El
proceso de paz adelantado entre el Estado colombiano y la guerrilla de las FARC
necesita el respaldo social y político en nuestro país de los amplios sectores
sociales; ello sin duda es la primera intención para movilizarnos, fortalecer
la idea de afrontar la terminación de un conflicto político y armado a través
de una negociación política es hacer énfasis en la naturaleza política del
mismo. Un conflicto nacido de los problemas sociales y políticos de nuestro
país, no puede encontrar otra salida diferente a la confrontación política, y
el escenario propicio para esta confrontación hoy es un proceso de paz.
Sin
duda podemos tener inconformidades con la manera en que se han venido
desarrollando los diálogos en Cuba, pero la apuesta política por otro tipo de
sociedad hoy demanda exigir la finalización de la guerra para encontrar un
camino transitable hacia la paz. Por eso debe ser enfático el llamado al
establecimiento público de una mesa de conversaciones entre el Estado
colombiano y el Ejército de Liberación Nacional –ELN-, y el inicio de
conversaciones con otros sectores de la insurgencia que se han mantenido en la
idea de recurrir a la acción armada como vía política de confrontación.
La
posibilidad de afrontar estas discusiones con altura y seriedad hacia el
conjunto de la sociedad colombiana requiere el cese al fuego como medio para
disminuir progresivamente el derramamiento de sangre no sólo de los
contendientes, sino de la población civil, involucrada en las confrontaciones
militares.
Los
procesos de paz deben llenarse de las millones de voces que a diario se
expresan desde los barrios y veredas colombianas, las comunidades, sectores y
procesos sociales deben estar presentes en la terminación de la confrontación
armada, no por ser parte activa de la contienda militar, sino por ser los
actores sociales que viven día a día las problemáticas nacionales que han dado
vida a la violencia. Nosotro/as, las millones de colombiano/as que vivimos los
rigores de la desigualdad nacional, somos los que debemos hablar en voz alta
frente a las trasformaciones que requiere el país para transitar hacia la
terminación de las hostilidades armadas.
Apuestas
de paz
La paz
se ha constituido en un crisol acomodado a cada sector político, de allí la
imperiosa tarea de disentir frente a los “proyectos de paz” que la ven como una
oportunidad política y económica para ganar gobernabilidad y posibilidades de
explotación de los recursos naturales en las zonas de presencia guerrillera.
Nuestra visión de paz debe ser clara, rompe con esa concepción mercantil donde
un acuerdo con la insurgencia desemboca en mayores tazas de ganancia económica
para los mismos sectores privilegiados de siempre. El proyecto de paz que
impulsamos representa la opción por construir un país con democracia, justicia
social y garante de su propia soberanía, lo que necesariamente implica el
concurso de toda la sociedad colombiana, no exclusivamente de
“plenipotenciarios” y negociadores en una mesa.
Contrario
a lo pregonado por el establecimiento y los medios de comunicación,
arrodillados a los grandes grupos económicos, las conversaciones de paz
adelantadas entre el Estado y la insurgencia deben tocar temas profundos y
estructurales de la problemática nacional, de lo contrario el conflicto
pervivirá. Temas como la tierra, los hidrocarburos, los recursos naturales
deben ser tomados en consideración, el modelo económico se debe negociar. La
apuesta militar del Estado, centrada en la persecución del supuesto “enemigo
interno”, orientada por una doctrina militar guerrerista y para nada patriótica
debe ser revisada y ajustada hacia una sociedad que transite por otras formas
de tramitar los reclamos y la protesta social, es impensable la idea de buscar
una salida negociada y estar “perfeccionando” cuerpos militares como el ESMAD
para arremeter contra lo que se creería seria la expresión idónea de la
participación social en un escenario de “paz”, es decir, la movilización
social. La doctrina militar de Seguridad Nacional, aun imperante en las Fuerzas
Militares permite la persecución y asesinato de líderes sociales y defensores
de derechos humanos, ya con el concurso o con la permisión de los cuerpos de
seguridad del Estado, esta debe trasnformarse.
Si el
estado ha decidido negociar con la insurgencia colombiana ha reconocido su
naturaleza política como actores sociales deliberantes en la realidad nacional,
resulta por lo menos hipócrita la idea de ver entonces a los prisioneros de los
grupos guerrilleros como delincuentes comunes, la naturaleza de su delito debe
ser asociada a la confrontación política, son prisioneros políticos y así deben
ser tratados.
Sin
embargo, la posibilidad de que temas cruciales como estos sean abordados pasa
por la apuesta por presionar un escenario social donde el conjunto de la
sociedad colombiana debata y llegue a acuerdos para la terminación de las
confrontaciones armadas en el país, un tercer escenario de discusión con el
gobierno debe ser reclamado desde los movimientos y sectores sociales.
El país
requiere transformaciones sociales, económicas y militares, no podemos afrontar
las conversaciones de paz con la falsa idea de cambiar todo para no cambiar
nada.
Debemos
exigirle al gobierno colombiano que no avance en su política nacional en
contravía de las necesidades de transformación que demanda la realidad
colombiana, su hoja de ruta, sintetizada en el Plan Nacional de Desarrollo
profundiza las condiciones de inequidad y concentración de la riqueza en
nuestro país, elementos catalizadores del conflicto histórico que hoy tratamos
de resolver.
La paz
será la cosecha de un pueblo que lucha por la vida.
1 comentarios:
Sería muy interesante debatir las ideas, propuestas y proyectos aquí expuestos (tesis), con los expuestos en DIAGRAMA DE FLUJO DE LA PAZ y DECÁLOGO DE LA PAZ, contenidos en el blog http://www.losplanosdelapatriaanhelada.org/ La síntesis de estos dos términos dialécticos posiblemente nos traería una paz real y duradera.
Publicar un comentario