¡¡10
años de sangre dolor y lágrimas!! De una generación de luchador@s que se
engendró en el dolor y la pérdida, de unos que ya hoy nos hacemos viejos y
nostálgicos, pero que de pequeño en pequeño triunfo, seguimos siendo soñadores.
Un
regalito para los hijos y nietos del dolor...
¡A
Vuestra Salud!
Primero
el tango, después el jazz, la salsa y hasta un punk chatarrudo animan a los que
allí socializan la transpiración. El baile no es obligación social -pero
tampoco sobra-. Las palabras caminan al ritmo que los habitantes de cada mesa
quieran. La luz es tenue, como ocultando los rostros que conversan, se besan o
apenas se miran, como para conservar la vieja costumbre. El olor es añejo pero
agradable. Las paredes se recubren de periódicos enmarcados, que datan la
cronología del que fue el gran triunfo y la gran decepción del “futuro”. Lo
primero que se encuentra en la entrada, es un letrero que anuncia “este es un
espacio libre del comité de salud pública, exhale el humo que quiera”. La
densidad del aire y el humo, la mesa del rincón a la izquierda…
–
Este lugar se detuvo en el tiempo…
Mientras
observa un afiche en la pared que está a su derecha, en voz muy baja recita la
leyenda que allí se inscribe: “si usted es capaz de temblar de indignación cada
vez que se comete una injusticia en el mundo” -su acompañante recita con ella,
a coro, el final de la leyenda…- “somos compañeros, que es más importante”.
–
Aquí recuerdo cuando nos amargábamos para ser felices, de la rabia que nos daba
y del reto que significaba la alegría.
–
El reto es vigente, basta ver que lo que pasaba y sigue pasando, aquí y allá,
con violencia armada o violencia hambreada.
–
Añoro esos tiempos en que sabíamos que no podíamos hacer nada pero creíamos en
que podíamos hacer algo.
–
Cuando pienso en eso, me parece que todo empezó para mí, porque soy hija de la
generación que le apostó al desprecio por el brassier y al aprecio por los
fusiles como caminos seguros hacia la libertad. Los de nuestra época, los que
“abrimos el siglo”, somos los herederos de la versión sudaka de mayo del 68,
del calor de los cañones que no dejaban congelar la “guerra fría”, de la
idealización del Ché, los Camilos, los Manueles y Fidel, y de la banda sonora
de Sandro, Camilo Sexto, Ana y Jaime, Be Gees, Jhon Travolta y Olivia Newton.
–
¡Ja! Vos que sos toda “pequeño burguesa e intelectualoide”. Yo creo que para mí
todo empezó porque crecí entre la sala de la casa de los vecinos y el comedor
de la mía. A donde los vecinos me colaba los sábados, para ver la pantera rosa
en el televisor a color –donde la pantera era rosa de verdad–.
–
¡Exagerada! A vos no te tocaron los televisores a blanco y negro.
–
Bueno, eso no importa. La vaina es que en esa casa, encima del televisor, había
un divino niño Jesús; ese muñeco no paraba de ver la humedad del techo ¡Como me
asustaba! En cambio, me gustaba más el comedor de mi casa, con “San Ernesto de
la Higuera” mirando al firmamento, como apreciando la Bolivia que le esperaba
para decirle adiós ingratamente. Desde esa época, con ese santo de carne y
hueso, me sentía más protegida. ¡Me acaloro cuando pienso en esa carne y en
esos huesos! (…)
–
Definitivamente, esos primeros años son los que tallan el espíritu. Yo no me
explico cómo los niños de hoy tienen su niñez a través de pantallas,
televisores, computadoras, tablas y teléfonos que los hacen prisioneros. No
quiero pensar qué será de ellos después…
–
… Y lo que será de este mundo, o lo que seguirá siendo. Parece que todo era más
bonito antes, las noches de juego, el fútbol callejero, jugar a la mamasita,
los paros cívicos, cosas que apenas se comprendían y que poco se valoraban,
pero que son como un cincel demoliendo un muro, despacito, martillazo a
martillazo, le van definiendo a una lo que es.
–
Pero la juventud es el gran momento, el colegio y la Universidad; la Universidad
es el orgasmo de tanta cosa.
–
La famosa “transición” de los marxistas hacia el otro “espíritu absoluto”,
finalmente no la tramitó el Estado ese que predicaban, el que empieza con
mayúscula –la porqueriza de los cerdos de la granja-. ¡Bah! fue el otro estado,
el que se engendra en la minúscula, el que refleja una situación de la
conciencia, el de Galileo Gall cuando combatía su propia guerra del fin del
mundo. Ese orgasmo es muy bello, pero también muy onanista. Mientras jugábamos
a ser la esperanza del mundo, y vanidosamente preguntábamos por qué “nos
asesinaban”, a solo 20 minutos, de verdad, asesinaban a muchos por hacer –o por
ser- lo que nosotros decíamos. A solo 3 metros de tierra –y cientos de
escombros- enterraban lo que nosotros “defendíamos”.
–
Espérame voy al baño, tengo ganas de hacer pis (...)
El
baño está saturado de avisos en paredes y puertas. Ella se sienta y mientras
tanto lee: “La revelación azul se mantiene, la revolución naranja no se
detiene. Estudiantes ninjas presentes y combatientes”; “Si van a hacer
síntesis, que nos la muestren en un resumen”; “busco asexual, para conversar,
llámame…” Pero ella fija su atención en el clásico “ni dios, ni amo, ni partido
ni marido”. Luego, piensa: Lo bonito que nos sonaban las baterías marchantes de
la añorada Cataluña. El impulso que nos daban las líricas callejeras de la
adorada Medellín ¡Lo combativo que era el odio que contábamos con olor a salsa
de tomate fruco descompuesta!
–
¡¡Ehhh mija!! ¿Si mió? Me quedé pensando en tan bonitas que eran las oficinas
que teníamos (…) Esos nichos, nuestros nichos, literalmente “empolvados” de liberación,
parecían más el tribunal en que Costa Gavras enjuició al “cooperante” gringo.
–
Dicen que por ese yankee también le jodieron la vida al viejo Mujica…
–
A ese pobre viejo lo jodieron por todo, casi lo juzgan por la crucifixión de
Cristo, y saber que les terminó tirando línea desde el gobierno, por lo menos
allá todavía puede una echarse tranquila un porrito.
(…)
–
Aún me sabe la lengua al tinto ese que sabía a trapo sucio.
–
Pero sabía bueno con los cigarrillos fiados; después, las moritas de cincuenta
o un trululú con forma de osito. ¡Ahhh! Y la cerveza que traficaba el negro
¡Qué fiestas!
–
Todo valió la pena, vivir la intensidad de la rebeldía, las peleas para que no
le subieran a los buñuelos, o para que el panduche no fuese esa leche vencida
con salchichón de caballo.
–
¡¿Te acordás cuando le tumbamos la reforma a Santos?! Yo ya estaba haciendo la
tesis, pero me moví como si fuera una primípara. Eso fue delicioso.
–
Y cuando quisieron acabar con el proceso de paz, yo ya trabajaba en la ONG, ver
a todas esas señoras, las que habían sufrido el rigor de la guerra, haciendo
las pancartas, marchando con las velitas, gritando como solo habían gritado su
llanto, diciéndole al mundo que estaban mamadas de la puta guerra. Demasiado
lindas.
–
Lo más bello es que no ganamos el mundo, pero ganamos la vida, nos la hemos
gozado apostándola cada día; en los acontecimientos de la libertad, nos hicimos
mejores personas, perdimos a seres amados –gente que no merecía este mundo-,
pero nos ganamos a nosotras como lo que ellos y ellas, seguro, quisieron que
fuéramos.
–
Para mí lo más lindo de todo eso, mi trofeo, fue cuando mi bebé me regaló la
canción de Serrano, y literalmente, me pidió que “le contara otra vez”.
–
Yo tengo muchos trofeos; cada ratico me los renuevan. Mis estudiantes, que
también son mis compañeros, llenos de rebeldía, que jugando leen, que
escribiendo juegan, que luchando viven, estudiando enseñan; tal vez no lo saben,
pero los amo porque ellos son nosotras, tercas, persistentes, rebeldes,
transgresoras, conspirando hasta para revolucionar el cielo y el infierno.
–
Bueno parce, a propósito de bebés y jovencitos rebelados, se hace tarde, y como
decía el viejo Sabina, a los cuarenta y diez, osea ya, “más antes que después
he de enfrentarme al delicado momento, de empezar a pensar en recogerme, de
sentar la cabeza”.
–
Sí, se hace tarde y ya nos estamos poniendo medio prendas y demasiado
nostálgicas, brindemos por la vida vivida de verdad.
–
¡A tu salud Paulis!
–
¡A tu salud Maga!
El
Profe Valle Jara-Millos
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