Ustedes me han invitado a hablar sobre algo que no sabría exactamente qué decir. Una reconstrucción epistemológica de lo que ha sido el pensamiento crítico en la historia de la humanidad, demandaría de un esfuerzo superior, es decir, de tratar de encontrar en la historia de la cultura humana, los distintos momentos, en los cuales el pensamiento sufre un tipo de constreñimiento y persecución, porque se convierte en un riesgo, en un peligro, en una amenaza para las formas convencionales de pensar y ejercer el poder en la sociedad.
El pensamiento crítico es considerado como amenaza, siempre y cuando se presente como un riesgo para la estabilidad de las formas de dominación existentes y se constituya en un imaginario que insiste en la desestructuración de las mismas, con una oferta de razones, ideas y acciones que en alguna medida entran a controvertir, a cuestionar las lógicas del poder dominante. En este sentido, el pensamiento crítico es “subversivo” en el buen sentido que contiene la esencia de este término tan desprestigiado por el establecimiento. Subvertir es transformar, cambiar, dejar de ser para ser mejor… No existe ningún peligro para una sociedad frente a un pensamiento que le es condescendiente, le ayuda a consolidarse como pensamiento institucional, funcional y tradicional, ahora, tampoco se puede esperar nada de ese modo de pensar, es un pensamiento profundamente conservador… paquidérmico.
Lo que voy a exponer es más una reflexión personal, nacida de mi experiencia, de lo profundo de mis vivencias, de mi alma, corazón y piel, es decir desde lo que yo creo, amo y vivo. No es una reflexión de naturaleza académica, que da razón fría y calculadora con pretensiones de cientificidad de las Escuelas y Corrientes del Pensamiento Crítico, que a veces ni critica son. No, no voy a hablar de eso. Voy a hablar desde mi experiencia de vida a lo largo de muchos años de andar construyendo una forma particular de percibir la realidad, de haber enfrentado, como muchos otros intelectuales en este país, entre ellos Javier y Miguel Ángel, la estigmatización, el señalamiento, la persecución, la amenaza, la cárcel y no menos de dos o tres atentados contra la vida.
Es desde allí, dónde yo puedo hacer referencia a ese tema-problema de reflexión que ustedes tan amablemente me han propuesto: El pensamiento crítico.
2. El pensamiento crítico es transformador
Comencemos diciendo que una sociedad que no cuenta con un presupuesto importante y significativo de pensadores críticos no se transforma, no se moderniza, no se reconstruye conforme a los retos que le va colocando al frente cada tiempo, por lo tanto el pensamiento crítico es fundamental en el desarrollo de las sociedades, en la construcción y transformación permanente de sus referentes de sentido. El pensamiento crítico es esencialmente el recurso intelectual de la cultura con que cuenta una sociedad para que se produzcan las rupturas de sus paradigmas y puedan, en su lugar, irrumpir unos nuevos. En la cultura nuestra, constituye una particular forma de subvertir las lógicas, mediante las cuales se piensan, se asumen las realidades y se proponen nuevos enfoques que posibiliten la reconstrucción de los imaginarios sociales colectivos, desde una particular intencionalidad, tratar de ganar la mayor condición humana posible, en términos de ejercicio pleno de la libertad, el bienestar y la convivencia democrática. En este sentido, el pensamiento crítico es un razonamiento que se ubica en el centro de proyectos estratégicos de bienestar humano, donde la preocupación central son las posibilidades de la existencia digna de los seres humanos, en sociedades cuya inquietud central ha sido la condición humana y su relación con los recursos que posibilitan la vida.
Pero, si uno se ubica en un contexto histórico, puede darse cuenta que hay muchos momentos en la historia de la humanidad en que al surgir una forma de pensamiento diferente, va encontrando resistencias y amenazas de quienes ejercen el poder desde sus propios referentes de verdad y autoridad. Esas formas de pensamiento crítico son sometidas a estigmatización y macartismo, sus portadores a persecución y exilio, a tortura, encarcelamiento y asesinato.
3. La democracia un lugar privilegiado para el pensamiento crítico.
La característica de cualquier régimen democrático, cuando lo son auténticamente, es ser un espacio social privilegiado para el pensamiento crítico. Un régimen pierde su cualidad democrática cuando sus intelectuales y pensadores comienzan a ser perseguidos, estigmatizados, señalados de subversivos o de terroristas…ahí pierde la democracia esa condición de lugar predilecto para el pensamiento crítico, porque se comienza a desconocer las bondades de un pluralismo que puede estar en los puntos extremos, pero que confluye en un escenario en el cual la diversidad, la disidencia, son parte fundamental de la construcción de lo histórico; solamente aquellos que aspiran a que el pensamiento sea uno y único, impulsan sistemas políticos autoritarios que niegan esa posibilidad, sean estos de naturaleza fascista, capitalista que a nombre de la nación, la patria, la seguridad, la libertad de empresa y mercado, dogmas religiosos, evitan que otras formas de pensamiento fluyan a su interior, excluye, estigmatiza y asesina la diferencia, o de carácter socialista que imponen a nombre del pueblo y los trabajadores, una dictadura popular o de una clase como única manera posible de poder contemplar el desarrollo de la humanidad.
Los autoritarismos, como concepciones específicas de la construcción de modelos de sociedad y Estado, niegan la posibilidad del pensamiento crítico; como también lo hace la democracia liberal, que se ha planteado el pensamiento único, a través del modelo neoliberal y la globalización y, ha desarrollado una estrategia de seguridad en torno a la idea de lucha contra el terrorismo, a través de la cual se uniforma el pensamiento, se persigue la diferencia y cualquier forma de oposición.
Uno debía hablar de democracias en plural y no democracia en singular. La democracia tiene una re-significación según las relaciones de poder y desde dónde se establezcan; la democracia no es una ni única. La democracia se viste de argumentos según las lógicas a través de las cuales se construye, entonces la democracia, más allá de tener inclinaciones totalitarias o autoritarias, lo que construye es la posibilidad de la diversidad, la diferencia, la crítica, el disenso, en los que el respeto por el otro se erige no sobre la base de identificarse conmigo, sino que se identifique con él, y en la medida en que se identifica con él, representa un referente de sentido para lo que yo pienso, así sea absolutamente contrario.
4. En los orígenes del pensar crítico
Creo que hay unas formas específicas de erigirse en contra del pensamiento crítico, están muy unidas a los referentes de sentido en el marco de las estructuras en los cuales nos hemos construido. La cultura nuestra es una cultura judeocristiana, autoritaria, machista, patriarcal y ha centralizado la posibilidad del poder del conocimiento en la figura de Dios, desde la misma metáfora de la génesis de la sociedad y la humanidad en el paraíso.
Las posibilidades de acceder, a través del conocimiento, a un cuestionamiento de las verdades sagradas colocadas a disposición del sometimiento de las sociedades, son estigmatizadas y perseguidas. Son pecados. Esa metáfora del paraíso, en la cual frente a las posibilidades de acceder al árbol de la sabiduría, lo que encuentran Adán y Eva es persecución, destierro y desplazamiento, ya que son estos junto a estigmatización y exclusión los mecanismos mediante los cuales se castiga el pensamiento crítico y la insubordinación a las lógicas del poder. El pecado se crea para castigar el pensamiento crítico.
No solamente en esa forma específica de la construcción de nuestro pensamiento religioso, que está dado por esa figura de la mujer, la cual se insubordina (creo que Eva debe reivindicarse frente a la historia y habría como levantarle un monumento hacia el futuro por la manera en que enfrenta al pensamiento patriarcal, en la lucha por el conocimiento, por la sabiduría, por acceder a una forma específica de la cultura y la sociedad), ese acto de sublevación la hace trascender como metáfora; pero, nosotros también hacemos parte de los acumulados del desarrollo de la cultura griega. El pensamiento occidental tiene sus orígenes en las formas en que evoluciona la escuela griega y allí, también encuentra uno las señales de la crítica de los pensadores a sus regímenes, a sus particulares formas de construcción de relaciones de poder y se halla con intelectuales, que tienen como enfrentar el establecimiento.
Creo que la historia de Sócrates, sindicado de perverso, por alimentar el espíritu de los jóvenes (más allá de sus inclinaciones sexuales, las cuales también tienen que ver con el problema de la diversidad), con concepciones que son perseguidas, es un claro ejemplo de la situación del pensamiento crítico. Allí lo que está de por medio no es ni siquiera su sexualidad, la perversión de Sócrates consiste básicamente en estar subvirtiendo a la juventud en el modelo de pensamiento que construía, en el sentido de señalar, como la verdad con que se contempla el acontecer de la vida y de la historia no puede encontrarse en ningún otro lugar que en uno mismo, y eso hace que surjan distintos enfoques y también distintos pensadores.
Entonces, ese proyecto socrático erigido sobre la mayéutica, cuestionando al interlocutor para que edifique sus argumentos, resulta perverso, porque obliga al individuo a fundar referentes de sentido para explicar los problemas a través de los cuales circula en la vida. El castigo para Sócrates es absolutamente claro, no tiene sino dos posibilidades, frente a un régimen que lo sindica de perverso por buscar el camino a través del cual puede confrontar las lógicas del entendimiento de la sociedad griega, aceptar la condena de beber cicuta, como pena de muerte, o de ir al ostracismo que es el exilio. Muchos de nuestros intelectuales son condenados a beber la cicuta de la resistencia y la valentía en el hecho de permanecer en sus territorios, defendiendo sus ideales y soportando todos los regímenes de persecución y terror, o escogen el exilio, por motivaciones absolutamente personales, que es el modo como el pensamiento crítico asume el espacio universal de la cárcel.
El exilio es ir a la cárcel de lo extraño, de lo ajeno, para permanecer allí bajo el estigma de exiliado, pagando la condena de haber sido rebelde en su propio territorio. El exilio es un presidio, con todas las solidaridades que usted pueda tener en él, su condición, su libertad, su forma de vida, el sello de la infamia, son lo que caracterizan el destierro, el no poder estar en su lugar de origen, en su lugar de sentido, en su territorio, disputando un lugar en términos de las relaciones del poder que allí se establezcan, por eso el ostracismo a que nos vemos abocados a veces, hace parte de esas formas específicas de la persecución del pensamiento crítico, como la muerte, la cárcel, la tortura.
Otros, muchos otros, han tenido que retractarse y el rectificarse hace parte también de las persecuciones y conquistas que el poder dominante impone a la resistencia y a las formas de la desobediencia. La resistencia no es un acto criminal, es un camino de dignificación del pensamiento y la acción humana contra todas las formas de opresión y aniquilamiento a la condición del ser humano y de sus dignidades.
Por eso no podría dejar de mirar esos fenómenos mediante los cuales la historia nos educa sobre las dificultades de romper los órdenes del entendimiento del mundo para proponer nuevos órdenes, que es lo que constituye el pensamiento crítico, es una ruptura con un orden de entendimiento para proponer, desde un orden nuevo de pensamiento, otra explicación al mundo.
Galileo Galilei afronta en su condición de filósofo, matemático, científico, astrologo, político… la autoridad de las instituciones, entre ellas, la iglesia tan persecutora del pensamiento crítico. Este ilustrativo ejemplo del conflicto entre el pensamiento crítico y la autoridad, muestra como él tiene que retractarse a pesar de ser gestor de esa nueva manera de entender la mecánica universal y la mecánica cósmica, y esperar que los tiempos cambien para que Copérnico haga esa revolución con afirmar “no somos el centro del universo”, esa ruptura tan extraordinaria, por todo lo que implica en el momento para dar origen a la ciencia.
De la misma manera el pensador crítico le dice a la autoridad del poder del estado “ustedes no son el centro del mundo, el centro del mundo está en otro lugar”, y ese lugar donde está el centro del mundo son los pueblos y su cultura, son las sociedades, son sus naciones, sus urgencias y sus necesidades. Como diría Newton el universo es una esfera infinita cuyo centro está en todas partes, esto remite a la crítica del eurocentrismo cultural o a la hegemonía de occidente.
El mundo no rota y no puede girar en términos de los estados, ni de los sueños del poder. Las revoluciones que se dan en los siglos XVII y XVIII, lo que tratan de hacer es retornar el ejercicio del poder, en términos del ejercicio de la soberanía a los pueblos, pero allá en el Medioevo, el pensamiento crítico tiene todo el escarmiento y toda la persecución no solamente con aquellos que se atrevieron y en alguna medida avanzan en términos de recuperar una lógica de interpretación diversa sobre las sagradas escrituras, con la reforma protestante de Lutero y Calvino, sino aquellos también que escogieron el camino mediante el cual se deciden a construir en medio de las adversidades, un lugar para que el ser humano lo habitara desde otros repertorios discursivos, desde otros referentes de sentido.
Entonces, pasar por la inquisición, la tortura, la hoguera es el camino que tuvo que seguir la alquimia, la ciencia, como pensamiento crítico, en una concepción que nos llevó del lugar de la obediencia y de la fe, a la esfera de la resistencia y la razón. Ese es un hecho significativo. En los universos de la alquimia y de la persecución surgen las nuevas formas del pensamiento científico, que habría de traernos hasta este lugar de la modernidad y la postmodernidad en que hoy nos construimos.
Pero déjenme insistir: muchos de los alquimistas, fueron perseguidos por una institución que los concibió como un riesgo y por eso son metidos en la oscuridad de la noche, dónde ellos pudieron acercarse a las disciplinas experimentales de la ciencia. Yo recuerdo a un Da Vinci transitando las calles en busca de cadáveres, para hacer las disecciones que se requerían frente a toda prohibición existente en la época, para profanar el cuerpo humano. Da Vinci trasciende porque subvierte la lógica de sentido mediante la cual se enfrenta al problema del conocimiento, entonces qué bueno que surja al interior de las sociedades una particular forma de percibir el mundo por fuera de los marcos referenciales que impone el orden establecido, para que dicho orden pueda seguir el camino que alcanza la ciencia, que es romper absolutamente el paradigma de la opresión y llevarlo a un paradigma de la dignidad.
Cuando uno se pregunta: ¿Por qué persiguen a los pensadores críticos?... ¿Por qué los encarcelan?... ¿Por qué los torturan?... ¿Por qué los matan?... la única explicación que uno encuentra es: porque son demasiado humanos, porque están imbuidos de un humanismo radical y profundo, porque subvierten el orden de la verdad. Existe un pensamiento crítico que se ha dedicado a reivindicar lo humano y a proponer unas relaciones de equilibro con el medio natural, en donde se garantice que a cada ser humano se le respete la vida en integridad, se le reconozcan sus derechos de tal manera que pueda contar con alimento, abrigo, salud, educación suficiente, y con la posibilidad de ser actores de la reproducción de sus propias condiciones de existencia, mediante las prácticas del trabajo que los ennoblece y les proporciona el bienestar.
Una revolución es tratar de construir un mundo posible en el que los seres humanos puedan vivir tranquilamente, tengan un hogar dónde ir a reposar, comida suficiente para garantizar condiciones dignas de vida, salud para cuando se enfermen, educación para poder acceder a la cultura, trabajo para reproducir sus condiciones de existencia y, vivir en un mundo donde puedan hacerse partícipes de los escenarios donde se toman las decisiones que convocan el interés colectivo, esto es participar en la política, entendida como el conjunto de ideas y acciones a través de las cuales se busca ejercer el poder para construir y garantizar el bien común. Es absurdo, absolutamente irracional, el universo mediante el cual se reprime las posibilidades del hombre de hacerse partícipe de sus propios procesos de realización, en términos de una dignidad, que lo ennoblezca y le permita ser feliz.
Nosotros hemos visto a través de la historia, cómo esas tensiones entre lo viejo y lo nuevo, entre lo existente dominante y la resistencia, van construyendo un territorio de confrontaciones, de enfrentamiento, de disputa. Cuando la democracia se cierra en regímenes autoritarios, cuando la persecución se hace explícita, entonces irrumpe la violencia para reprimir y para defenderse; la violencia se presenta como una particular forma de terrorismo de Estado o una particular forma de resistirse a la negación violenta del pensamiento y la acción crítica.
En sociedades antidemocráticas, autoritarias, a veces el único camino que tienen los seres humanos es recurrir a cierto tipo de violencia para oponerse a las otras formas de violencia de las cuales son víctimas. Es un acto de autodefensa, es un mecanismo de autoprotección. De resistencia legitima ¿Qué caminos les pueden quedar a los que no les permiten expresarse abiertamente? ¿A los que no les permiten vivir dignamente? ¿A los que se les niegan todas las posibilidades? Hoy hay una violencia social recorriendo el planeta como una gran oleada de incertidumbre y desesperanza, y el papel del pensamiento crítico no es solamente anunciar esa oleada, es contribuir a construir los imaginarios de sentido que le posibiliten a las sociedades transformar esa oleada y potencializar esos seres humanos en el camino de la construcción democrática y alternativa del bienestar.
Quiero recordar a Gramsci, señalando cómo tiene que enfrentar una situación muy crítica en términos del desarrollo del pensamiento político, cómo tiene que ir a la cárcel y desde el presidio continuar su resistencia para no doblegarse en términos del discurso del contrario y poder generar, para él mismo, un espacio de dignidad. Gramsci desarrolló y nos ayudó a desplegar el concepto de sociedad civil, surgido de la necesidad de enfrentar el fascismo. Si la sociedad es la sociedad militar, autoritaria, unida con la sociedad eclesiástica, igualmente autoritaria, la única forma de resistirse a esa sociedad es construyendo la sociedad civil, entendida ésta como todas las formas de organización de la población civil, que están en condición de resistencia y oposición al régimen.
La sociedad civil no es la constituida por los dueños del país, por los gremios económicos ni por las clases políticas tradicionales, estos son el orden establecido. La sociedad civil son las formas a través de las cuales las poblaciones se organizan para reivindicar sus derechos fundamentales, derechos que son el resultado de larguísimas batallas, de larguísimas confrontaciones, de muchas pérdidas de hombres y de mujeres valiosos.
Recuerdo a Martin Luther King reivindicando un espacio social para los afrodescendientes en un país de migrantes, que construyeron los negros, y lo recuerdo no solamente en el lugar donde Luther King define líneas de pensamiento de acción para esas comunidades, en el marco de una sociedad universal que sea más democrática, sea incluyente, que no sea xenofóbica. Tengo absolutamente claro como en ese lugar, los contradictores, los organismos paramilitares, los Ku klux Klan, los perseguidores de las formas de resistencia acabaron con su vida. Y no había en él ningún acto de violencia como no lo hubo en Gandhi, el hombre de la no violencia, el hombre del ayuno eterno, para reivindicar una forma de pensamiento que se opone a las lógicas específicas de la presencia inglesa en la india, y su forma de luchar es una forma de violencia simbólica, en donde el único agredido es él. La huelga de hambre para reivindicar la causa social.
5. La juventud y el espíritu crítico
Qué tristeza cuando nosotros nos paramos a domesticar a nuestros jóvenes y a nuestros niños en las conductas de los adultos, bajo la premisa de la convivencia y seguridad. Un buen maestro, un auténtico maestro, como Sócrates, Jesús, Gandhi, Luther King, lo que convocan en lo esencial, es a subvertir el pensamiento y practica social. La característica que constituye la condición del ser joven es la de ser inconforme, ser rebelde, querer liberarse, auto-determinarse. Ser libre.
El pensamiento crítico es un pensamiento rebelde, pero la rebeldía no es un crimen. La rebeldía es el paso obligado que debe dar una generación para llevar la sociedad de una época a otra superior. Un paso obligado e insuficiente, porque muchos rebeldes terminan doblegados por el establecimiento, sometidos a él y conservatizados.
Poder salir de la “casa paterna” a buscarse la vida, a través de una acto de rebeldía, es incurrir en una ruptura con la autoridad paterna, que es la autoridad del Estado. Pero esa ruptura debe tener un propósito, ganar libertad, independencia, autodeterminación y poder construir en identidad su propio proyecto vida y bienestar. Entonces ser rebelde es una obligación de los jóvenes. No me gustan los niños juiciosos, domesticados, impecables. Me gustan los niños rebeldes, que crean sus propios órdenes y al crearlos generan el desorden en la sociedad de sus adultos. Me gustan esos niños cuando son adolescentes rebeldes, cuando son jóvenes, pero además cuando son subversivos, en el sentido filosófico y sociológico de la subversión, que significa cambiar, modificar, transformar, trastocar. No puede existir un pensamiento crítico, que no es por naturaleza subversivo. La subversión tampoco es un crimen, nos han quitado las categorías que nos permiten crecer en el universo de lo humano estigmatizándolas, persiguiéndolas, cercándolas, destruyéndolas.
La subversión es, esencialmente, propiciar cambios. Subvertir es cambiar, trastocar, es dar nuevos órdenes, ¿cómo queremos que un mundo se cambie, se trastoque, se trasforme si los agentes sociales no son agentes subversores? Pero uno también quisiera, que además de ser rebeldes y subversivos… fueran revolucionarios… porque la burguesía fue subversiva, rebelde y revolucionaria, solo que uno es revolucionario cuando tiene que generar las grandes transformaciones, pero, cuando las logra entonces se transforma, se vuelve conservador puesto que ya no quiere que haya ningún otro cambio más allá del que uno ha hecho.
Digamos entonces que un pensamiento crítico debe ser un pensamiento que propaga la rebeldía, que difunde la rebeldía, porque esta contra de la injusticia, la opresión y de toda forma de envilecimiento de la condición humana. No encuentro en los actos de rebelarse, subvertir y revolucionar un delito, por el contrario, hay una búsqueda que es la indagación de la esencia de lo humano, de su condición de ser social y político, de sus sueños de libertad y bienestar, la utopía de la felicidad.
Cómo me gusta Diógenes, ese Diógenes cargado de tanta simbología, metido debajo de un puente, cobijado por un barril, con una lámpara de lumbre, de luz en la mano, buscando un hombre, buscando al hombre. Cómo me gusta cuando se para frente a la autoridad del Estado y de la sociedad que va a visitarlo para preguntarle ¿qué necesita?, y él responde: “de usted no necesito sino que se quite del frente, que me está tapando el sol”, porque el sol constituye la base fundamental de todas las realizaciones, porque constituye la energía y esa energía es el motivo de nuestras ideas. La energía es el poder político, que es un poder transformador, no son solamente los hidrocarburos, el agua, el carbón, el gas, los materiales nucleares, ¡no!, es también energía el poder político, hecho poder transformador. Creo que una buena sociedad, demanda de un buen pensamiento crítico y, esa corriente crítica, tiene que tener un lugar privilegiado: la democracia verdadera.
6. Intelectuales sumisos o pensadores críticos
A nosotros quienes en alguna medida, seguimos levantando las banderas de lo humano, la paz, el bienestar, la democracia, la libertad, la justicia, esos principios universales, a través de los cuales se dignifica el ser humano, nos da mucha tristeza con los intelectuales mutantes, los que cambian con las épocas para acomodarse a las relaciones del poder. Para someterse a ellas. Mutan según las formas del ejercicio del poder, acomodándose y medrando en él su propio beneficio. No son seres transparentes, luminosos, son intelectuales, y hemos sido muy críticos con los intelectuales funcionales, porque esos intelectuales son una clase de seres abominables, despreciables, asquerosos, ellos saben decir mal lo que otros dijeron bien, ellos creen que si cada afirmación no está acompañada de un juicio de valor, no tiene ningún peso específico y si los modelos teóricos, no explican la realidad, entonces la realidad es la equivocada.
Este país necesita cada vez más pensadores, seres humanos capaces de moverse en el universo de sus propias elaboraciones, sin aferrarse a ellas, sino con la suficiente claridad como para entender que están buscando respuestas a sus preguntas, a sus preocupaciones y a las urgencias de la sociedad en que viven. Qué desgracia para nosotros, pensar que no pudimos construir el estado nacional en el siglo XIX, porque nos pusimos a buscar el Estado Nacional europeo en América, cuando lo debíamos estar inventándolo desde la lógica de nuestras propias urgencias y necesidades.
Qué bueno cuando pensadores de América Latina que nos han heredado su particular forma de percibir nuestros procesos, nos ayudan a alimentar el imaginario transformador; qué bueno que existe un Bolívar, Mariátegui, Martí, Camilo Torres, Ernesto Guevara, Fidel Castro, que existan estos hombres, Martin Luther King, que han logrado repensar el universo de las posibilidades de América, desde sus propias interpretaciones, y por eso trascienden. Los pensadores son los únicos que están llamados a trascender en la cultura humana, porque son los únicos que le aportan a su desarrollo. Ningún intelectual le aporta nada y un pensador puede ser pensador únicamente en la medida en que sea pensador crítico, no pensador funcional, y el pensamiento crítico es un pensamiento transformador, cuestionador, liberador, entonces, cuando a un ser humano, le cuestionan su condición de pensamiento crítico, es porque ven en él un riesgo para el usufructo de las relaciones del poder dominante.
Déjenme para que podamos conversar con ustedes, cerrar esta exposición desordenada y arbitraria señalando: una sociedad democrática debe darle un lugar privilegiado a sus pensadores críticos porque estos constituyen la conciencia interior de esa sociedad y son los únicos que pueden construir el referente de dignidad, desde el cual estas sociedades se levantan frente a la historia. Es un rescoldo de dignidad, que a veces es sepultado por las cenizas de la dominación, por el incendio criminal de la opresión, por eso, cuando la hoguera destructiva de los opresores se va apagando, allá abajo queda el pensamiento crítico, para que vuelva a encenderse la llama de nuevas sociedades, y eso es lo esencial. Es una lástima que América Latina haya tenido que sacrificar tan buenos hijos, en las cárceles, en tribunales militares y frente a “democracias” autoritarias. Es una pena que se haya ido gran parte de sus vidas en las mazmorras de regímenes que no entienden la importancia de contar con su pensamiento crítico, un pensamiento que, lejos de plantearse la destrucción de la sociedad, se está trazando a diario cómo construir mejores sociedades, colectividades más dignas y nobles, más grandes y humanas, sociedades donde el ideal de lo humano sea el centro fundamental de la preocupación y la felicidad de todos sea su mayor alcance.
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Nota: Este texto es el resultado de la transcripción de la charla del profesor Carlos Medina Gallego, en el desarrollo de la campaña “El silencio no es una alternativa”, en defensa del profesor Miguel Ángel Beltrán, donde se propuso como eje de la misma el pensamiento crítico. La versión escrita, busca recoger el espíritu de lo dicho en esa ocasión.
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