Jaime
Rafael Nieto López
Representante
Profesoral al CSU
Universidad
de Antioquia
Tal
como estaba previsto, el pasado lunes 4 de agosto se hizo público el documento
“Acuerdo por lo Superior – 2034: Propuesta de Política Pública para la
excelencia de la educación superior en Colombia, en el escenario de la Paz”. El
documento fue elaborado y presentado por el Consejo Nacional de Educación
Superior -CESU-, órgano consultivo del
Ministerio de Educación Nacional, en un acto que contó con la concurrida audiencia de rectores y directivos
universitarios, profesores y estudiantes, llevado a cabo en el auditorio de la
Academia Colombiana de la Lengua.
El acto
contó con la intervención inaugural de la Ministra de Educación Nacional, María
Fernanda Campo, quien destacó los contenidos fundamentales del documento
presentado por el CESU y abundó en subrayar sus bondades, los alcances y
espíritu transformador de sus lineamientos y el carácter incluyente de la
propuesta de cara a un escenario de post-conflicto en Colombia en el corto
plazo, aclarando además que no se trata de un proyecto de reforma legislativa
sino de un texto guía, una hoja de ruta para los próximos 20 años en materia de
educación superior para Colombia. También dedicó la Ministra buena parte de su
discurso a enfatizar el carácter democrático que precedió el proceso de
construcción de la propuesta por parte del CESU, del cual registró cerca de
33.000 participantes a nivel nacional y regional, considerado como el “proceso
de mayor participación en la historia del sector educativo colombiano”. Diálogo
Nacional y Acuerdo Superior fueron las expresiones más frecuentemente
destacadas por la Ministra Campo para subrayar el carácter participativo y
consensual del proceso llevado a cabo por el CESU para la elaboración del
Acuerdo por lo Superior 2034. Sin embargo, el momento central de este evento lo
ocupó la presentación que hiciera cada uno de los doce miembros del CESU de los
10 grandes ejes temáticos que estructuran el documento y vertebran el llamado
Plan Estratégico, junto con sus 136 lineamientos de política: 1. Educación
inclusiva; 2. Calidad y pertinencia; 3. Investigación; 4. Regionalización; 5.
Articulación educación media y educación superior; 6. Comunidad universitaria y
bienestar; 7. Nuevas modalidades educativas; 8. Internacionalización; 9.
Estructura y gobernanza del sistema; y 10. Sostenibilidad financiera.
Por sus
propósitos ambiciosos, por su carácter rector de corto y mediano plazo, por sus
implicaciones de amplio espectro sobre la educación superior y especialmente
sobre la Universidad Pública y por toda la concepción que lo inspira, este documento deberá estar
en la agenda inmediata de los universitarios, especialmente del profesorado,
para su estudio, la reflexión crítica y el debate. En realidad, tras la
presentación pública del Acuerdo Superior 2034 por parte del CESU, el verdadero
Diálogo Nacional tan profusamente invocado por sus autores y la Ministra apenas
debe empezar, y profesores y estudiantes están llamados a ocupar un lugar
protagónico por la calidad de sus contribuciones, de sus críticas y la
capacidad de formular propuestas alternativas. Sólo sobre la base de este gran
diálogo nacional podría pensarse seriamente en la construcción de un gran
acuerdo nacional por la educación superior, cuyo escenario deliberativo y
decisorio sea el de una Constituyente Universitaria. Los universitarios ya
gozan de un amplio y rico acumulado arrojado por las protestas estudiantiles de
2011 y los documentos programáticos elaborados en 2012 por la Mane. Estamos
llamados a retomar la iniciativa y construir espacios de convergencia.
Una
primera lectura del documento del CESU sugiere preguntas inquietantes. Las
obvias, entre muchas más: ¿Acuerdo? ¿Entre quiénes? ¿Es realmente este
documento producto de un acuerdo entre o con los universitarios? ¿Sí estuvo
precedido de un diálogo y participación democrática de los universitarios? ¿Se
trata realmente de un texto transformador y novedoso como sostiene el CESU y la
propia Ministra o se trata de lo que algunos líderes estudiantiles desde ya no
vacilan en calificar como “reencauche” del proyecto de reforma de la Ley 30 del
Gobierno Nacional? ¿Si hay un compromiso real del Gobierno Nacional por
garantizar sostenibilidad financiera de la educación superior a corto y mediano
plazo que garantice el derecho a la educación a todos o simplemente se trata de
que tal garantía descanse en el crédito educativo vía ICETEX? ¿Dónde quedó el
diagnóstico riguroso que hace un poco más de un año hiciera el propio CESU
acerca de la grave situación financiera de la Universidad Pública con una
desfinanciación que alcanzaba la cifra de más de 11 billones de pesos? ¿Puede
seguirse eludiendo y sustituyendo el tema crucial y urgente del gobierno universitario
y la autonomía por el amorfo y escurridizo concepto de gobernanza del Banco
Mundial? ¿Si hay allí una apuesta decidida por la investigación y el
conocimiento? ¿Cuál es el tipo de diagnóstico que requiere la formulación de
una política pública en educación superior de carácter transformadora y para un
escenario de post-conflicto: uno optimista y acrítico como el que presenta el
CESU u otro que habla más en términos de crisis universitaria como
reiteradamente lo señalan desde hace varios años actores de la comunidad
universitaria?
El
evento del pasado lunes 4 de agosto fue concebido como un evento protocolario,
con “convidados de piedra” y toda la parafernalia que le es propia.
Afortunadamente, a la altura de los últimos puntos de la agenda, irrumpieron
los estudiantes de la Mane, exigiendo ser escuchados y planteando puntos de
debate. Gracias a ellos, a su intervención crítica y contundente, no sólo se
logró romper el protocolo sino también el tedio que ya cundía entre la
audiencia. Gracias a su intervención, todos los asistentes pudieron recordar
que los acuerdos y los consensos se construyen entre diferentes y no entre
quienes piensan igual.



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