En
esencia cualquier sociedad moderna y democrática está enmarcada por dos razones
o dos premisas fundamentales, la primera de ellas es que todos los hombres y
mujeres son iguales y tienen los mismos derechos, en particular el derecho a
decidir sobre el destino de su comunidad, esencial para el desarrollo colectivo
de las personas, esto sería una catástrofe para nuestros antepasados
neogranadinos, pues para ellos el gobierno proviene de Dios y quienes lo
ejercen son personas escogidas por él y bendecidas por la iglesia católica. La
segunda, es que para que los ciudadanos iguales puedan participar en la
política, puedan decidir con bases razonables sobre los temas cívicos, puedan
escoger a sus gobernantes, deben poder debatir y discutir en forma libre y con
base en información disponible para todos sin restricción alguna. Así entonces
es claro para la mayoría, que los dos derechos que necesita una sociedad para
funcionar de manera democrática son la Libertad de Expresión y la Libertad de
Prensa, derecho de los individuos a expresar sus opiniones libremente, en forma
oral y por escrito, derechos de los cuales se desprenden otros más.
Así
pues, para un país como el nuestro sobresale una pregunta ¿Acaso la libertad de
expresión es para unos y no para otros? Como se ha visto en Colombia, existen
múltiples casos en donde algunas opiniones son boicoteadas y censuradas por no
ir con la cultura hegemónica, por no estar de acuerdo a los intereses de unos
pocos, pues de esto se encargan los grandes medios de comunicación, actuando
para algunos gobiernos y para los monopolios de turno, haciendo ver que eso de
la libertad de expresión y de prensa, está pero no está, como dicen las abuelas.
Es decir, en Colombia para los grandes emporios de la comunicación, la cultura
y para la justicia el discurso de la Libertad de Expresión y de Prensa es un
discurso de doble moral.
Pero es
que en Colombia solo se jacta de exigir la Libertad de expresión cuando es
atacada en otros países, se cree que en casa eso no ocurre, o vaya a ver usted
qué opina la gente frente a la libre expresión en Venezuela, o cómo se
manifestó la gente en las calles por el atentado en Paris a Charlie Hedbo.
Entonces,
en Colombia y aunque la Constitución Política en su artículo 20º, como la
declaración universal de los derechos humanos, consagran el derecho a la
libertad de expresión como un derecho irrenunciable y por el cual no se puede
ser perseguido, seguimos viendo cómo esto sucede y sucede de manera sistemática
para la oposición en Colombia, para aquel que se atreve a pensar diferente en
un país marcado por la impunidad y la persecución hacia los que piensan
diferente, quienes se atreven a ser críticos frente a la vida política y social
de su país, esos con los que se comparten aulas, salones de debate,
bibliotecas, para quienes su compromiso con la trasformación y el mejoramiento
de la vida de la gente es su propio proyecto de vida. Pero una vez más lo
estamos viviendo en nuestro país, ya que parece que el criterio de quien es
culpable, es a dedo y bajo señalamientos falsos, como hemos visto en la
situación de los 12 compañeros detenidos y acusados de terroristas y de
insurgentes por los medios de comunicación y por altos rangos de la Policía
Nacional, en Colombia han alcanzado tal límite de poder los medios de
comunicación corporativos y algunos personajes de la vida pública, que ellos asumen
el papel de juez y parte.
Durante
este proceso de estigmatización y de persecución en el cual se han visto
comprometidos los compañeros PAOLA, SERGIO, LORENA, HEILER, VÍCTOR, DANIEL,
LUIS DANIEL, ANDRES FELIPE, GERSON, LICETH Y JHON estudiantes, líderes y
lideresas sociales que llevan gran parte de su vida entregada a la construcción
de un país diferente, un país con vida digna y donde las demandas sociales sean
respetadas. Pero lo más indignante y a su vez triste, es que parece que en
Colombia vivimos como en el Chile de los 70’s bajo una dictadura que maneja la
vida de la gente en todo sentido: que come, que lee y que dice.
Cuando
se analiza el material probatorio recabado y muy orgullosamente presentado por
la inteligencia de la policía (dos palabras que no deberían ir juntas jamás,
inteligencia/policía) se pueden observar pruebas tan “contundentes” como:
carteles alusivos a la revolución, carteles sobre la autonomía universitaria,
un manual de criminalística, una postal que decía “por la libertad del pueblo”,
una foto del cura Camilo Torres, libros como “Actores armados y población
civil” de Mario Aguilera, Cartas del che a Fidel, pañoletas del Congreso de los
Pueblos, un CD que dice No a la Ley 30, un afiche de la Cumbre Agraria y para
rematar 100 volantes de un encuentro de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil
(MANE). Frente a estas “contundentes” pruebas solo nos resta decir ¿y dónde
está la Libertad de Expresión? ¿Acaso leer es un delito? ¿Ser camilista es
sinónimo de guerrillero? Estas son algunas de las preguntas que surgen cuando
uno se detiene a mirar parte del material probatorio.
Es que
la libertad de expresión y la libertad de prensa es un derecho (como muchos)
que se le garantiza solo a un puñado de gente en este país. En Colombia usted
primero es culpable hasta que demuestre lo contrario, su derecho al debido
proceso es violado constantemente, a la presunción de inocencia, elementos
usados como parte de la persecución que históricamente ha implementado el
Estado colombiano contra las organizaciones sociales y populares, millones de
colombianos y colombianas vivimos un contexto en el que evidenciamos la
continuidad y el recrudecimiento sistemático de acciones que imponen por la
fuerza, la represión y el sometimiento de todo aquel que cuestione la
ilegitimidad de un Estado que basa sus formas en el uso de la violencia y en la
negación de la democracia.
De esta
manera impulsamos nuestra voz de ¡BASTA! Estamos cansados de la persecución y
de los Falsos positivos judiciales, de la escalada represiva de querer acallar
a los líderes y lideresas que tanto bien le hacen al país, no queremos un
campesino, un estudiante, un defensor de derechos humanos ni un sindicalista
más judicializados y recluidos con mentiras y con maniqueos jurídicos, queremos
justicia social y vida digna para el pueblo colombiano, queremos la paz para
nuestro país, y es que si hay algo de lo que se nos pueda acusar sería de
querer una Colombia en paz para todos.
Finalmente,
queremos decirle a Colombia y a quienes nos ven como enemigos, que no tenemos
miedo y seguiremos peleando por nuestros derechos y por una Colombia del tamaño
de nuestros sueños. Y a los compañeros detenidos y sus familias, nuestro más
sincero mensaje de solidaridad, sepan que no están solos, sepan que los
esperamos y que tenemos la esperanza de volver a las calles junto a ustedes, no
desfallezcan como no lo hicieron nunca, que nosotros desde aquí daremos la
batalla incansable por la justicia y la verdad.
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