Acostumbro a Saludar en mis correos, hoy no lo haré, pues me embarga la indignación frente a lo que ocurre en la Universidad y a la manera como nos “toca” abandonar, más que nuestro trabajo, el lugar de ejercicio como educadores.
La pregunta que me hacía mientras salía del Edificio de Ciencias Humanas, desplazado por los gases y bombas aturdidoras, con el temor que cayese cerca una de las bombas que tienen metralla o balas de goma disparadas a fuerte velocidad, era: ¿no se suponía que el Esmad y la policía iban a garantizar nuestra seguridad y protección frente a la infiltración de actores violentos?; ahora, ¿quién nos va a proteger de sus desmanes y violencia, que fácilmente se puede demostrar?
Y Venían inquietudes: Algunos piensan que es cuestión de convivencia y en gran parte lo es, pero este es un aprendizaje que aún el país no logra después de casi un siglo de continua violencia; no es cuestión de discursos y que se le diga a la gente: “ciudadanía Universitaria”; es crear condiciones para ello, esto es un proceso largo y sostenido, de generar un cambio de mentalidad, es decir cultural; de no ser ingenuos atacando los síntomas desconociendo las causas que generan y reproducen las múltiples violencias. ¿Qué estamos haciendo como universidad para ello?, ¿cuáles son las directrices académicas, para construir ésta cultura, este cambio de mentalidad?
Mientras estamos, y con razón, afanados por terminar el accidentado semestre, con la permanente incertidumbre de en qué momento se arma de nuevo la gresca, y otra vez el desalojo, el proceso de imposición de la nueva ley de educación superior sigue, y nosotros embobados; a propósito ¿dónde quedó el impulso del Consejo Académico para liderar el proceso de participación y propuesta?; y además, “maniados”, ahora protestar pacíficamente no será fácil, pues va a depender si lo permiten las autoridades y lo consideran legal (Ley de Seguridad Ciudadana, art 44-45, a punto de ser aprobada por la coalición de gobierno en el Congreso).
Que debemos rechazar la infiltración y acción de los violentos, vengan de donde vengan, es claro y estamos en mora de pronunciarnos institucionalmente, sin embargo, a propósito de nuestro orgullo de no comer entero, de ser críticos, de buscar el conocimiento resultado de la investigación, de no atribuirle a la apariencia el carácter de verdad, he tenido entre otras varias preguntas, dignas de ser investigadas institucionalmente y por los entes idóneos para ello: ¿por qué el 15 de junio, las diferentes autoridades enteradas por el señor Rector de manera insistente por cerca de 3 horas, no acudieron a tiempo a la Universidad?; ¿si existe la tecnología para detectar frecuencias de radio, por qué no se rastreó e identificó la plataforma que usaron los equipos utilizados por los agresores y encapuchados y sus respectivos mensajes?, y un detalle especial que llama la atención: El poderoso estruendo de las “papas” aisladas, que se escucharon vísperas al 15 de junio, y las que profusamente sonaron el 15 de junio, no se les parece idéntico al estruendo de las bombas aturdidoras, que antes no sabíamos de ellas?.
¿Qué estamos esperando para como universidad reaccionar y proponer alternativas civilistas a la situación?, ¿La Dirección de la Universidad está en capacidad de responder ante la sociedad por la vida de nuestros estudiantes y servidores?, ¿o por las consecuencias y/o limitaciones que puedan generar el impacto de las armas usadas por el Esmad? Una propuesta, ya que se colocaron cámaras, usémoslas, para de manera objetiva, una comisión inter-estamentaria e inter-sectorial analice los videos de las grescas de estos días y se tomen los correctivos necesarios.
César Augusto Roa
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