación, la medicina o el
derecho. Para que aquello cambiara, en opinión de Gates, los ordenadores y los
dispositivos móviles iban a tener que centrarse en la forma de ofrecer
lecciones más personalizadas y una mayor motivación”.
Para
Jobs, el sistema educativo de los Estados Unidos era muy anticuado y “se veía
entorpecido por los reglamentos laborales sindicales”, y sólo “hasta que
desaparecieran los sindicatos de profesores, no había apenas esperanzas de
lograr una reforma educativa”, porque “según él, los profesores deberían ser
tratados como profesionales y no como trabajadores de una cadena de montaje
industrial. Los directores deberían tener la capacidad de contratarlos y
despedirlos basándose en su calidad”. En el mismo sentido, “las escuelas
deberían permanecer abiertas hasta al menos las seis de la tarde y funcionar
durante once meses al año”.
Y,
lo más significativo, desde el punto de vista de un empresario de la
informática: “era absurdo que las clases estadounidenses todavía consistieran
en un profesor ante una pizarra y en el uso de libros de texto. Todos los
libros, los materiales de aprendizaje y las evaluaciones deberían llevarse a cabo
de manera digital e interactiva, adaptada a cada estudiante de forma que
pudiera recibir información sobre su progreso en tiempo real”.
Este
“diagnóstico” sobre la crisis educativa de los Estados Unidos comparte el mismo
tufillo neoconservador y neoliberal de la derecha más extrema de ese país, lo
cual pone de presente que la modernización tecnológica no es una garantía de
tener posturas de avanzada en términos políticos. Pero lo más significativo
estriba en que, con ofuscamiento por no haberse podido apoderar por completo de
los sistemas educativos como nicho mercantil para vender sus productos
informáticos, los magnates de la informática ataquen a los profesores y los
califiquen como responsables de la crisis educativa.
No
sorprende, entonces, que una de las banderas centrales de los filántropos sea
la reforma educativa, como premisa previa para incrementar sus inversiones y
ganancias, en un codiciado mercado de millones de personas en todo el mundo.
Así las cosas, resulta sorprendente que uno de los temas más importantes para
los fondos de inversión de Wall Street no esté relacionado con los problemas
financieros sino con la reforma educativa. Y a la cabeza de ese proyecto se
encuentran tres fundaciones multimillonarias, una de ellas financiada con la fortuna
de Microsoft, otra con la de Wal-Mart y la tercera con la del imperio de
seguros AIG.
Esas
tres fundaciones (Gates, Walton y Broad) acusan como principales y únicos
responsables de la crisis de la educación de los Estados Unidos a los
profesores o, para ser más exactos, a los sindicatos de profesores. Añaden que
los niños de los Estados Unidos están malogrando sus capacidades porque los
profesores son incompetentes y, por la existencia de sindicatos, no se les
puede echar a la calle cuando un rector lo considere necesario, como se hace ya
en cualquier empresa flexibilizada. Para vencer este obstáculo es necesario
cerrar las malas escuelas públicas, despedir a sus profesores y suprimir sus
sindicatos.
La
propuesta que se desprende de este diagnóstico neoconservador es clara: deben
crearse y financiarse las charter schools (lo que en Colombia se llaman
“colegios en concesión”), para que en ellas el capital educacional privado haga
lo que se les venga en gana, sin tener obstáculos sindicales ni profesores incómodos
que piensen y sean críticos, y donde se puedan vender todos los artefactos
técnicos que sean necesarios para aumentar las ganancias de las grandes
empresas, propiedad de los magnates filantrópicos del mundo informático.
Además, como este tipo de educación es conformista y hasta patriotera, propende
porque se formen individuos sin ninguna perspectiva crítica que apoyen las
guerras y agresiones de Estados Unidos en el resto del mundo.
Este
pobre diagnóstico sobre la educación, un verdadero proyecto de clase, elude los
problemas estructurales, entre los que sobresalen la pobreza, el desempleo, la
desigualdad social, la crisis familiar, para quedarse solamente con el culto a
los medios tecnológicos como panacea para solucionar los problemas educativos.
Tal es el trasfondo político que se encuentra tras los intereses aparentemente
neutros y desinteresados de introducir computadoras en el ámbito escolar.
0 comentarios:
Publicar un comentario