Por: Boaventura
de Sousa Santos
Me
dirijo a todos mis amigos y a todas mis amigas de México. Si me permiten, me
dirijo en especial a ustedes los jóvenes y las jóvenes de México.
Una
conmoción atraviesa todo el mundo por el horror de la masacre de los jóvenes de
la Escuela Normal de Ayotzinapa, Guerrero, y en particular por el horror de los
detalles con que se ha cometido esta acción. Comprendo su gran angustia, rabia
y perplejidad: ¿Qué tipo de sociedad es esta que permite que gente
aparentemente normal como nosotros cometa crímenes tan detestables? ¿Qué Estado
es este que parece infiltrado hasta los huesos por la narcoviolencia? ¿Qué
democracia es esta que invita a la resignación ante enemigos que parecen
demasiado fuertes para poder ser combatidos, mientras se aprueban leyes que
criminalizan la protesta pacífica (como las leyes bala y mordaza)? ¿Qué policía
es esta que es cómplice con la desaparición forzada y tortura de ciudadanos
inocentes? ¿Qué política educativa es esta que persigue a la educación rural y
no permite que estos jóvenes sean héroes por la vida comunitaria que promueven,
sino mártires por la muerte horrorosa que sufren? ¿Qué comisiones de derechos
humanos son esas que existen en ese país, que están ausentes y omisas ante
crímenes de lesa humanidad mientras que los verdaderos activistas de derechos
humanos son asesinados? ¿Qué mundo es este que sigue elogiando el Presidente de
la Republica por el simple y único "relevante" hecho de haber
entregado al imperialismo la última riqueza del país que restaba en manos de
los mexicanos?
Sé que
son demasiadas preguntas, pero lo peor que podría pasar sería que Ustedes se
dejasen dominar por la magnitud de ellas y se sintieran impotentes. La
contingencia de nuestra vida y de nuestra sociedad está dominada por dos
emociones: el miedo y la esperanza. Sepan Ustedes que esta violencia desatada
se dirige a su resignación, dominados por el miedo y, sobre todo, por el miedo
de la esperanza. Los poderosos criminales saben que sin esperanza no hay
resistencia ni cambio social. Sabemos que es difícil escapar al miedo en
condiciones tan dramáticas como las que viven. El miedo no se puede eliminar,
pero lo importante es no rendirse al miedo, sino tomarlo en serio para poder
enfrentarlo y superarlo eficazmente, a eso le llamamos: Esperanza. Ustedes tienen
la fuerza para salir de esta pesadilla, resistir a la ilegalidad y violencia
institucionalizadas y construir una alternativa de esperanza. Para eso es
necesario organización, respaldo popular y una clara visión no solamente
política, sino también ética de una sociedad donde sea posible vivir con
dignidad y en paz.
Hay
varias opciones y no me sorprende que Ustedes las contemplen todas. Sé que
algunos buscan criar zonas autónomas, libres de opresión y de dominación. Tales
zonas liberadas son fundamentales como espacio de educación, para que Ustedes
muestren unos a los otros que es posible vivir de manera cooperativa y
solidaria para que cada uno y cada una pueda decir: yo soy porque tú eres. Pero
más allá de las zonas liberadas es necesario enfrentar el poder político,
económico y cultural que oprime y aterroriza. Para eso hay dos opciones básicas
y estoy seguro que Ustedes analizan las dos con mucho cuidado: por un lado, la
lucha armada, por otro, la lucha pacífica, legal e ilegal. Si me permiten, les digo
que la historia muestra que la primera es irrenunciable solamente cuando no hay
otra posible alternativa. La razón es simple: la lucha armada difícilmente
tiene respaldo popular si obliga a sacrificar la vida para defender la vida. La
pregunta es ¿hay espacio de maniobra para una alternativa pacífica?
Humildemente pienso que sí porque la democracia mexicana, a pesar de estar muy
herida y violada, está en nuestro corazón, como bien demuestran sus luchas
contra tantos y sucesivos fraudes electorales. Miren la experiencia del sur de
Europa, donde el desespero de los jóvenes está dando lugar a innovaciones
políticas interesantes, partidos-movimientos que asumen internamente los
procesos de democracia participativa, donde los rostros conocidos son voceros
de procesos de deliberación muy creativos en que participan miles de ciudadanos
y ciudadanas. Y subrayo, ciudadanos y ciudadanas.
Lamentablemente,
en muchos países, y México no es excepción, las tradiciones de lucha tienen
estilos bastante autoritarios, estilos machistas verticales. Hay que
profundizar a ese nivel la democracia participativa, sobre todo cuando sabemos
que las mujeres han sido tantas veces blancos privilegiados de los sicarios.
¿Será posible en México un nuevo partido-movimiento organizado por las jóvenes
y los jóvenes? Ustedes saben la respuesta. Mejor aún, Ustedes son la respuesta.
No va ser fácil porque los señores del poder van intentar criminalizar su lucha
pacífica. Hay que asumir el costo de la resistencia pacífica aunque ésta sea
declarada ilegal, asumir ese riesgo en nombre de la esperanza. El miedo de la
ilegalidad tiene que ser enfrentado con la convicción de la ilegalidad del
miedo. Ahí está la esperanza.
Un
abrazo solidario.
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