La crisis de los intelectuales
No ha perdido
vigencia la célebre definición que José Ortega y Gasset diera para lo que
debemos entender stricto sensu por Universidad: La inteligencia como
institución. De facto, esta definición es de tremenda utilidad a fin de poner
en contexto la crisis perenne de la institución universitaria como un
componente insoslayable de la crisis general de civilización, máxime cuando la
vanidad de las palabras ofusca en grado sumo la elucidación misma de la
realidad. Es decir, dado el empobrecimiento sufrido por el lenguaje, reducido a
una pobre neolengua orwelliana, se impone borrón y cuenta nueva para que las
palabras recuperen su otrora fuerza de transformación del mundo.
Los sucesos más
recientes a propósito del planteamiento de un plan de desarrollo para el trienio
2013-2015 en la llamada Universidad Nacional de Colombia resultan francamente
preocupantes y enojosos tanto por la evanescencia de la definición orteguiana
de Universidad como por el crecimiento esquizoide del abismo existente desde
hace largos años entre la gran mayoría de los académicos y los amplios sectores
sociales atenazados por la arremetida del neoliberalismo contra nuestros
países. En suma, resulta una píldora bastante difícil de tragar aquella de la
pretendida existencia de una Universidad del orden nacional en Colombia, cual
garante de una nación colombiana, sobre todo cuando las administraciones
universitarias en general, aquí y en Vladivostok, han quedado cooptadas, junto
con el grueso del profesorado, por el neoliberalismo desde hace un buen número
de años. Es justo el fenómeno denominado, unos años atrás, con acierto por
Heinz Dieterich Steffan como la crisis o traición de los intelectuales.
En líneas generales,
los siguientes son los problemas puestos en mayor evidencia por los claustros realizados
en días pasados en la Universidad Nacional de Colombia: (1) Desconocimiento
craso por parte del grueso del profesorado de las implicaciones de los tratados
de libre comercio para los países latinoamericanos; (2) indiferencia por parte
de dicho profesorado hacia los amplios sectores sociales atropellados por el
neoliberalismo, reflejo de una mentalidad letrateniente como la que más; (3)
carencia de habilidades pedagógicas por parte del profesorado de marras; (4)
pésima infraestructura de bibliotecas, laboratorios y otras ayudas pedagógicas
para los fines docentes, sobre todo en la educación de pregrado; (5)
investigación orientada a la satisfacción de las necesidades del mundo
empresarial a buen tono con el dictum neoliberal; (6) carácter descaradamente
crematístico de la extensión universitaria; y (7) inconsciencia suicida en lo
atinente a la crisis civilizatoria en curso. En marcado contraste, cabe
detectar una mayor visión política entre el estudiantado, si bien no de manera
uniforme y generalizada, puesto que, por ejemplo, no es la nota dominante entre
los estudiantes de ingenierías y ciencias, tanto de pregrado como de postgrado,
habida cuenta de la emasculación sufrida por los programas de estudios
respectivos en lo tocante a las asignaturas humanísticas por obra y gracia de
las contrarreformas neoliberales de las últimas dos décadas.
En estas condiciones,
resulta obvio que la capacidad de resistencia universitaria frente a la asonada
neoliberal no puede contar con los sectores de la vida universitaria que o bien
han quedado cooptados por la ideología neoliberal o, sencillamente, que carecen
de la formación política que permite una sólida educación humanista. Así,
tornamos al diagnóstico lúcido de Dieterich a propósito de la crisis de los
intelectuales.
La vanidad de las palabras
Prolifera como
verdolaga en playa en las universidades una retórica triunfalista que entra en
conflicto con el principio de realidad, una retórica alambicada y almibarada
que infesta espacios académicos como foros, claustros y asambleas. Así, la
definición orteguiana de Universidad brilla por su ausencia, al punto que las
universidades coquetean de manera insensata con currículos, proyectos y planes
cognicidas como los que más, cognicidas en el sentido que tendrán por
consecuencia sumir al grueso de la población en un oscurantismo de alta tecnología
en el mejor de los casos.
En el seno de los
claustros recientes con motivo de la así denominada construcción de un plan de
desarrollo para el trienio 2013-2015 en la Universidad Nacional de Colombia, el
profesorado y la administración han brindado sus buenos óbolos en materia de la
retórica triunfalista de marras. Vaya aquí un par de ejemplos a este respecto.
En primera instancia, la pretensión mesiánica en cuanto a que tal Universidad
le formará al país sus “líderes intelectuales”, expresión desacertada por
varias razones: (1) el vocablo “líder” presupone que quien funge como tal posee
un carisma que causa que el conglomerado social lo siga; (2) el vocablo
“intelectual” connota una estatura ética elevada que está faltando hoy día,
cuestión puesta en evidencia por Dieterich al señalar el colapso ético y
científico de muy buena parte de la intelligentsia por todo el orbe; (3)
además, el marbete de “intelectual” suele aplicar a quien posee una sólida
formación humanista, es decir, estamos hablando ante todo de la figura del
pensador, y, por desgracia, el discurrir no suele ser parte del ethos
universitario actual; (4) la formación ética propiamente dicha no suele
distinguir los currículos en vigor en aquellas universidades y demás
instituciones cooptadas por el neoliberalismo; y (5) quién dijo que, por
ejemplo, las comunidades indígenas del país tienen que seguir los preceptos de
unos supuestos “líderes” salidos de alguna Universidad con complejo de faraón,
o que la población católica del país debe ceñirse a lo que les digan unos
supuestos “líderes” de talante agnóstico o ateo, de suerte que los mentideros
universitarios pierden de vista la realidad multicultural de este país.
En segundo lugar, se
blasona en el área de ingenierías en Medellín en cuanto a que de aquí salen los
mejores ingenieros del país, una aseveración que deja bastante en que pensar a
la luz de lo presentado por los delegados de los claustros de estudiantes
reunidos por carreras. En especial, los delegados estudiantiles de carreras
como ingeniería de control, ingeniería química e ingeniería industrial, entre
otras, describen un panorama dantesco por decir lo menos. En efecto, está
faltando una buena formación práctica, de talleres, salidas de campo y laboratorios,
dada la pésima o, incluso, nula dotación de tales medios, quedando así
condenados los estudiantes de tales carreras, en el mejor de los casos, a una
enseñanza teórica que, de todos modos, exhibe sus talones de Aquiles en no
pocos casos, sobre todo cuando la mayoría de los profesores menosprecia la
pedagogía. Pero, no sólo esto, puesto que los delegados estudiantiles hablan
también de la carencia de una buena formación ética en sus programas de
estudios, una realidad estruendosa con motivo del colapso de la de por sí
pésima infraestructura de comunicaciones del país ocasionada por las recientes
olas invernales. Como vemos, la vanidad de las palabras pulula por doquier.
Por la época de la
rectoría de Marco Palacios Rozo, causó bastante estupor una declaración suya,
según la cual “estamos enseñando demasiado” en la Universidad Nacional de
Colombia, una declaración indigna de todo aquel que se precie de haber
incorporado el buen modo científico de comprender la realidad. En todo caso, en
sintonía con semejante eslogan, se exacerbó la poda desmesurada de los
programas de estudios, por lo cual la formación humanista y la otrora menos
indecente enseñanza de laboratorio quedaron relegadas a la infausta categoría
de pobres damas vergonzantes, incluido el así mismo otrora buen ejercicio del
trabajo de grado.
No han faltado las
memeces de similar jaez proferidas en otros espacios universitarios. Como botón
adicional de muestra, uno entre muchos posibles, en una reunión de profesores
de termodinámica de hace pocos años llevada a cabo en la Facultad de Minas en
Medellín, tres profesores declararon sin rubor alguno que “es peligroso que los
estudiantes piensen”, con lo cual pretendían alegar que los programas de los
cursos de termodinámica deben evitar el fomento de la capacidad de pensamiento
crítico entre los estudiantes. ¡Válganos, Dios!
Por consiguiente,
afirmar que una facultad de ingeniería puede formar los mejores ingenieros del
país en semejantes circunstancias equivale a un oxímoron en toda regla. Más correcto
resulta afirmar que ella está en posición de formar seres alienados, robots de
carne y hueso, que, acogiendo aquí lo apuntado por el senador Jorge Enrique
Robledo Castillo en diversas oportunidades, apenas sirven para que vendan en
los semáforos tarjetas para teléfonos celulares.
En suma, la retórica
triunfalista en cuestión demuestra a las claras que el profesorado y la
administración universitaria adolecen de una falta de visión tanto del país
como del mundo, máxime cuando el neoliberalismo da muestras patentes del
fracaso de su proyecto ideológico y económico.
A estas alturas, dada
la tendencia marcada, en la Universidad Nacional de Colombia, a privilegiar la
educación de postgrado en detrimento de la de pregrado, so pretexto de fomentar
una “universidad de investigación”, un discurso administrativo neoliberal que
va de la mano con la formación de élites letratenientes antinómicas con
respecto a la mayoría de la población del país, élites al servicio de los
inconfesables intereses neoliberales, se impone concluir que carecemos en este
país de una verdadera universidad del orden nacional, por lo que es menester
construirla a la medida de las necesidades de la sociedad civil, construcción
que exige per se un nuevo contrato social.
Tal construcción no
precisa partir de ceros, puesto que, por fortuna, contamos con el legado
maravilloso de Iván Illich, el crítico más lúcido de la civilización
industrial, un genio de primer orden, amén de haber sido un conocedor
formidable de la realidad latinoamericana y de los males generados en nuestros
países por obra y gracia del elitismo inherente a la formación de cuadros
profesionales por parte de nuestras flamantes universidades al servicio de las
clases dominantes de siempre. Es más: Illich nos habla del paso radical hacia
una civilización de índole convivencial, contrapuesta a la civilización
dominante correspondiente a las sociedades industriales. Por civilización
convivencial, en su esencia, hemos de entender aquella que privilegia, entre
otras cosas, el desarrollo de la autonomía humana, los valores de uso sobre los
de cambio, el respeto a la naturaleza y a los ámbitos de comunidad, y el uso de
las fuentes de energía en forma austera si se desea que las sociedades
convivenciales no degeneren en sociedades inequitativas. Esto es crucial si no
perdemos de vista que Colombia figura entre los países más inequitativos del
planeta. Como se ve, las sociedades convivenciales son la otra cara de la
moneda en relación con el infierno neoliberal todavía en boga.
Entretanto, en
calidad de compromiso ético ineludible para quienes somos conscientes de la
falta de eticidad de las contrarreformas neoliberales, no nos olvidemos de los
atenienses, mantengamos en nuestra memoria a los culpables de la actual
depravación cultural de la universidad colombiana.
Referencias claves
Dieterich, Heinz.
(2005). Crisis en las ciencias sociales. Madrid: Popular.
Illich, Iván. (2006).
Obras reunidas I. México: Fondo de Cultura Económica.
Illich, Iván. (2008).
Obras reunidas II. México: Fondo de Cultura Económica.
Orwell, George.
(1993). 1984. Barcelona: RBA.
Por: Carlos Eduardo de Jesús Sierra Cuartas, Ingeniero Químico
de la Universidad Nacional de Colombia, Magíster en Educación de la Pontificia
Universidad Javeriana, Profesor Asociado de la Universidad Nacional de Colombia
e investigador independiente en el campo de la Bioética global.
1 comentarios:
Srs: MANE.
En este comunicado, Uds. aseveran que: …”En suma, la retórica triunfalista en cuestión demuestra a claras que el profesorado universitario y la administración adolecen de falta de visión tanto del país como del mundo”… Esta afirmación no hace las salvedades pertinentes; y, en consecuencia falta a la verdad: Yo, Benhur Chica Giraldo, profesor jubilado de la Universidad Nacional, he estudiado e investigado durante 50 años, la causa que Uds. defienden hoy, así lo atestiguan mis trabajos al respecto. Por todos los métodos a mi alcance (conferencias, volantes, correos electrónicos) he intentado hacerle llegar a MANE los citados documentos para su reflexión, pero Uds. ni siquiera se dan por enterados. Lapsos de esta naturaleza, constituyen un mensaje desobligante.
Por las razones aludidas, me permito exhortar a MANE, una vez más, a leer nuestro blog: www.laultimaoportunidad.com (Los Planos de la Patria Soñada) que contiene los diseños, para:
1) Desarrollar al País en todos sus aspectos en un lapso máximo de 15 años,
2) Lograr la Paz en Colombia en algunos días. ¿ Quién lo creyera!
3) Gestar un nuevo Colombiano (en un término de 25 años): ético, digno y probo.
4) Que todo colombiano y colombiana sean profesionales o al menos personas capacitadas para desempeñar un trabajo digno y bien remunerado a la edad de 18 años (mayoría de edad), y todo esto
financiado por el Estado.
Quizás haya algo rescatable en el trabajo, quizás no, pero en ambos casos sería muy lisonjero para mí, saber que MANE se ha dignado leer las citadas obras.
A la expectativa de sus comentarios y respuestas, me suscribo de Uds. atte:
Benhur Chica Giraldo, M.Sc. Prof. Jubilado, Dpto de Física, U. N. (véase datos biogáficos en Google en el citado blog).
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