miércoles, 1 de abril de 2015

Las universidades públicas, ¿educan para la democracia?

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Siempre he creído que la democracia es (o debería ser), más que un discurso, una práctica cotidiana para la vida en común, y no puede reducirse, parafraseando al sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, a una isla que flota en medio de un océano de despotismos.
Partiendo de esta premisa, podría iniciar una reflexión acerca de casi cualquier cosa presente en el escenario social y político colombiano: las constantes violaciones de DDHH por parte de miembros de la fuerza pública, las actitudes fascistoides de algunas “honorables senadoras” frente al conflicto entre terratenientes e indígenas en el Cauca,  la crítica situación que se vive en el departamento de La Guajira donde cientos de niños wayuu se mueren de hambre frente a la aquiescencia del Estado, y un largo etcétera que nos da cuenta del océano de despotismos en el que vivimos y lo pequeña que es nuestra “Isla” si es que así puede llamarse al escenario electoral, con todos los vicios que tiene.
En las últimas semanas quienes hacemos parte de alguna universidad pública del país, hemos vivido  uno de esos tantos despotismos que no aparecen en los medios de comunicación masivos: la falta de democracia en la designación de rectores en estos centros educativos. Así, en lo que va corrido del año se realizó se desarrolló este proceso en los dos claustros más importantes del país: la Universidad Nacional y la de Antioquia, desconociendo en ambos casos la voluntad de las comunidades académicas expresada en las consultas- no vinculantes- que se realizan.
Estos hechos suelen cargarme de muchas inquietudes y reflexiones que tienen que ver sobre todo con la relación entre la educación y la democracia. No encuentro mucho sentido en el hecho de que las instituciones educativas cumplan su misión de formar ciudadanos íntegros (y esto incluye, educados en la democracia), relegando la voluntad de estudiantes y profesores a meras cifras dentro de estudios de opinión, dejando las decisiones acerca del destino de las universidades, en manos de personas que, en su mayoría, nada tienen que ver con cotidianidad de la vida académica.
Ante esto, los discursos que se posicionan sobre todo desde las organizaciones estudiantiles, tienden a culpabilizar al “modelo de educación neoliberal”, que ve a las universidades como empresas y a sus rectores como gerentes, y en donde evidentemente no tendrían mucha cabida los “menesteres democráticos”. Si bien esto es en gran medida cierto, también lo es el hecho de que Colombia es uno de los pocos países de América Latina donde el cogobierno universitario no ha sido la regla.
Trayendo a colación algunos hechos históricos, la Federación Universitaria de Córdoba (Argentina) promulgó en 1918 un manifiesto en el que se recogían gran parte de las reivindicaciones de los estudiantes de la época. Este documento, se constituyó en la base para las reformas universitarias que se desarrollaron en casi todos los países latinoamericanos durante la primera mitad del siglo XX, las cuales estaban enfocadas a implantar un modelo liberal de universidad (laico, cientifista, enfocado a la construcción de nación, y cuya dirección estaba dada conjuntamente por quienes conformaban la comunidad académica, esto es, estudiantes y profesores).
Todas estas reformas llevaron a que en países como Argentina y Chile se implementara el cogobierno universitario (con excepciones únicamente durante las dictaduras militares). En el caso colombiano estas reformas solo se desarrollaron de manera parcial sobre todo durante el período conocido como la República Liberal (1930-1946) cuando se presentaron grandes avances en términos de la laicidad de la educación y la autonomía de las universidades.
Sin embargo, ni las reformas realizadas durante estos años, ni las que vinieron después, avanzaron en términos del cogobierno universitario, el cual solo existió de manera formal durante algunos meses de 1972 en las universidades de Antioquia y del Valle, como ganancia por la fuerte movilización estudiantil que se había vivido el año anterior.
Toda esta reconstrucción histórica, tiene como única finalidad mostrar que si bien se dice que Colombia es la “democracia más vieja de América Latina”, en este modelo de “democracia” subyacen cientos de autoritarismos que determinan todos los ámbitos de nuestras vidas. Uno de estos tantos autoritarismos, lo vemos no solamente en las universidades sino en el modelo educativo en general en donde a pesar de los discursos se nos educa para la reproducción de todos los vicios de nuestra sociedad y no para formarnos como ciudadanos críticos y empoderados de nuestras decisiones.


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