viernes, 29 de abril de 2011

La revolución estudiantil nació en el sur

"Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana”
Manifiesto Universitario, 1918

Daniela Gómez S.

Reforma Universitaria: los hechos
El conflicto inició en el mes de diciembre de 1917, cuando los estudiantes de Ingeniería y Medicina de la Universidad Nacional de Córdoba (1613) formularon peticiones de revisión de sus programas de estudio ante la institución. Las autoridades universitarias ignoraron los pedidos, ante lo cual muchos más estudiantes decidieron hacer su propio reclamo. Unos y otros se quedaron sin respuesta.
La presión ante la indiferencia de la Universidad continúo a través de cartas hasta que el 14 del marzo de 1918 los estudiantes se organizaron y fundaron el Comité Pro Reforma para gestionar soluciones. Para el mes de mayo, la movilización estudiantil había crecido de tal forma que inspiró la creación de la Federación Universitaria de Córdoba FUC, cabeza desde entonces de la rebelión estudiantil.
La dirección de la Federación convocó a una huelga general para que las autoridades hicieran caso de las peticiones de reforma interna. Así, el conflicto se extendió a todo el plantel, lo que llevó también a la reformulación de los reclamos. Se pidió entonces actualizar los métodos de enseñanza para acercarlos al discurso científico y al pluralismo filosófico; y a nivel político, la autonomía de la Universidad del poder eclesial y la participación de los estudiantes en la toma de decisiones. Con base en estas ideas, se formuló el Manifiesto de Córdoba, documento que fijó las aspiraciones del estudiantado frente a estos temas.

Pero el Consejo Superior Universitario se negó de nuevo a ceder. El movimiento, conformado ya por las distintas facultades, se volcó a las calles mediante concentraciones públicas y agitaciones callejeras para involucrar a la ciudad en su lucha. Ante esto, el 2 de abril, el Consejo resolvió cerrar la Universidad. Como última medida ante las negativas de la institución por acceder al cambio, los estudiantes acudieron al Gobierno Nacional y en especial al Ministro de Instrucción Pública, quien avaló la rebelión y procedió declarando bacantes las plazas de los decanos y la del rector para citar a la elección democrática de un nuevo Consejo Superior.
En la elección participaron los profesores titulares y suplentes y resultaron elegidos la mayoría de candidatos de la FUC. Sin embargo, en la elección del rector no ocurrió lo mismo, por el contrario quien triunfó fue el candidato antirreformista Antonio Nores. Ante esto, la Federación Universitaria Argentina FUA, que había sido fundada días antes, decretó una huelga nacional universitaria de cuatro días como una acción de solidaridad con los estudiantes de Córdoba.
Desde ese momento, y pese a los esfuerzos, el caldeado clima político no permitió la completa regularización de los ritmos de la Universidad Nacional. En el mes de julio se celebraría en sus instalaciones el Primer Congreso Nacional de Estudiantes Argentinos, como un claro gesto de ratificación por parte de las demás universidades a la plataforma programática de la Reforma. Este apoyo significó el nuevo cierre de la Universidad, mientras en la ciudad se daba la discusión entre el sector reformista y el conservador, que se oponía al cambio de gobierno en la institución, pues esta pervivía como un centro de mando de la élite política y religiosa de la provincia.
Cansados de estos ires y venires y empeñados en la reformulación de la institución, el 9 de septiembre los estudiantes se tomaron la Universidad y llamaron a la ciudad a “la inauguración de la clases” que llevaban buen tiempo interrumpidas. Finalmente, el 7 de octubre un decreto presidencial selló la legitimidad de la Reforma Universitaria, definiendo la participación estudiantil en el gobierno de la Universidad, la asistencia facultativa a los cursos, la renovación de las cátedras, y la flexibilidad en los procedimientos de exámenes.
El desorden fue culpa de los de la 18: las razones
La Reforma Universitaria de 1918 se dio en medio de un rompimiento de paradigmas a nivel global. La Primera Guerra Mundial apenas finalizaría en noviembre de ese año, dejando a gran parte de Europa destruida. También corrían las noticias de la Revolución Bolchevique en Rusia, y junto con ellas, la confirmación de que el régimen comunista tendría su primera oportunidad en el poder.
La guerra habría traído grandes oleadas de migración a América Latina, impulsando así el proceso de urbanización. En el caso de Argentina, el crecimiento demográfico de las ciudades se daba a la par de un significativo desarrollo industrial y de su definición como uno de los principales países exportadores de productos agropecuarios en el mundo.
Fue en este marco que diversos sectores sociales pertenecientes a las clases medias y bajas iniciaron una puja por la participación política contra la oligarquía de entonces, logrando así la ampliación de la población sufragante y el posterior triunfo en las urnas de Hipólito Irigoyen, candidato del partido de oposición Unión Cívica Radical. Él fue quien finalmente apoyó la decisión de la universidad de convertirse en un agente del proceso de democratización.

Según explica el profesor Hugo Cancino, para entonces los argentinos sintieron la necesidad de separarse de la Europa Occidental que era su ejemplo cultural, filosófico y político, por medio de la reafirmación de su identidad nacional. Del viejo continente habían adoptado un ideal de racionalidad que se veía desfigurado por su participación en la guerra, por eso eligieron discursos acordes con la propia realidad.
Precisamente, cuando se apoderó de los latinoamericanos la desilusión por la mentalidad europea, se consolidó la generación de jóvenes de 1918, con la premisa de que eran realmente una “nueva generación”, y en sus manos estaba cambiar los destinos históricos de su país.
Los jóvenes cordobeses emergieron como actores políticos en la puja por la modernización de una ciudad que se estaba quedando relegada de las discusiones dadas desde la capital. Propendieron por una modernidad muchas veces idealista y poco práctica, pero que intentaba combatir la burocratización de la academia y sentó las bases para los movimiento estudiantiles ulteriores en el resto del continente.
Incluso, Cancino califica este movimiento como el “precursor remoto de la insurgencia estudiantil que se iniciara en Paris en 1968”. En parte, gracias a ellos, las universidades públicas de Latinoamérica tienen como bandera de sus luchas el co-gobierno estudiantil, la autonomía universitaria, la docencia libre, la libertad de cátedra, la importancia de la investigación y la extensión como contribución de la universidad a la comunidad.

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