Este artículo analiza muy brevemente la
procedencia de los recursos de Colciencias y su destino según áreas de
conocimiento; esto lo hacemos al hilo del análisis de la financiación y
asignación de recursos provenientes de las regalías y de las últimas
convocatorias de Colciencias.
Fernando Forero
Pineda
Un poco
más de un mes atrás, en medio de una convención que tuvo lugar en Cartagena, la
entonces directora de Colciencias anunció que la entidad sería objeto de un
recorte presupuestal para 2015. Dijo que tal recorte se cifraría en el orden
del 30% de la disponibilidad presupuestal de la entidad; también aseguró que
esto pondría en riesgo las convocatorias destinadas a la formación de
profesionales de alto nivel, es decir, doctores en Colombia y doctores en el
exterior, así como la disponibilidad presupuestal para financiar
investigaciones posdoctorales.
Unos
días después de que tuvieran lugar estas declaraciones, el Ministro de Hacienda
controvirtió las manifestaciones de la entonces directora de Colciencias.
Aseguró que de parte del gobierno nacional había un compromiso inequívoco con
la investigación en el país y que eso se vería reflejado en el presupuesto de
Colciencias. A principios de este mes de agosto, el Presidente de la República
reafirmó que el presupuesto del ente rector de la investigación en Colombia no
sería reducido en 2015. El documento Conpes, que determina finalmente el
presupuesto de Colciencias, reflejaría la aseveración de Santos.
Pues
bien, el asunto es que incluso si los recursos con los que cuenta Colciencias
no se reducen, la situación de la financiación y asignación de recursos para
investigación no va por buen camino. Para analizar lo que está sucediendo con
esta entidad hay que preguntar dos cosas: por una parte, ¿de dónde proceden los
recursos que ingresan al sistema de ciencia, tecnología e innovación del país?
y, por otra, ¿cuál es el destino de esos recursos?
En
relación con lo primero hay que decir que los recursos de los que dispone el
sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación no sólo proceden de la
asignación presupuestal del gobierno nacional, sino también –y esto es así
desde 2012– de una parte de los recursos que recibe el Estado colombiano por
concepto de regalías. Como recordaremos, en 2011 se reformó la Ley de Regalías
y las consecuencias más notables de tal reforma fueron las siguientes: por un
lado, se centralizaron los dineros de las regalías y, por otro, a los recursos
procedentes de las regalías se les asignaron unos destinos bien precisos.
Lo
importante para la investigación es que de las regalías que le corresponden a
cada departamento –según determinó el gobierno nacional– el 10% se habría de
destinar a la financiación de actividades de ciencia, tecnología e innovación.
Esto sonaba interesante para la investigación. Pues por ejemplo, un departamento
como Montería devengaba en ese entonces alrededor de 800 mil millones de pesos
anuales por concepto de regalías. El 10% de todos estos recursos llegarían al
sistema de ciencia y tecnología del país.
Sin
embargo, esa reforma a la Ley de Regalías y su pretensión de dar más dinero a
la investigación tiene dos inconvenientes. Por una parte, el modo como está
diseñada la asignación de esos recursos para la financiación de proyectos de
investigación no evita la politiquería, es decir, la corrupción, el clientelismo,
los denominados “favores políticos”, etc., tan notables en las regiones de
nuestro país. Veamos.
Los
proyectos de investigación que se presenten a fin de que sean financiados por
el Sistema General de Regalías deben plantear un problema que no sólo sea de
interés para la “ciencia”, sino también para un departamento del país. Es
decir, los proyectos que aspiren a obtener recursos no sólo deben desarrollar
asuntos científicos, sino también contribuir al mejoramiento visible de algunos
problemas de las regiones. Así por ejemplo, asuntos como el del cultivo del
cacao en el departamento de Santander o el del café en el eje cafetero no sólo
inquietan a los agrónomos, sino también a los departamentos en que se van a
desarrollar, de modo que resultan idóneos para que busquen financiación por
parte del Sistema General de Regalías. Esto quiere decir, a su vez, que la
formulación de los proyectos de investigación debe tener en cuenta los Planes
de Desarrollo de los departamentos en los que se quiera desarrollar la
investigación.
Ahora
bien, quien acepta o rechaza la postulación de un proyecto es un órgano
colegiado denominado OCAD, que está compuesto por un representante del Gobierno
Nacional, un representante de los gobernadores del país y un representante de
las universidades colombianas. Como el propósito es que los proyectos de
investigación beneficien al departamento que sea del caso y como la autoridad
que en últimas puede determinar si esto es así es el gobernador del
departamento en el que se va a ejecutar el proyecto, es decisivo que el
gobernador departamental correspondiente se apersone del proyecto y solicite al
OCAD la aprobación del mismo. El inconveniente está en el tipo de transacciones
y exigencias que el gobernador del departamento en cuestión exija a fin de que
éste se apropie del proyecto y requiera del OCAD la aprobación del mismo.
En
efecto, ya se han hecho sentir las quejas de algunos investigadores que han
recibido presiones por parte de los gobiernos departamentales, quienes
presuntamente condicionan su apoyo al proyecto al hecho de que se los deje
participar de los recursos que le sean asignados a la investigación. La
procedencia de algunos de los recursos para la investigación parece, pues,
estar de antemano viciada por la corrupción de los políticos regionales.
A esto
se suma el hecho de que incluso la dirección de Colciencias es designada por el
gobierno de turno. Es sabido que durante los últimos cuatro años esta entidad
ha sido la “cuota política” del partido verde y que en otro tiempo fue el botín
político de otros partidos. Es tanta la presencia de la politiquería en el
sistema de investigación del país que, como lo muestra el caso de la
exdirectora de Colciencias Marcela Pulgarín, en el momento en que las
declaraciones de la dirección de la entidad y las del gobierno de turno no
vayan en consonancia, este último puede disponer del cargo de la dirección de
Colciencias a su antojo.
El otro
asunto importante es el del destino de los recursos del Sistema General de
Regalías o, mejor, las áreas de conocimiento a las que se les asignan esos
dineros. Claramente, la “ciencia” que conduce a soluciones inmediatas de los
problemas de los distintos departamentos del país no es la ciencia en su
conjunto. En últimas, la “ciencia” a la que van dirigidos los recursos de las
regalías es la denominada “ciencia aplicada”. Los grupos de investigación que
buscan beneficiarse de estos recursos proceden casi en su totalidad de las
siguientes áreas de conocimiento: ciencias de la salud, ingenierías y agroforestales.
De ahí que las ciencias de la naturaleza (física, matemáticas, química), las
artes, la filosofía, y muchas de las investigaciones adelantadas en las
ciencias sociales o no hayan sido beneficiadas por estos recursos o lo hayan
sido de manera sólo tangencial.
Ahora
bien, no sólo los recursos procedentes del Sistema General de Regalías, sino
también las convocatorias que se están abriendo en Colciencias, benefician casi
exclusivamente a las ciencias de la salud, las ingenierías y las
agroforestales. Si se consideran las convocatorias de investigación que en este
momento tiene abiertas esa entidad, se llega rápidamente a la conclusión de que
son prácticamente inexistentes las oportunidades de financiación para las
artes, la filosofía, las ciencias humanas y las ciencias sociales.
Creo
que la comunidad académica del país debe dejar a un lado el silencio que la ha
caracterizado en relación con las políticas de Colciencias. Es necesario exigir
que la designación de la dirección de esta entidad y la asignación de los
recursos ofrecidos para la investigación sean excluidas de los juegos de la
politiquería. Dicho de otra manera, hay que exigir que Colciencias se convierta
en una entidad autónoma de las políticas de los gobiernos centrales y
regionales.
A su
vez, es necesario diseñar políticas más equitativas para las áreas de
conocimiento. Convocatorias que no beneficien a unas áreas más que otras, sino
que les asigne presupuesto indistintamente a todas las disciplinas y de acuerdo
con sus requerimientos. Creo que ello sólo se puede lograr en la medida en que
la dirección de Colciencias no esté a cargo de un único director, sino de una
junta académica compuesta por representantes de todas las áreas del
conocimiento. Tal junta garantizaría a la entidad una visión del todo de la
ciencia y le permitiría diseñar políticas diferenciadas que representen los
intereses de todas las áreas del conocimiento.
El
panorama de la investigación y de las ciencias humanas no es por lo pronto
alentador, más si se tiene en cuenta algo en relación con el nuevo decano de la
Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia. La
Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional puede jugar un papel
determinante en la redirección de las políticas de Colciencias: sólo
considérese el hecho de que es la Facultad más grande del país. Pues bien,
algunas de las afirmaciones que he escuchado del nuevo decano de la Facultad de
Ciencias Humanas sobre las políticas de Colciencias, han hecho evidentes tanto
su desconocimiento de lo que está pasando en esta entidad como su indiferencia
ante qué pueda pasar en ella. Esperemos que como decano de la Facultad lo haga
mejor que como director de los posgrados del departamento de Historia: un
departamento que en 2013 perdió la oportunidad de aspirar a las becas para
estudiantes de doctorado de Colciencias, porque el programa no se presentó a la
convocatoria.
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