
“Ante
situaciones como las que han llevado a varios presos políticos en huelga de
hambre, a tomar la radical decisión de coser su boca, no puedo permanecer
inmune como si se tratara de un pintoresco episodio más de la sociedad del
espectáculo recreada por los medios masivos de comunicación”.
“Hace
mucho tiempo que no había experimentado un horror tan profundo.
Toda
la miseria de la humanidad me asalta.
Aquí
es donde ella habita detrás de estos húmedos muros”.
Fausto
Johann
Wolfgang von Goethe
Hace ya
casi tres meses que el gobierno del presidente Juan Manuel Santos comunicó, a
través del Alto Comisionado de Paz, su decisión de indultar a treinta
guerrilleros de las FARC-EP que se encuentran en las cárceles del país
cumpliendo su pena de prisión por el delito de rebelión. Así mismo, se
comprometió a adelantar “la adecuación de unos patios especiales dentro de las
cárceles, a los que serían trasladados los miembros de las FARC-EP detenidos o
condenados para facilitar el estudio de su situación jurídica, personal y
familiar como medida de preparación para su reintegración a la vida civil”.
En
dicho comunicado, fechado 22 de noviembre de 2015 el gobierno nacional
expresaba su decisión de impulsar unas brigadas con el fin de examinar las
condiciones de salud de 106 miembros de la FARC todavía recluidos en las
cárceles y penitenciarias de todo el país. Todo lo anterior con el fin de
generar medidas de construcción de confianza y preparar las condiciones para el
fin del conflicto. No obstante estos pronunciamientos, al día de hoy, dichas
medidas no se han hecho realidad y lejos de generar confianza hacia los gestos
unilaterales de paz del gobierno, lo que han suscitado es la frustración e
indignación no solo de quienes serían potencialmente cobijados en ellos, sino
de todas y todos las que seguimos sometidos a un sistema penitenciario
indolente e inhumano que viene aplicando lenta y progresivamente la pena de muerte
a la población carcelaria.
Cabe
recordar que el anuncio se produjo en el contexto de una jornada Nacional de
protesta de carácter pacífico que desde el 9 de noviembre veníamos adelantando
más de 1500 presos en diferentes centros penitenciarios con la petición única
que se concediera la libertad por razones humanitarias a las y los prisioneros políticos
con problemas de salud, de tercera edad, con discapacidades y mujeres o
lactantes que se encuentran en situaciones inadecuadas por la vida en prisión.
No fueron pocos los presos políticos que vieron en los anunciados gestos
humanitarios del gobierno una estrategia para desactivar una jornada de
protesta que ya se había extendido a nivel nacional en más de 20 cárceles del
país.
Siendo
uno de los voceros de esta pacifica jornada (condición que asumí en mi calidad
de preso político que sin pertenecer a organización guerrillera alguna, he sido
objeto de persecución por parte del Estado por defender los derechos a la
libertad de pensamiento y disentimiento), expresé en aquel momento mi
complacencia y satisfacción por este anuncio gubernamental, frente un amplio
sector de la población carcelaria que veía con incredulidad y escepticismo este
gesto; al mismo tiempo que compartí la iniciativa de levantar la huelga de
hambre y de este modo dar un compás de espera para la materialización de estos
gestos humanitarios unilaterales, los interpreté como un justo reconocimiento a
las reivindicaciones que durante lustros han venido enarbolando los presos
políticos.
Aunque
sería un despropósito desconocer la importancia que han tenido la recientes
liberaciones de los 26 compañeros y compañeras presos políticos indultados,
-uno de los cuales ya había recuperado su libertad por pena cumplida,- no
obstante es preciso decir que las dilaciones, desinformaciones y bloqueos
burocráticos que acompañaron dicho proceso tienen un espeso manto de duda e
incertidumbre frente a la verdadera voluntad política del gobierno y, como los
versos del poeta es oportuno decir que: del parto de los montes ha nacido un
ridículo ratón.
Para
empezar no se ha hecho efectiva la libertad de los cuatro compañeros restantes
a lo enunciado por el gobierno, a lo que se suma el grave hecho que uno de los
guerrilleros indultados, Wilson Tamayo, recibió amenazas de muerte cuando se
encontraba en Envigado (Antioquia) en compañía de su familia.
En lo
que respecta las concentraciones de presos políticos en patios especiales poco
o nada ha realizado el gobierno, más allá de un publicitado anuncio. Muy por el
contrario en estos más de dos meses se han incrementado las agresiones contra
los guerrilleros privados de la libertad, tanto por parte de los cuerpos de
custodia, como por sectores de la misma población carcelaria que actúan en
convivencia con los anteriores. Los dolorosos hechos acaecidos en el penal de
Arauca el pasado 24 de diciembre, donde varias decenas de presos fueron
gaseados y torturados con descargas eléctricas por parte de los grupos
contrainsurgentes del Inpec como del CRI (Cuerpo de reacción Inmediata) y el
Coref (Cuerpo de Remisiones Especiales), así como las agresiones de que fue
objeto el compañero Gonzalo Antonio García, constituyen apenas la punta del
Iceberg de una situación que podría generalizarse en buena parte de los centros
reclusorios del país, si el gobierno no ofrece un pronto cumplimiento a su
promesa de concentración de guerrilleros en patios especiales.
Aunado
a lo anterior el evidente incumplimiento del gobierno frente a las brigadas de
salud, no pueden seguir viéndose como episodios intrascendentes en la cadena
secular de incumplimientos a que nos han acostumbrados las élites dirigentes de
este país, porque está de por medio la vida de numerosos presos políticos que
requieren de una atención inmediata. Por lo pronto el guerrillero de las
FARC-EP John Jairo Moreno ya no la tendrá, pues hace diez días murió en un
hospital de Pereira esperando un acto de humanidad del gobierno, que ni
siquiera le permitió terminar sus últimos días en compañía de su esposa y sus
pequeños hijos.
Aclaro
que aunque jamás me he levantado en armas para derrocar el gobierno nacional,
ni ha sido mi pretensión suprimir el régimen constitucional vigente, me une con
estos hombres y mujeres que hoy se encuentran en huelga de hambre no solo las
condiciones cotidianas de hacinamiento, ausencia de luz solar precaria
alimentación, prohibiciones de contar con libros, espacios dignos de visita
conyugal, servicios médicos óptimos y oportunos, entre otro tipo de vejámenes a
que nos vemos sometidos las personas privadas de la libertad, sino también el
compromiso de lucha y solidaridad con unos objetivos que desde una perspectiva
humanista son más que justificados.
En lo
personal saludo la disposición expresada por la Misión de Apoyo al Proceso de
Paz de la OEA (MAP- Organización de los Estados Americanos) así como la de los
funcionarios del Ministerio de Justicia, la dirección del Inpec y Comev-Picota
y Procuraduría, por allanar caminos conducentes a materializar las anunciadas
brigadas de salud, sensibilizados, cierto es con la jornada de protesta
pacífica que desde mediados de enero de este año, viene realizando el
ERON-Picota, y a los que a la fecha se han sumado otras cárceles del país como
Cómbita, Buen Pastor, Heliconias, Cunduy, Acacias, Palogordo, San Isidro, Jamundí,
Cúcuta y Villa Hermosa.
Sin
embargo, ante situaciones como las que han llevado a varios presos políticos en
huelga de hambre, a tomar la radical decisión de coser su boca, no puedo
permanecer inmune como si se tratara de un pintoresco episodio más de la
sociedad del espectáculo recreada por los medios masivos de comunicación, sino
que lo asumo como un desgarrador testimonio del sentimiento de agravio e
indignación de quienes han visto burladas las promesas por parte del Estado, y
ven en su acción de una eminente salida a sus justas reclamaciones.
No
puedo dejar tampoco de observar con angustia la dramática situación de mis
compañeros de presidio, quienes en el día a día, van arrastrando sus pesados
cursores como si se tratara de verdaderos instrumentos de tortura ceñidos a sus
cuerpos por orden de no sé qué tribunal de inquisición; otros esperando que los
carceleros les suministren un medicamento vital, mientras sus cuerpos agonizan
cual gotas de agua de un grifo que acaba de cerrarse; y unos más contemplando
impotentes como gangrenan sus extremidades para que el cirujano solo tenga que
aplicar el escalpelo para cercenar sus putrefactos vientos.
Nunca
antes fueron tan reales para mí, como en las cárceles colombianas, las palabras
que Dante escribió a la entrada del infierno: Oh vosotros los que entráis
abandonad toda esperanza.
Por
todo lo anterior, me resulta un imperativo ético el solidarizarme con sus
peticiones. No hacerlo, sería asumir una actitud menos que inconsecuente, tanto
con mi propia condición de preso político, como con mi compromiso con la
defensa de un pensamiento crítico que articule la teoría con la praxis
transformadora.
Anuncio
así que desde hoy quince (15) de febrero de 2016 me declaro en huelga de hambre
indefinida en solidaridad con las justas demandas que hacen los prisioneros
políticos.
Con
todo, sigo convencido que a través del diálogo, el entendimiento, el humanismo,
las sociedades podrán alcanzar una vida más digna y justa. No obstante, frente
a próximos gestos humanitarios del gobierno colombiano haré mías las prudentes
palabras de la Laocoonte cuando trataba de disuadir a los troyanos de llevar a
la ciudad el caballo de madera que ellos habían dejado en la playa: desconfió
de los griegos cuando hacen ofrendas o presentes.
Fraternalmente
Miguel
Ángel Beltrán Villegas
Cárcel
de Máxima Seguridad ERON- Picota
Febrero
15 de 2016
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